Los desafíos del modelo de desarrollo chileno.

 

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Dentro de Latinoamérica, Chile siempre se diferenció por una estrategia diferenciada en lo que respecta a su política de integración comercial internacional. En Santiago prevaleció la visión global, dejando de lado compromisos excluyentes con bloques regionales. No es casualidad que los tres principales socios comerciales del país se encuentren fuera de la región. Chile mantiene acuerdos con naciones de lejanas geografías, algunas de ellas importantes potencias mundiales. El país cuenta con más de 25 tratados de libre comercio entre los que destacan los firmados con Estados Unidos, China, Japón y la Unión Europea. En los últimos años ha configurado junto a México, Colombia y Perú la “Alianza del Pacífico”, una asociación de países líderes en el comercio exterior latinoamericano. Sus miembros comparten no solo la similitud geográfica de descansar sobre las aguas del Pacífico, sino que también promueven un modelo de desarrollo y una cosmovisión similar. Todos ellos observan la economía global no como una amenaza, sino como una oportunidad.

Chile es sistemáticamente citado como un caso de éxito dentro de los denominados países emergentes, situación que tiene su lógica. La chilena es la economía con mayor ingreso per cápita de América Latina, calculado tanto en términos nominales (15.410 dólares) como de paridad de poder de compra (18.419 dólares). Es también una de las más libres y competitivas a escala global, siendo integrante de la OCDE. La deuda pública chilena es la mejor calificada de la región y, al mismo tiempo, es el principal receptor y emisor de inversiones de América Latina. Desde el punto de vista político, se trata de una democracia estable, con un sistema alejado de los centralizados personalismos que experimentan algunos de sus vecinos latinoamericanos. Desde la reinstauración de la democracia en 1990 han sido cinco los presidentes que han pasado por el Palacio de la Moneda dando continuidad a un ciclo institucional ordenado.

Si bien todos estos indicadores son resultado de una coherencia en la continuidad de políticas de estado, existen también cuentas pendientes. En los pasados tres años se registró en el país una intensificación en las movilizaciones ciudadanas, las cuales dan cuenta de la existencia de una innegable problemática social.

Uno de los sectores más cuestionados y protagonista por excelencia de las demandas sociales es la educación, particularmente en lo que respecta a la enseñanza superior. El actual sistema educativo chileno fue heredado del gobierno de facto de Augusto Pinochet y, desde entonces, no ha experimentado modificaciones estructurales. Los reclamos se orientan, en líneas generales, hacia la ampliación de la puerta de entrada al sistema, solicitando más posibilidades a los jóvenes que desean ingresar. Se demanda una mayor participación del sector público y un incremento de la asistencia financiera estatal para garantizar la igualdad de oportunidades educativas. Si bien la Constitución contempla estos derechos, estos no siempre se cumplen en la realidad.

A pesar de las deficiencias que afronta el sector, si se ubica a Chile dentro del mapa regional se observará que el país goza de estándares cuanto menos aceptables. Según el Índice de Desarrollo Humano Educación de Naciones Unidas, Chile se encuentra en el tercer puesto latinoamericano, solo superado por Argentina y Uruguay.

La economía también afronta dificultades. Si bien los grandes números macro son sobresalientes, si se realiza un análisis algo más detallado se observarán situaciones no tan satisfactorias. La distribución del ingreso no es precisamente equitativo. Según el coeficiente de GINI, el país se encuentra en el puesto número 141 del ránking global, ubicación que lo posiciona como uno de los 15 más desiguales del mundo. Un estudio de la Universidad de Chile basado en números del Servicio de Impuestos Internos revela que en lo que respecta a ingresos personales, la concentración es marcadamente elevada. El 1% más rico recibe el 30% del ingreso nacional, el PIB per cápita de ese 1% es 40 veces superior al del 81% de la población total y el 5% más rico percibe un ingreso 830 veces superior al del 5% más pobre. En la óptica de distintos analistas, la desigualdad económica de hoy es fruto de desigualdades de oportunidades del pasado. Realidad que terminó por restringir las posibilidades de movilidad social ascendente. En este contexto queda claro que las reformas del sistema educativo son una necesidad ineludible si se desea mejorar la distribución del ingreso a largo plazo. Desde el punto de vista económico, hay autores que adjudican esta concentración al protagonismo de las actividades extractivas dentro de la economía. El país es el primer productor mundial de cobre y conserva dentro de su territorio el 38% de las reservas globales de dicho mineral. Los minerales y sus derivados explican el 62% de las exportaciones.

De todas formas, y a pesar de las mencionadas desigualdades, los índices de pobreza e indigencia son reducidos. Chile es junto a Costa Rica una de las dos naciones latinoamericanas con una porción de la población por debajo de la línea de pobreza inferior al 20%. Este porcentaje se ha reducido sistemáticamente en el país desde mediados de los 80. En 1987 era del 45%, en 2009 de 15% y en 2013 del 11%. En la actualidad, la indigencia es de solo 2,8%.

El denominado conflicto mapuche requiere de un abordaje particular. El mencionado pueblo aborigen se encuentra en el sur de Chile y reclama para sí autonomía jurisdiccional, reconocimiento de identidad cultural y la recuperación de tierras ancestrales de las que fueron despojados. Se trata de una cuestión histórica que se remonta a los tiempos de la independencia y que se ha visto reanimada con el retorno de la democracia. Hasta ahora los gobiernos no han sabido o bien no se han propuesto dar una resolución al conflicto. La acción estatal ha sido sistemáticamente denunciada desde distintos sectores. Se acusa al ejecutivo de criminalizar las protestas y no reconocer el asunto como un conflicto entre dos entidades (el Estado chileno y los mapuches), negando la existencia de la segunda parte. Una cuestión delicada y de complejo abordaje por la importancia económica de los territorios reclamados por los mapuches y por los antagónicos intereses en disputa. En los últimos dos años sectores estudiantiles se han solidarizado con esta comunidad tomando algunos de sus reclamos y llevándolos a nuevos ámbitos de la vida nacional.

Dentro de la multiplicidad de realidades existentes en la complejidad que hace a cualquier nación se observan en Chile grandes éxitos, y, al mismo tiempo, importantes desafíos. En noviembre de 2013 el país andino atravesará un proceso electoral en donde se elegirá un nuevo presidente. Michelle Bachelet, quien presidió el país hasta 2010, ya ha sido designada candidata y se perfila como favorita. Su plataforma electoral incluye medidas que buscan atacar directamente los problemas aquí expuestos. La ex primera mandataria se comprometió a impulsar una reforma educativa y, simultáneamente, cambios profundos en la estructura tributaria. Se buscará un incremento en los ingresos estatales para financiar justamente estas nuevas transferencias al sistema educativo. Un segundo objetivo del renovado diseño fiscal será mejorar la distribución del ingreso, solicitando un esfuerzo adicional a los sectores de mayor capacidad contributiva.

Según el Fondo Monetario Internacional, la economía chilena crecerá en 2013 un 4,9% y en 2014 un 4,6%. Rendimientos superiores en un punto y medio a los promedios regional y mundial. El nuevo gobierno recibirá un país en crecimiento que le permitirá, en caso de conseguir los consensos políticos necesarios, afrontar las reformas prometidas en campaña y demandadas por un representativo sector la ciudadanía. La historia reciente de Chile muestra una sólida estabilidad institucional, por lo que difícilmente se verán cambios drásticos o radicales. No sería de extrañar que, de forma paulatina, se inicie un nuevo ciclo en el país andino.

 

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