En Asia, África y América Latina, e incluso en la descreída Europa, los movimientos evangélicos conoce una expansión sin precedentes, sobre todo entre los más pobres, un fenómeno que nada tiene que ver con los telepredicadores ni con la derecha fundamentalista de Estados Unidos.

Durante buena parte del siglo XX se dio por sentado que modernización equivalía a secularización, es decir, a la marginación de la religión de la vida pública y al debilitamiento de su influencia sobre los individuos. La principal prueba de ello fue Europa, donde se encontraban por doquier muestras de descristianización. Aunque los especialistas reconocían que Estados Unidos constituía una excepción –al ser una sociedad moderna y, sin embargo, profundamente religiosa–, se esperaba que el mundo (y, a la larga, incluso EE UU) acabara por seguir el patrón europeo.

El primer gran revés a esta suposición fue 1979, cuando la revolución iraní o la participación de sacerdotes católicos en el Gobierno sandinista de Nicaragua parecían indicar que se estaba produciendo un revival religioso en algunas partes del mundo y que la fe podía no ser irrelevante para la política. El comienzo del siglo xxi sólo ha servido para hacer entender esa lección a los occidentales escépticos. Hoy día, pocos dudan que la religión tiene una importancia global y que hay que tenerla en cuenta, para bien o para mal, en cualquier análisis de los asuntos globales.

Pero ¿qué tipo de religión? ¿Cuáles operan a escala global y cuáles son las diferencias entre ellas en cuanto a su efecto en la vida social y política? Tres movimientos pueden reivindicar ser mundiales en términos de repercusión. Es evidente que uno es el islam. A menudo considerada como la religión de crecimiento más rápido (gracias, en parte, a las altas tasas de natalidad en muchos países musulmanes), se ha extendido recientemente a nuevas áreas, debido, en cierta medida, a la conversión, pero sobre todo a la inmigración masiva. La segunda es el catolicismo, como quedó patente en 2005 por el interés mundial que despertó el funeral del papa Juan Pablo II y por la diversidad geográfica del colegio cardenalicio que eligió a su sucesor. El tercer credo, sin embargo, es menos conocido y, en caso de conocerse, cuenta con poco reconocimiento. Es la forma de protestantismo cuyos fieles suelen denominarse (no sin polémica) evangélicos.

Colmena evangélica: alrededor de un millón y medio de personas participaron en São Paulo (Brasil) en la 'Marcha por Jesús' el 26 de marzo de 2005.

Colmena evangélica: alrededor de un millón y medio de personas participaron en São Paulo (Brasil) en la ‘Marcha por Jesús’ el 26 de marzo de 2005.

Dado que el término evangélico se ha hecho muy conocido en todo el planeta al relacionarlo con la derecha religiosa estadounidense, es importante destacar dos aspectos. En primer lugar, aunque los esfuerzos misioneros estadounidenses son numerosos y cuentan con recursos, la mayor parte del crecimiento evangélico en el sur global (Latinoamérica, África, Asia y el Pacífico) no se debe a ellos, sino a las iniciativas autóctonas. Mientras los evangélicos de la televisión estadounidense pregonan a los cuatro vientos su relevancia global, y sus críticos les dan la razón (¡sólo discrepan en la evaluación de los efectos!), la realidad parece ser que ambos grupos están equivocados; esos predicadores no son más que la cara externa del movimiento y revelan poco de lo que sucede dentro. Como consecuencia, y éste es el segundo punto destacable, la política evangélica global no puede colegirse de las actitudes de los evangélicos blancos de EE UU.

