Remesas: también tienen su lado oscuro.    

 

Tayikistán recibe más de 1.000 millones de dólares (unos 700 millones de euros) cada año de los tayikos que hay por todo el mundo, el equivalente al 36% del PIB de este corrupto país. Dado que la mayoría de sus siete millones de habitantes carecen de asistencia y servicios sanitarios, así como de agua potable, podría pensarse que este flujo de dinero ayudaría a los ciudadanos. No necesariamente. Según un nuevo estudio del Fondo Monetario Internacional, las remesas podrían de hecho fomentar la corrupción y la ineficacia del Gobierno. En un análisis de 111 países entre 1990 y 2000, los investigadores encontraron que las grandes cantidades de remesas a menudo conducen a una mayor corrupción y a políticas económicas irresponsables. En otras palabras, permiten a las autoridades despreocuparse por no ser capaces de suministrar servicios básicos, y les facilitan distraer recursos para otros fines. “Hay menos incentivos para que los ciudadanos reclamen reformas”, cuando los envíos de dinero son elevados, explica Ralph Chami, jefe de división en el FMI y coautor del informe. Y como el Gobierno asume que la población que recibe ayudas del exterior se irá hacia el sector privado para conseguir servicios básicos, tales como la sanidad y la educación, los líderes políticos reciben poca presión para cambiar.

Pero los resultados del estudio no han convencido a todos. Dilip Ratha, experto en remesas del Banco Mundial, sostiene que aunque el riesgo de dependencia de los envíos de dinero existe, “hay que poner la situación en perspectiva y reconocer que… las cosas buenas superan a las malas”. Sin embargo, si una pequeña cantidad extra de dinero ayuda a una familia a salir adelante en tiempos difíciles, también puede comprar el tiempo de un Gobierno corrupto para paralizar las reformas.