Venta de bandera de Bulgaria y la UE en las calles de Sofía. Daniel Berehulak/Getty Images
Venta de bandera de Bulgaria y la UE en las calles de Sofía. Daniel Berehulak/Getty Images

El país tiene la oportunidad de jugar un papel relevante como intermediario inteligente entre Europa y Rusia. ¿Estará la clase política búlgara a la altura? He aquí un repaso al contexto político-militar de Bulgaria con sus dilemas y sus opciones.

En la cultura popular búlgara hay un chiste muy en el estilo de Grucho Marx: “Si una alianza decide descomponerse, lo único que necesita es invitar Bulgaria a participar…”.  El humor negro, característico dela personalidad búlgara, define bien el destino opaco de este pequeño país del sureste de Europa. Bulgaria ha sido perdedor de las dos Guerras Mundiales del siglo XX y también de la posterior Guerra Fría. Uno se pregunta si eso es mala suerte, falta de visión o hay otros factores que determinan la imperdonable elección de ponerse del lado equivocado.

 

Vecinos incómodos

Después de Polonia, paradigma de la mala suerte con sus vecinos dentro de la política europea, Bulgaria tiene un puesto meritorio. Para empezar, estuvo dominada durante casi cinco siglos por el Imperio Otomano –completamente diferente por su carácter, religión y desarrollo. Y esta misma sociedad, musulmana, militarizada y económicamente muy potente, siempre debatiéndose entre lo laico y lo religioso, sigue siendo su vecina.

En efecto, la Turquía de hoy, mantiene, y no sólo desde punto de vista territorial, un pie en Occidente y otro en Oriente. Los intereses del mundo anglosajón en controlar el estrecho del Bósforo y la salida al Mar Negro, la relación con Rusia y Oriente Medio, siempre influirán y, desgraciadamente, nunca dejarán que la vida política se desarrolle de forma independiente. Por su posición estratégica, Turquía siempre será una pieza clave.

En los últimos años han crecido el discurso nacionalista y la promoción de un islam moderado en Turquía, aunque las medidas contra el islam radical son templadas y de corta duración. Las estructuras democráticas turcas tampoco están precisamente bien desarrolladas, y tanto su definición por The Economist Intelligence Unit como un híbrido entre democracia y dictadura, como su puesto en el ránking democrático (64 de 112 países en el Global Democracy Ranking)  no despejan las dudas en dónde situar, hoy en día, al Gobierno turco.  Los grandes escándalos de corrupción, la persecución de oponentes políticos y las constantes medidas contra los derechos de expresión salpican la imagen de Ankara y acentúan aún más su juego de amistades con Rusia y las monarquías del Golfo, llevando a hacerse la pregunta de hasta dónde los países occidentales y, concretamente  Estados Unidos, pueden fiarse de este socio tan importante, pero al parecer algo incómodo.

Por otro lado, sin frontera común con Bulgaria, pero muy presente en su realidad político-económica, está Rusia. A pesar de que después de la caída del Muro de Berlín, Bulgaria se encuentra fuera del marco de los satélites de la ex Unión Soviética, sin duda como herencia de esta última, está su fuerte dependencia en algunos sectores claves de la economía y de la defensa. Así, en esta última materia, hay que recordar que Bulgaria, aun siendo miembro de la OTAN, sigue con equipamiento militar de origen ruso, por ejemplo los aviones de caza MIG. Por eso, aunque últimamente Bulgaria redujo drásticamente sus gastos de defensa, una parte de sus fondos de rearmamento han acabado en las cuentas bancarias de los fabricantes rusos. El contraste es aún más pronunciado, teniendo en cuenta que la OTAN, de cara a la crisis ucraniana y para fortalecer el flanco este de la Alianza, acaba de abrir centros de coordinación y logística militar en cinco países, antiguos miembros del Pacto de Varsovia –Bulgaria, Rumanía y los repúblicas bálticas. Asimismo, el destructor de misiles de la Marina Estadounidense,  Jason Dunham, ya entró en el Mar Negro, donde estos meses están planificadas varias maniobras de entrenamiento, como respuesta rápida en caso de una eventual agresión. Parece como mínimo curioso, que Bulgaria participe en estos ensayos de la OTAN con armamento ruso, supuestamente para dar una clara señal a Moscú de su orientación occidental.

