A punto de culminar la legislatura en España, Diego López Garrido, secretario de Estado de la UE, hace balance de estos últimos años, cruciales para el proyecto europeo, pero marcados por la intensidad de una crisis que, para muchos, han puesto en cuestión su viabilidad.

 

diego lopez garrido
Cortesía del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación

FP en español: ¿Hacia dónde va Europa?

Diego López Garrido: Hacia la superación de la crisis. Es una crisis solo superable con Europa, pero al mismo tiempo es la que va a legitimar a la Europa del siglo XXI, como el mantenimiento de la paz y la unificación legitimó a la Europa del siglo XX.

FP: Pero, ¿estamos realmente dando los pasos para llegar a ello?

DLG: Sí, se están dando los pasos. Otra cosa es que sean suficientes ante la enormidad de la crisis. Esta empezó hace treinta años cuando se dio un giro en la época de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan, de clara ruptura con la creación del Estado de bienestar, muy conservador, muy liberal en términos económicos, desregulatorio, y se abrió una etapa de libertad absoluta para los mercados financieros que empezaban a globalizarse, ofreciendo la posibilidad de endeudarse ilimitadamente. Por eso la crisis es tan dura y tan duradera: porque hay un nivel de endeudamiento espectacular, acumulado durante décadas. Hace falta una gran unidad en la UE en torno a esos objetivos y a veces tiene sus vacilaciones. Creo que esa es la clave, la unidad y la solidaridad contra lo que yo llamo una crisis de avaricia y de codicia.

FP: Si todos estamos convencidos de que nuestro futuro solo está en Europa ¿porqué todavía pesa tanto el interés nacional?

DLG: Porque hay una inercia nacional. La vinculación emotiva y la legitimación democrática se hacen a escala nacional. No existe una elección a nivel europeo. Pero se va orientando hacia posiciones comunes. Todo este planteamiento para lograr un verdadero Gobierno económico de la Unión, o al menos en la eurozona, son pasos que siempre están puestos en cuestión políticamente con países que no quieren saber nada como Reino Unido, y por situaciones que contaminan a los demás como es el caso de Grecia. Este país, que representa el 2% de la economía de la UE, contamina porque encuentra debilitado al resto del cuerpo europeo, a los bancos con activos tóxicos; a los Estados con deudas enormes. En este caso, el constipado que es Grecia, afecta tanto a Europa porque está debilitada por ese endeudamiento que vamos a tardar mucho en digerir.

FP: Pero parece que lo que menos tiene ahora Europa es tiempo…

DLG: Los pasos se están dando, no para salir de inmediato, pero van en la dirección que hay que dar, hacia el gobierno económico. Tenemos unos presupuestos que son, por vez primera este año, supervisados por Bruselas y una estrategia económica común, la Europa 20-20 centrada en la tecnología.

Vamos a tener que enfrentarnos a una reforma de los tratados para que haya un verdadero gobierno económico, un fondo monetario europeo, para que Europa se fortalezca y muestre su músculo ante los mercados, para que haya en el futuro eurobonos, para que nos cueste menos el dinero y para que vayamos consiguiendo ese objetivo central de que baje sustancialmente la deuda, con lo cual tendrá que ir subiendo el peso proporcional de los impuestos. La deuda es un impuesto, pero mucho peor porque además es con intereses. Es un impuesto para nuestros hijos, nuestros nietos. Eso ha llevado a perder la autonomía política y a dejársela a los acreedores.

FP: ¿Modificar los tratados, con lo que nos ha costado llegar al de Lisboa?

DLG: El de Lisboa ha nacido viejo. Ese es el drama. Tendríamos que haber aprobado una Constitución Europea, pero Francia y Holanda en sus referéndums lo hicieron imposible. Ha venido una cosa menor que es el Tratado de Lisboa. Nos encontramos ahora con que es necesario fortalecer el liderazgo de la UE, de las instituciones, con reformas de los tratados, haciendo que la eurozona, sobre todo, tenga una unión económica al lado. Y las cosas que tienen sentido se terminan por imponer.

FP: ¿Tiene sentido la Europa a dos velocidades?

DLG: Lo que no es viable es una Europa sin velocidad. Hay que ir a una velocidad y los que no puedan ir a esa velocidad tendrán que hacer otra cosa. Los diez países que están fuera del euro tienen unas características muy distintas. Dinamarca y Reino Unido no quieren estar en la eurozona. De los 27, hay una vocación de estar en el euro de 25. El que exista la moneda común, ya implica distintas velocidades de integración monetaria y económica. Hay que coordinar a todos los países, pero los que están en el euro no pueden aceptar vetos de los demás para ir avanzando.

