Los cubanos ya han sufrido bastante. Ha llegado la hora de poner punto final a una política ignominiosa. 

Me bastan los dedos de una mano para contar los temas que requieren atención urgente por parte del nuevo presidente. Pero estoy segura de que otros invitados a responder a esta pregunta se ocuparán de ellos, y harán las propuestas políticas necesarias en lo referente a Irak, Irán, Israel y Palestina, a la necesidad urgente de firmar el próximo acuerdo que va a suceder al Protocolo de Kioto, reparando el rechazo vergonzoso a firmar el original, y al resto de políticas que ponen en peligro no sólo a las poblaciones directamente afectadas, sino la paz y, en el caso del medioambiente, la supervivencia de este mundo.

Así que me ocuparé de un asunto que suele pasarse por alto cuando se enumeran las políticas e ideas que asumen y aplican los poderosos que más se autoproclaman defensores de la democracia: el bloqueo de Cuba.

El pasado octubre, La Habana presentó ante la Asamblea General de la ONU, por decimosexto año consecutivo, una propuesta de resolución titulada “Necesidad de poner fin al embargo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. Ya en 2006, 183 países miembros votaron a favor de una propuesta idéntica, lo que muestra el rechazo internacional a esa política, que es contraria a la Carta de Naciones Unidas, a los principios de la legalidad internacional y las relaciones entre Estados. En 2006, el boicot supuso 1.300 millones de dólares (unos 900 millones de euros) en daños para el comercio exterior de la isla. El perjuicio más grave deriva del veto a sus productos en el mercado estadounidense, pero el incremento de las sanciones contra las empresas que cooperan con La Habana en la explotación de gas y petróleo, la prohibición de la venta de material médico y la limitación de las importaciones también
contribuyen.

Los deplorables efectos del bloqueo constituyen una flagrante violación de la justicia que Washington afirma representar y defender. Ahí está Guantánamo, una prisión permanente de EE UU en territorio de otro Estado soberano. Y hay que recordar a los cinco de Cuba (acusados de conspiración para el espionaje y de homicidio) encarcelados en duras condiciones, a pesar de que hace tiempo que el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias (asociado a la ONU) declaró que su detención es arbitraria y a pesar del veredicto unánime del tribunal de apelaciones de Atlanta, que declaró nulas las sentencias dictadas contra ellos en el primer juicio y el posterior rechazo de dicha decisión, con división de votos, por ese mismo tribunal. Los cinco continúan recluidos en cárceles de máxima seguridad. A las esposas de dos de ellos se les ha denegado el permiso para visitarles; una mujer joven lleva nueve años sin ver a su marido encarcelado.

La decisión unilateral que yo le propongo al próximo presidente es abolir el bloqueo a Cuba. Con independencia de otras medidas que necesite adoptar para devolver a EE UU su lugar en la escena mundial, éste será un acto singular de justicia demorada.