Dos mujeres pasean por el barrio Little Havana en Miami, Florida, EE UU. Joe Raedle/Getty Images
Dos mujeres pasean por el barrio Little Havana en Miami, Florida, EE UU. Joe Raedle/Getty Images

La comunidad de hispanos en Estados Unidos cuenta con una clase media pujante y cada vez más formada. Los latinos van ganando influencia en un país de migrantes con un tejido socio- demográfico rico y diverso.

Los estereotipos son imágenes mentales negativas o positivas que tenemos de otros grupos. Son un conjunto de creencias sobre los atributos asignados a un determinado grupo social; modelos de conducta que se convierten en esquemas profundamente arraigados en nuestras mentalidades.

Uno de los rasgos más evidentes de los estereotipos es que implican generalizaciones sobre las características típicas o predominantes de los miembros de diversos grupos sociales. Son el reflejo de la ignorancia, del resentimiento, de la envidia o de la mediocridad de quienes la proyectan.

Así, si definiéramos a la “comunidad latina” en Estados Unidos en base a los estereotipos que la definen, el resultado sería algo similar a “Minoría de inmigrantes mexicanos, poco cualificados, con un bajo nivel adquisitivo, dedicados al sector servicios, y con poca influencia en la sociedad estadounidense”. Sin embargo, está definición no sólo es vaga e irrespetuosa sino que, además, si hacemos un análisis social profundo, resulta ridícula.

En primer lugar, es fundamental definir el carácter de minoría de la población latina. No solo es la más grande de Norteamérica en la actualidad sino que, en 2010, las cifras llegaron ya a situarla en el 16% de la población total de EE UU y se prevé que, para 2020, sean el 20%. De hecho, cabe destacar que los blancos no hispanos se han convertido en la nueva minoría en las 100 mayores urbes del país. Podríamos decir que se trata de una minoría gigante en Estados Unidos.

Es imprescindible desmentir el carácter homogéneo de la comunidad latina. Ni todos son mexicanos, ni todos comparten tradiciones y culturas iguales. El hecho de que todos sean latinoamericanos, hablen español y una mayoría de ellos compartan el catolicismo como religión no los hace iguales. Es tan absurdo como decir que los españoles, los franceses y los italianos –todos europeos, muchos de ellos de confesión católica y con idiomas que derivan del latín– son lo mismo.

Al contrario, la diversidad nacional (mexicanos, puertorriqueños, cubanos, etcétera) es una característica de este grupo, aunque se haya quedado opaca bajo la categoría de hispano.  Además, con la llegada de los nuevos latinos estos han experimentado un importante crecimiento y con ellos ha aumentado aún más la diversidad .

Por otro lado, el mundo social latino también es diverso en su formación, en sus ingresos y en su situación laboral. De hecho, el siguiente estereotipo a desmentir seria que esta población no solo está integrada por personas sin recursos y escasa formación recién llegada al país sino que está integrada por todo un universo socio-económico rico y diverso.

Es cierto que, tradicionalmente, los migrantes latinos solían tener, respecto a otros grupos de inmigrantes, menores tasas de nivel educativo lo que, normalmente, acarreaba, un mayor grado de desempleo, ingresos más bajos y significativas tasas de pobreza. Sin embargo, esta situación no es generalizable a toda la población latina y, cada vez menos, según se van incorporando al sistema educativo sus segundas generaciones.

Así, por un lado, y como cabría esperar, los migrantes con una larga estancia en el país o los nacidos en Estado Unidos tienen una situación diferente a los recién llegados.

Entre estos, los cubanos son el colectivo que ostenta la mejor posición en nivel educativo e ingresos.  Por su parte, salvadoreños, guatemaltecos y mexicanos y, muy especialmente, los recién llegados son los que tienen peor formación.

En este aspecto, hay que destacar la figura de los dreamers, que pese a ser un colectivo de jóvenes ilegales, tienen una buena formación, incluso universitaria. De hecho, tal es la importancia de este colectivo que ha sido incluso incluido en la reforma migratoria pretendida por el presidente estadounidense, Barcak Obama.

Además, no podemos olvidar la presencia de la élite hispana que ha logrado situarse en Estados Unidos y ocupar puestos destacados en los ránkings de personalidades más influyentes e importantes del país y la presencia de una pujante clase media que progresivamente va fortaleciéndose y que se correspondería con las segundas generaciones, más formadas y con más cualificación.

Pero la población latina en Estados Unidos no sólo es un colectivo que cuenta con más recursos y posibilidades de proporcionar formación a sus hijos y, por tanto, mejorar su situación económica y social sino que, además, su espectacular crecimiento cuantitativo y su progresiva mejora en su situación y capacidad adquisitiva les convierte en un centro de atención prioritario para empresarios y partidos políticos.

De modo que queda, así, desmontado el siguiente estereotipo sobre la población latina que algunos caracterizan como dormida o poco influyente.

Lo cierto es que los latinos están reconfigurando el mercado –muestra de ello es la proliferación de los latinos malls (centro comerciales latinos), donde se selecciona cuidadosamente marcas de ropa y tallas que se corresponden con los gustos latinos– y los programas electorales – hoy, ningún candidato demócrata o republicano puede obviar a la población latina e ignorar las preocupaciones de 25,2 millones de ciudadanos estadounidenses con derecho a voto–.

En definitiva, está experimentándose un cambio en la comunidad latina mediante el cual surgen mayores posibilidades de cualificación y promoción social, como se puede apreciar en los últimos diez años, dado el descenso de la población propiamente migrante desde 2007 y en el crecimiento del número personas ya instalada en Estados Unidos.

En cualquier caso, el fin de los estereotipos y de las generalizaciones ha de venir, por un lado, de la voluntad de esta comunidad de seguir trabajando por desmentirlos por la vía de los hechos, dado que es indiscutible que poseen el poder necesario para proyectarse como comunidad y ocupar un lugar importante en la sociedad estadounidense; y, por otro, del deseo de las poblaciones caucasianas y afroamericanas de Estados Unidos de seguir aceptando con naturalidad la creciente diversidad de su entorno y potenciar el diálogo interracial y el conocimiento mutuo.

Del éxito en la superación de ese doble reto depende el que EE UU renueve su apuesta por el modelo de sociedad basado en el melting pot y que hagan aun más rico y complejo el tejido socio-demográfico, económico y político de una nación de migrantes.