Qué esperar de Michelle Obama y Ann Romney como primera dama.

 

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La historia se encargó de comprobar que las mujeres de los presidentes suelen ser buenas consejeras, grandes oradoras y piezas fundamentales en el camino a la popularidad de sus esposos, tan eficientes llegan a ser, que no solo enriquecen la imagen de sus compañeros de vida, sino que  hasta consiguen su éxito individual y logran posicionarse como adalides de valores y políticas paradigmáticas frente a la sociedad a la cual se dirigen.

Primeras damas memorables

Martha Washington fue la mujer del primer presidente estadounidense, sin embargo, fue a partir de Lucy Webb Hayes que las esposas del jefe de Estado reciben la denominación de “Primera dama”.  Con el paso del tiempo, el rol de estas mujeres fue evolucionando contundentemente, y mientras las que transitaron el siglo XVIII y XIX simplemente se dedicaban a organizar banquetes y recibir invitados, ya las que habitaron la Casa Blanca en los albores del siglo XX comenzaron a demostrar que sus ocupaciones podían trascender a las de anfitrionas, y se profesionalizaron preparándose intelectualmente, entendiendo que su función ya no era solo acompañar a su esposo, sino servir a la nación junto a él.

Anna Eleanor Roosevelt fue una de las Primeras damas que ennobleció el cargo, esforzándose en profundidad a fin de enaltecer la figura de Franklin Roosevelt, y ejecutando algunas tareas que a él se le dificultaban por su limitada movilidad, en varias ocasiones representó al presidente Roosevelt en conferencias de prensas y giras internacionales. Rosalynn Carter también logró lucirse en su rol y fue una personalidad clave desde la campaña electoral y posteriormente en el transcurso de la presidencia, aconsejando y acompañando a Jimmy Carter inclusive en las reuniones de gabinete. Sus programas de investigación y apoyo a la salud mental aún continúan mejorando la calidad de vida de muchos pacientes y sus familias.

Imposible no mencionar a Hillary Clinton entre las Primeras Damas más influyentes, adquirió una distinguida reputación por su labor en la promoción de políticas vinculadas al desarrollo social y sanitario, su notoriedad la impulsó en su carrera personal, primero como Senadora y luego como Secretaria de Estado, según la revista Forbes, en 2012 ocupa el segundo lugar entre las mujeres más poderosas del mundo, detrás de Angela Merkel. Desafortunadamente, su paso por la Casa Blanca será recordado por el escandalo que protagonizó su marido Bill Clinton con la becaria Mónica Lewinsky.

Michelle Obama versus Ann Romney

Faltan dos meses para las elecciones presidenciales en EE UU, y ya en plena contienda que enfrenta ferozmente a demócratas y republicanos, la sociedad estadounidense no solo evalúa las propuestas del candidato sino que también se manifiesta interesada en analizar el discurso de la mujer que liderará junto a él la Casa Blanca. Tanto la Señora Obama como la Señora Romney son conscientes de que sus actuaciones y sus palabras de aquí al 6 de noviembre poseen un peso específico inigualable, no hay margen de error, y su responsabilidad esta muy clara: deben ante todo humanizar a los postulantes, persuadir a la población mostrando los aspectos más sensibles de sus esposos, exhibir sus cualidades como jefes de familia, y destacar los obstáculos que han tenido que atravesar para alcanzar sus metas personales y profesionales, saben que solo induciendo al electorado podrán acceder al trono.

Michelle Obama parece estar muy cómoda en su morada y esta convencida de querer seguir allí por cuatro años más, para lograrlo ya ha emprendido sus giras a través del país, en las cuales hace hincapié en los sacrificios y en la vicisitudes que ella y Barack Obama han tenido que enfrentar para acceder a sus carreras y conformar una familia basada en valores morales sólidos.

