History Lessons. How Textbooks From Around the World
Portray U.S. History
(Lecciones de historia. Cómo cuentan la historia de EE UU los
libros de texto en el mundo)

Dana Lindaman y Kyle Ward
404 págs., The New Press, Nueva York, 2004 (en inglés)


En el verano de 2001, las autoridades de Anyang, en Corea del Sur, comunicaron
a las de Komaki, en Japón, su decisión de cancelar el programa
de intercambio escolar entre ambas ciudades. En esas mismas fechas, la policía
de Seúl tuvo que emplearse a fondo para controlar a miles de manifestantes
ante la Embajada de Japón. Coincidiendo con estas manifestaciones, el
ministro de Asuntos Exteriores surcoreano reconoció en rueda de prensa
las presiones recibidas para que el Ejecutivo se retirase de la organización
conjunta del Mundial de Fútbol 2002 con Japón.

Ese sentimiento antijaponés tenía su origen en el visto bueno
que las autoridades educativas niponas habían dado a ocho libros de
texto de historia que, según el Gobierno de Seúl y la opinión
pública del país, tergiversaban u ocultaban las atrocidades y
los crímenes de guerra cometidos por el ejército imperial en
Corea y otros países asiáticos durante el siglo xx. Los libros
en cuestión reflejaban la postura defendida por un grupo de profesores
ultraconservadores, liderados por Nobukatsu Fujioka y la Sociedad Japonesa
para la Reforma de los Libros de Texto de Historia, de transmitir a los escolares
japoneses una visión positiva de la historia de su país, ahorrándoles
cualquier pasaje que pudiera hacerles sentirse incómodos o avergonzados.


Tradicionalmente, la enseñanza de la historia ha sido instrumentalizada con el objetivo de transmitir un sentimiento patriótico y formar la identidad nacional


A las protestas de Corea del Sur, se unieron las de Corea
del Norte, las de Pekín, e incluso las de un numeroso grupo de historiadores
e intelectuales japoneses que se movilizaron ante la posibilidad de que textos
de tan marcado carácter nacionalista llegaran a las manos de los escolares
japoneses. Finalmente, y aunque el Ejecutivo del primer ministro, Jonichiru
Koizumi, no accedió a reconsiderar el visto bueno a los polémicos
textos, ningún centro público japonés consideró conveniente
incluirlos en sus planes de estudios.

Este caso, que estuvo cerca de dañar gravemente las ya difíciles
relaciones de Japón con sus vecinos, puso de manifiesto la relevancia
política y social de la enseñanza de la historia en las escuelas
y las constantes manipulaciones de que ésta ha sido y es objeto, fuera
de consideraciones meramente pedagógicas, en prácticamente cualquier
país. Tradicionalmente, la enseñanza de la historia ha sido instrumentalizada
con el objetivo de transmitir un sentimiento patriótico y formar la
identidad nacional de niños y adolescentes. Sin embargo, sería
un error limitar el alcance de esa manipulación pedagógica de
la historia a regímenes totalitarios pasados y, más aún,
considerar que, en cualquier caso, se trata de algo ajeno a las democracias
consolidadas. En el Reino Unido, las innovaciones pedagógicas que proponían
una visión crítica de su historia, alejada de la mera comprensión
de conceptos como corona, iglesia, imperio o deber de servicio, fueron descalificadas,
en 1994, por el entonces primer ministro, John Major, como un "insidioso
ataque" a la esencia británica. Todo ello a pesar de que el ánimo
del movimiento de la "Nueva Historia" tenía muy poco de
subversivo y sí de intentar recuperar la atención de los alumnos
sobre una materia cada vez menos relevante en las aulas.

En Lecciones de historia, Dana Lindaman y Kyle Ward, de las universidades
estadounidenses de Harvard y Vincennes, exponen el resultado de la ingente
tarea de revisar miles de textos escolares de países de todo el mundo
con el objetivo de reconstruir la historia de Estados Unidos y su influencia
global desde la perspectiva de los otros. Forman Lecciones
de historia
(una
obra claramente en la estela del
11-S, de la conmoción sufrida por todo un país y de la necesidad
de encontrar un porqué a semejante barbarie) una selección de
textos de enseñanza secundaria de 26 países que analizan 50 acontecimientos
históricos, algunos locales, como la guerra civil norteamericana; otros
globales, como la creación de Naciones Unidas o el final de la guerra
fría. No se trata de un libro que se lea fácilmente de principio
a fin. Ni siquiera es recomendable hacerlo, a no ser que el lector coincida
con los autores en su afán enciclopédico. Sus casi cuatrocientas
páginas de extractos de libros mexicanos, norcoreanos, franceses, cubanos,
nigerianos, sirios o españoles (pero, sorprendentemente, ninguno chino),
sugieren mucho más de lo que dicen, no ya de Estados Unidos, sino de
los otros.

Pequeños placeres: un momento de descanso en el valle de Ait Bougmez, en el Atlas marroquí, habitado por pastores y agricultores.
Escuelas de valores: el
mundo está más expuesto a EE UU y su cultura que al revés.

