Los jóvenes europeos adolecen, en general, de desidia ante la llamada a las urnas. Los partidos políticos intentan captar este voto al mismo tiempo que, desde la propia juventud europea, surgen iniciativas y voces que quieren que esta indiferencia se transforme en el motor de la propia Unión Europea.

Dos personas entran en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo. (Frederick Florin/AFP/Getty Images)

 

"En España no hay casi nadie que no sea europeísta", escribía Antonio Muñoz Molina en un artículo publicado por Der Spiegel en julio de 2012, con una España que entonces se hallaba al borde del temido rescate. Casi dos años más tarde, la desafección hacia el proyecto europeo, en especial entre los menores de 35 años, ha ido en aumento; las previsiones de participación para las próximas elecciones europeas de este mes no son nada halagüeñas, máxime en este sector de la población. Pero ¿por qué?

Muñoz Molina, en el citado artículo, ofrecía varias claves decisivas: "Lo cierto es que lo que por ahora nos llega de Europa son exigencias económicas que solo acentúan la pobreza y una creciente actitud de desdén o incluso de abierto desprecio que los adultos ya habíamos olvidado, y que a los jóvenes les produce sobre todo estupor".

Si a ello se le añade el paro, la sensación es que no hay futuro. Esto, en el caso de los jóvenes, provoca un desaliento que lleva inevitablemente parejo la crisis de confianza en un proyecto europeo que se ve como una burocracia lejana que no resuelve los problemas actuales ni es capaz de garantizar un futuro mejor.

Y no son sensaciones. Sino datos. Siete de las diez regiones con mayor desempleo de la Unión Europea son españolas. En cuanto al paro juvenil (en España, entre los 16 y los 24 años) se puede ver que muchas de esas comunidades están al borde del abismo: Ceuta, Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha -por citar las que están en peor situación- padecen tasas de desempleo juvenil superiores al 60%. Salvo País Vasco y Baleares, todas ellas duplican al menos la tasa europea en este capítulo. Y la crisis no tiene a la vista un punto y final. Ni mucho menos.

De modo que los jóvenes son el indicador clave a la hora de analizar las dudas sobre la legitimidad o la aceptación del proyecto europeo. Así lo señaló el ex presidente del Gobierno Felipe González en una entrevista a primeros de abril en The World Post: "Para los jóvenes la esperanza es que crezca la economía y se genere empleo. Si no hay esa política de crecimiento y empleo, los jóvenes dejarán de creer en Europa", sentenció González, rotundo.

En este contexto, no es extraño que según el último Eurobarómetro (2013) solo el 31% de los europeos confía en la UE, un poco más de la mitad de los que lo hacían antes de la crisis (en aquel momento, el 57%). Sin duda, la crisis ha hecho mella entre los jóvenes ante los que, según revelan las diferentes encuestas publicadas en los últimos meses, la UE aparece como un ente burocrático, poco transparente, alejado de los ciudadanos, rodeado de intereses y preso de los lobbies, las grandes corporaciones, los bancos y los mercados.

Una imagen de la que la UE y sus instituciones son conscientes y que están tratando de combatir con iniciativas especialmente destinadas a los más jóvenes, a fin de no ahondar en su desafección hacia el proyecto europeo, una desidia que tampoco es nueva: ya en los comicios europeos de 2009 sólo votó el 29% de las personas entre 18 y 24 años.

Si ya de por sí los jóvenes son el sector que más crítico se está mostrando con la Unión Europea y su gestión tanto del proyecto como de la crisis económica, los jóvenes de los países más afectados por esta tienen este sentimiento de desafección aún más agudizado.