¿Quiénes son los evangélicos? No existe una definición aceptada de forma unánime, pero, en este artículo, el término se refiere a un subconjunto de protestantes, diferenciados por características doctrinales y prácticas, pero no por afiliación confesional, ni siquiera necesariamente por cómo se autodenominan. Numerosos estudios recientes han adoptado la definición funcional del historiador británico David Bebbington, que resalta cuatro elementos: conversión (necesidad de cambiar de vida), activismo (esfuerzos evangelizadores y misioneros), autoridad de la Biblia (especial importancia de las Sagradas Escrituras, aunque no necesariamente de la idea fundamentalista de su inerrancia o imposibilidad de error) y el crucicentrismo (trascendencia del sacrificio de Cristo en la cruz). Por tanto, se pueden hallar evangélicos en muchas confesiones protestantes (anglicanos, metodistas, presbiterianos, baptistas, pentecostalistas…). La mayoría de los protestantes de África, Asia y Latinoamérica encajan dentro de la clasificación de evangélicos, y la mayoría también lo hacen en la de pentecostalistas, es decir, aquellos que creen con firmeza en las fuerzas sobrenaturales y que conceden especial importancia a las manifestaciones contemporáneas de los "dones del Espíritu Santo", como hablar en lenguas extrañas para venerar a Dios, la curación divina, la profecía y el exorcismo de espíritus malignos.

Los cristianos evangélicos del Tercer Mundo son un movimiento sobre todo indígena, más que fundado y dirigido por Occidente. Además, tiende a estar institucionalmente dividido, a contar con unos adeptos muy practicantes y a crecer con rapidez. En la mayoría de los países tiene una presencia desproporcionada en las capas pobres. En Brasil, por ejemplo, mientras el porcentaje general de evangélicos es del 15,5%, la proporción asciende al 20% en los sectores pobres y desciende por debajo del 10% en los más ricos.

No es una religión de Estado, y rara vez tiene alguna relación privilegiada no oficial con los gobiernos; en algunos países, sufre discriminación. Al ser una fe voluntaria y no tradicional, constituida sobre todo por pobres, suele carecer de instituciones sólidas, y sus recursos culturales y educativos son limitados. Los grupos de iglesias (conocidos como denominaciones), surgidos como consecuencia de la labor misionera extranjera, hoy suelen tener una dirección nacional; de hecho, muchos han sido fundados en el ámbito local y pueden no tener ningún contacto internacional, salvo los que ellos mismos crean al enviar a sus propios misioneros a otros países. Un estudio llevado a cabo en Río de Janeiro a principios de los 90 reveló no sólo que cada día se establecía una nueva iglesia, sino que de las 52 denominaciones con más seguidores de la ciudad, 37 se habían fundado en Brasil. Sin embargo, este cristianismo evangélico global no ha sido registrado por los radares de muchos especialistas y de otras personas bien informadas del Occidente desarrollado. Esta invisibilidad se debe, en parte, al hecho de que no posee un centro global para organizar o registrar sus variopintas actividades –a diferencia de la religión católica– y a que, a diferencia del islam, no se ha visto envuelto en el tipo de radicalismo que atrae la atención de los medios internacionales.

FIELES EN LA PERIFERIA
Con toda probabilidad, los evangélicos suponen, calculando por lo bajo, entre 300 y 400 millones (un 5% o un 6% de la población mundial), y su importancia se ve reforzada por los elevados índices de práctica, en asistencia a la iglesia y al proselitismo, y por la distribución global, con países tan dispares como Estados Unidos, Brasil, Suráfrica, Nigeria, Corea del Sur, Filipinas y China entre sus centros más importantes.

Mientras los evangélicos televisivos de EE UU pregonan a los cuatro vientos su relevancia global y sus críticos les dan la razón, la realidad es que esos predicadores no son más que la cara externa del movimiento

Junto al catolicismo, el movimiento evangélico ha contribuido de manera fundamental a la globalización del cristianismo, transformándolo en una religión en gran parte no blanca, cada vez más distante del poder y las riquezas materiales. Muchas religiones han logrado tener una presencia más global en las últimas décadas, sobre todo el islam, pero ello se ha debido de manera abrumadora a las migraciones transnacionales, por ejemplo de musulmanes a Europa, más que a la conversión de los nativos. Sin embargo, la globalización de los grupos evangélicos y, desde luego, del catolicismo se ha producido en buena medida gracias a la conversión. Como caso principal de globalización mediante la conversión, los evangélicos están presentes en casi todos los lugares donde está permitida su existencia.

