Entre la mitad y las tres cuartas partes del empleo no agrícola de los países en desarrollo es informal. Los datos referidos a esta inmensa economía en la sombra son siempre aproximaciones, porque su verdadera cuantía es incalculable, pero hay países que han sido identificados en varios estudios como los más informales del planeta. Éstos son algunos de ellos.

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Georgia

Con posiblemente más del 67% de su PIB dependiente de la economía informal (la tasa más alta del mundo), el país caucásico presenta un panorama contradictorio. Desde la Revolución de las Rosas de 2003, Georgia ha sido un alumno aventajado para la comunidad internacional: el país ha sido nombrado en dos ocasiones por el Banco Mundial como el mayor reformista del mundo, y ocupa el puesto 9 (sobre un total de 185 países) en el Índice de Facilidad para Hacer Negocios elaborado por esa institución. Su actual tasa de crecimiento ronda el 8% y se ha recuperado plenamente de las severas contracciones de 2008 y 2009.

Sin embargo, las empresas georgianas gastan de media cuatro veces más que las de los países de Europa Occidental para cumplir los requisitos formales y el doble que las de Rumanía. Esto se traduce en una masiva presencia de la economía informal, que ronda el 90% en sectores como los servicios de reparaciones y la hostelería, y el 30% en la construción. A pesar de ello, la informalidad ha descendido con la introducción de nuevas medidas para luchar contra la corrupción, aligerar la presión fiscal sobre las empresas y simplificar la regulación laboral. Pero los niveles de pobreza siguen siendo elevados, lo que, naturalmente, incentiva la supervivencia al margen de las exigencias de las autoridades. A su vez, la tasa de mortandad de nuevas empresas es muy elevada debido a la escasa diversificación económica (que hacina la competencia en un número limitado de actividades) y la insuficiente cualificación de los trabajadores.

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Bolivia

Dado que alrededor del 67% de la economía boliviana podría estar sumergida, los actores de ésta son múltiples, pero hay personas más propensas a formar parte de ella. Así, el sector lo componen mayoritariamente jóvenes con niveles de instrucción bajos y que reciben menores retribuciones que en la economía formal; y también una cantidad desproporcionada de mujeres. Los motivos de esta vigencia de la economía a la sombra son variados e ideológicamente diversos. Algunas instituciones internacionales como el Banco Mundial señalan que la legislación laboral boliviana es más rígida que la media latinoamericana, al tiempo que los costes para constituir legalmente una empresa son demasiado elevados y los procedimientos de pago complejos y largos. El país es, según la institución, una pesadilla para hacer negocios (ocupa el puesto 155 en el ranking).

No obstante, existen otras explicaciones al auge de la informalidad, como el exceso de dependencia respecto a los recursos naturales. Éstos generan crecimiento con poco empleo y provocan un relativo desmantelamiento de los sectores no extractivos, impidiendo el desarrollo de una infraestructura productiva. Otros análisis achacan la preponderancia de la economía informal a las reformas estructurales y liberalizaciones acometidas en los años 80 y 90, que derivaron en salarios excesivamente bajos en el sector formal y en un fuerte desempleo, lo que llevó a muchos bolivianos a refugiarse voluntariamente en el sector informal. Todo ello se ve perpetuado por la drástica división entre lo formal y lo informal, dos mundos separados que hacen que muchas de las personas que trabajan en la sombra carezcan de las aptitudes necesarias para incorporarse a la economía oficial.

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Panamá

Además de por un bien engrasado sector servicios o por el famoso Canal, la economía panameña destaca por otro motivo: su informalidad ronda el 64%. Es prácticamente imposible calcularla con certeza, entre otras cosas porque existen estimaciones contradictorias (el Instituto Nacional de Estadística y Censo señaló que en los últimos años ha crecido el número de personas aseguradas, lo que indica que el sector informal ha disminuido; sin embargo, una encuesta publicada al mismo tiempo indica que en 2012 había más trabajadores informales que en el año anterior). En todo caso, la economía informal es masiva y uno de los motivos está en las reformas prescritas desde los años 80 por el Consenso de Washington. Éstas han apartado a muchas personas de la economía formal, dejándolas al amparo de la sumergida, donde carecen de crédito y pueden ser sometidas a chantajes cuando suponen una competencia seria para las empresas formales.

Sin embargo, la economía informal panameña no es necesariamente el refugio de los desesperados, sino una opción voluntaria que cristaliza en empresas de largo arraigo llevadas por personas con un cierto nivel educativo y que creen que así podrán hacer más dinero que en el sector formal. El Gobierno es consciente de esa pujanza y por ello está intentando formalizar a unas 185.000 microempresas que emplean a más de 320.000 personas. Esto pretende lograrse mediante la creación de una nueva figura (la Microempresa de Responsabilidad Limitada) y propocionando incentivos para que los negocios informales se unan a la economía legal.