Como muchos de esos países están además entre los más poblados de la Unión (España, Italia, Francia, Polonia), por no hablar del euroesceptismo habitual en Reino Unido (con 64 millones de habitantes) si el absentismo electoral en estos Estados arraiga, se corre un doble riesgo. Por un lado, que el porcentaje de participación caiga drásticamente en las elecciones; por otro, y relacionado con este, que esa participación sea especialmente baja en el caso de los menores de 35 años. Un escenario que supondría un riesgo elevado de legitimación del proyecto europeo de cara al futuro, puesto que es este segmento poblacional el que está llamado a heredarlo, conservarlo, protagonizarlo y dirigirlo en las próximas décadas. Un futuro en el que se avecinan no pocos retos: además de la crisis económica, el cambio climático, nuevos modelos energéticos y de transporte, de mercado interior y global, la sostenibilidad misma del sistema sanitario y la unificación de este sistema para toda Europa, el nuevo y creciente papel del Parlamento Europeo como representante directo de la ciudadanía europea y un largo etcétera.

Así pues, esos y no otros son los fantasmas que ahora mismo recorren Europa. Ante ello, estas elecciones ofrecen una fórmula novedosa precisamente para conectar más decididamente a la ciudadanía con la UE, según quedó aprobado en el Tratado de Lisboa de 2009.

Los partidos políticos han de ofrecer listas con su candidato explícito para presidir la Comisión Europea, puesto que el Parlamento Europeo respaldará con su voto al representante finalmente elegido por el Consejo Europeo. De ese modo, la opinión expresada en las urnas por los ciudadanos se tendrá en cuenta a la hora de designar al presidente de la Comisión.

Así que, con motivo de las elecciones al Parlamento Europeo, todos los partidos se han puesto manos a la obra para no dejar ir a los jóvenes e involucrarlos en el proyecto europeo. Además, a nadie se le oculta que existe un enorme caladero de votos: uno de cada cinco votantes tiene menos de 30 años. Si votaran todos ellos, supondría ya la mitad de las personas que lo hicieron en las elecciones de 2009. En ese año votó el 43% de los electores, la cifra más baja de la historia. Para las próximos comicios de mayo la previsión es peor aún: el 40%. Desde las primeras en 1979 este porcentaje no ha hecho más que caer en picado. Si entonces fue superior al 60%, en 1999 cayó por debajo del 50% y así se ha mantenido desde entonces: cada elección con menos participación que la anterior.

Según el último Eurobarómetro, publicado el año pasado, el 64% de los jóvenes tiene la intención de votar, lo que significa que un 28% tiene la plena certeza de que no lo hará, un porcentaje preocupante. Los más comprometidos en este sentido son los jóvenes belgas, un 80% de los cuales tiene intención de votar. Los eslovenos son los más desafectos: apenas un 47% de intención de voto.

España se encuentra en un término medio (58%), en la línea que países como Eslovaquia, Polonia y Lituania. Entre los países donde caerá la participación se sitúan República Checa, Estonia, Grecia, Chipre o Portugal, los tres últimos, no por casualidad: han sido rescatados (todos ellos en torno al 50% de participación prevista).

Las encuestas también indican que los jóvenes que sí van a ejercer su derecho al voto serán más proclives que otros sectores poblaciones a votar a eso que se ha denominado partidos alternativos. Estos, sobre todo el Partido Verde Europeo, son conscientes de ello y están promoviendo campañas destinadas a los votantes menores de 40 años con una idea clara: otra Europa es posible.

Precisamente los partidos que llaman a este mensaje son los que más predican con el ejemplo. De los dos candidatos de Los Verdes a las elecciones, una es la alemana Ska Keller, de 32 años; el otro es el activista francés José Bové, un clásico en Europa. Ambos han sido elegidos mediante elecciones primarias absolutamente abiertas a todo el mundo mediante el voto por Internet. "Estas elecciones", ha señalado Keller, "son muy importantes porque van a decidir la dirección que toma Europa, cómo salimos de la crisis y si queremos una Unión más abierta o cerrada".

En España, según una encuesta de Metroscopia para el diario El País, hecha pública a primeros de mayo, la participación electoral en el caso de los jóvenes caerá hasta el 40% frente al 45% de la población general. En este grupo, se detecta una clara inclinación (28,8%) hacia el PSOE (que atraería votantes desafectos con las políticas de austeridad y recortes) y hacia partidos alternativos o minoritarios, como IU (14,2%) UPyD (8,6%) y la formación Podemos. De hecho, el PSOE ganaría las elecciones europeas y las generales de 2015 si solo votaran las personas con edades entre los 18 y los 34 años.

