Es muy habitual escuchar a un taxista en Tirana o Skopje decir que para la Unión Europea los Balcanes “existen sólo sobre el papel”. En los últimos años, señales negativas enviadas por parte de los estados miembros han disminuido la credibilidad del compromiso europeo en esta región. La UE ha transmitido más una imagen de ensimismamiento que no la de un proyecto abierto al exterior. Sin embargo, una perspectiva europeísta difícilmente puede contentarse con una Europa “fortaleza” sin proyecto de futuro abierto, y más en un momento en el que proliferan los euroscepticismos. A pesar del contexto general de “fatiga de ampliación”, sigue alta la demanda de Europa y la fuerza de la UE radica precisamente en su capacidad de ser un polo de atracción, como lo demuestran los nueve países con perspectiva europea y otros, como Ucrania, con una fuerte y clara aspiración europea. España, por su parte, es uno de los pocos estados miembros de la UE que apoyan de manera simultánea futuras ampliaciones y una integración europea más fuerte, pero debería defender este enfoque con más dinamismo y capacidad de liderazgo.

Si hace diez años las posibilidades de integración para los países de los Balcanes eran nulas, hoy se pueden contemplar avances significativos. Croacia podría acabar las negociaciones en 2011 y Macedonia (candidato desde 2005) podría conseguir en diciembre de 2009 una invitación por parte del Consejo Europeo para empezar las negociaciones. Albania y Montenegro han solicitado la adhesión y esperan acceder al estatus de candidato. Serbia parece preparar su propia candidatura a marchas forzadas con el objetivo de presentarla antes de finales de 2009. En Bosnia, a pesar del preocupante impasse político-institucional, la voluntad de adhesión es uno de los pocos elementos de cohesión del país. Por último, Kosovo sigue a la espera de un gesto por parte de la UE, congelado de momento por el no reconocimiento de su independencia por parte de cinco estados miembros, en particular España.

La supresión de los visados para los ciudadanos de todos los Balcanes occidentales (uno de los principales objetivos regionales de la UE) supondrá un gran paso adelante para la región. Pero será fundamental evitar que este avance para algunos países, como Serbia, Montenegro y Macedonia, levante nuevas líneas de división en la región. No sería sostenible que Albania, Kosovo y Bosnia Herzegovina se vean excluidas por mucho tiempo, alimentando con ello la percepción de que, al final, son los países con mayorías musulmanas los que quedan fuera.

Paradójicamente, la propia UE ha entorpecido más de una vez el proceso de integración europea de los países balcánicos al no separar el proceso de adhesión de la resolución de disputas bilaterales: entre Croacia y Eslovenia por la frontera marítima, bloqueando con ello durante un año entero las negociaciones formales; entre Macedonia y Grecia por el nombre de la primera. La mayor paradoja que genera esta situación es que las objeciones que plantea la UE no radican en la falta de reformas en los países en vía de integración (lo cual sería coherente con los criterios de adhesión), sino en factores externos que poco tienen que ver con el proceso en sí. Para evitar que en un futuro se repitan situaciones análogas, es fundamental separar el proceso de adhesión y la resolución de las disputas y, en cambio, colocarlos en un marco de arbitraje internacional que ofrece un margen de negociación del que no dispone la UE por su implicación directa en la cuestión.

Como muchos ámbitos de la política europea, el proceso de ampliación carece de un consenso entre los estados miembros. La falta de coherencia y las señales ambiguas hacen perder a la UE su capacidad transformadora en los Balcanes y alimentan políticas nacionalistas. Bosnia representa el ejemplo más claro de un país en que la UE parece haber perdido esa capacidad de influencia. Las divisiones de los estados miembros han colocado el proceso de ampliación en una dinámica de politización que ya no respeta la mayor igualdad de oportunidades que ofrecía a los candidatos y aspirantes el enfoque técnico utilizado por la Comisión Europea hasta hace poco. El proceso de ampliación no debería ser rehén de las coyunturas internas en la UE o sus estados miembros, y transmitir a los Balcanes el mensaje de un aplazamiento sine die para la ampliación puede suponer preocupantes consecuencias. Para estos países cada paso que se dé hacia la integración mantiene la credibilidad global del proceso y sirve de estímulo para continuar con las imprescindibles reformas.