Muchos políticos y economistas lo consideran una desafortunada certeza: el crecimiento económico lleva a una desigualdad mayor. Pero, ¿y si esa noción es el resultado de una medición viciada? Según Branko Milanovic, del Banco Mundial, los envejecidos cálculos de desigualdad económica, como el coeficiente Gini, no tienen en cuenta indicadores clave, como cuánta riqueza tiene que dividir un país. Esto significa que Estados que se cree que tienen un gran desfase entre ricos y pobres podrían ser mucho más igualitarios de lo que algunos piensan.

Un nuevo método para medir la desigualdad, el ratio de extracción de la desigualdad, desarrollado por Milanovic y Jeffrey Williamson, de la Universidad de Harvard, y Peter Lindert, de la Universidad de California, incorpora una estadística crítica: el tamaño de la economía del país. ¿Por qué es importante? “Cuando tienes una economía en crecimiento, la desigualdad máxima posible aumenta”, dice Milanovic, porque hay más riqueza circulando. Ese surplus es lo que hace realidad la desigualdad posible. “Imaginemos que el 99,9% de la gente [en un país] vive en una situación de subsistencia y que un tipo adquiere todo el surplus”, dice. “Aunque ese tipo es muy rico comparado con todos los demás, el grado de desigualdad [medido de manera tradicional] no va a ser muy alto”. Utilizando su nuevo sistema de medición, Milanovic y sus colegas descubren que algunos países son mucho más desiguales de lo que los economistas creían tradicionalmente. Si usamos el coeficiente Gini, por ejemplo, con un país pobre como Etiopía, parece que la desigualdad es sólo ligeramente mayor que en EE UU. Utilizando el nuevo sistema, sin embargo, que tiene en cuenta que las dos economías difieren enormemente, Addis Abbeba tiene más del doble de nivel de desigualdad que Washington. También encontraron que economías en desarrollo, como China y Rusia, por ejemplo, han llegado a ser más igualitarias cuando han adoptado el capitalismo. El tamaño importa.