Lecciones de historia, quizá por lo descomunal de la tarea, se deja
más cosas en el tintero que las que termina ofreciendo. La descontextualización
de la enseñanza de la historia en las escuelas parece haber contagiado
a un volumen en el que los autores hacen muy poco por situar al lector en el
contexto particular de cada uno de los textos en relación con el acontecimiento
histórico narrado. Las introducciones que acompañan a los extractos
no son todo lo acertadas que cabría esperar y aportan poco al lector,
que puede limitar la lectura de Lecciones de historia a la búsqueda
de anécdotas. Y las anécdotas abundan en los textos recopilados
por Lindaman y Ward.

Según un libro de texto británico, Thomas Paine, uno de los
padres de la patria norteamericana, era un simple fabricante de ropa interior
femenina. Para las autoridades de Pyongyang, el apresamiento del buque de guerra
estadounidense Pueblo, un incidente de 1968 al que los libros de texto norteamericanos
no dedican una sola línea, representa una gran victoria ante el imperialismo
de Washington, que debe ser recordada por la juventud norcoreana. Respecto
del hundimiento del Maine, las versiones de los libros de texto españoles
y cubanos difieren. Mientras el texto español deja en el aire las causas
de la explosión que provocó el hundimiento del navío estadounidense,
el texto cubano explica el incidente por la necesidad que Washington tenía
de una excusa para declarar la guerra a España y obstaculizar el camino
de Cuba hacia la independencia.

En la introducción del libro, los autores afirman que "sociedades
que podían ignorar fácilmente a EE UU hace 50 años se
encuentran ahora tratando diariamente con las empresas, la moda, la comida,
el entretenimiento y la política exterior de EE UU […] Hay una ventaja
que esos otros países tienen con respecto al nuestro: están constantemente
expuestos a él, reciben una dosis diaria de EE UU y de los estadounidenses,
estudian inglés y, en algunos casos, continúan sus estudios en
este país. Los estadounidenses, por el contrario, parecen saber relativamente
poco sobre otros países y culturas. Esta tendencia aislacionista es
especialmente evidente en nuestro sistema educativo". El trabajo de los
autores de Lecciones de Historia es admirable y oportuno, aunque no del todo
original ni exhaustivo. A pesar de ello, podría ser muy útil
en manos de profesores estadounidenses interesados en abrir los ojos de sus
alumnos a una realidad que ningún libro de texto podrá abarcar
nunca.

La visión de los otros.
Fernando Espada


History Lessons. How Textbooks From Around the World
Portray U.S. History
(Lecciones de historia. Cómo cuentan la historia de EE UU los
libros de texto en el mundo)

Dana Lindaman y Kyle Ward
404 págs., The New Press, Nueva York, 2004 (en inglés)


En el verano de 2001, las autoridades de Anyang, en Corea del Sur, comunicaron
a las de Komaki, en Japón, su decisión de cancelar el programa
de intercambio escolar entre ambas ciudades. En esas mismas fechas, la policía
de Seúl tuvo que emplearse a fondo para controlar a miles de manifestantes
ante la Embajada de Japón. Coincidiendo con estas manifestaciones, el
ministro de Asuntos Exteriores surcoreano reconoció en rueda de prensa
las presiones recibidas para que el Ejecutivo se retirase de la organización
conjunta del Mundial de Fútbol 2002 con Japón.

Ese sentimiento antijaponés tenía su origen en el visto bueno
que las autoridades educativas niponas habían dado a ocho libros de
texto de historia que, según el Gobierno de Seúl y la opinión
pública del país, tergiversaban u ocultaban las atrocidades y
los crímenes de guerra cometidos por el ejército imperial en
Corea y otros países asiáticos durante el siglo xx. Los libros
en cuestión reflejaban la postura defendida por un grupo de profesores
ultraconservadores, liderados por Nobukatsu Fujioka y la Sociedad Japonesa
para la Reforma de los Libros de Texto de Historia, de transmitir a los escolares
japoneses una visión positiva de la historia de su país, ahorrándoles
cualquier pasaje que pudiera hacerles sentirse incómodos o avergonzados.


Tradicionalmente, la enseñanza de la historia ha sido instrumentalizada con el objetivo de transmitir un sentimiento patriótico y formar la identidad nacional


A las protestas de Corea del Sur, se unieron las de Corea
del Norte, las de Pekín, e incluso las de un numeroso grupo de historiadores
e intelectuales japoneses que se movilizaron ante la posibilidad de que textos
de tan marcado carácter nacionalista llegaran a las manos de los escolares
japoneses. Finalmente, y aunque el Ejecutivo del primer ministro, Jonichiru
Koizumi, no accedió a reconsiderar el visto bueno a los polémicos
textos, ningún centro público japonés consideró conveniente
incluirlos en sus planes de estudios.

