Los colonos israelíes de la Cisjordania ocupada se han puesto al frente de su propia seguridad. Mediante cursos de armas y autodefensa pretenden protegerse de cualquier tipo de amenazas, entre las que podría encontrarse el mismo Ejército nacional.

David Silverman/Getty Images

El Consejo de Colonos Judíos en Judea y Samaria (más conocido por su acrónimo hebreo, Yesha) acaba de conmemorar el primer aniversario de la masacre del asentamiento de Itamar, situado en el norte de Cisjordania. Hace poco más de un año, dos jóvenes palestinos del pueblo adyacente de Awarta lograron saltar la valla de seguridad durante una noche cerrada de marzo sin ser detectados y entraron en uno de los chalés para asesinar despiadadamente a sus ocupantes. Udi y Ruti Fogel y tres de sus seis hijos –de entre 3 meses y 11 años de edad– fueron brutalmente asesinados por estos jóvenes palestinos que, según declararon en el subsiguiente juicio, se infiltraron para robar armas.

Debido a este horrendo crimen ocurrido en Itamar, los colonos israelíes que viven en los asentamientos ubicados en la Cisjordania ocupada (que según el movimiento Shalom Ajsav superan ya los 300.000, a los que se añaden otros 200.000 en Jerusalén Oriental, excediendo ya el medio millón de colonizaciones) se han dado cuenta de un problema: a pesar de la firme actuación que las Fuerzas de Seguridad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) desarrollan de forma sostenida desde 2008 en colaboración con el Ejército israelí (Tsahal) para prevenir actos de violencia contra israelíes –independientemente de su condición de ciudadanos, soldados o colonos– las limitaciones jurisdiccionales que les imponen los Acuerdos de Oslo son completamente ineficaces en las zonas rurales.

Según el marco legal vigente, las Fuerzas de Seguridad de la ANP solamente pueden actuar en las zonas A (ciudades autónomas). Necesitan del consentimiento expreso del Tsahal a través de las Oficinas de Coordinación del Distrito (DCO, en sus siglas en inglés) para poder hacer lo propio en las zonas B, o sea, las colindantes con las ciudades, donde la autoridad civil es ejercida por la ANP pero la seguridad sigue recayendo en manos de Israel. Sin embargo, sólo en casos muy excepcionales reciben el permiso para actuar en las zonas C, las áreas rurales que suponen el 60% de Cisjordania y que es donde están ubicados los alrededor de 150 asentamientos legales y 100 outposts ilegales (la legislación israelí discierne entre unos y otros, aunque todos sean ilegales desde el punto de vista del Derecho Internacional Público).

 

Campos de entrenamiento

Esta falta de jurisdicción y de medios –que no de celo policial por parte de la ANP, según demuestran las estadísticas durante estos últimos 3 a 4 años– y la incapacidad del Tsahal de estar presente junto a todos y cada uno de los asentamientos y outposts, dada la multiplicidad de frentes abiertos que mantiene Israel en sus fronteras y allende de éstas, han hecho que los colonos hayan decidido hacerse con las riendas de su propia seguridad. Así las cosas, durante este último año el Yesha ha puesto en marcha toda una red de cursos de tiro y de artes marciales para que los colonos puedan hacer frente a cualquier tipo de amenaza similar a la que acabó con la vida de la familia Fogel.

Estos cursos de tiro y de defensa personal son impartidos por efectivos de la unidad contraterrorista de la Policía, el Yamam. Dada la experiencia militar de la gran mayoría de ellos (el servicio militar resulta obligatorio durante tres años para los hombres y dos para las mujeres), estos entrenamientos vienen a refrescar sus habilidades en el tiro contra dianas retráctiles y a perfeccionar el uso de algunas armas de reciente introducción como, por ejemplo, el fusil-ametrallador Tabor, que ha venido a sustituir al tradicional M-16.