La región que cuenta con una expansión más asombrosa es el África subsahariana, donde el número de cristianos ha aumentado de manera exponencial, sobre todo en la época poscolonizadora. La independencia africana no significó, como muchos esperaban, unos tiempos difíciles para las iglesias. Éstas crecieron en número, profundidad organizativa e importancia social. Los creyentes de características evangélicas predominan entre los cristianos no católicos, ya sea en las confesiones de la corriente principal, en los grupos pentecostalistas y carismáticos o en muchas de las numerosas iglesias africanas independientes. Así, de los 350 millones de cristianos del continente, tal vez unos 100 o 150 millones son evangélicos.

La teología de la prosperidad

Existe una relación compleja entre la conversión a la fe evangélica y la mejora económica. Algunos autores ven en ello una reedición de la conexión entre la ética protestante y el desarrollo del capitalismo en la Europa del siglo XVII (descrita hace 100 años por el famoso sociólogo Max Weber), pero la comparación no es exacta. Los pentecostalistas del Tercer Mundo operan en la periferia del capitalismo global y no pueden producir el mismo tipo de efecto macroeconómico.

La otra religión mexicana: en San Cristóbal, una iglesia evangélica destaca entre las casas de sus seguidores, que fueron expulsados de sus hogares al convertirse .

La otra religión mexicana: en San Cristóbal, una iglesia evangélica destaca entre las casas de sus seguidores, que fueron expulsados de sus hogares al convertirse.

 

En cualquier caso, no suelen seguir la ética clásica del trabajo y el modelo de consumo frugal, aunque tal vez puede que extraigan un impulso económico gracias a varios aspectos de su fe (más optimismo y confianza en uno mismo) y por las habilidades aprendidas en las iglesias. Pero el progreso económico suele ser modesto: pasar de la completa destitución a una pobreza digna. Debido, entre otras cosas, a que trabajar duro y otras virtudes económicas tienen tan poca recompensa en la mayor parte del sur global, hay en algunos casos muchos seguidores de las iglesias y predicadores de la teología de la prosperidad, una innovación reciente, que no cobró importancia hasta los años 80. Si bien su origen es estadounidense, han aparecido versiones africanas, latinoamericanas y coreanas. Se basa en la idea de que Dios quiere que toda su gente disfrute de prosperidad, y sólo con fe suficiente para reclamar lo que les debería pertenecer, y demostrando esa fe con donaciones generosas a Dios, Él lo devolverá con creces. Y ya que "hacer donaciones a Dios" se interpreta como hacerlas a la Iglesia, la teología de la prosperidad se convierte en una ideología muy práctica para crear instituciones eclesiásticas opulentas de la nada, que pueden permitirse inversiones costosas (como medios electrónicos) y que sus líderes lleven vidas ostentosas. La teología de la prosperidad, sin embargo, se limita a determinados sectores, y es objeto de crítica de muchos de los más importantes evangélicos, que la consideran teológicamente incorrecta, moralmente reprobable y psicológicamente dañina. Desde el punto de vista sociológico, debería distinguirse entre sus transmisores, cuya explotación de la situación de necesidad de los desesperados puede producir poco o ningún beneficio para esas personas pero garantiza la prosperidad de los pastores, y los fieles, que no son incautos indefensos, sino gente necesitada que reparte sus apuestas en varias opciones.

Hay otra dimensión económica. En algunos países como Brasil la presencia evangélica va mucho más allá de los templos y abarca un gran número de productos religiosos (CD, vídeos, cintas de audio, libros, revistas, pegatinas…) que ayudan a crear una subcultura evangélica, un ambiente protector que les rodee incluso en sus vidas diarias. La industria musical evangélica es especialmente grande, y sus productos pueden escucharse día y noche en las numerosas cadenas de radio evangélicas.
–P. F.

 

Otra región donde el movimiento ha proliferado es Latinoamérica. Durante muchos años, tras su desembarco en el siglo XIX, las iglesias no católicas siguieron teniendo la misma escasa importancia que tienen aún en la Europa mediterránea. Pero desde los 50 en Chile y Brasil, y desde los 70 y 80 en otros lugares, han experimentado un considerable crecimiento. La firme hegemonía del catolicismo de principios del siglo XX, derivada del monopolio impuesto por el Estado en la época colonial, se ve ahora amenazada, ya que el pluralismo ha aumentado y el protestantismo evangélico se ha arraigado en profundidad. Los protestantes representan ya el 10% o más de la población latinoamericana, al menos cincuenta millones de personas. Por ejemplo, en Brasil son algo más de veinticinco millones. De los protestantes latinoamericanos, cerca de dos tercios son pentecostalistas, movimiento asociado allí a los pobres, a los que tienen menos educación y a las personas de piel más oscura.

