La
sacralidad de la vida

Peter Singer Los
partidos políticos

Fernando Henrique Cardoso El euro
Christopher Hitchens

La
pasividad japonesa

Shintaro Ishihara

La monogamia

Jacques Attali

La
jerarquía religiosa

Harvey Cox

El Partido
Comunista Chino

Minxin Pei

Los
coches contaminantes

John Browne

El
dominio público

Lawrence Lessig

Las
consultas de los médicos

Craig Mundie

La monarquía
inglesa

Felipe Fernández-Armesto

La
guerra contra las drogas

Peter Schwartz

La
procreación natural

Lee Kuan Yew

La polio
Julie Gerberding

La soberanía

Richard Haass

El anonimato

Esther Dyson

Los subsidios
agrícolas

Enrique Iglesias

En los próximos 30 años, el tradicional carácter
sagrado de la vida humana se derrumbará bajo las presiones de
los hallazgos científicos, tecnológicos y demográficos.
En 2035, puede que sólo un puñado de fundamentalistas religiosos
obstinados e ignorantes sigan defendiendo que toda vida humana es sacrosanta
desde la concepción hasta la muerte.

Visto desde ese futuro, puede que 2005 se considere el año en
el que esa postura se hizo indefendible. Los conservadores de EE UU llevan
años defendiendo la prohibición de otorgar fondos federales
a la creación de nuevos embriones destinados a la investigación,
lo que impide que sus científicos estén en la vanguardia
en un área que podría revolucionar el tratamiento de muchas
enfermedades comunes. Ahora bien, este año, esa opinión
se ha vuelto aún más incómoda. Los investigadores
surcoreanos han demostrado que las células madre humanas pueden
clonarse sustituyendo el núcleo de un óvulo fecundado por
el núcleo de una célula corriente. Este avance supone un
verdadero desafío para la posición conservadora. La investigación
con embriones está avanzando también en Europa, incluso
en el Reino Unido, y –más sorprendentemente– en España,
antiguo bastión de la Iglesia católica. Madrid permite
ahora la experimentación con embriones sobrantes creados para
la fertilización in vitro. Que España pueda ser
más liberal que la superpotencia en estos temas demuestra cuánto
se han alejado Europa y Estados Unidos en las últimas décadas.


ILUSTRACIONES: NENAD JAKESEVIC
PARA FP

La posibilidad de clonar a partir del núcleo de una célula
corriente resta valor a la idea de que los embriones tienen un valor
incalculable porque tienen el potencial de convertirse en seres humanos.
Las viejas razones para preservarlos se desvanecen. También es
importante 2005 por ser el año en el que adquirió más
fuerza el debate sobre el cuidado de los pacientes en estado vegetativo
persistente. La larga batalla legal sobre la retirada de la alimentación
asistida a Terri Schiavo empujó a intervenir al presidente y al
Congreso estadounidenses, deseosos de mantenerla con vida. La opinión
pública sorprendió a muchos expertos porque no aprobaron
su actuación, y el caso multiplicó el número de
personas que declararon su deseo de que les dejen morir si están
en esas condiciones.

A medida que las técnicas para obtener imágenes de tejidos
blandos se vayan perfeccionando, podremos determinar con considerable
precisión que algunos seres humanos han sufrido daños cerebrales
tan graves que nunca van a recobrar la consciencia. En esos casos, sin
ninguna esperanza de recuperación, lo normal es que las familias
y los allegados comprendan que, aunque el organismo sigue vivo, el ser
querido ha dejado de existir. Por consiguiente, la decisión de
suprimir la respiración asistida será menos polémica,
porque consistirá en acabar con la vida de un cuerpo, pero no
de una persona.

A medida que se acerque 2035, los Países Bajos y Bélgica
tendrán ya décadas de experiencia con la eutanasia legalizada,
y otras jurisdicciones también habrán permitido, antes
o después, la eutanasia voluntaria o el suicidio asistido por
un médico. La experiencia apaciguará los temores desmesurados
a que la legalización sea el primer paso hacia un nuevo holocausto.
Para entonces, una proporción cada vez mayor de la población
de los países desarrollados tendrá más de 75 años
y estará pensando en cómo terminará su vida. La
presión política para que se autorice a los enfermos crónicos
o terminales a escoger su propia muerte será irresistible.

Cuando la ética tradicional del carácter sagrado de la
vida humana sea imposible de defender tanto al comienzo como al final
de la vida, la sustituirá otra nueva, que reconocerá que
el concepto de persona es distinto del de miembro de la especie homo
sapiens
, y que es el hecho de ser persona, y no la pertenencia a
la especie, lo importante a la hora de decidir cuándo no poner
fin a una vida. El hombre entenderá que, incluso aunque la vida
de un organismo humano empiece en el momento de la concepción,
la vida de una persona –es decir, un ser con algún nivel
de conciencia– no empieza tan pronto. Y se respetará el
derecho de los individuos autónomos y competentes a decidir cuándo
vivir y cuándo morir.