La Yesha no quiere que las autoridades israelíes sepan cuál es el armamento del que disponen, por si lo necesitaría para intentar evitar una futura ‘desconexión’

También hacen cursos de Krav Magá, el arte marcial inventado por la resistencia judía en la Francia ocupada por la Alemania nazi, que fue luego desarrollado por los militares franceses y perfeccionado por los israelíes. Una técnica que hoy en día se enseña por todo el mundo y que se concentra en atacar los órganos más vulnerables del cuerpo, haciendo el mayor daño posible con el menor número de golpes. Igualmente, realizan cursos de conducción evasiva, entre los que se incluyen aprender a disparar desde un vehículo en marcha.

De momento, el Yesha se niega a hacer público el número de armas de fuego, munición y explosivos que acumulan en sus arsenales particulares. Los colonos, que en muchas ocasiones han mantenido enfrentamientos verbales y físicos con el propio Ejército, no quieren que las autoridades sepan cuál es el armamento del que disponen, para el hipotético caso de que tuvieran que atrincherarse para intentar evitar una futura desconexión, como la que tuvo lugar durante el verano de 2005, cuando Israel desmanteló todos sus asentamientos y bases militares en la Franja de Gaza.

 

El futuro de las colonias

Desde el momento en que accedieron tras arduas negociaciones con el Gobierno del entonces primer ministro Ariel Sharon a evacuar los asentamientos de la Franja de Gaza de forma pacífica, el movimiento de colonos advirtió que nunca aceptaría hacer algo similar en Cisjordania. Este territorio tiene para ellos un valor histórico-sentimental mucho mayor (las bíblicas Judea y Samaria), así como económico-estratégico, pues alberga grandes acuíferos subterráneos y campos de cultivo, proporciona suelo barato para dar salida al problema de la carestía de la vivienda en Israel y presenta una línea de defensa ante un hipotético ataque terrestre por parte de un Ejército enemigo desde Jordania (aunque tras la caída de Sadam Hussein esta posibilidad resulte remota).

Según el marco legal de Oslo, la cuestión de los asentamientos forma parte del llamado Estatuto Definitivo y tendrá que ser resulta mediante las negociaciones bilaterales entre las partes. Pero éstas se encuentran paralizadas desde finales de septiembre de 2010, precisamente debido al desacuerdo existente respecto del futuro de los asentamientos. La ANP estaría aparentemente dispuesta a aceptar que Israel se anexione los grandes bloques de Ariel (tercio norte de Cisjordania), Gush Etzion y Betar Illit (tercio sur), así como los de Givat Ze´ev y Pisgat Ze´ev (zona central, junto a Jerusalén). Pero no parece estar dispuesta a aceptar la anexión de otros asentamientos importantes colindantes con sus ciudades autónomas como Bet El (junto a Ramala) o Kiryat Arba (al lado de Hebrón), ni tampoco aquellos construidos junto a la Carretera 60, como por ejemplo Ofra, Eli y Shilo, o el bloque de Ma´ale Adumim, que secciona Cisjordania a la altura del Mar Muerto.

Está también por ver qué pasará con el otro centenar de outposts ilegales, a los que los colonos se aferran con la esperanza de poder sacrificarlos el día de mañana, a cambio de poder mantener los asentamientos. Según la Hoja de Ruta impulsada por el Cuarteto (directorio para la paz en Oriente Medio formado por Naciones Unidas, EE UU, la UE y Rusia) y aprobada por las partes en la primavera de 2003, todos los outposts –que se podría definir como embriones de futuros asentamientos, consistentes en una serie de casas prefabricadas o caravanas, con su correspondiente pozo de agua y enganche a la red eléctrica israelí, así como verja perimetral de seguridad– que se instalaron después de febrero de 2001, deberían ser desmantelados inexorablemente. Pero el Gobierno de Benjamín Netanyahu ha permitido que aumenten tanto en número como en extensión.

Si dentro de un par de años hubiera finalmente acuerdo para la creación de un Estado Palestino (la ventana de oportunidad se va cerrando gradualmente, comenzando ya a peligrar las solución de dos Estados) podremos comprobar si Israel está dispuesto a evacuarlos. Y si lo estuviera, todo apunta a que dado el alto nivel de adoctrinamiento, entrenamiento y armamento de algunos grupos de colonos radicales, es probable que algunos de ellos se atrincheren evocando el mito histórico de Masada (la Numancia israelí) para defenderlos hasta, incluso, la muerte.

 

 

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