Alrededor de un tercio de la superficie terrestre está cubierta por masa forestal de la que dependemos para innumerables actividades cotidianas, desde la obtención de madera hasta el acceso a agua limpia. Los bosques también tienen un papel muy importante en la sostenibilidad del planeta. Hoy en día casi 170 millones de hectáreas de bosque podrían desaparecer debido a la deforestación y el cambio climático, con efectos devastadores en la biodiversidad y en la vida humana tal y como la conocemos. ¿Cuáles son las áreas más afectadas?

Vista de Chocó, Colombia. (AFP/Getty Images)
Vista de Chocó, Colombia. (AFP/Getty Images)

Chocó-Darién en Colombia (3 millones de hectáreas)

Los bosques de Chocó-Darién, en Colombia, son uno de los principales focos de biodiversidad de América del Sur, así como hogar de hasta nueve grupos indígenas. Por tanto, a los riesgos tradicionales para la deforestación como el cambio climático o la presión agrícola, en Chocó-Darién los esfuerzos de conservación tienen obstáculos característicos: la necesidad de involucrar a las poblaciones indígenas y la presencia de la guerrilla, que también llevaba a cabo actividades de tala ilegal para financiarse.

Sin embargo, Chocó-Darién ha recibido suficiente atención del Gobierno colombiano y de las organizaciones internacionales competentes, consiguiendo ser declarada zona prioritaria y accediendo a los proyectos de REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación). Gracias a la cooperación entre instituciones los proyectos se están llevando a cabo de una forma inclusiva, teniendo en cuenta las necesidades y preocupaciones de la población local e indígena. Hasta la fecha, Chocó-Darién ha conseguido reducir 100.000 toneladas de CO2 y ha sido galardonado con varios certificados de sostenibilidad, convirtiéndolo en un ejemplo para otras masas forestales en peligro.

Australia Oriental (3-6 millones de hectáreas)

El país de las antípodas es uno de los lugares más conocidos en lo que respecta a su rica y única biodiversidad. Sin embargo, la deforestación también está afectando seriamente a esta área en la que viven el 10% de las especies terrestres autóctonas de Australia. De hecho, Australia Oriental es ya líder mundial en extinción de especies en términos relativos a su tamaño.

Además del efecto directo que la deforestación del territorio está teniendo en la frágil biodiversidad del país, WWF ha alertado de que las actividades asociadas a la tala indiscriminada pueden también incrementar el nivel de contaminación de las costas australianas, afectando incluso a la Gran Barrera de Coral. Al contrario que en otros países, la deforestación en Australia no se debe a una falta de recursos para hacer frente a este reto, sino a una falta de voluntad por parte de las instituciones del país y a una deficiente estrategia nacional de protección medioambiental.

Mujeres cargando leña en Kerema, Nueva Guinea (Aris Messinis/AFP/Getty Images)
Mujeres cargando leña en Kerema, Papúa Nueva Guinea (Aris Messinis/AFP/Getty Images)

Papúa Nueva Guinea (7 millones de hectáreas)

Los bosques de esta isla también han sido objeto de codicia por parte del mercado maderero y Papúa Nueva Guinea ya es el primer país productor mundial de maderas tropicales, provocando que el 2% de la isla ya se encuentre en estado de deforestación. Ya en 2011 un estudio alertó de que de seguir en esta senda la mitad de los bosques de la isla habrían desaparecido en 2021.

Paradójicamente, Papúa Nueva Guinea formó la coalición de países que impulsaron las iniciativas REDD en la ONU para combatir la deforestación. Sin embargo, el país ha permitido la explotación forestal pese a que hay expertos que afirman que los créditos de emisiones podrían reportar al país los mismos beneficios que la tala. Por suerte, los grupos indígenas afectados por las actividades de empresas madereras se han conseguido movilizar de forma efectiva para expresar su rechazo, consiguiendo que se respeten sus derechos sobre la tierra.

Gran Chaco en Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay (10 millones de hectáreas)

El Gran Chaco es un complejo ecológico de llanuras y bosques secos que lo convierten en una joya para la biodiversidad, albergando alrededor de 3.400 especies de plantas, 500 especies de pájaros, 150 especies de mamíferos y 220 especies de reptiles y anfibios. Pese a esto, alrededor de un 15% del Gran Chaco ha sido arrasado para ampliar la superficie de cultivo, especialmente de soja. La mayor parte de esta deforestación ha tenido lugar en Argentina, pero importantes zonas forestales también se ven sometidas a presión agrícola en Bolivia y Paraguay.