Aunque Asia es, con diferencia, el continente menos cristianizado, el protestantismo evangélico ha funcionado bien en ciertos lugares y podría tener unos 60 millones de fieles. Filipinas se asemeja a Latinoamérica por tener una mayoría católica y una minoría evangélica creciente. En Corea del Sur, el protestantismo cuenta con la adhesión de cerca de un 20% de la población y se asoció mucho con el nacionalismo coreano durante el periodo del colonialismo nipón (1910-1945). El protestantismo evangélico también tiene una presencia bastante importante entre los chinos dispersos por el sureste asiático y otros lugares, y se ha convertido en la religión dominante en varias minorías étnicas; hoy día, existen minicristiandades ocultas entre las minorías de India a Indonesia. Por supuesto, en India la Iglesia evangélica está integrada sobre todo por los dalits (intocables).

Por último, los evangélicos han aumentado de manera espectacular en China, tanto dentro de la Iglesia protestante oficialmente reconocida como de las iglesias no reconocidas (y perseguidas de forma periódica). Los cálculos sobre el número de cristianos en el gigante asiático (la mayoría de los cuales son protestantes) varían mucho, de 30 a 100 millones. Si asumimos una cifra de unos cincuenta millones, posiblemente entre 25 y 30 millones de ellos podrían ser clasificados como evangélicos. Algunos especialistas consideran que el Imperio del Centro está preparado para experimentar una explosión de cristianización similar a la de África en el último siglo. Es posible que, para cuando se convierta en una superpotencia, cuente con una considerable e influyente minoría cristiana y una situación religiosa similar a la de Corea del Sur.

Entre 25 y 30 millones de chinos podrían ser clasificados como evangélicos. Ciertos especialistas consideran que China está preparada para experimentar una explosión de cristianización similar a la de África

¿Qué augura todo esto para la política mundial? En primer lugar, es evidente que el fenómeno evangélico internacional no encaja bien en la categoría de fundamentalismo tal y como se ha utilizado en recientes estudios sobre política global. El protestantismo evangélico y el fundamentalismo guardan una compleja relación. Aunque algunos fieles pueden ser considerados como cristianos fundamentalistas, el protestantismo evangélico es una tendencia más antigua y amplia dentro del protestantismo, que data de la Gran Bretaña del siglo XVIII. Además, uno y otro se relacionan de forma diferente con las tendencias globales. Generalmente extendido mediante la conversión, los intereses del protestantismo evangélico suelen ser opuestos a los de un fundamentalismo reaccionario. Para el primero, la tolerancia, la paz, el pluralismo y la ambigüedad cultural son positivos.

¿UNA ‘YIHAD’ CRISTIANA?
Los evangélicos han ido participando cada vez más en la política de África, Asia y Latinoamérica. Sus posiciones han sido muy diversas y su trayectoria dispar. Su fe está teniendo una gran variedad de utilidades políticas en todo el mundo, y sus fisuras implican que su impacto político directo siempre es menor que el que cabría esperarse o temerse. Una neocristiandad evangélica potencialmente peligrosa para la democracia no es factible. Sólo una minoría muy pequeña de evangélicos tiene proyectos políticos teocráticos similares a los de los islamistas militantes. Tampoco parece probable que el protestantismo evangélico del Tercer Mundo se alinee automáticamente con la derecha cristiana del Primer Mundo en muchos asuntos. Aunque sí lo haga respecto al aborto y la homosexualidad (pero sin convertirlos en cuestiones tan fundamentales), tiene muchas más divergencias en aspectos como la cuestión del género y la economía, y dista de la derecha cristiana en asuntos geopolíticos.

El color de la fe: el reverendo Christopher Mwenama, de la keniana Iglesia Divina Africana, uno de los movimientos evangélicos con más seguidores.

El color de la fe: el reverendo Christopher Mwenama, de la keniana Iglesia Divina Africana, uno de los movimientos evangélicos con más seguidores.