La encuesta indica que el 22,6% de los jóvenes votará al PP, que sería así el segundo partido más votado por este sector de la población; sin embargo, este porcentaje es el doble en el caso de la población por encima de los 34 años, lo que prueba que el PP no es capaz de tener el mismo gancho en el sector poblacional más joven.

La encuesta, por otro lado, no muestra en el caso español ningún síntoma apreciable de conductas antisistema puesto que la mayoría de los jóvenes asegura confiar en la política y en el modelo de partidos. Lo que rechazan es cómo está estructurado hasta ahora ese modelo. De hecho, el 34% mantendría el Estado autonómico como está o iría hacia un Estado federal (16%). El 16% eliminaría las autonomías. Además, solo un 1% se define como radical de izquierdas o de derechas. La práctica totalidad de los encuestados se define como liberal, centro, socialdemócrata o socialista.

Por este motivo, numerosas iniciativas se han puesto en marcha en toda Europa destinadas a los jóvenes; la mayoría de ellas, canalizadas a través de redes sociales o formatos más cercanos a este sector de la población.

Entre ellas, un grupo de organizaciones europeas ha presentado la campaña Happy Voting (Voto Alegre) que consiste en la difusión de un videoclip apoyado por el cantante estadounidense Pharrell Williams, autor de la canción que sirve de reclamo en este video.

"Debido a las elecciones europeas de mayo, se ha hecho cada vez más importante promover por Internet la participación de los votantes y la concurrencia de los jóvenes a las elecciones", se explica en la página web de esta iniciativa. "Por eso, varias ONG y organizaciones de voluntarios se han unido para llevar a cabo Happy Voting , la primera campaña no institucional y a gran escala de fomento del voto y la participación electoral".

Junto a esto, se está promoviendo el voto joven por movimientos neutrales como Vote Watch Europe o la Liga de los Jóvenes Votantes. Este último se autodefine así: "Una iniciativa políticamente neutral para dar mayor voz a las preocupaciones y las expectativas de los jóvenes".

La Liga es un foro absolutamente abierto, participativo y sin restricciones donde hay lanzados una serie de temas -cualquier usuario puede crear otros nuevos- sobre los que cualquier persona que visite la página puede opinar: el futuro de Europa, la ciudadanía europea, la educación, el desempleo juvenil, la crisis… Es un medio para que los jóvenes dejen plasmada cuáles son sus principales preocupaciones. La idea es que, a partir de sus resultados, las instituciones europeas reciban la información y recojan el testigo.

Además, la UE abrió, entre el 9 y el 11 de mayo, la sede de la Eurocámara en Estrasburgo en el Evento Europeo de la Juventud y, antes de las elecciones, se organizarán jornadas informativas por toda Europa destinadas a los jóvenes de entre 16 y 30 años.

El pasado mes de marzo, en la presentación en el Parlamento Europeo de un informe muy crítico con la política de austeridad y recortes de la Unión, el diputado socialista Sergio Gutiérrez (el europarlamentario español más joven a sus 31 años) dio en el centro de la diana al señalar que estas políticas "dilapidan la apuesta por la productividad y el capital humano a cambio de una efímera ganancia de competitividad a la baja en costes, algo que traiciona las señas de identidad del proyecto europeo y hace que aumente la desafección de los ciudadanos hacia el mismo".

"No podemos hablar de mejoría con 27 millones de parados, con 1 de cada 5 jóvenes en situación de desempleo, con un 24% de familias europeas en riesgo de pobreza y de exclusión social", señaló Gutiérrez, cuyo informe fue rotundamente aprobado por el Parlamento Europeo (514 votos a favor), el mismo organismo que a partir de las próximas elecciones tomará el timón de mando del proyecto europeo.

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