En ‘Un pasado virtual’ (FP edición española, diciembre/enero, 2009), Rafael Rojas hace una afirmación sumamente discutible, en el mejor de los casos: “. . . la historia diplomática de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en 1959 y 1960 apunta a que Eisenhower y Kennedy estaban dispuestos a mantener el vínculo con un Gobierno nacionalista, democrático o autoritario, que no se aliara con la Unión Soviética”.

Dos acontecimientos clave indican que en fecha tan temprana como abril-mayo de 1959 la Administración Eisenhower decidió seguir una política de cambio de régimen. Uno fue la visita de Fidel Castro a Washington en abril, la negativa del presidente Eisenhower a reunirse con él y la bien conocida entrevista del líder cubano con Richard Nixon.

El otro fue el ácido intercambio de notas verbales entre ambos países tras la adopción en mayo de 1959 de la Reforma Agraria demandada por la Constitución de 1940 y exigida por buena parte de la ciudadanía; asunto, además, incluido en todo programa político de Gobierno, pero cuestionado fuertemente por el Departamento de Estado.

La Administración de Eisenhower, definida por algunos politólogos estadounidenses como la hidden-hand presidency, por su propensión a la utilización de acciones encubiertas (vuelos U-2, derrocamiento de Mossadeg en Irán y acción en Guatemala), comenzó a trabajar activamente para organizar a los grupos de exiliados cubanos en Estados Unidos en algún momento después de esa fecha, y la CIA comenzó a organizar infiltraciones y actos de sabotaje. Para octubre de 1959 los planes ya estaban funcionando y Cuba vio una continuada acción de sabotaje económico que hoy sabemos fue organizado por la CIA. En diciembre, el propio presidente le exigió a Allen Dulles, director de la agencia estadounidense, que adoptara medidas más “drásticas” contra Cuba que las infiltraciones y sabotajes, y en marzo de 1960 aprobó el plan de la CIA para la realización de operaciones encubiertas que llevaran al “derrocamiento del régimen de Fidel Castro en Cuba”.

Es bueno apuntar que, aunque el primer contacto cubano-soviético tuvo lugar en octubre de 1959, cuando Alexander Alexeiev visitó La Habana en un viaje de exploración, no hay registro alguno de que Estados Unidos conociese este contacto o le diese importancia. Este viaje no condujo a nada hasta que el viceprimer ministro soviético Mikoyan viajó a La Habana en febrero de 1960, como resultado de lo cual se firmaron acuerdos económicos (ya antes de que Batista rompiera relaciones con la URSS durante su dictadura, Cuba había vendido azúcar a ese país). No fue hasta mayo de 1960 cuando la isla restableció relaciones diplomáticas con Moscú, pero ya los planes de cambio de régimen estaban en pleno funcionamiento.

En abril del mismo año, un memorándum interno del Departamento de Estado propuso la adopción de sanciones económicas que llevaran al “hambre, a la desesperación y al derrocamiento del Gobierno”.

Eisenhower rompió relaciones con Cuba en enero de 1961, antes de entregarle el poder a Kennedy. Éste aprobó todo lo hecho por Eisenhower, y después del fracaso de Playa Girón (o Bahía de Cochinos) recrudeció los planes de provocar el cambio de régimen poniendo al frente al general Edward Lansdale, el personaje real que dio pie al ficticio “americano feo” de Graham Greene. El conocimiento de la existencia de estos planes sin duda motivó la crisis de los misiles en octubre de 1962.

Antes, Che Guevara se reunió con Richard Goodwin, asesor de Kennedy para América Latina, durante la conferencia de Punta del Este, en la cual se adoptó la Alianza para el Progreso. Allí le propuso un acuerdo de modus vivendi. Goodwin ha relatado en sus memorias que cuando informó a Kennedy al respecto, éste se limitó a decirle que hiciera un informe de la reunión. Pero nada indica que Kennedy intentara un acercamiento a Cuba sino hasta después de la crisis de octubre de 1962, y lo hizo poco antes de ser asesinado en Dallas, en noviembre de 1963. Unos meses antes, sin embargo, firmó el decreto estableciendo el bloqueo económico, comercial y financiero a las relaciones con Cuba.

Estos hechos pueden comprobarse en los documentos Foreign Relations of the United States (FRUS), publicados por el Gobierno estadounidense en 1991, la documentación sobre la CIA y sobre la preparación de la invasión de Playa Girón, publicada por los Archivos de SeguridadNacional, y lasmemorias del último embajador estadounidense en Cuba, Philip Bonsal. Hay una famosa anécdota de una conversación de Allen Dulles con el embajador británico en 1960 en la que este último argumentó la conveniencia de evitar que Cuba comprara armas a la URSS debido al interés británico en venderle unos aviones, a lo que Eisenhower y su Gobierno se opusieron. Dulles respondió que eso era lo que Washington quería (evidentemente para tener una razón similar a la aducida en Guatemala).