 

La sacralidad de la vida. Peter
Singer

La
sacralidad de la vida

Peter Singer Los
partidos políticos

Fernando Henrique Cardoso El
euro

Christopher Hitchens

La
pasividad japonesa

Shintaro Ishihara

La
monogamia

Jacques Attali

La
jerarquía religiosa

Harvey Cox

El
Partido Comunista Chino

Minxin Pei

Los
coches contaminantes

John Browne

El
dominio público

Lawrence Lessig

Las
consultas de los médicos

Craig Mundie

La
monarquía inglesa

Felipe Fernández-Armesto

La
guerra contra las drogas

Peter Schwartz

La
procreación natural

Lee Kuan Yew

La
polio

Julie Gerberding

La
soberanía

Richard Haass

El
anonimato

Esther Dyson

Los
subsidios agrícolas

Enrique Iglesias

En los próximos 30 años, el tradicional carácter
sagrado de la vida humana se derrumbará bajo las presiones de
los hallazgos científicos, tecnológicos y demográficos.
En 2035, puede que sólo un puñado de fundamentalistas religiosos
obstinados e ignorantes sigan defendiendo que toda vida humana es sacrosanta
desde la concepción hasta la muerte.

Visto desde ese futuro, puede que 2005 se considere el año en
el que esa postura se hizo indefendible. Los conservadores de EE UU llevan
años defendiendo la prohibición de otorgar fondos federales
a la creación de nuevos embriones destinados a la investigación,
lo que impide que sus científicos estén en la vanguardia
en un área que podría revolucionar el tratamiento de muchas
enfermedades comunes. Ahora bien, este año, esa opinión
se ha vuelto aún más incómoda. Los investigadores
surcoreanos han demostrado que las células madre humanas pueden
clonarse sustituyendo el núcleo de un óvulo fecundado por
el núcleo de una célula corriente. Este avance supone un
verdadero desafío para la posición conservadora. La investigación
con embriones está avanzando también en Europa, incluso
en el Reino Unido, y –más sorprendentemente– en España,
antiguo bastión de la Iglesia católica. Madrid permite
ahora la experimentación con embriones sobrantes creados para
la fertilización in vitro. Que España pueda ser
más liberal que la superpotencia en estos temas demuestra cuánto
se han alejado Europa y Estados Unidos en las últimas décadas.


ILUSTRACIONES: NENAD JAKESEVIC
PARA FP

La posibilidad de clonar a partir del núcleo de una célula
corriente resta valor a la idea de que los embriones tienen un valor
incalculable porque tienen el potencial de convertirse en seres humanos.
Las viejas razones para preservarlos se desvanecen. También es
importante 2005 por ser el año en el que adquirió más
fuerza el debate sobre el cuidado de los pacientes en estado vegetativo
persistente. La larga batalla legal sobre la retirada de la alimentación
asistida a Terri Schiavo empujó a intervenir al presidente y al
Congreso estadounidenses, deseosos de mantenerla con vida. La opinión
pública sorprendió a muchos expertos porque no aprobaron
su actuación, y el caso multiplicó el número de
personas que declararon su deseo de que les dejen morir si están
en esas condiciones.

A medida que las técnicas para obtener imágenes de tejidos
blandos se vayan perfeccionando, podremos determinar con considerable
precisión que algunos seres humanos han sufrido daños cerebrales
tan graves que nunca van a recobrar la consciencia. En esos casos, sin
ninguna esperanza de recuperación, lo normal es que las familias
y los allegados comprendan que, aunque el organismo sigue vivo, el ser
querido ha dejado de existir. Por consiguiente, la decisión de
suprimir la respiración asistida será menos polémica,
porque consistirá en acabar con la vida de un cuerpo, pero no
de una persona.

A medida que se acerque 2035, los Países Bajos y Bélgica
tendrán ya décadas de experiencia con la eutanasia legalizada,
y otras jurisdicciones también habrán permitido, antes
o después, la eutanasia voluntaria o el suicidio asistido por
un médico. La experiencia apaciguará los temores desmesurados
a que la legalización sea el primer paso hacia un nuevo holocausto.
Para entonces, una proporción cada vez mayor de la población
de los países desarrollados tendrá más de 75 años
y estará pensando en cómo terminará su vida. La
presión política para que se autorice a los enfermos crónicos
o terminales a escoger su propia muerte será irresistible.

Cuando la ética tradicional del carácter sagrado de la
vida humana sea imposible de defender tanto al comienzo como al final
de la vida, la sustituirá otra nueva, que reconocerá que
el concepto de persona es distinto del de miembro de la especie homo
sapiens
, y que es el hecho de ser persona, y no la pertenencia a
la especie, lo importante a la hora de decidir cuándo no poner
fin a una vida. El hombre entenderá que, incluso aunque la vida
de un organismo humano empiece en el momento de la concepción,
la vida de una persona –es decir, un ser con algún nivel
de conciencia– no empieza tan pronto. Y se respetará el
derecho de los individuos autónomos y competentes a decidir cuándo
vivir y cuándo morir.

 

Peter Singer es catedrático
de Bioética en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey, EE UU) y
de Filosofía en la Universidad de Melbourne (Victoria, Australia).
Entre sus libros se encuentran
Ética práctica (Ariel,
Barcelona, 1995) y
Repensar la vida y la muerte:
el derrumbe de nuestra ética
tradicional
(Paidós, Barcelona, 1997).