Dada su larga experiencia, Tim Weiner está muy cualificado para criticar los éxitos y fracasos de la CIA (‘La CIA no habla idiomas’, FP Edición española, octubre/noviembre, 2007). Su propuesta de invertir 20.000 millones de dólares en becas durante los próximos cinco años para preparar a una nueva generación de agentes de seguridad es un objetivo correcto. El aumento de los fondos para becas es vital si Estados Unidos espera fomentar el desarrollo de espías que entiendan el idioma, la historia y la cultura de otros países. El análisis de Weiner es, sin embargo, débil en tres aspectos. Primero, asegura que EE UU ha fallado al crear “un servicio secreto de inteligencia de primera categoría”. A pesar de sus errores, ha tenido más éxitos que cualquier otro servicio de espionaje de la historia. Durante la guerra fría, cada sistema armamentístico de los soviéticos, desde la bomba H hasta los misiles, era anunciado con antelación por la inteligencia estadounidense. El desarrollo del avión espía U-2 por parte de la CIA también supuso un punto y aparte en el espionaje. Por otra parte, uno de los muchos espías que servían a la agencia en la URSS, Oleg Penkovsky, proporcionó inestimable información sobre sus capacidades militares. La lista de sólidos logros continúa. Weiner tiene también un criterio poco realista para medir el éxito de los servicios de inteligencia. Parece creer que la CIA debiera prever el futuro con perfecta clarividencia. Pero esto es, simplemente, imposible. La información es normalmente escasa o ambigua, y las situaciones son, a menudo, cambiantes. La CIA debería haberlo hecho mejor en muchas ocasiones, pero predecir el futuro, como revela la historia con su caprichoso discurrir, es, cuanto menos, difícil. Ni un solo periodista, político o investigador anticipó el repentino colapso de la URSS en 1991, por ejemplo. Lo que deben hacer las agencias de inteligencia es presentar agentes con datos fiables y posibles resultados y, sólo raramente, realizar predicciones.

Al final, aunque el énfasis de Weiner en preparar espías es importante, sólo es una de las reformas que deberían adoptarse para proteger a Estados Unidos. Son fundamentales las reformas a fondo de la organización, incluyendo un nuevo director de inteligencia con autoridad real para determinar los presupuestos y el personal. Si el director sigue careciendo de autoridad, la inteligencia continuará repartida dentro de cada una de las 16 agencias secretas. El resultado final no será el intercambio de información entre ellas sino el corporativismo burocrático: la enfermedad que contribuyó en gran manera al trágico fallo de los servicios de inteligencia en septiembre de 2001.

  • Loch Johnson
    Profesor de Ciencia Política,
    Escuela de Relaciones Internacionales,
    Universidad de Georgia, Athens, Georgia, EE UU

 

La situación de la CIA es, a la vez, problemática y esperanzadora. Como Weiner afirma, la inexperiencia del personal de la agencia es el mayor problema. Pero también demuestra que muchos estadounidenses han respondido a su llamada tras el 11-S, a pesar de la baja moral de la CIA y de sus problemas técnicos y organizativos. La pregunta es si estos recién llegados se convertirán en experimentados miembros. Desde los 90, muchos agentes abandonan la agencia cuando llegan al umbral de los cinco años de permanencia en ella. A principios de año, el general Michael Hayden estableció un programa de reformas que, entre otras cosas, rompería esa barrera. Weiner tiene razón al proponer una mayor inversión para crear un buen grupo de lingüistas cualificados, pero esto sería sólo una parte de la solución. La agencia necesita una fórmula completamente nueva, alejada de la excesiva confianza en la capacidad técnica. La tecnología ha sido importante porque se manejan grandes cantidades de datos y puede ser planeada y presupuestada. Pero también es indiscriminada y genera más información de la que podemos procesar, tanto como falla en proporcionar información fundamental desde el interior del campo enemigo. Debe haber un nuevo acercamiento centrado en el plano humano. Debemos ajustar la política de información estadounidense, el bienestar psicológico y asegurar que los agentes espían por convicción, no por dinero. Durante la guerra fría, a estas personas se les llamaba espías ideológicos. Captar y mantener esas fuentes contribuiría a afianzar la moral de la CIA en el caso de los agentes y de la agencia en general. Necesitamos personal que hable idiomas extranjeros, pero también que trabaje en una fórmula que valide su dedicación y ofrezca el mejor potencial para Estados Unidos.

  • John Prados
    Investigador principal,
    Archivo de Seguridad Nacional,
    Universidad George Washington,
    Washington, EE UU

 

Tim Weiner responde:
Loch Johnson y John Prados son dos de los mejores analistas estadounidenses en cuestiones como las fortalezas y debilidades del servicio de inteligencia de Estados Unidos. Como ellos, quiero que la CIA tenga éxito en sus misiones más importantes: conocer al enemigo, prevenir un ataque sorpresa y proporcionar al presidente la información que necesite para crear una estrategia que guíe la política exterior y la proyección del poder de Washington.

No espero que la CIA tenga una bola de cristal. Pero creo que rompió su palabra con el falso informe sobre el arsenal iraquí en 2002 y 2003. Ese trabajo puso en duda cada aspecto de su labor de espionaje y de análisis como servicio de inteligencia. Parafraseando al juez Laurence Silberman, quien lideró la comisión presidencial que investigó el fiasco de las armas de destrucción masiva, “si el Ejército de EE UU hubiese cometido un error tan grande como el de nuestro servicio de inteligencia, esperaríamos que esos generales fueran suspendidos”. En su lugar, tenemos una nueva dirección del servicio de inteligencia –otro defensor de la burocracia– cuando lo que se necesitaba era una nueva generación de multifacéticos espías y analistas. Prados se centra en el dinero cuando puntualiza que la política exterior estadounidense debe cambiar para que la CIA tenga la oportunidad de ganarse la lealtad de los agentes extranjeros. Cuanto peor sea la imagen pública de Estados Unidos fuera, más difícil será captar espías extranjeros que divulguen secretos de sus países movidos por el respeto a los valores norteamericanos.