Edificios derruidos tras los combates en el campo de refugiados palestina de Yarmuk. (Youssef Karwashan/AFP/Getty Images)
Edificios derruidos tras los combates en el campo de refugiados palestino de Yarmuk. (Youssef Karwashan/AFP/Getty Images)

Las luchas se intensifican en el campo de refugiados palestinos: conflictos fratricidas, rebeldes sirios, soldados del régimen y ahora también el Estado Islámico se enfrentan en este campo de batalla estratégico.

Yarmuk simboliza hoy la complejidad de las múltiples conflictos que se libran en Siria. En sus 3 kilómetros cuadrados, las guerras fratricidas entre facciones palestinas rivales dieron paso a combates entre rebeldes sirios y tropas leales, así como entre opositores palestinos y el Ejército sirio. La entrada del Estado Islámico en Yarmuk el pasado lunes abre la batalla más reciente, donde la estratégica localización del campo, a 8 kilómetros de Damasco, le condena a ser un tablero de enfrentamientos.

Nada más comenzar las revueltas sirias, las diferentes facciones palestinas y sobre todo Fatah acordaban mantener a los palestinos fuera de una guerra que consideraban ajena. Su injerencia entre rebeldes y leales sirios poco podría servir a su causa sino provocar un segundo exilio de cerca de medio millón de refugiados palestinos. Acogidos en Siria como iguales, la neutralidad se antojó la mejor baza.

Sin embargo, Ahmed Jibril, líder del Frente Popular para la Liberación de Palestina- Comando General (FPLP-CG y una escisión del FPLP creada por el régimen sirio), movía sus cartas. En junio de 2011, sus hombres orquestaban una inédita manifestación en los Altos del Golán donde los disparos de los soldados israelíes dejaban 23 jóvenes palestinos muertos. Al día siguiente, centenares de palestinos se agolpaban ante sus oficinas de Yarmuk acusando a Jibril de trabajar al servicio del régimen al enviar a los entusiastas adolescentes a una muerte segura con el fin de crear una cortina de humo sobre las protestas sirias.

La guerra siria reabría las rencillas entre facciones palestinas al borde del enfrentamiento. Un intento de asesinato del que salió ileso dejaría claro a Jibril que ya no era bienvenido en Yarmuk. Varias docenas de sus hombres, así como los de otras facciones políticas que abogaban por la neutralidad, se unían conformando una milicia encargada de la protección de los campos.

El 16 de diciembre de 2012, la aviación siria bombardeaba el campo, matando a 25 civiles y docenas de milicianos del Ejército Libre Sirio (ELS) que habían inundado su parte central. El Comité de Coordinación Local Palestino era la entidad que se encargaba de coordinar con los diferentes bandos: el régimen sirio apostado en la entrada norte del campo; los milicianos palestinos en el centro y, los entonces rebeldes del ELS, que pujaban desde el empobrecido y conservador barrio Jajar el Asuad (la piedra negra en árabe) al sur de Yarmuk. Los rebeldes sirios traicionaban por primera vez a los palestinos ese mes de diciembre, entrando en los campos sin aviso previo a los combatientes palestinos y provocando el exilio de más de 100.000 personas.

Vaciado de sus habitantes, Yarmuk encontró un amargo equilibrio, con los milicianos palestinos apostados en el interior del campo, los rebeldes sirios al sur y las tropas gubernamentales al norte. Entre los múltiples frentes quedaban atrapadas 25.000 personas que habrían de sufrir 3 años de cerco. El régimen sirio aplicaba la misma estrategia que impuso a lo largo y ancho del país: suplantar las balas por la hambruna. Y ello, estableciendo un férreo cerco en los frentes estancados como el de Yarmuk donde ni una gota de agua o rebanada de pan podía entrar en un intento de matar de inanición a los rebeldes y obligar a los civiles a abandonar sus hogares. Unas 200 personas, la mayoría ancianos, han fallecido de hambruna en el Yarmuk del siglo XXI.

