La región ha conseguido muchos logros, pero debe trabajar de forma conjunta y enérgica para consolidar esos avances. Enrique García, presidente de CAF, Banco de Desarrollo de América Latina, explica los retos económicos, políticos y sociales a los que se enfrenta el continente latinoamericano.

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Avenida en el centro financiero de Sao Paulo. MAURICIO LIMA/AFP/Getty Images

América Latina ha vivido en los últimos años un fuerte crecimiento económico. Recientemente, sin embargo, han aparecido signos de ralentización. ¿Será posible consolidar los avances logrados?

No hay duda de que en términos macroeconómicos, América Latina está viviendo el periodo más exitoso que yo recuerde. En la región tuvimos experiencias negativas, especialmente en los 80, que condujeron a grandes desequilibrios de carácter fiscal, monetario, de balanza de pagos, crisis de la deuda, inflaciones e hiperinflaciones, una combinación de factores que llevaron a una recesión profunda por el ajuste, incluso se la denominó la “década perdida”.  Todo ello hizo que los países tomaran conciencia de que era muy importante mantener equilibrios macroeconómicos, independientemente de sus diferencias de enfoque. Esto se ha traducido en una inflación baja, equilibrios fiscales y de la balanza de pagos muy buenos, con déficits relativamente pequeños. El endeudamiento externo no es un problema y desde luego, también es clave tener unas reservas netas financieras altas, así como el acceso a los mercados financieros internacionales en condiciones muy favorables.

El otro hecho, que no es menor, es la coyuntura externa favorable, única por su magnitud y por el dinamismo de algunos países, particularmente China. Esto ha significado una bonanza en los países con materias primas. América Latina en los últimos años ha crecido, en promedio, por encima del 4-4,5%; 6 ó 7 países a tasas del 6-7%. Esa es la buena noticia.
¿Es esto sostenible? Lo será en la medida en que vaya más allá del modelo actual. La parte negativa es que gracias a esta bonanza en los precios de las materias primas, la región, especialmente Sudamérica se ha reprimarizado, como lo denomina CEPAL. Si queremos usar el éxito macroeconómico como plataforma hay que hacer reformas estructurales que permitan una transición de un modelo de ventajas comparativas tradicionales basado en recursos naturales, sin mucha producción, con salarios bajos, a un modelo de ventajas competitivas con valor agregado, basado en más innovación, más tecnología, en inversiones productivas. Ese es el desafío.

¿Y cómo se podría avanzar en ese proceso de reformas?

Los países tienen que ver el futuro a largo plazo, en lo que yo denominaría una agenda integral de desarrollo, que compatibilice los objetivos de estabilidad macroeconómica, eficiencia (que es más microeconómico), equidad, inclusión social y equilibrio ambiental.

Para lograrlo, hay que hacer varias cosas. Ahorrar e invertir más. No puedes quedarte con un nivel de inversión medio del 22%; habría que llegar por lo menos a un 27-28%. También el ahorro está en ese promedio del 20%, y hay que aumentarlo, así como tener una política inteligente de captación de recursos externos donde un factor crítico es la inversión extranjera directa, para lo que hay que crear las condiciones apropiadas.

La región está rezagada en infraestructuras. Invierte más o menos un 3% del PIB y debería ser el doble. Asia invierte el 10%. También hay que hacer un gran esfuerzo en la educación. Se ha avanzado mucho, prácticamente ha desaparecido el analfabetismo, pero necesitamos una revolución, tener una educación del siglo XXI. El tercer tema es tener mucha más inversión en innovación y tecnología para crear condiciones globales. Y, el cuarto, desde luego, fortalecer la institucionalidad. Todos, los gobiernos, pero también el sector privado, las empresas, los gremios, los sindicatos, tienen que ser más eficientes, más transparentes. Es una transformación productiva hacia un modelo en el que generar oportunidades de empleo de buena calidad.

¿Hasta qué punto es importante la integración regional en ese proceso?