Por ejemplo, en Paraguay se aprobó en 2004 una iniciativa de conservación que forzaba a las actividades agrícolas a desarrollarse en terrenos antes dedicados a la ganadería, intentando evitar así la deforestación. Sin embargo, esto provocó que fueran los ganaderos en lugar de los agricultores quienes comenzaran a extender sus terrenos a costa del Gran Chaco, dando lugar a resultados igualmente destructivos para la biodiversidad. En Bolivia, en cambio, gran parte del Gran Chaco ha sido protegido gracias al Parque Nacional de Kaa-Iya y a su declaración como territorio indígena. Pese a ello, WWF ya ha alertado de que es necesario que se trasciendan las fronteras nacionales y se coordinen las políticas para poder preservar el valor ecológico del Gran Chaco antes de que sea demasiado tarde.

Trabajadores en el río Congo. (Marco Longari/AFP/Getty Images)
Trabajadores en el río Congo. (Marco Longari/AFP/Getty Images)

Cuenca del Río Congo (12 millones de hectáreas)

El ritmo de la deforestación en el África central no es tan alarmante como en otras zonas pero la creciente demanda de madera provocada especialmente por las economías emergentes está poniendo en peligro sus ecosistemas forestales. El bosque de la Cuenca del Congo es la mayor reserva de biodiversidad de África y es el último refugio de especies tan amenazadas como el elefante silvestre, el gorila o el okapi.

En 2013, varios expertos de la Royal Society descubrieron que la posible razón por la que la deforestación está afectando en menor medida a los bosques de la Cuenca del Congo es el papel central de las explotaciones de petróleo y minerales, que hacen menos atractiva la agricultura entre la población local. Sin embargo, los científicos dudan de la fiabilidad de estos datos y alertan de que el ritmo real de deforestación puede ser mucho mayor. Como respuesta WWF ha comenzado a actuar en la zona a través de su Iniciativa Corazón Verde de África, en la que involucra a líderes locales y nacionales en el fomento de prácticas agrícolas e hídricas más sostenibles.

África Oriental (12 millones de hectáreas)

La tala ilegal también está teniendo un severo impacto en el estado de los bosques del África Oriental. De acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) esta región produce entre un 10% y un 30% del comercio global de madera. Tanzania y Kenia son los países más afectados por esta degradación ambiental que tiene no sólo costes ecológicos, sino también importantes repercusiones económicas. El mismo PNUMA alertó en 2012 que los costes de la deforestación estaban detrayendo recursos de la economía keniana que sobrepasaban con creces los beneficios de la tala y el comercio de madera.

Entre los efectos ambientales mencionados se encuentra el incremento de las sequías y las riadas, que acaban teniendo efectos devastadores en la población. Así, África Oriental corre el riesgo de verse sumida en un ciclo de sequías y hambrunas como el que azota a Etiopía desde hace dos años.

Vistas de Minas Gerais, Brasil. (Christophe Simon/AFP/Getty Images)
Vistas de Minas Gerais, Brasil. (Christophe Simon/AFP/Getty Images)

Cerrado, Brasil (15 millones de hectáreas)

El auge de los cultivos de soja también está afectando seriamente al ecosistema de Cerrado. Este complejo ecológico que se extiende de norte a sur en Brasil ha recibido mucha menos atención que sus vecinos pese a que cuenta con hasta el 5% de toda la biodiversidad mundial. Además, Cerrado es vital para el abastecimiento de agua de Brasil, puesto que la mitad de las grandes cuencas hídricas brasileñas tienen su origen entre sus copas. Esto no es únicamente relevante en cuanto a consumo directo de agua, sino que nueve de cada diez brasileños utiliza electricidad generada por centrales hídricas que utilizan suministro de Cerrado.