Al incómodo marco político-militar se añade el hecho de que casi el 90% del suministro energético del país está estrechamente vinculado a los recursos naturales de Rusia. Cada elección de Bulgaria sobre infraestructuras y energía tiene tintes políticos y depende en gran parte de las tendencias del partido gobernante. El último desafío fue hace unos meses atrás cuando se rompieron definitivamente, al parecer, las negociaciones sobre el gaseoducto ruso, que cruzaría el territorio búlgaro hasta el Mediterráneo. Fue un sacrificio, con un alto precio, sin tener en la mano un plan B. Según las declaraciones del Primer Ministro búlgaro, Boiko Borisov, el fracaso de las negociaciones se debió a que los contratos públicos del proyecto no habían sido aprobados por la Comisión Europea. Parece un buen intento de desviar la atención, entonando el mea culpa…El gaseoducto ruso a través de Bulgaria, de llevarse a cabo minaría el dominio de los países del Golfo en el suministro de petróleo y gas. No hay que olvidar, que los intereses de Arabia Saudí y aún más de Catar (segundo productor mundial de gas), entran en competencia directa con los de Rusia en el mercado global de recursos. Y a eso, hay que añadir las participaciones económicas y posicionamiento geoestratégico de Estados Unidos (ARAMCO),  Reino Unido (British Petroleum) y Francia (Total)… Sin entrar en el complicado asunto de las últimas guerras por el crudo y sus motivos, es interesante observar, cómo éstos pueden tener repercusiones en países supuestamente no involucrados de manera directa en estos conflictos.

 

El último peldaño de Europa

Bulgaria siempre ha sido, y hoy como miembro de la UE, el último peldaño puramente europeo  del continente –cristiano y laico. Con la guerra en Siria e Irak, el país se ha convertido en un tramo importante de tránsito de los islamistas radicales, dirigidos a los territorios controlados por ellos. Pero ahora al parecer también en sentido contrario, usando Bulgaria como una de las principales vías por la cual los refugiados del conflicto buscan su camino hacia países con legislaciones favorables, como Alemania o Escandinavia. Según los datos de ACNUR y del Gobierno de Sofía, Bulgaria alcanzó hace meses sus límites logísticos, financieros y sanitarios para la acogida de refugiados. Se entiende así la reticencia de la mayoría de la población búlgara, empobrecida por los largos años de transición económica, con regiones enteras en paro y siempre bajo la amenaza de las continuas visitas de los predicadores del islam radical entre sus minorías musulmanas.

Las estadísticas de las organizaciones humanitarias demuestran que el país no estaba bien preparado para este nuevo papel en el escenario global. En el comienzo del conflicto sirio, las fuerzas de seguridad y la policía fronteriza tuvieron dificultades para controlar las entradas y salidas de territorio búlgaro. En cuanto a los refugiados, todavía se detectan carencias logísticasy problemas burocráticos, muy lógicos, por cierto, para un Estado que se enfrenta por primera vez en un siglo con un fenómeno de esta envergadura. Los retos de la posición estratégica de Bulgaria no son nuevos, pero lo que parece novedoso son los desafíos de una guerra híbrida entre Estados Unidos y Rusia, por un lado, y, por otro, una guerra posicional, con tintes religiosos, llevada a cabo por el Estado Islámico no muy lejos de las fronteras europeas.

 

La clase política búlgara

La situación actual recuerda mucho al pensamiento y la actitud de los gobernantes búlgaros durante la Segunda Guerra Mundial. Por entonces, el Tercer Reich había prometido, y de hecho lo cumplió, ampliar las fronteras del país hasta las bolsas de población búlgara existentes en Serbia y Grecia. Hoy en día, una hipótesis parecida, parece improbable… La Bulgaria de 2015 es miembro de la OTAN, y sigue la dinámica de su participación en el pacto, lo que no significa que no tenga que reivindicar una fuerte aportación económica de los países más interesados en su cooperación inmediata.

Al Gobierno del primer ministro Boiko Borisov, una coalición entre su partido GERB y El Bloque Reformador (de Meglena Kuneva, la ex Comisaria Europea), le vendría bien una inyección financiera para poder revitalizar la débil economía nacional, destrozada por los años de transición. La carga adicional de las sanciones contra Rusia y el persistente goteo de refugiados exigen una contraprestación firme y seria, que, hoy por hoy,  parece bastante tímida y no colma las expectativas.

En esta situación, ¿qué le queda al Gobierno búlgaro? Quizás haya que considerar otra alternativa –una política más ágil, si bien sin esquivar su estatuto de miembro de la Unión Europea y de la OTAN. No se trata de seguir el ejemplo del doble juego, casi triple, que hace Turquía, porque este último es, desde todos los puntos de vista, un país con mucho más recursos, y se lo puede permitir. Lo importante es que a los gobernantes búlgaros no olviden que están al frente de uno de los pocos pueblos en el mundo que sabe dialogar con Rusia. Usar esta arma diplomática y convertirse en un  intermediario inteligente, no tiene nada de negativo. En los tiempos de guerra, las partes enfrentadas siempre siguen en contacto – y si el contacto es hábil, sale ganando. ¿Estará la clase política del país a la altura del desafío?¿O dejará otra vez esta tarea en las manos de otros? Los últimos movimientos de algunos gobiernos europeos demuestran que candidatos para este papel no faltan… Sólo el tiempo demostrará quién ha sabido jugar mejor sus cartas. Popularmente, a Borisov se le apoda “Batman”, por su pasado de comando y guardaespaldas, a ver si puede actuar igual de bien, aunque sea sólo para proteger a su pequeño barrio de Gotham.