Es fundamental: si vas a modificar tu modelo, para ser competitivo necesitas mercado y eso lo consigues con mayor integración. Ahora bien, para ello hacen falta infraestructuras. En eso sí ha habido avances interesantes, en Sudamérica especialmente, a través de una iniciativa de Fernando Henrique Cardoso cuando era presidente de Brasil que era el programa IIRSA. CAF es el principal financiador de infraestructuras en América Latina, con más de 60 proyectos de integración física: carreteras, gaseoductos, interconexiones eléctricas. De una inversión de unos 30.000 millones de dólares, CAF ha puesto unos 8.000, pero eso no es suficiente. Tenemos que duplicar el esfuerzo, pero se deben cumplir ciertos requisitos. El primero es una inversión sistémica, que no la puede desarrollar el sector privado solo; es una función de los gobiernos. Segundo, tienes que tener buena calidad de estudios de viabilidad, en los que el medio ambiente se debe incorporar desde el principio. Tercero, tienes que tener procesos de financiación y para las magnitudes de las que hablamos hay que desarrollar opciones de participación público-privada. Todo ello requiere el marco institucional y de capacidad y debe venir acompañado del comercio y de la apertura de los mercados, con esquemas de integración que funcionen, sumado al fomento de las empresas multilatinas, que también se han desarrollado mucho.

¿Existe realmente la voluntad política de poner en marcha las reformas necesarias para avanzar en ese escenario?

Me preocupa que, por la coyuntura del éxito macroeconómico, algunos países estén pensando que esta situación es permanente, y no lo es. ¿Qué ha pasado en otros lugares? Pongamos el caso de Corea. En el año 65 tenía un ingreso per cápita de 225 dólares (unos 170 euros); dependía de la ayuda. Hoy está entre las 20 economías más importantes del mundo, con una renta per cápita de 29.000 dólares. ¿Por qué? Adoptaron una visión de largo plazo y construyeron una agenda de acción público-privada. Pusieron énfasis en aspectos como la educación y las infraestructuras. Al final de lo que estamos hablando no es un problema meramente económico, sino político. ¿Cómo lograr que la institucionalidad política tenga ese sentir? Porque en realidad están pensando en la próxima elección. Los que estamos en instituciones como la CAF, como Cepal, como el Banco Interamericano no podemos decir qué deben hacer los países, pero sí puedes tratar de influir en promover esas reformas.

Se han establecido algunos paralelismos entre las políticas que fracasaron en América Latina y que llevaron a esa llamada “década perdida” y las que se están aplicando ahora en Europa. ¿Qué lecciones pueden aprender los europeos?

Hay que mirar las cosas con perspectiva histórica. Los que hemos sido ministros en la época de los 80 y hemos tenido que hacer muchos de los ajustes, al conocer las cifras europeas podemos pensar que son tan malas o peores que las nuestras. Pero no deja de haber diferencias fundamentales. La primera es que en América Latina hicimos los cambios en un plano individual; no tenías que discutir con otros países. La segunda es que el nivel de renta per cápita y de bienestar de Europa hace que haya una clase media enorme, que además está acostumbrada a unas políticas de bienestar social apropiadas.

La pregunta es si en América Latina, con los cambios que ha habido -una región esencialmente urbana, con una gran eliminación de pobreza y con las nuevas modalidades de información- estuviéramos en la misma situación, ¿podríamos hacer las mismas cosas? Yo tengo mis dudas. Creo que nos enfrentaríamos a un problema social.

Por otra parte, creo que los latinoamericanos no deberíamos decir “a ver qué aprende Europa de nosotros”, sino al revés, “qué lecciones podemos sacar de lo que está pasando allí”. Uno ve parte de la bonanza en las ciudades, en la construcción, y me recuerda mucho a lo que se veía en España hace 4, 6, 10 años. Hay que cuidar que no nos pase lo mismo. A veces creo que los latinoamericanos estamos siendo un poco arrogantes  y sobreoptimistas. Decir que es el siglo de América Latina… no es así. Nosotros hemos encargado un estudio a un grupo de intelectuales con mucha experiencia global y la conclusión es que si América Latina quiere lograr una convergencia de renta per cápita con los países industrializados en los próximos 25 años, no puede estar satisfecha con un crecimiento del 3-4%. Tiene que crecer de forma sostenida por lo menos un 6%. Y con una calidad diferente. Por ejemplo, si vas a mejorar la educación, a crear una gama de profesionales de alto calibre, hay que darles empleo. Si no, se van a ir.