 

¿En qué es comparable el protestantismo evangélico global con otras dos destacadas fuerzas político-religiosas del mundo actual, es decir, el islam radical y la derecha religiosa estadounidense? Algunos especialistas han expresado su temor de que los cristianos africanos puedan encerrar un serio potencial terrorista. Al proceder del área más pobre del mundo –argumentan– y al ser muy religiosos, el único ingrediente que les falta es el conocimiento y la tecnología para representar un peligro internacional. Pero ¿cuáles son las posibilidades reales de que el protestantismo evangélico del Sur se transforme en la próxima circunscripción de reclutamiento de terroristas, ya sea local o transnacional? ¿Se sentirá atraído por la violencia política un cristianismo que cuenta con un enorme apoyo de las bases en la olla a presión del sur global?

Existen muy pocos indicios de que esto vaya a ocurrir, al menos, por el momento. Un libro reciente sobre terrorismo religioso menciona tres candidatos a la categoría de "terroristas evangélicos". Dos se encuentran en Estados Unidos, por increíble que parezca. El tercer grupo son las milicias indonesias cristianas, que han reaccionado violentamente frente a las milicias musulmanas en las islas orientales. Podríamos añadir a los evangélicos del norte de Nigeria, que han asesinado a musulmanes que les estaban atacando (afirmarían ellos, para justificarse).

En un contexto de tensión, la tendencia de algunos grupos pentecostalistas a considerar que los adversarios religiosos están poseídos por el demonio podría resultar explosiva. Sin embargo, hay que recordar que los evangélicos, comparados con el islam, han tenido una relación histórica muy diferente con el Estado, el territorio y el uso de la fuerza. Como consecuencia, por mucho que se puedan asociar con los pobres y oprimidos, lo tendrán muy difícil para desarrollar un sentido amplio de Umma (un sentimiento generalizado de pertenencia a una comunidad bien diferenciada, definida religiosamente y con un destino común) amenazada. Por tanto, no existe una extendida sensación de alienación que alimente un caldo de cultivo cultural a partir del que pudieran surgir organizaciones terroristas cristianas y encontrar suficientes reclutas y apoyo para sus causas, por no decir para sus métodos.

En un momento en el que los evangélicos de Estados Unidos se han hecho cada vez más influyentes en una dirección conservadora, ¿augura la globalización del cristianismo evangélico un fortalecimiento del poder blando estadounidense a través de una (supuesta) visión geopolítica común entre los evangélicos del Tercer Mundo y sus hermanos estadounidenses?

NO A LA GUERRA
La guerra contra el terror y, sobre todo, el conflicto en Irak han abierto una profunda brecha en el seno del movimiento evangélico global, con los fieles del Tercer Mundo en claro desacuerdo con sus correligionarios estadounidenses. Las medidas impopulares de la reciente política exterior de Washington han provocado que la tan comentada influencia de los evangélicos sobre el presidente Bush haya dañado a veces la imagen de los creyentes en sus países. Hay que reconocer que no existen sondeos de opinión globales sobre las percepciones geopolíticas dentro de las iglesias evangélicas de África, Asia y Latinoamérica, pero todos los indicios apuntan a una considerable diferencia de opiniones. La Alianza Evangélica Mundial (WEA, en sus siglas en inglés) emitió una declaración en febrero de 2003, cuando la invasión de Irak era inminente, que es una obra maestra del funambulismo: "La WEA es una red global evangélica… en la que ninguna nación o persona domina… a las demás… Consideramos que la guerra… es casi siempre la peor solución". Sin embargo, la Alianza Baptista Mundial fue considerablemente más precisa en su enfoque, y calificó la invasión de Irak como "un gran pecado".

Nuevos en España

El avance de la religión evangélica, aseguran los expertos, va a cambiar el mapa religioso de España a corto y largo plazo. Se calcula que al final de la Guerra Civil no quedaban en el país más de 7.000 protestantes, y en sus mejores tiempos, a finales del siglo XIX, no pasaron de 30.000. Desde entonces las cosas han cambiado bastante, y ahora hay unos 1.200.000 evangélicos. Si bien es cierto que unos 800.000 son extranjeros, este crecimiento no se limita al fenómeno de la inmigración.