  • Carlos Alzugaray Treto
    Profesor titular Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos,
    Universidad de La Habana, Cuba

 

Rafael Rojas responde:

La historia, como cualquier otra disciplina hermenéutica de las ciencias sociales, se basa en argumentos “cuestionables”, ya que parte de la interpretación de hechos y no de la transcripción de los mismos. Los que menciona Carlos Alzugaray son ciertos, pero no son los únicos que nos permiten comprender la complejidad de la política de Estados Unidos en los dos primeros años de la Revolución. Una política en la que intervinieron muchos actores: la CIA, el Pentágono, el Senado, el Departamento de Estado, la presidencia saliente de Eisenhower y la entrante de Kennedy. Sugiero a Alzugaray que considere los siguientes elementos:

1. Fidel Castro no tenía por qué ser recibido por el presidente Eisenhower en abril de 1959: él no era jefe de Estado, sólo primer ministro, y su visita no era oficial sino que respondía a la invitación de la Sociedad de Editores de Periódicos.

2. De esa visita salió el acuerdo económico entre Estados Unidos y Cuba que firmaron ambos gobiernos el 2 de mayo de 1959, mientras Fidel estaba en Buenos Aires.

3. Tras la firma de la primera Ley de Reforma Agraria, del 17 de mayo de 1959, el Departamento de Estado envió la nota diplomática del 11 de junio en la que se reconocía el derecho del Estado cubano a expropiar tierras por utilidad pública, aunque instando al Gobierno revolucionario a que realizara compensaciones oportunas.

4. En octubre de 1959 hubo un intercambio de tensas notas diplomáticas entre ambos gobiernos, pero la interlocución entre el embajador Bonsal y el canciller Roa se mantuvo.

5. Con los cambios ministeriales de noviembre, varios políticos moderados, y que como Felipe Pazos eran negociadores por la parte cubana de los acuerdos económicos y comerciales iniciados en abril, quedaron fuera del Gobierno, y la política económica de la isla comenzó a ser manejada por líderes marxistas.

6. El 26 de enero, Eisenhower pronuncia un discurso conciliatorio con el Gobierno revolucionario afirmando que hay señales inquietantes de radicalización, pero que La Habana se mantiene dentro de las naciones democráticas del hemisferio. El embajador argentino Julio Amoedo hace gestiones mediadoras entre Washington y La Habana.

7. El 15 de marzo de 1960, después de la explosión del [buque francés] La Coubre, de que las relaciones con los soviéticos ya habían avanzado bastante y de que el liderazgo del Gobierno revolucionario comenzaba a estar en manos de viejos y nuevos comunistas, el ministro de Hacienda, Rufo López Fresquet, intenta retomar la negociación diplomática con Washington.

8. El embajador Bonsal permanece en La Habana hasta el 29 de octubre de 1960, después de que se produjeran las principales nacionalizaciones, el conflicto por el refinamiento de crudo soviético y la suspensión de la cuota azucarera.

9. La ruptura de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba se produce el 3 de enero de 1961, después de que el líder de la Revolución afirme que es marxista-leninista y apueste por la alianza con la Unión Soviética, el rival de Estados Unidos en la guerra fría.

Nada de esto contradice que la CIA recibiera informes de que Che Guevara y Raúl Castro eran comunistas desde 1958, ni que desde el verano de 1959, a instancias de exiliados cubanos –convencidos desde entonces de que el Gobierno revolucionario se radicalizaba en clave marxista–, comenzara a planearse el derrocamiento del régimen. Pero la CIA sólo era una parte de aquella compleja construcción política, y los actos de subversión comenzaron, en realidad, en los primeros años de los 60, cuando había suficientes evidencias de la radicalización comunista.

Entre otras fuentes bibliográficas que suscriben esta interpretación, menciono que en la página 250 del más reciente libro de Louis A. Pérez Jr, Cuba in the American Imagination, se sostiene que la oposición del Gobierno de Estados Unidos a la Revolución Cubana se inició en febrero de 1960, después de que durante el viaje de Mikoyan a La Habana se diera a conocer el acuerdo comercial entre la isla y la Unión Soviética.

Por todo lo anterior, su conclusión de que desde el verano de 1959 la política de Estados Unidos apostaba por un “cambio de régimen” también puede ser cuestionada.