La cultura puede avivar las relaciones económicas entre América Latina y Europa.

Juan Carlos Bravo Gutiérrez/Flickr

Europa está en crisis, pero no sólo en el sentido económico y político de la palabra, sino también en los distintos niveles que pueden afectar al desarrollo de sus sociedades. Pero las crisis son algo intrínseco a nuestra propia naturaleza. Siempre han existido y siempre nos acompañarán, aunque lo importante no es salir de ellas, sino en qué saldremos convertidos cuando pasen.

A la eurozona le cuesta recuperarse y la idea de la unión en Europa languidece, perdida en su propia crisis de identidad. Al mismo tiempo, se dejan de lado sectores que crean riqueza mientras nos encerramos pensando que nuestros problemas son excepcionales y que la solución sólo puede encontrarse en casa.

Dirijamos las miras hacia una de las zonas que no sólo ha sufrido un impacto menor de la actual crisis, sino también que más posibilidades futuras tiene, tanto por su crecimiento económico como poblacional: América Latina. Y lo cierto es que las relaciones con esta región, desde un plano europeo, no son tan prioritarias como deberían, pues si fuera al contrario, China no estaría destinada a desbancar a la UE como primer socio comercial en América Latina.

Es una obviedad decir que uno de los mayores activos de la región es el español, el idioma común y universal que comparten casi todos los países de la zona. Pero ésa es la realidad. España, por su parte, disfruta de un intercambio cultural y económico sobresaliente con América Latina, con flujos migratorios constantes en los dos sentidos.

Tenemos pues crecimiento económico y poblacional, un idioma al que sacar (más) provecho y un Estado miembro de la UE que sirve de puente. Aprovechando todo lo construido hasta ahora (centros culturales o acuerdos de cooperación y colaboración institucional) se pueden revitalizar las relaciones económicas transatlánticas gracias a la industria cultural.

España, como socio histórico de la región, tiene una red de centros de cooperación en materias culturales amplia, además de ser el vínculo natural de América Latina y la Unión Europea. Hay que sumar a esto la capacidad de las industrias culturales como creadora de riqueza, como ya se está experimentando en lugares como Islandia, donde esta industria se sitúa como la segunda productora de PIB del país.

Se debe potenciar pues la industria cultural, desde el punto de vista del intercambio de ideas, de cooperación institucional con una América Latina que se caracteriza por su juventud y dinamismo, cuyo potencial no debe infravalorarse. Es importante favorecer el desarrollo de las artes, de las humanidades y de las ciencias sociales para que se pueda producir un intercambio intelectual desde la investigación y la excelencia académica. No en vano, el propio Parlamento Europeo ha cifrado en siete millones de empleos los que se sustentan gracias al sector cultural y creativo en la Unión.

Favoreciendo el desarrollo de estos ámbitos, no sólo se podría construir un puente desde la Unión Europa hasta América Latina, sino crear una industria que permitiera el desarrollo de unos cimientos sólidos construidos sobre la cooperación cultural y el diálogo institucional.

 

 

 

 

 

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