Entre 1980 y 2000, la población evangélica nacida en España se triplicó con creces, según la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE), hasta alcanzar los 350.000. Se calcula, por ejemplo, que un 50% de la población gitana es evangélica. La Iglesia de Filadelfia, nacida en 1966 en Balaguer (Lérida) a raíz de esfuerzos misioneros de evangélicos franceses de etnia gitana, cuenta ya con 850 iglesias y 150.000 bautizados. La integración de esta nueva fe en la comunidad gitana está siendo estudio de especialistas en antropología, que han visto cómo han crecido estas comunidades, incluso entre los no gitanos, en lugares como Andalucía, donde iglesias de 200 miembros cuentan con hasta 150 payos en localidades como Jerez o La Línea.

Su arraigo en la población marginada hace que los evangélicos sean un grupo aún poco influyente en la sociedad española. A medida que aumenten sus fieles en otras capas sociales, esta fe podrá ser considerada como alternativa a un catolicismo cada vez más tradicional.
–José de Segovia es periodista
y miembro de la Iglesia evangélica

 

En Brasil, donde se encuentra la comunidad de evangélicos más grande fuera de Estados Unidos, la revista evangélica interconfesional más leída, Ultimato, ha mostrado su total oposición a la guerra. Esta publicación critica a los evangélicos estadounidenses que, en su opinión, se alían con políticos que actúan por puro interés personal y hablan con cinismo de la defensa de la moralidad cristiana, pero no denuncian el disparatado gasto militar de EE UU, el imperialismo económico, el nacionalismo exacerbado y el doble rasero por el que se apoya a dictaduras convenientes y se provoca la caída de las que les parecen inconvenientes en nombre de la democracia. ¿Hasta qué punto es representativo todo esto?

Antes de la invasión de Irak, se discutió este asunto en un programa de televisión que contó con la participación de varios congresistas evangélicos brasileños. Por muy conservadores que fuesen los partidos a los que algunos de esos hombres representaban y por muy poco convencionales que fueran las iglesias pentecostalistas y carismáticas a las que pertenecían, todos condenaron la inminente invasión del país. Asimismo, los misioneros evangélicos brasileños a los que he entrevistado y que trabajan en el extranjero han mostrado de manera uniforme su oposición a las políticas de la Administración Bush. En palabras de uno de ellos: "Las políticas estadounidenses no están ayudando… Repudiamos los atentados terroristas del 11-S, pero no se produjeron en un vacío histórico. Occidente debe reflexionar sobre sus políticas internacionales y abandonar el doble rasero que aplica cuando es consciente de que no hay ventajas económicas o políticas… Debemos demostrar al mundo que nos mueve un espíritu distinto a aquel en que pesan más los prejuicios que el respeto y la dignidad".

Aunque no en bloque, la corriente evangélica mayoritaria en Brasil parece mucho más cercana, en estas cuestiones, a las corrientes cristianas estadounidenses que pueden considerarse como "teológicamente liberales", que a las posturas evangélicas de ese país. En lo que respecta a Hispanoamérica, una sorprendente diversidad de iglesias se pronunciaron oficialmente en contra de la guerra, incluidas muchas consideradas conservadoras desde el punto de vista político o a las que les gusta calificarse de apolíticas. Ni un solo grupo latinoamericano se declaró a favor.

Un partido político cristiano surafricano muy conservador, compuesto en su mayoría por miembros de las iglesias carismáticas, el Partido Africano Demócrata Cristiano, se opuso muy claramente a la entonces inminente invasión de Irak. Su portavoz en el Parlamento afirmó que "los intereses egoístas y el eludir los problemas internos" no eran motivos suficientes para iniciar una guerra. "El Partido Africano Demócrata Cristiano rechaza, desde una perspectiva cristiana, la religión civil estadounidense que sostiene que EE UU ha sido predestinado por Dios para salvar al mundo". Pese a que parecen predominar posturas más afines a la guerra entre los evangélicos de algunos países como Filipinas (donde, en cualquier caso, la población, en general, apoya la guerra), los evangélicos del Tercer Mundo parecen estar en gran parte en contra de la política exterior de la Administración Bush, lo que traza una línea divisoria geopolítica dentro del movimiento.