Este caso, que estuvo cerca de dañar gravemente las ya difíciles
relaciones de Japón con sus vecinos, puso de manifiesto la relevancia
política y social de la enseñanza de la historia en las escuelas
y las constantes manipulaciones de que ésta ha sido y es objeto, fuera
de consideraciones meramente pedagógicas, en prácticamente cualquier
país. Tradicionalmente, la enseñanza de la historia ha sido instrumentalizada
con el objetivo de transmitir un sentimiento patriótico y formar la
identidad nacional de niños y adolescentes. Sin embargo, sería
un error limitar el alcance de esa manipulación pedagógica de
la historia a regímenes totalitarios pasados y, más aún,
considerar que, en cualquier caso, se trata de algo ajeno a las democracias
consolidadas. En el Reino Unido, las innovaciones pedagógicas que proponían
una visión crítica de su historia, alejada de la mera comprensión
de conceptos como corona, iglesia, imperio o deber de servicio, fueron descalificadas,
en 1994, por el entonces primer ministro, John Major, como un "insidioso
ataque" a la esencia británica. Todo ello a pesar de que el ánimo
del movimiento de la "Nueva Historia" tenía muy poco de
subversivo y sí de intentar recuperar la atención de los alumnos
sobre una materia cada vez menos relevante en las aulas.

En Lecciones de historia, Dana Lindaman y Kyle Ward, de las universidades
estadounidenses de Harvard y Vincennes, exponen el resultado de la ingente
tarea de revisar miles de textos escolares de países de todo el mundo
con el objetivo de reconstruir la historia de Estados Unidos y su influencia
global desde la perspectiva de los otros. Forman Lecciones
de historia
(una
obra claramente en la estela del
11-S, de la conmoción sufrida por todo un país y de la necesidad
de encontrar un porqué a semejante barbarie) una selección de
textos de enseñanza secundaria de 26 países que analizan 50 acontecimientos
históricos, algunos locales, como la guerra civil norteamericana; otros
globales, como la creación de Naciones Unidas o el final de la guerra
fría. No se trata de un libro que se lea fácilmente de principio
a fin. Ni siquiera es recomendable hacerlo, a no ser que el lector coincida
con los autores en su afán enciclopédico. Sus casi cuatrocientas
páginas de extractos de libros mexicanos, norcoreanos, franceses, cubanos,
nigerianos, sirios o españoles (pero, sorprendentemente, ninguno chino),
sugieren mucho más de lo que dicen, no ya de Estados Unidos, sino de
los otros.

Pequeños placeres: un momento de descanso en el valle de Ait Bougmez, en el Atlas marroquí, habitado por pastores y agricultores.
Escuelas de valores: el
mundo está más expuesto a EE UU y su cultura que al revés.

Lecciones de historia, quizá por lo descomunal de la tarea, se deja
más cosas en el tintero que las que termina ofreciendo. La descontextualización
de la enseñanza de la historia en las escuelas parece haber contagiado
a un volumen en el que los autores hacen muy poco por situar al lector en el
contexto particular de cada uno de los textos en relación con el acontecimiento
histórico narrado. Las introducciones que acompañan a los extractos
no son todo lo acertadas que cabría esperar y aportan poco al lector,
que puede limitar la lectura de Lecciones de historia a la búsqueda
de anécdotas. Y las anécdotas abundan en los textos recopilados
por Lindaman y Ward.

Según un libro de texto británico, Thomas Paine, uno de los
padres de la patria norteamericana, era un simple fabricante de ropa interior
femenina. Para las autoridades de Pyongyang, el apresamiento del buque de guerra
estadounidense Pueblo, un incidente de 1968 al que los libros de texto norteamericanos
no dedican una sola línea, representa una gran victoria ante el imperialismo
de Washington, que debe ser recordada por la juventud norcoreana. Respecto
del hundimiento del Maine, las versiones de los libros de texto españoles
y cubanos difieren. Mientras el texto español deja en el aire las causas
de la explosión que provocó el hundimiento del navío estadounidense,
el texto cubano explica el incidente por la necesidad que Washington tenía
de una excusa para declarar la guerra a España y obstaculizar el camino
de Cuba hacia la independencia.

En la introducción del libro, los autores afirman que "sociedades
que podían ignorar fácilmente a EE UU hace 50 años se
encuentran ahora tratando diariamente con las empresas, la moda, la comida,
el entretenimiento y la política exterior de EE UU […] Hay una ventaja
que esos otros países tienen con respecto al nuestro: están constantemente
expuestos a él, reciben una dosis diaria de EE UU y de los estadounidenses,
estudian inglés y, en algunos casos, continúan sus estudios en
este país. Los estadounidenses, por el contrario, parecen saber relativamente
poco sobre otros países y culturas. Esta tendencia aislacionista es
especialmente evidente en nuestro sistema educativo". El trabajo de los
autores de Lecciones de Historia es admirable y oportuno, aunque no del todo
original ni exhaustivo. A pesar de ello, podría ser muy útil
en manos de profesores estadounidenses interesados en abrir los ojos de sus
alumnos a una realidad que ningún libro de texto podrá abarcar
nunca.