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Azerbaiyán

Este país encarna plenamente los males de la llamada “enfermedad holandesa” o sobredependencia respecto a los recursos naturales. El petróleo acapara la economía azerí e inhibe el desarrollo de otros sectores. Esto, unido al hecho de que el sector petrolero crea mucho menos empleo de lo que su tamaño podría hacer esperar, deja a muchos azeríes a merced de la economía informal, que se sitúa en el 60% (algunos estudios la elevan hasta el 66%). Sin embargo, las autoridades se niegan a reconocer la magnitud del problema y, hace cuatro años, señalaron que la economía sumergida del país apenas pasaba del 10% del PIB. Esta reticencia a admitir la escala del problema ha llevado a descuidarlo casi por completo.

La necesidad de diversificar el modelo económico es imperiosa, a pesar de que las autoridades se vanaglorien del crecimiento explosivo de la economía, del descenso de la tasa de pobreza o de la mejora del coeficiente de Gini, que mide la desigualdad. Todos estos parámetros positivos chocan con la realidad de una insuficiente creación de puestos de trabajo, lo que no sólo  potencia las actividades informales, sino que siembra dudas sobre la fiabilidad de los demás datos. A su vez, las previsiones indican que el flujo petrolero está menguando gradualmente, lo que hace aún más necesaria la diversificación.

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Perú

La economía informal peruana, que roza el 60% del PIB, se ha formado como respuesta al crecimiento de la población, a las masivas migraciones campo-ciudad y a la escasez de puestos de trabajo, después de varias fases de estancamiento económico anteriores a 2002. El crecimiento urbano se ha fundamentado en la expansión informal mediante asentamientos pobres de emigrantes rurales (pueblos jóvenes), dando lugar a una economía marginal que absorbe no sólo actividades tradicionalmente informales como la venta callejera, sino también buena parte del transporte urbano. Existe además mucho desempeño mixto, es decir, trabajadores de la economía formal que complementan sus honorarios con actividades sumergidas. La minería, uno de los sectores con más pujanza del país, sufre altos grados de informalidad; alrededor de la quinta parte del oro que exporta Perú procede de explotaciones informales. Este último es un dato especialmente preocupante, ya que el sector extractivo es el que más ha contribuido al elevado ritmo de crecimiento económico que el país ha mantenido en los últimos once años.

Junto al empobrecimiento generalizado, otro factor que fomenta la economía marginal peruana es el alto coste de cumplir con los requisitos legales para formalizar un negocio, lo que excluye a los más desfavorecidos y les hace recurrir a actividades como la venta callejera para la supervivencia. El alto coste de la legalidad no hace sino agravarse, ya que la evasión de impuestos sume al país en un círculo vicioso: ante tanta informalidad económica, la recaudación es insuficiente, lo que ha hecho que las autoridades aumenten en algunos casos los impuestos para que cuadren las cuentas.

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Zimbabue

La economía informal de Zimbabue supera el 59% de su PIB, y es fácil ver por qué. El país pasó de ser uno de los más prometedores del continente a hundirse en una espiral de hiperinflación (llegó a ser de 231.000.000% en 2008), expropiaciones agrícolas, huida de la inversión internacional y un desempleo que superó el 90%. La coalición forzosa entre el presidente Mugabe y su archienemigo Morgan Tsvangirai a partir de 2009 estabilizó la situación, pero ahora, de nuevo sin el segundo, existen dudas sobre qué rumbo va a tomar la economía, y sigue habiendo un desempleo del 75%. No obstante, este dato es casi imposible de verificar por el peso inmenso del trabajo informal, que se ha convertido en la fina malla que separa a millones de personas de la miseria. Algunos análisis que contabilizan la economía informal sitúan la tasa de paro real del país por debajo del 50%.

A pesar de la mejoría económica experimentada en los últimos cuatro años, el moribundo sector formal no ha revivido y la economía marginal se ha fortalecido hasta convertirse en la norma, especialmente en actividades como la venta minorista o la reparación de vehículos. A su vez, la economía informal se retroalimenta y la propia policía participa en ella ofreciendo protección a los vendedores callejeros o confiscando su mercancía para venderla en el mercado negro. Hasta la fecha, no hay visos de revertir la situación: la informalidad es la única posibilidad de supervivencia y lo que impide una miseria aún mayor. Además, la regulación estatal para establecer una empresa es compleja y costosa y las normativas laborales son laberínticas.