La educación, la salud y la familia parecen ser los ejes principales en sus alocuciones. Graduada con honores de las Universidades de Princeton y Harvard, reconoce y promueve a la educación como uno de los pilares fundamentales para desarrollarse en la vida, pero destaca que tanto su marido como ella debieron endeudarse fuertemente para poder pagar sus estudios, ya que ninguno de los dos podían afrontar los elevados costos académicos. En su posición de Primera dama se ha dedicado a subrayar la importancia del trabajo voluntario y el servicio a la comunidad, ha aplicado sus conocimientos y experiencia laboral impulsando dos proyectos de su autoría: ¡A moverse! (Let’s Move!) orientado a resolver los problemas de obesidad infantil promoviendo la alimentación saludable, y “Uniendo fuerzas” (Joining Forces) que lanzó junto a la doctora Jill Biden, esposa del vicepresidente, Joe Biden, y que incentiva a dar empleo a los veteranos de guerra y los ayuda a reinsertarse en la sociedad.
Elogiada mundialmente por su elegancia, Michelle Obama se muestra además como una madre pendiente del crecimiento y las necesidades de sus hijas, suele exponer públicamente la manera en la cual decide formarlas, entendiendo quizás, que así acorta la brecha entre la Casa Blanca y el resto de las familias estadounidenses.

Sus convincentes discursos y el respaldo al Presidente durante la campaña de 2008 han sido de vital contribución para la construcción de la imagen pública de un Barack Obama que hasta ese momento solo era conocido como senador. A diferencia de Ann, su rival,  hoy su misión no está centrada en construir al candidato, sino en sustentar al Jefe de Estado, enfatizando sus logros y justificando sus desaciertos. Teniendo en cuenta la crisis económica global que impactó fuertemente en las finanzas y que llevó a que el 8,2% de la población estadounidense se  encuentre sin empleo, la tarea de Michelle en 2012 es por lógica más que complicada.

Ciertamente, Mitt Romney también reparó en el poder de influencia femenina durante las campañas, tal es así que permitió que Ann sea la protagonista de la Convención Republicana en Tampa que lo proclamó oficialmente como aspirante a la presidencia. La estrategia discursiva de su mujer apeló directamente a los sentimientos del electorado, la intención fue indudablemente seducirlos desde el corazón, establecer una conexión desde la identificación con los momentos trágicos de su vida, se focalizó en contarle al público su padecimiento de esclerosis múltiple, cáncer de seno y abortos involuntarios, y cómo su marido la ayudó a superar estas dificultades. Continuó haciendo referencia a sus 42 años de matrimonio, a la crianza de sus cinco hijos, distinguió a Mitt Romney como un gran padre y abuelo de 18 nietos, no habló de política, decidió no opinar sobre temas escabrosos que podrían sentenciarla, solo al amor y a la familia se limitaron sus palabras.

Ann Romney también suele hacer hincapié frecuentemente en su rol de madre, pero con valores y tradiciones mucho más conservadoras que las de la actual primera dama, basadas no sólo en la ideología del partido, sino también en las creencias mormonas que profesa toda la familia. Su vida ha sido muy diferente a la de los Obama, y si bien el dinero no significó un obstáculo en su historia, si lo han sido las graves afecciones contra las que tuvo que lidiar con el apoyo de sus afectos. Su última aparición publica parecería dejar claro que por lo menos hasta el momento,  su perfil esta más orientado a posicionarse como acompañante de Mitt que como fuente generadora de políticas y programas propios.

Lo cierto es que el postulante republicano no se equivocó, según los encuestadores, que aún no cuentan con cifras exactas, el discurso de Ann fue efectivo a la hora de convencer a varios  indecisos, y recibió varios guiños del electorado femenino, que se sintió estrechamente identificado con sus vivencias.

De cualquier manera, no hay que olvidar que según los últimos datos obtenidos por la agencia Gallup, Michelle Obama goza de una popularidad del 66% que la convierte en una carta indispensable para el triunfo demócrata. La sociedad reconoce la capacidad de liderazgo, compromiso y carisma que caracterizan a la mujer del Presidente, que supo además, junto a sus hijas inundar la Casa Blanca de nuevos aires con estilo contemporáneo y menos hermetismo.

En un país que aún no ha tenido a una mujer como jefa de Estado, las candidatas a futuras primeras damas adquieren una notoriedad singular, y quizás en 2012 más que en cualquier otra elección, sus voces se vuelvan herramientas elementales para complementar las promesas de sus maridos en estos comicios que se avecinan, y que dadas las secuelas de una crisis financiera prolongada, prometen ser más reñidos de lo habitual.