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Este año ha sido trascendental para la impresión en tres dimensiones, una tecnología que puede transformar esta década como Internet cambió la anterior, creando nuevas y apasionantes oportunidades para consumidores y productores. Sin embargo, como ocurre con todas las innovaciones que alteran las cosas, no es fácil que las ventajas no vayan acompañadas de controversia, y las disputas ya han comenzado.

Las impresoras tridimensionales, que moldean objetos con cera o polímeros plásticos siguiendo instrucciones digitales, son cada vez más avanzadas y más baratas. Las versiones más sencillas se venden ya por solo 1.000 dólares, (unos 770 euros) y los impulsores de esta tecnología predicen que va a dar pie a una nueva clase de fabricantes aficionados y a permitir que los consumidores arrebaten los medios de producción a las empresas. Sin embargo, las impresoras también plantean la posibilidad de que los objetos físicos, desde juguetes hasta armas pasando por electrodomésticos, se conviertan en algo tan fácil de copiar y compartir como las canciones y las películas.

Es una cuestión que está empujando las leyes de propiedad intelectual hacia territorios desconocidos. Hace poco, una empresa británica de juegos envió una orden de cese al propietario de una impresora en 3-D que estaba haciendo copias físicas de objetos del popular juego de mesa Warhammer, y un diseñador holandés que imprimió recientemente una versión física de la famosa ilusión óptica del “Triángulo de Penrose” ha enviado un “aviso de retirada” a Thingiverse, un depósito de códigos de diseño para impresoras 3-D en la red, porque había puesto su diseño al alcance de cualquiera para que se lo descargase de la Red de forma gratuita. Y Pirate Bay, el polémico sitio sueco de intercambio de archivos que ha sido objeto de demandas judiciales en todo el mundo, anunció este año que va a comenzar un nuevo servicio para compartir diseños de impresión 3-D.

Los interrogantes que suscita la impresión en tres dimensiones van más allá de los derechos de propiedad intelectual. ¿Cómo puede hacerse que sea sostenible desde el punto de vista ambiental? (El plástico tiene que salir de algún sitio). ¿Podemos controlar la distribución de diseños de objetos peligrosos, como armas de fuego y cuchillos? ¿Las impresoras 3-D supondrán la eliminación de puestos de trabajo? Estas impresoras están dejando de ser solo juguetes para friquis para ser objetos de deseo para el consumidor. Pero antes de que podamos reproducir la última Barbie, el último cuchillo de cocina o el iPhone en casa, es necesario resolver unas cuantas dudas morales y legales. Fabricantes, les presento a los abogados.