FP: ¿Cuál sería el balance a casi dos años del Tratado de Lisboa?

DLG: La UE ha avanzado muchísimo en gobierno económico, otra cosa es que la crisis sea tan pavorosa que sea insuficiente. Ya se habla de unión económica como de algo necesario y hace solo año y medio era una herejía. Era atentar contra la soberanía del Estado. Curiosamente, acuciada por la crisis, Europa es hoy más Europa en política económica que lo era antes de Lisboa. Sin embargo, en política exterior tengo que reconocer que tenemos más instrumentos constitucionales -una ministra de asuntos exteriores, un servicio de acción exterior que se puso en marcha en presidencia española, un consejo de asuntos exteriores específico, unos presupuestos orientados también a eso- y no hemos dado pasos de nivel equiparable.

La UE sigue teniendo una débil política exterior y de defensa, y sigue estando muy por delante de ella la de algunos Estados miembros. Es un problema de voluntad política. No hay más que ver lo que ha pasado hace unos días en Naciones Unidas en el voto sobre Libia o lo que pasó en la Unesco con el voto sobre Palestina. En asuntos clave la UE no tiene la potencia que debería tener. Esa es mi frustración y mi decepción.

FP: Sin embargo, desde Bruselas se presume que la actuación en la Primavera Árabe es un ejemplo de una política exterior embrionaria.

DLG: Nos dimos cuenta de que había que apoyar esa Primavera Árabe, que hay que hacer esto de “more for more”, de que tú avanzas en derechos humanos, en democracia y yo te voy a ayudar más. Ha habido una coincidencia en política exterior respecto de la vecindad Sur. Igual que la vecindad Este va avanzando. Pero hay cosas en las que no da la talla. En Oriente Medio por ejemplo, o en Libia. A todos nos parece muy bien que avance la democracia, pero Alemania se abstuvo en el Consejo de Seguridad. Es verdad que la urgencia no es esa, sino la política económica. Y por tanto, cuando se dice que la Unión retrocede, que va en declive, absolutamente en desacuerdo. Se le podrá pedir que vaya más deprisa pero no retrocede. No se destruye. Se debilita en la medida en que la crisis debilita a todo el mundo. Pero como organización supranacional, muy original, que no tiene parangón en el mundo, no se ha debilitado, no se ha fragmentado, no está en declive. Si en esta crisis fracasa, entonces sí entrará en una crisis de legitimidad, pero por el momento no ha pasado eso.

FP: ¿Y cómo ha afectado la crisis al europeísmo de España?

DLG: Sigue siendo un país muy europeísta. No vemos ninguna ventaja en España en estar fuera de la Unión. Pero en determinadas élites de pensamiento me da la impresión de que se hacen críticas a la Unión demoledoras,  muy poco constructivas, no comprendiendo las dificultades, no valorando los avances y eso conecta con algún sector verdaderamente euroescéptico que puede existir.

FP: ¿No utilizamos a veces a la Unión como chivo expiatorio de todo lo que nos pasa?

DLG: Sí, sin duda. Forma parte del paisaje natural de la Unión, siempre ha sido así. La UE tiene la culpa cuando las cosas van mal y el Gobierno de turno es el que se pone las medallas cuando salen bien. Por eso, es tan difícil para la Unión Europea mantener su legitimidad, porque tiene algo de artificioso en la medida en que no es una nación, sino muchas naciones. Tiene que estar siempre dando la talla, demostrando que vale, que es útil, nunca se le perdona nada. Pero sigue siendo imprescindible. No solamente eso, no se puede gobernar un país si no se tiene un concepto del gobierno de Europa.

El gobernante que se ponga en contra del proyecto europeo no tiene futuro en la UE. La prueba la tenemos en el euro. Anda que no han pasado cosas y ahí está a casi 1,40 del dólar. Es una moneda poderosísima, demasiado poderosa a veces para los intereses de las exportaciones europeas.

Es necesario fortalecer el liderazgo de la UE, de las instituciones, con reformas de los tratados, haciendo que la eurozona tenga una unión económica al lado

FP: ¿Cuál es el balance de estos últimos años en esta Secretaría de Estado?

DLG: A España le ha tocado poner el rumbo a los grandes proyectos de la UE en los dos últimos años: el propio Tratado de Lisboa, el servicio europeo de acción exterior, el gobierno económico y los rescates a los países europeos; que ha sido siempre a mi juicio positivo. Lento, exasperantemente lento en algunas ocasiones, pero no es fácil montar las cosas a 27 o a 17, con demasiada cacofonía,  demasiadas voces, que daba la sensación de no ser una orquesta afinada del todo; pero se han puesto las bases de un gobierno económico. España ha sido uno de los países que más ha presionado -algo que está en el haber del Partido Socialista Europeo- por la tasa de transacciones financieras durante nuestra presidencia en trío.

