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Cuando la Administración de Seguridad en el Transporte de EE UU aceleró la implantación de los escáneres corporales tras el intento de atentado del día de Navidad del año pasado en Detroit (EE UU), con la bomba de la ropa interior, quitó importancia a los temores de los pasajeros sobre su intimidad y les aseguró que las imágenes tomadas por los escáneres -que detallan de forma escandalosa los contornos de los cuerpos bajo la ropa- no podían almacenarse y que los agentes que iban a observarlas nunca verían a las personas en carne y hueso.

Esas garantías se vieron refutadas en enero cuando la solicitud hecha por un grupo privado en nombre de la Ley de Libertad de Información (en inglés, FOIA), reveló que las órdenes eran que fuera posible almacenar las imágenes cuando se manejaran los aparatos en “modo de prueba” y llevar a cabo una “transferencia de datos de imágenes a alta velocidad” en caso necesario. Otra solicitud posterior permitió descubrir que la Policía Federal de EE UU encargada de la seguridad en los aviones había almacenado aproximadamente 35.000 imágenes de un escáner corporal en un juzgado de Florida. Pese a ello, los escáneres corporales, que cuestan entre 130.000 y 170.000 dólares cada uno, se han instalado ya en 58 aeropuertos estadounidense -además de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Holanda y Nigeria- y están probándose en otros países.

Por supuesto, casi de inmediato empezaron a surgir denuncias de abusos. En mayo, en el aeropuerto de Miami, un agente atacó a un colega en el aparcamiento después de haber sido objeto de repetidas burlas por el tamaño de sus genitales durante un ejercicio de entrenamiento con el aparato, según informó el Miami Herald. En marzo, la policía hizo una amonestación por acoso contra un empleado del aeropuerto de Heathrow (Londres) que supuestamente había captado la imagen de una colega suya. Ese mismo mes, dos mujeres musulmanas fueron las primeras pasajeras a las que se impidió abordar un avión en Heathrow por negarse a pasar por la máquina (los aeropuertos estadounidenses dan a los pasajeros la opción de un cacheo manual si no se sienten cómodos con el escáner). Los medios de comunicación de Nigeria dijeron que varios empleados del aeropuerto de Lagos que estaban en sus horas libres se habían saltado las normas sobre privacidad viendo entrar a los pasajeros en el escáner y corriendo a la sala de control para ver sus imágenes.

En septiembre, Italia fue el primer país que abandonó este tipo de escáneres tras varios meses de pruebas, después de decidir que no eran más eficaces que los normales y que los procedimientos para garantizar la intimidad de los pasajeros hacían que las colas fueran demasiado lentas. Ahora bien, dado lo difícil que es que los responsables de seguridad eliminen los procedimientos establecidos -los pasajeros siguen quitándose los zapatos-, lo más probable es que los viajeros de todo el mundo tengan que seguir entregando su pudor junto con sus maletas.