¿Está América Latina girando hacia Asia?

La relación con Asia es muy importante, porque es la zona más dinámica del mundo. Pero hay vida más allá. En América Latina tenemos la tendencia de tener enamoramientos profundos y en este momento hay un enamoramiento con Asia. Lo que hay que buscar es una relación más simétrica. No se trata meramente de que China importe recursos naturales y siga exportando tecnología. ¿Por qué no invierten, teniendo en cuenta el mercado que tenemos, en otras cuestiones de mayor tecnología, o en la posibilidad para usarlo como plataforma para entrar en Estados Unidos? Para eso necesitas que los procesos de integración funcionen. Eso no se está viendo.

Por otra parte, soy un firme creyente de que América Latina no debe olvidar su relación fuerte con Europa, aunque esté pasando un mal momento. También Europa debe entender que Latinoamérica es diferente; hace 15 ó 20 años la UE era muy paternalista. EE UU ha internalizado mejor la nueva realidad.

Algunos expertos han planteado que la Alianza del Pacífico podrá ser incluso el motor de la integración.

No, yo diría que es un esquema muy interesante, pragmático. Funciona muy bien porque tienes cuatro países con un marco de políticas macroeconómicas muy parecidas, con acuerdos de libre comercio entre ellos y con Estados Unidos. Hay la voluntad política de hacerlo, así que está marchando muy bien y va a tener otras incorporaciones. Pero hace falta verlo en la proporción que corresponde. América Latina es muy grande y hay un pequeño país que se llama Brasil, otro que se llama Argentina…. Decir que es el esquema de integración de América Latina, no; puede generar resistencias naturales de los otros. Hay que evitar en todo momento la fragmentación y crear recelos innecesarios. Hay que pensar en complementariedades, no en primacías.

¿Cómo ve las últimas tendencias económicas en Brasil, Argentina y China?

China va a seguir creciendo, pero hay un cambio. Gran parte de su éxito durante las últimas décadas ha estado concentrado en las exportaciones. Ahora el liderazgo chino va a poner más énfasis en la demanda interna. Eso significa que un crecimiento de los niveles del 10-11% a futuro no es factible; crecerá al 6-7%. Eso tiene implicaciones.

Brasil ha tenido un mal año, pero va a volver a crecer por encima del 3%. Si queremos un crecimiento y un liderazgo mucho mayor, va a tener que hacer algunos ajustes. Uno de sus problemas es que sus niveles de inversión y de ahorro interno no son altos. En términos macroeconómicos, no ahorra ni el 20% del PIB. Necesita un ajuste en el modelo productivo que lo haga más eficiente para poder competir fuera. Pero no es un tema crítico y tiene todas las condiciones, las instituciones y la capacidad para hacerlo.

Y en el caso de Argentina también. Los problemas son más bien de corto plazo. Tiene condiciones para dar un salto importante, una base de tecnología y de conocimiento muy buena. Para citar un par de ejemplos. Una de las empresas exitosas en la esfera global es argentina, Impsa, que fabrica turbinas y generadores a medida; otra es la aeronáutica Embraer, de Brasil.

¿Qué puede hacer América Latina para estar más presente en el debate global?

Una cuestión clave es tener mecanismos de coordinación que permitan actuar de forma conjunta en los foros internacionales. Hay razones para mostrar que es una región que hoy día no es parte del problema, sino de la solución y debe tener más presencia. Pero la culpa es nuestra. Hacerte sentir más quiere decir que tu voz represente a la región. Hay que propugnar un proceso de acercamiento, de integración. Hay demasiada fragmentación. Hay que ser más consistente en buscar un camino en el que puedas funcionar como región, siempre respetando las diferencias.

 

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