El reino se enfrenta a un nuevo equilibrio petrolero.

AFP/Getty Images

Arabia Saudí se enfrenta a un difícil reequilibrio estratégico en 2013 y lo que queda de la década si quiere mantener su poder económico y geopolítico. Tiene que adaptarse a un mayor suministro global de petróleo –sobre todo de Irak y EE UU– y a un mayor consumo energético local, factores que por lado y lado carcomen su riqueza.

El país debe su músculo diplomático y su estabilidad interna a que puede regular los precios internacionales de crudo utilizando su incomparable excedente de capacidad de producción. Su actual gestión del mercado es una exhibición de su poder.

El reino es capaz de bombear a corto plazo suficiente crudo para simultáneamente compensar por el estancado suministro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (con la excepción de Irak) y por un  menor suministro en países fuera de la OPEP (con la excepción de Norte América). Además, lo logra mientras facilita un embargo petrolero a Irán y mientras mantiene los precios del oro negro en un rango tolerable tanto para productores como consumidores.

Pero a medida que la economía global se recupera de su peor crisis en décadas y los políticos comienzan a cambiar de marcha, el resurgir de EEU  como potencia petrolera y los anticipados aumentos de producción de Irak están socavando la capacidad saudí para abrir y cerrar la llave cuando le conviene.

Adicionalmente, el aumento de consumo local a raíz del crecimiento acelerado de su población fuertemente subvencionada, además de la preocupación por la estabilidad política local, están aumentando el gasto público saudí y la necesidad de quemar más crudo.

Sin duda, Arabia Saudí seguirá siendo el regulador principal de los mercados petroleros como su productor más grande, pero su monopolio de facto para influencia los precios irremediablemente disminuirá con los años.

Riad se enfrenta a decisiones difíciles. Su influencia sobre los mercados de petróleo depende de su excedente de capacidad de producción, que disminuye gradualmente a raíz del aumento de consumo local mientras el suministro global aumenta, pero recortar los subsidios sería políticamente peligroso para la estabilidad del reino saudí.

Arabia Saudí tendrá que equilibrar su estabilidad política con la necesidad de controlar su producción para regular los precios de crudo a un nivel con el que esté cómodo.

 

Aumento de consumo saudí

El país depende fuertemente de su capacidad de subsidiar su economía para lograr la estabilidad política que es vital en esta coyuntura y de su músculo diplomático a través de los mercados petroleros, pero el aumento en el consumo interno y en el suministro global de oro negro diluirá su fuente de poder.

La demanda energética saudí aumenta desmesuradamente a medida que crece la población y aumenta la actividad industrial, ambas altamente subsidiadas. Una cuarta parte de la producción de 10 millones de barriles por día de crudo se quema en el país, un consumo que en términos per cápita supera a todos los países industrializados. Su demanda de petróleo en relación a su crecimiento económico duplica el promedio global.

Aún más, la falta de alternativas de generación eléctricas y la necesidad de aumentar su capacidad instalada de desalación, así como los subsidios con fines políticos, continuarán mermando las exportaciones saudís en los próximos años.

Preocupa bastante además, no solo a los monarcas saudís, la inestabilidad política interna a medida que la Primavera Árabe se extiende. El Rey Abdulá comprometió 130.000 millones de dólares en subsidios y otros 500.000 millones en proyectos de infraestructura para estimular la economía. Los saudís también están invirtiendo muchos recursos en contener las ambiciones geopolíticas de Irán, desde Siria hasta Bahréin.

Por eso el reino necesita que los precios internacionales se mantengan alrededor de 100 dólares el barril para balancear su gasto público. Pero ese rango será difícil de defender a medida que sus exportaciones se reducen y que el suministro global aumenta.

 

Suministro global

Lo que más afecta a Arabia Saudí es la creciente producción de Estados Unidos a medida que nuevas tecnologías permiten explotar enormes reservas de petróleo de esquistos. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía pronostica que EE UU reemplazará a Arabia Saudí como el productor más grande de petróleo en 2020. Su suministro seguirá aumentando y sus importaciones disminuyen, y Canadá, como se anticipaba, seguirá explotando a ritmo acelerado sus arenas petroleras.

El aumento de producción estadounidense ha invertido una peligrosa tendencia de muchos años en que el aumento de la demanda superaba el aumento de producción. Por primera vez en mucho tiempo el suministro global aumentará más que el consumo en 2013 y los inventarios crecerán.
Mientras tanto, las economías emergentes –incluyendo las del Medio Oriente– seguirán aumentando el consumo rápidamente, lideradas por China. Pero la nueva producción de Norte América e Irak engordarán el excedente de capacidad de producción a lo largo de la década.

Los precios no se colapsarán dado que están presionados por los altos costos de producción asociados a los nuevos proyectos, llámese petróleo de esquistos, no convencionales, o ultraprofundos. Pero ese suelo está en torno a los 80 dólares por barril, y seguirá bajando con los años. La demanda inevitablemente aumentará y equilibrará los mercados, pero los saudís cada vez podrán incidir menos.

La mayoría de países de la OPEP ya  bombean a máximos, aunque podría haber ganancias inesperadas de Venezuela y África. Riad en todo caso asumirá la mayoría de los recortes de la OPEP a medida que la organización trata de defender su margen para regular los precios. Irak no aceptará una cuota por debajo de su potencial, e Irán encontrará mercados para su crudo embargado y resolverá el impasse, aunque no sea inminente.

El problema será que su gasto público también le condiciona cuánto puede recortar y cuánto debe consumir internamente.

En cualquier caso, Arabia Saudí tendrá que reequilibrar su estrategia porque está presionada por todos los frentes. De su éxito dependerá mucho el futuro crecimiento económico global y la estabilidad política del Medio Oriente.

 

Artículos relacionados