INFLUENCIA POLÍTICA
De ahí lo arriesgado de analizar el protestantismo evangélico del Tercer Mundo desde la óptica de la política islámica contemporánea o desde la perspectiva de la política evangélica en EE UU. En la actualidad no es, y tampoco es probable que vaya a ser en un futuro, ni la nueva circunscripción de reclutamiento del terrorismo geopolítico ni una extensión del poder blando de EE UU. Pero ¿hasta qué punto será capaz de ejercer una influencia sobre la política mundial en cuestiones sociales globales de vital importancia respetando a la vez la herencia occidental (y marcadamente cristiana) de democracia y derechos humanos?

Hoy, los evangélicos se encuentran principalmente en el Tercer Mundo, y entre los más pobres de cada país. Este movimiento se ha convertido en una de las principales religiones de los marginados por la globalización. Por otro lado, la conversión suele tener efectos económicos, sobre todo cuando contribuye a que quienes llevan una vida desorganizada logren un mayor control de sus circunstancias personales. El protestantismo evangélico plantea a sus adeptos el desafío de verse como actores en lugar de como víctimas, y los beneficios que propone (mejora económica, curación física y psicológica, restauración de la vida familiar…) son tanto de este mundo como del otro (salvación eterna). Esta religión combina una experiencia profundamente individual y directa de lo divino con el mismo énfasis en la pertenencia a una comunidad moral de fe, y esa dimensión comunitaria también puede aumentar la capacidad de supervivencia de los marginados de la sociedad.

Por último, los evangélicos tienden a ser, sobre todo, personas que viven en ciudades del Tercer Mundo en contextos de emigración, crecimiento urbano caótico, violencia y fracaso de las normas sociales. Las iglesias evangélicas ofrecen una comunidad paralela que brinda apoyo, afecto e igualitarismo y se convierten en uno de los pocos sectores vibrantes de la sociedad civil. Su énfasis en varias formas de curación ejerce una enorme atracción en contextos desprovistos de servicios sociales. Aunque su lenguaje pueda sonar patriarcal, su eficaz reconciliación de los valores de género puede ser útil para los intereses de las mujeres en situación de pobreza, que, de hecho, son más numerosas en las iglesias. La contribución de este nuevo protestantismo, cuya base son los pobres globales, puede ser decisiva en el siglo xxi. Pero nada garantiza que vaya a ser capaz de tener un rol realmente eficaz en la construcción de un mundo globalizado más justo que el actual, estando tan dividido en términos económicos, políticos y organizativos.

 

¿Algo más?
Paul Freston es autor del primer estudio comparativo del impacto político del movimiento evangélico en el Tercer Mundo: Evangelicals and Politics in Asia, Africa and Latin America (Cambridge University Press, 2001). Más centradas en los aspectos políticos del movimiento son sus posteriores obras: Protestant Political Parties: A Global Survey (Ashgate, Londres, 2004) y Evangelical Christianity and Democracy in Latin America (Oxford University Press, 2006). El sociólogo David Martin analiza la corriente pentecostalista en todo el mundo en Pentecostalism: The World Their Parish (Blackwell, 2002), y ofrece una brillante descripción del atractivo de la religión evangélica para los pobres de América Latina en Forbidden Revolutions (SPCK, Londres, 1996, págs. 44-52). La antropóloga española Manuela Cantón Delgado analiza las conversiones evangélicas en Guatemala en Bautizados en fuego (Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, Guatemala, 1998). Desde un punto de vista más crítico, el teólogo español Manuel Guerra Gómez alerta sobre el peligro de la irrupción de las sectas en Las sectas y su invasión del mundo hispánico (Ediciones Universidad de Navarra, 2003). La página worldchristiandatabase.org, del Gordon-Conwell Theological Seminary (EE UU), contiene datos actualizados hasta 2005 sobre 9.000 denominaciones cristianas en 238 países.

 

Paul Freston es catedrático de Sociología en el Calvin College (Michigan, EE UU), profesor en el programa de postgrado en Ciencias Sociales en la Universidad Federal de São Carlos (Brasil). Nació en Inglaterra y es brasileño nacionalizado. Es autor de numerosos libros y artículos sobre cristianismo y política en el Tercer Mundo.