Si sigue yendo hacia abajo en 2011, todo el país puede acabar en manos de los insurgentes islamistas. Hasta ahora, el gobierno de transición, respaldado por la ONU, ha resistido los ataques de los rebeldes sólo gracias a la protección de la fuerza de paz de la Unión Africana; es un gobierno débil y dividido, nacional sólo en teoría. Además, la capital, Mogadiscio, sufre un asedio continuo de los combatientes, una realidad que ha hecho que millones de personas hayan huido de sus casas sólo en este año. Cuando el Gobierno obtiene victorias sobre los rebeldes, se cuentan en calles y manzanas, que tienen que capturar una a una.

El grupo más grande y peligroso es Al Shabab, que asegura buscar la creación de un Estado musulmán conservador y estricto y algunos de cuyos dirigentes prometieron lealtad a Al Qaeda a principios de 2010. Controla ya la mayor parte del sur y el centro de Somalia, y en la actualidad está intentando capturar Mogadiscio. Mientras tanto, los países vecinos temen que esta organización empiece a exportar terrorismo, como hizo por primera vez el verano pasado en una serie de atentados cometidos en Uganda durante el Mundial de fútbol.

En contraste, Somalilandia, en el noroeste del país, es una isla de estabilidad y democracia, y Puntlandia, en el nordeste, es relativamente pacífica, aunque los islamistas y los piratas le causen problemas.

Lo mejor que puede sucederle a Somalia es que sus fuerzas aprovechen las divisiones entre los rebeldes para recuperar territorio, sobre todo en Mogadiscio. El apoyo internacional, que está a punto de llegar, ayudará. Pero también será necesaria mucha suerte.