Antes de que la ONU lograra un acuerdo con el Gobierno sirio para distribuir cajas de alimentos, más de 40 jóvenes voluntarios palestinos y sirios perdieron la vida bajo las mirillas de francotiradores intentando hacer llegar a sus habitantes medicamentos y víveres. Más de una docena de médicos y conductores de ambulancia lo han hecho también en la evacuación de heridos graves.

El lunes pasado se abría una tercera batalla en la guerra de Yarmuk. La coyuntura actual difiere de la que vivía Yarmuk en 2012. Los hombres del ELS  se han tornado progresivamente en las facciones islamistas del Frente Al Nusra (filial de Al Qaeda en Siria) y del Estado Islámico. Hamas, quien en un inicio aplaudiera la revolución siria y se mudara a El Cairo bajo la presidencia de los Hermanos Musulmanes, se ve debilitado con la caída del depuesto Morsi. Desplazados a Qatar, Hamas se ve obligado de nuevo a negociar con sus antiguos aliados del régimen sirio y con la milicia libanesa chií Hezbolá. Al tiempo que el liderazgo político era neutralizado, en el terreno los hombre de Hamas se organizaban para luchar contra el régimen de Bachar al Asad en Yarmuk. La milicia Aknaf Beit el Maqdis agrupa a un buen número de ellos, que hoy se encuentran aprisionados en la franja norte del campo tras haber perdido 80% del campo a manos de los yihadistas. Al sur, se enfrentan Al Nusra, que hasta la semana pasada contaban como aliados y al nuevo enemigo que encarna Daesh. Al norte, les esperan las tropas sirias al tiempo que lanzan barriles bomba sobre el campo.

Mientras la Organización para la Liberación de Palestina y la ONU recurren a una batalla diplomática a contrarreloj para abrir un corredor que permita evacuar a los 18.000 civiles, entre ellos 3.500 niños, Yarmuk añade una capa más a la complejidad de la guerra siria. En Yarmuk la guerra sectaria que contamina al resto del país no tiene lugar. Suníes palestinos se enfrentan simultáneamente a los soldados suníes del Ejército sirio y a los yihadistas suníes de Al Nusra y del Estado Islámico. Esta vez era Al Nusra quien traicionaba a los palestinos facilitando la entrada del EI en los campos. Los palestinos del Líbano, tanto detractores como simpatizantes del Daesh, se hacen la misma pregunta: ¿por qué los rebeldes sirios traicionarían a sus hermanos palestinos?, aquellos cuya causa ha sido la única que ha englobado en las mismas protestas a actores seculares como religiosos en el mundo árabe-musulmán.

Las tropa sirias quedan a la expectativa y no dudaran en destruir el campo si ello supone frenar un avance yihadista a 8 kilómetros a las puertas de Damasco. La injerencia del EI en Yarmuk otorga una victoria a la retórica del régimen que confunde a todos los rebeldes como terroristas. Paralelamente, merma la agresiva y brutal campaña mediática en la que el Daesh ha invertido millones de euros, al aparecer en las redes sociales decapitando y ejecutando a rebeldes palestinos que luchan contra un mismo enemigo.

Como en toda guerra, las dinámicas personalistas de los líderes locales juegan en ocasiones un papel determinante que generalmente pasa desapercibido. Algunos palestinos del campo hacen una lectura más simple del altercado que ha sacudido Yarmuk. El asesinato del líder de Hamas, Yahia Hourani, a manos de dos francotiradores del EI fue el detonador que precipitó los enfrentamientos entre milicianos palestinos y yihadistas. Aún no queda claro si Daesh se negó a entregar a los dos francotiradores (a pesar de que en numerosas ocasiones el Estado Islámico ha ejecutado a alguno de sus hombres para preservar alianzas locales) como parte de una estrategia para provocar el conflicto, o simplemente Yarmuk ha sido condenada porque los francotiradores fueran familiares de un líder local.