Una selección de obras que permiten comprender un poco mejor la degradación institucional y social que vive el país desde hace ocho años.

 

La larga historia de los desaparecidos en México

Una manifestación de madres y familiarias de personas desaparecidas piden justicia al Gobierno mexicano. Yuri Cortez/AFP/Getty Images
Una manifestación de madres y familiares de personas desaparecidas piden justicia al Gobierno mexicano. Yuri Cortez/AFP/Getty Images

Tzompaxtle

John Gibler

Tusquets, 2013

AndresTzompaxtle formaba parte del movimiento guerrillero Ejército Popular Revolucionario (EPR) cuando fue secuestrado en octubre de 1996 por agentes de la inteligencia militar mexicana. Durante cuatro meses, Tzompaxtle, indígena náhuatl, fue torturado en casas de seguridad y bases militares de Guerrero y del Estado de México: corrientes eléctricas, palizas, amenazas de violacióncontra él y de muerte contra su familia, asfixia simulada, etcétera.Un cautiverio infernal del que sólo se libró, según cuenta,escapándose de la base militar en la que le mantenían recluido cerca de las pirámides de Teotihuacán. Su caso puso de manifiesto que el Estado mexicano había vuelto a usar las mismas tácticas de guerra sucia empleadas contra los movimientos guerrilleros que había practicado con total impunidad durante los 60 y 70. El periodista estadounidense John Gibler, que lleva varios años trabajando en México –sus anteriores libros, MexicoUnconquered: Chronicles of Power and Revolt (City Lights, 2009) y To Die in Mexico: DispatchesfromInside the DrugWar (City Lights, 2011) son también muy recomendables–, grabó unas treinta horas de conversaciones conTzompaxtle. Complementada con datos sobre la desaparición forzada en México pasada y reciente, la historia de Andrés Tzompaxtle nos informa también sobre la histórica marginación y explotación de los indígenas mexicanos.

Las simbiosis entre ‘narcos’ y autoridades mexicanas

México en llamas. El legado de Calderón

Anabel Hernández

Grijalbo, 2012

Al igual que en su anterior libro, el imprescindible Los Señores del Narco (2010), en México en llamas la periodista mexicana Anabel Hernández levanta una nueva serie de actas de acusación contra el gobierno de Felipe Calderón por su gestión de la denominada “guerra contra el narco”. Con pruebas documentales y testimoniales, Fernández explica cómo la Administración Calderón fue juez y parte en una guerra contra “algunos cárteles”: en concreto, contra aquellos que no formaban parte de la Federación, alianza temporal de varios cárteles encabezada por Joaquín El Chapo Guzmán, al frente a su vez del cártel de Sinaloa. El factótum de esa estrategia de alineamiento interesado habría sido el Secretario de Seguridad Pública –equivalente al ministro del Interior–, Genaro García Luna: “En algunas instituciones, como la SSP [Secretaría de Seguridad Pública] federal, cada vez es más difícil distinguir quiénes son miembros del cártel y quiénes servidores públicos”, escribe Hernández. La periodista mexicana denunció haber recibido amenazas de muerte por parte de García Luna con motivo de la publicación de sus libros y la Comisión de Derechos Humanos mexicana le asignó escolta. Hernández –cuyo padre, un empresario capitalino, fue secuestrado y posteriormente asesinado hace más de una década–sigue escribiendo reportajes para medios como el semanario Proceso. Por desgracia, su caso no es una excepción en uno de los Estados del mundo más peligrosos para ejercer con dignidad la profesión de periodista. Por suerte, su caso tampoco es una excepción en un país en el que muchos periodistas ejercen con gran profesionalidad y valentía su trabajo.

El crimen organizado no vive sólo del tráfico de drogas

Paquetas que albergan en total siete toneladas de cocaína provenientes de un cártel mezicano en el aeuropuerto de Lima, Perú. Ernesto Benavides/AFP/Getty Images
Paquetes que albergan un total de siete toneladas de cocaína provenientes de un cártel mexicano en el aeropuerto de Lima, Perú. Ernesto Benavides/AFP/Getty Images

 

