La crisis financiera manifiesta ahora sus efectos secundarios en el sector energético. Es difícil obtener crédito, hay escasa demanda de energía, y cada vez menor flujo de dinero. ¿Qué significa esto para el futuro del sector petrolero?

La respuesta breve es: no tanto como se podría pensar. Los analistas de mercado de todo el mundo están revisando sus predicciones, pero, a medio y largo plazo ,el sector no va a sufrir cambios. El pasado mes de noviembre, en medio del periodo más turbulento de la crisis económica, y para conocimiento de todos, la Agencia Internacional de la Energía (IEA) publicó el World Energy Outlook 2008 (Perspectivas energéticas mundiales), donde ofrecía el análisis de previsiones de suministro de petróleo más detallado publicado hasta la fecha. En un escenario hipotético continuista, la demanda de petróleo seguirá creciendo con fuerza hasta 2030. Se prevé que dicho incremento se concentrará en los mercados emergentes, liderados por China, India y Oriente Medio, mientras que el correspondiente aumento de suministro provendrá en su mayor parte de la OPEC. La perspectiva de un agotamiento cada vez más rápido de determinados yacimientos petrolíferos representa un importante desafío. Incluso si la demanda de crudo permaneciese igual hasta 2030, nuestros analistas opinan que sería necesario aumentar la capacidad bruta de producción en 45 millones de barriles adicionales diarios –cuatro veces la capacidad actual de Arabia Saudí– solo para compensar el descenso de producción en los yacimientos en explotación.

Por suerte, existe suficiente petróleo en el mundo como para alimentar este aumento de producción. Pero aquí es donde incide la crisis financiera: La posible falta de inversión en aspectos necesarios, especialmente a corto y medio plazo, constituye un peligro fundamental para el suministro. Los presupuestos de inversión para 2009 en las etapas de producción primaria de petróleo y gas ya se han reducido en torno al 21% respecto a 2008 (un recorte de casi 100.000 millones de dólares). Existe el peligro de que en los próximos meses y años se reduzca excesivamente la inversión, favoreciendo la disminución de la producción y dando lugar a una falta de capacidad productiva cuando la economía empiece a recuperarse. Para complicar las cosas, los países ricos, cada vez más dependientes de importaciones procedentes de fuentes cada vez más reducidas, están haciéndose más vulnerables a las interrupciones de suministro y las subidas de precios.

A largo plazo, si los gobiernos no emprenden acciones más decididas, el creciente consumo de combustibles fósiles provocará un aumento de las emisiones y de la concentración atmosférica de gases de efecto invernadero, haciendo que la temperatura global del planeta suba hasta 6 grados. A escala mundial, habrá que usar todas las alternativas energéticas, a la vez que se reduce la insostenible dependencia del petróleo, el gas y el carbón. Pero aún si se logra este objetivo, no supondrá el final de la industria petrolera; las tecnologías de bajo consumo de carbono no remplazarán a los combustibles fósiles de la noche a la mañana. No hay problema: no sólo seguirá habiendo demanda de crudo sino que el sector posee la habilidad suficiente para migrar hacia las fuentes de energía con bajo consumo de carbono del mañana.