Actualmente, Cerrado ya se encuentra en una situación crítica con hasta el 50% de su territorio en situación de deforestación. Según investigadores del Woods Hole Research Centre esto tiene un impacto directo en las precipitaciones del Amazonas, amplificando aún más el carácter destructivo de la deforestación en ambas zonas. Por ahora las iniciativas de conservación en Cerrado han sido escasas, pero el Gobierno de Brasil ha cedido ante la presión de los activistas y ha integrado a Cerrado en sus áreas de prioridad para la conservación.

Gran Mekong en Birmania, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam (15-30 millones de hectáreas)

El desarrollo económico de los países de la península de Indochina está haciendo que se utilicen cada vez más áreas forestales para la creación de cultivos o para la construcción de infraestructuras, poniendo en peligro la sostenibilidad de sus ecosistemas. El mejor ejemplo de esta dinámica es el Gran Mekong.

En 2013, WWF concluyó que la región había sufrido una importante deforestación desde 1980, con una pérdida de alrededor de la mitad de su superficie, especialmente en Tailandia y Vietnam. El Gran Mekong cuenta con una enorme capacidad para el crecimiento verde y el desarrollo sostenible, pero la falta de cooperación regional entre los diferentes países afectados y la presión de actividades lesivas como la tala ilegal hacen temer que la tendencia de destrucción continúe en el futuro.

200 hectarias de árboles ilegales de aceite de palma son talados en esta zona de la isla de Sumatra por los guardas forestales y un grupo de activistas como parte de un programa del gobierno local. (Chaidder Mahyuddin/AFP/Getty Images)
200 hectáreas de árboles ilegales de aceite de palma son talados en esta zona de la isla de Sumatra por los guardas forestales y un grupo de activistas como parte de un programa del gobierno local. (Chaidder Mahyuddin/AFP/Getty Images)

Borneo y Sumatra (27 millones de hectáreas)

Las islas de Borneo y Sumatra son el principal foco de deforestación en el Sureste Asiático, algo alarmante teniendo en cuenta que son también el ecosistema terrestre más diverso del mundo. Pese a esta riqueza ecológica, desde 1973 se han destruido alrededor de unos 17 millones de hectáreas, de los cuales ocho millones se destruyeron sólo entre 2000 y 2010. Esta deforestación ha sido consecuencia directa de la tala masiva para dar respuesta a la creciente demanda global de madera.

Por ejemplo, en los últimos años Borneo ha sido noticia por los increíbles incendios que han arrasado sus bosques. Esto se debe a las prácticas tradicionales de tala y quema que se llevan a cabo en ambas islas para despejar terrenos para el cultivo de palma de aceite, llegando a suponer hasta un 87% de la producción mundial de aceite de palma. La deforestación masiva derivada de este cultivo, junto a otros agravantes como el cambio climático o el tráfico ilegal, está afectando profundamente a la población de orangutanes de Borneo y Sumatra. De acuerdo al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), hasta el 80% del hábitat de estos animales podría desaparecer si no se toman medidas más ambiciosas para la conservación de sus bosques.

Indígena Dessana en Manaos, Brasil. (Raphael Alves/AFP/Getty Images)
Indígena Dessana en Manaos, Brasil. (Raphael Alves/AFP/Getty Images)

Amazonas en Ecuador, Brasil, Colombia y Perú (23-48 millones de hectáreas)

Alrededor de unos 60 millones de hectáreas se han perdido dentro de los límites de Brasil, el país que más territorio de bosque amazónico posee. En los últimos diez años los esfuerzos por parte de activistas, poblaciones locales y gobiernos han conseguido que se ralentice el ritmo de la deforestación, aunque aún está lejos de detenerse. De hecho, continúa siendo el primer país del mundo  en cuanto a pérdidas netas de masa forestal.

En 2015, la presidenta Dilma Rousseff anunció un ambicioso plan de reforestación del Amazonas en el que se comprometía a replantar 12 millones de hectáreas para reducir el impacto de las emisiones de CO2 del país. Dado que la principal causante de la degradación del Amazonas es la agricultura, a finales de 2015 el Gobierno de Brasil decidió incluir una iniciativa para registrar todas las tierras amazónicas en manos privadas. Con esta medida, la Administración podrá monitorizar si los propietarios respetan los estándares de conservación. Sin embargo, su éxito estará intrínsecamente ligado a la capacidad del Gobierno para hacer efectivo el cumplimiento de la legalidad en estas áreas de difícil acceso y de compleja supervisión.