Extorsión: Y otros círculos del infierno

Marco Lara Klahr

Debate, 2013

La extorsión en México se ha convertido, por sus dimensiones, en algo muy parecido a unagran industria nacional. El periodista Marco Lara Klahr repasa algunos casos de personas extorsionadas para explicar las dimensiones del fenómeno. El crimen organizado en México no sólo se dedica al narcotráfico, que es sólo una de las más de 20 actividades criminales que estarían cometiendo. Como hilo conductor de su libro, Lara Klahr reproduce el testimonio de un policía de tráfico del Distrito Federal que explica con absoluta claridad el sistema de mordidas establecido en la capital para extorsionar a los conductores capitalinos. Pero las historias de la extorsión en México no se limitan a las mordidas, más o menos sistemáticas, de los agentes encargados de gestionar el complicado tráfico urbano. En el libro de Lara Klahr se cuentan las historias de todos los tipos de extorsión que han proliferado en México, teniendo como víctimas a casi todas las clases sociales en todos los estados del país. La industria de la extorsión se ha desarrollado en un marco ideal: la falta de implicación de las autoridades –en ocasiones por falta de medios, en otras por una abúlica dejación de funciones– para investigar los casos denunciados (una mínima parte, según diversas estimaciones, de los casos totales). En la parte final del libro, Lara Klhar ofrece un relato de cómo la Familia Michoacana, más tarde conocidos como los Caballeros Templarios, consiguieron hacerse con el control del Estado de Michoacán, foco de atención mediática hace unos meses por el surgimiento de las autodefensas. No sólo operando los cultivos y las rutas de paso de la droga: mediante la extorsión se han infiltrado en la industria del aguacate, clave en la economía del Estado, y de una parte considerable de otros sectores, como el minero y el forestal. Un verdadero lastre para la economía y el desarrollo de México.

Las culpabilización de la víctimas: la impunidad de los crímenes

País de muertos

Diego Enrique Osorno

Debate, 2011

Esta antología de crónicas, escritas por algunos de los reporteros mexicanos más reconocidos y por un par de periodistas extranjeros –un estadounidense y un español–, permite al lector conocer los casos más obvios de disfuncionalidad social e institucional en la historia reciente de México. Muertos en operativos policiales; en un accidente laboral en la petrolera pública PEMEX; los muertos de Juárez; muertos en secuestros; niños calcinados en una guardería pública; trabajadores muertos en minas sin las suficientes medidas de seguridad; muertos en protestas sociales reprimidas; indígenas chiapanecos masacrados; jóvenes asfixiados en una discoteca durante un operativo policial…Con independencia del lugar de México en el que se localicen los muertos, buena parte de ellos han de sufrir una segunda muerte, como recuerda el periodista Diego Enrique Osorno en el prólogo: “La culpa es de los muertos: los muertos no pueden dar su versión”. Además de la culpabilización por parte de las autoridades encargadas de aclarar esas muertes, muchos de los fallecidos sufren además una tercera muerte: la casi total impunidad de los crímenes, que podría moverse en cifras superiores al 90%. “No es lo mismo contar el número de muertos que contar las historias de los muertos”, escribe Osorno en el prólogo. Este libro es un ejemplo de esa gran diferencia. Las protestas y movilizaciones para exigir justicia por la desaparición de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, Guerrero, son otro.

Historia de un cártel, de todos los cárteles

Presuntos miembros del cártel Féliz Arellano detenidos. Luis Acosta/AFP/Getty Imges
Presuntos miembros del cártel Féliz Arellano detenidos. Luis Acosta/AFP/Getty Imges

El extraditado

Juan Carlos Reyna

Grijalbo, 2014, México

En marzo de 2002, el Ejército mexicano detenía a Benjamín Arellano Félix, líder del cártel de Tijuana, uno de los que habían ascendido a lo más alto del negocio del narco en los últimos sexenios de la dictadura del PRI, durante las presidencias de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo. Tras ser juzgado en México, Arellano Félix fue extraditado a Estados Unidos en 2011, donde actualmente cumple una sentencia de 25 años en una prisión federal por tráfico de cocaína a California. El periodista y escritor Juan Carlos Reyna, nacido en Tijuana, y la criminóloga Farrah Fresnedo, nacida en Los Ángeles y que ha trabajado en Tijuana durante años, consiguieron concertar con Arellano Félix una serie de encuentros en la prisión federal estadounidense en la que cumple condena. Las charlas mantenidas con el narco les sirven de hilo conductor para repasar la historia del auge y la caída de los Arellano Félix, incluidas los sobornos y alianzas–a ambos lados de la frontera–que les permitieron controlar el tráfico de cocaína y marihuana en el estado de Baja California. El trabajo de Reyna y Fresnedo se centra en uno sólo de los diversos cárteles que controlaron México durante lustros. Sin emabrgo, la narrativa esencial es común al resto de los cárteles que ha operado y operan en el país: los narcos que triunfan han de contar con apoyos políticos y de las fuerzas de seguridad si quieren llegar a lo más alto y mantenerse. Esa interdependencia suele explicar también, en buena medida, su caída.