Pero quiero, sobre todo, destacar dos cosas. Una, la Iniciativa Ciudadana, con mayúscula. Es decir la iniciativa legislativa popular europea que entrará en vigor el 1 de enero; a partir de ese momento, un millón de personas de nueve países al menos, van a poder lanzar iniciativas legislativas y va a empezar a haber debates europeos muy importantes.

Dos, hemos conseguido que la lucha contra la violencia de la mujer sea una parte de la agenda de Europa. No lo era. Fue uno de los objetivos centrales de nuestra Presidencia, la orden de protección de víctimas de la violencia de género que luego se ha extendido a todo tipo de víctimas, de forma que una mujer maltratada que tenga una orden de protección en un país, cuando se vaya a otro seguirá teniendo esa protección. Ha sido una de las cosas de las que me siento más orgulloso.

FP: ¿En qué le hubiera gustado avanzar más y no ha sido posible?

DLG: En la llamada cláusula de solidaridad, que dice que cuando un país europeo tenga una catástrofe natural o reciba un ataque terrorista, los demás están obligados a ayudarle. Esa cláusula no se ha desarrollado. El argumento de la Comisión era que no es imprescindible, porque la obligación existe simplemente por el hecho de estar en el Tratado. Por lo demás prácticamente todo lo que pusimos en el programa de la Presidencia se llevó a cabo.

Algo que se ha puesto en marcha, que no nos gusta, es la iniciativa de cooperación reforzada de 25 países europeos, para una patente europea en la que no se tiene en cuenta como lenguas de procedimiento ni al español ni al italiano; sí el francés, el inglés y el alemán. Consideramos que es una discriminación para el español que es una lengua universal. Italia también lo entendió así y tenemos presentado un recurso ante el Tribunal de Luxemburgo.

FP: ¿Qué consejo le daría al siguiente secretario de Estado?

DLG: En la UE son insustituibles las relaciones personales en un continente con 23 lenguas oficiales y culturas absolutamente distintas. En el mundo de Internet, de los mensajes, muchas de las cosas que hemos conseguido en presidencia española, por ejemplo, se han fraguado por buenas relaciones personales. Este factor humano de la relación, de la conversación, de la visita… He ido a todos los otros países de la UE. Le diría a quién ocupe este despacho que sepa que va a estar aquí relativamente poco. La capacidad de descolgar el teléfono y llamar a una persona es de una eficacia espectacular.

FP: El Gobierno de Hungría ha reconocido ese esfuerzo otorgándole una condecoración por su contribución a la presidencia húngara del Consejo.

DLG: Sí. Pero también le diría a mi sucesor que la secretaría de Estado de la UE es de carácter político, no un órgano meramente administrativo. La Unión necesita que se haga mucha política y eso es lo que realmente la renueva. Las relaciones entre los países de la UE no son ya política exterior, son relaciones con un socio. Lo que tienes que hacer es política de cohesión, de acercamiento, de integración, lo que no impide, que naturalmente, como los agentes privados y las empresas, compitan entre sí.

En este tiempo ha habido múltiples crisis de todo tipo, que forman parte de una presidencia. La crisis económica, que lo ha invadido todo, la de las cenizas volcánicas, la de los pepinos… Estando aquí te das cuenta de lo importante que es la UE. Todo pasa por la Unión. Hay que acomodar cada vez más las instituciones, dando un salto político hacia una verdadera Constitución Europea. Yo no pierdo la esperanza de que eso se consiga.

FP: ¿Y a qué estamos esperando para dar ese salto?

DLG: Ahora se va a empezar a trabajar en la reforma de los tratados. En diciembre va a llevar Van Rompuy un informe y va a plantear una reforma en donde está muy implicada Alemania y que ve con mucha reticencia Reino Unido. No se trata de reformar todo, pero en lo económico creo que habría que hacerlo. Y en el tema político, hay que fortalecer la figura del presidente del Consejo Europeo y el de la Comisión. Yo unificaría las dos figuras, porque es lo que le da verdaderamente liderazgo. En todo caso para las próximas elecciones al Parlamento Europeo habrá que plantear, al menos el Partido Socialista Europeo lo va a hacer, un candidato o candidata a presidente de la Comisión. Es decir que en las elecciones del Parlamento Europeo, el elector de Finlandia si vota socialista sabe que, si ganamos y tenemos mayoría en el Parlamento europeo, esa persona será el presidente de la Comisión.

 

 

 

 

 

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