Mujeres recolectan uvas en Etiopía. (Zacharias Abubeker/AFP/Getty Images)
Mujeres recolectan uvas en Etiopía. (Zacharias Abubeker/AFP/Getty Images)

Cómo la tecnocracia del Banco Mundial y otros organismos dan prioridad a los intereses de las potencias y los dictadores en detrimento de los más pobres.

  • The tyranny of experts: economists, dictators, and the forgotten rights of the poorWilliam Easterly416 páginasBasic Books, 2014 (en inglés)

 

Una crítica al Banco Mundial

Occidente siempre ha considerado que la pobreza es un problema técnico que puede ser solucionado por expertos, en lugar de atacar directamente su raíz: la falta de libertades políticas y económicas. Esta es, básicamente, la tesis que defiende William Easterly en The tyranny of experts; en la que a su vez propone una argumentación ampliamente documentada acerca de los defectos y limitaciones del enfoque tecnocrático, que desde hace ya un siglo viene dominando los planes de desarrollo económico de los países pobres.

No solo ataca la labor del Banco Mundial –ente para el que trabajó hasta 2001, cuando fue despedido por publicar un artículo muy crítico en el periódico británico Financial Times–, sino el paternalismo de ésta y otras instituciones, como la ONU, USAID (la Agencia Estadounidense para el Desarrollo) y DFID (su homóloga británica). El Banco Mundial, afirma el autor, persigue los intereses de los países que lo dirigen desde su fundación, lo cual le ha llevado a colaborar con dictadores con el fin de implementar sus planes de desarrollo sin tener el cuenta que la falta de derechos y libertades es la raíz del problema de los países en vías de desarrollo. Para erradicar la pobreza, por tanto, es necesario un cambio de rumbo hacia un “desarrollo libre” en el que los países se miren de igual a igual.

¿Desarrollo autoritario o desarrollo libre?

Primero habría que repasar la evolución del concepto de economía del desarrollo desde su origen hasta nuestros días, para así comprender por qué se impuso el enfoque tecnocrático del “desarrollo autoritario”, que se diferencia del libre en cuanto no está protagonizado por individuos libres con derechos políticos y económicos, sino por autócratas que son asesorados por expertos. Mientras que el modelo autoritario considera que los problemas (la falta de derechos) de los pobres son un síntoma de su pobreza, de acuerdo con el autor éstos son precisamente la causa de la misma: por eso las soluciones técnicas a problemas técnicos no son la verdadera solución.

El debate entre desarrollo autoritario o libre, reabierto por Easterly, se cerró antes del estreno del primer proyecto oficial de desarrollo, el Plan Marshall, cuando dos décadas antes la Fundación Rockefeller llevó a China de Chaing Kai-shek su modelo tecnocrático. La misma estrategia fue empleada contemporáneamente por los británicos en África para salvaguardar un imperio colonial que, una vez disuelto, dio paso a la llegada de dictadores que fueron apoyados de inmediato por EE UU. En 1949 la vía tecnocrática se consolidó de forma definitiva gracias a un informe sobre Colombia elaborado por el Banco Mundial, con el que se inauguró la larga tradición de préstamos de esta institución a regímenes autoritarios que, en origen, buscaban asegurar las alianzas estadounidenses frente a la amenaza de la URSS.

Gates, Blair y Etiopía

Los planes para eliminar la pobreza infantil en Etiopía de la Fundación Bill y Melinda Gates y el proyecto de desarrollo de África de la legislatura de Tony Blair son los dos ejemplos con los que Easterly ejemplifica su tesis. Tanto Gates como Blair pusieron en evidencia las lacras de la vía tecnócrata al obviar, por ejemplo, que el Gobierno etíope, con el que estaban colaborando, prohibía la ayuda alimentaria a los oponentes políticos. ¿Por qué lo hicieron? Porque Etiopía era un enclave cristiano en medio de un mar islámico, y a EE UU y Reino Unido les convenía mantener buenas relaciones con sus líderes.

Naciones versus individuos

El profesor Easterly hace hincapié en una característica de estos planes de desarrollo tecnocráticos que conviene a muchos gobiernos de países en desarrollo. Su obsesión nacionalista, causada por la ambición de proteger los intereses nacionales en lugar de los individuales. Así, los planes de desarrollo han ayudado, en muchas ocasiones, a la eliminación de los derechos de los grupos minoritarios de estos países en pos del supuesto bien común nacional.

Sin embargo dichas políticas nacionales no siempre son efectivas, una afirmación que se apoya en el hecho de que las tasas de crecimiento anuales en estos países son muy volátiles. Por eso es necesario realizar análisis que tengan en cuenta la evolución histórica de estos Estados y no las meras políticas nacionales, algo que el enfoque actual se niega a hacer.

Los pros de la mano invisible

Lo importante es que este nuevo enfoque dé de lado la opción del diseño deliberado, sistemáticamente tomada en cuenta por la vía tecnocrática, para dar paso a las soluciones espontáneas, llevadas a cabo por personas que, asociadas, son capaces de encontrar la solución a un problema, gracias a sus conocimientos y, a veces, también a incentivos.

Easterly cree que el debate de base no es entre los mercados y los gobiernos, sino entre los derechos individuales y el poder el Estado. Mientras que los autócratas de la aproximación tecnocrática no se enfrentan ni al juicio del mercado ni al de la democracia, y no están motivados por la falta de premios y castigos, la mano invisible de Adam Smith es capaz de guiar a personas no expertas hacia algo que les motiva y en lo que pueden ser brillantes y marcar la diferencia. De ahí que iniciativas como los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas o los planes de Bill Gates estén condenados al fracaso. Si los objetivos que hay que lograr se establecen desde el principio, los programas de desarrollo no serán capaces de adaptarse a los obstáculos que vayan surgiendo por el camino.

William Easterly afirma que la preocupación por las necesidades materiales de los más pobres no puede cegarnos ante la falta de derechos, que es la clave para poder superar la pobreza. Martin Luther King ilustra a la perfección este punto de vista, ya que, a pesar de haber denunciado la pobreza en que vivían los afroamericanos en EE UU, nunca se desvió de su principal objetivo: lograr la igualdad de derechos entre negros y blancos.

 

La reseña original ha sido publicada completa por ESADEgeoel Centro de Economía Global y Geopolítica de ESADE.

William Easterly es doctor en Economía por el Instituto Tecnológico de Massachusetts y experto en Política Económica del Desarrollo. Ha trabajado como investigador del Banco Mundial y en la actualidad enseña Economía en la Universidad de Nueva York. También es el director del Development Research Institute. En 2008 y 2009, William Easterly –uno de los 100 economistas más citados del mundo– fue incluido en la lista de los 100 intelectuales globales de Foreign Policy Magazine.