La degradación institucional

Vacíos de poder en México. Cómo combatir la delincuencia organizada

Edgardo Buscaglia

Debate, 2014

México tiene más preguntas que respuesta, escribe Edgardo Buscaglia. El académico y asesor de varios gobiernos sobre medidas legales y económicas para luchar contra la delincuencia organizada –desde 1990 ha trabajado en decenas de países–repasa en su libro algunos de los problemas que afectan a México. Se sirve del concepto de seguridad humana para tratar de abordar los problemas del país desde una amplia perspectiva, que no se limite, como han hecho los últimos gobiernos, a una lucha basada en la represión. Algunos datos: el crimen organizado en México representa, según estimaciones, la quinta fuente de empleo del país, por delante de la petrolera estatal PEMEX y de la industria maderera; la economía informal emplea en torno a un 60% de la fuerza laboral; México es el Estado del mundo, tras Rusia, con mayor proporción del PIB en manos de “millonarios parasitarios”. Teniendo en cuenta estos y otros datos, para Buscaglia –como para otros muchos analistas– parece claro que las soluciones que necesita implementar México no pueden ser sólo militares ni policiales. Propone cuatro bloques de reformas esenciales que terminen de completar la aún incompleta transición mexicana: controles judiciales, para poner fin a la impunidad; controles patrimoniales, que fiscalicen el lavado de dinero y la financiación de campañas electorales; controles a la corrupción de agentes estatales; y controles sociales, destacando la necesidad de fortalecer una sociedad civil excesivamente débil. Problema: ¿quiénes serán los encargados de implementar esas reformas? Una de las conclusiones de Buscaglia puede resultar obvia, pero no está de más recordarla: México no tiene por qué estar condenado a la inseguridad. Y se podría añadir: ni a la desigualdad.

Los libros (casi) inexistentes: el papel de Estados Unidos

Un agente estadounidense controlando la frontera de su país con México, 2014. John Moore/Getty Images
Un agente estadounidense controlando la frontera de su país con México, 2014. John Moore/Getty Images

Hace unos meses, un ex jefe de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA en sus siglas en inglés) en El Paso afirmó que el agente Enrique KikiCamarena había sido asesinado en 1985 por órdenes de la CIA, tras descubrir la implicación de la Agencia en la financiación de las Contras nicaragüenses. En las últimas semanas, medios mexicanos han publicado diversas informaciones sobre la presencia, nunca tan elevada, de agentes estadounidenses de varias instituciones de seguridad en territorio mexicano: según The Wall Street Journal, algunos agentes estarían participando en operativos militares armados y disfrazados de militaresmexicanos. Salvo excepciones –por ejemplo, el reciente libro Campo de guerra (2014), del mexicano Sergio González Rodríguez, ya reseñado en esglobal, o DrugWarMexico: Politics, Neoliberalism and Violence in the New Narcoeconomy (2012), en la misma línea, centrándose enel origen y el beneficio macro económico de la inestabilidad mexicana– no abundan precisamente las obras que aborden el papel y extensión del crimen organizado al norte de la frontera, ni la implicaciónde las agencias de seguridad estadounidenses tanto al sur como al nortede esa misma frontera.Tampoco se dispone de suficientes obras y artículos de investigación que expliquen el reciclaje de dinero al norte del Río Bravo, a pesar de que el desarrollo de una ciudad como Miami –o de algunos bancos estadounidenses–no puede ser explicado sin la inversión de dinero negro procedente del crimen organizado en Latinoamérica. Otro asunto sobre el que también se ha investigado poco es el gran negocio que supone la inestabilidad al sur de la frontera para los comerciantes de armas estadounidenses, tanto para los vendedores mayoristas como para los minoristas. La abundancia de sospechas sumada a la falta de evidencias consistentes en muchos de estos asuntos producen el combustible más eficaz para inflamar las teorías de la conspiración más diversas. Las cosas, se intuye, seguirán así mientras la implicación de Estados Unidos siga planteando más preguntas que respuestas.