El miedo a las deslocalizaciones
crece en las fábricas, oficinas y
polígonos industriales de Occidente. Sin embargo, y a pesar de la opinión
mayoritaria, no se trata de un fenómeno nuevo, ni siquiera generalizado,
y a largo plazo favorecerá el bienestar económico mundial
.

Deslocalización: "desplazamiento internacional de actividades
productivas, traslado de un país a otro". La Real Academia Española
no incluye este término en su diccionario, como los de lengua inglesa
no usan delocation, que sería su traducción a ese idioma. Aunque,
si se bucea en Google, aparece en castellano cerca de 16.000 veces, y en inglés,
unas 2.400.

Ilustración de maleta

Pese a que el prefijo "des" debería indicar simplemente
el traslado de una actividad ubicada espacialmente a otra localización,
se usa, sobre todo, para referirse al desplazamiento internacional de actividades
productivas, de un país a otro. Richard Baldwin, conocido especialista
estadounidense en integración económica, la define como "una
pérdida de empleos manufactureros a favor de un socio comercial",
identificándola con la posible desindustrialización derivada
de la apertura a la competencia internacional. Desde esta misma perspectiva,
se asimila también a la exportación de empleos, pues supone la
sustitución de empleo nacional por extranjero. Es el concepto de moda
en la campaña presidencial de Estados Unidos y en el continente europeo,
donde empresas alemanas y francesas han amenazado con llevar su producción
a otros países si los trabajadores no aceptan reducir sus salarios,
o en España, donde se han producido numerosos cierres patronales. Pero,
como todas las modas, tiene sus mitos y, contrariamente a lo que se cree, desde
una perspectiva mundial, la deslocalización no destruye puestos de trabajo,
sino que los crea. Tampoco se trata de un fenómeno nuevo, sino que ha
existido bajo diversas formas y nombres desde hace décadas, aunque no
con la dimensión que hoy ha adquirido.

Durante los años 60 y 70, la expansión internacional de las
grandes firmas se basó, sobre todo, en la réplica de las mismas
actividades en diferentes países para beneficiarse de la expansión
de los mercados emergentes y de sus menores costes salariales, sorteando las
barreras que los protegían de la competencia comercial exterior. La
deslocalización no fue un fenómeno característico de este
periodo ni tampoco de la década de los 80, en la que la inversión
internacional dirigida a los países en desarrollo se frenó sensiblemente,
debido al lento crecimiento económico de los Estados más pobres,
al fracaso de algunas de las principales estrategias dirigidas a impulsar su
desarrollo y a la inestabilidad de su marco institucional y político.
Sin embargo, en los 90, años de mayor expansión económica
en los países desarrollados, de impulso de la integración económica
internacional –globalización– y de avance en las libertades
políticas y en la consolidación institucional de muchos países
en desarrollo, el proceso de deslocalización de las actividades empresariales
adquirió un gran vigor. La reducción de las barreras comerciales,
en especial de los aranceles, facilitó la entrada en los diversos mercados
nacionales. La mayor presión competitiva que crea un mercado más
global llevó a la reducción de los costes de las empresas, entre
ellos los laborales, y aumentó el atractivo de fabricar en zonas con
salarios más bajos. Además, la emergencia de nuevos grandes mercados
con claras perspectivas de expansión (China, India y los países
de Europa central y oriental) ofrecía grandes oportunidades de negocio.

EMPLEOS EMIGRANTES
La deslocalización adquiere entonces una dirección predominante
Norte-Sur, es decir, supone traslados de producción y empleo desde los
países ricos a los pobres. No obstante, a finales de los 80 y principios
de los 90 también se producen movimientos con dirección Norte-Norte,
desde unos países ricos a otros. En particular, la integración
de las economías europeas y la creación de un mercado único
en el seno de la Unión Europea favoreció este tipo de traslados,
pues las multinacionales se replantearon sus anteriores estrategias de ubicación
en Europa, basadas en la segmentación de los mercados, de la misma manera
que lo están haciendo ahora con la ampliación de la UE a 10 nuevos
miembros.

Las rutas de las inversiones

Las rutas de las inversiones

Descargar Imagen Ampliada

 

Norte y Sur: perspectivas diferentes

Aescala mundial, los efectos de la deslocalización son positivos
a corto y largo plazo. En un proceso de globalización, las empresas
se instalan donde reducen costes o mejoran la calidad de sus productos,
de forma que los consumidores se benefician con productos mejores y
más baratos. La competencia creciente favorece la innovación
tecnológica y, por tanto, el crecimiento de la producción.
También los efectos sobre la equidad internacional son positivos,
pues la deslocalización tiende a ir de Norte a Sur, favoreciendo
el desarrollo de las economías atrasadas y mejorando la distribución
internacional de la renta. Como señala el experto Xavier Sala
i Martín, en los últimos 25 años, el rápido
desarrollo de países muy poblados y beneficiarios de IDE, como
China e India, ha contrarrestado el efecto negativo sobre la distribución
de la renta mundial del aumento de las diferencias entre ricos y pobres.
No obstante, a veces la deslocalización afecta negativamente
a las economías más modestas. Suele ocurrir en zonas
donde la estabilidad social y política no está garantizada
o en las que la lejanía de los principales mercados impone costes
de transportes excesivos, que no se compensan con los bajos salarios,
como ocurre en África. La población de estos países
es la principal víctima de la globalización. Pero un
país con un gran mercado puede atraer empresas extranjeras y
favorecer su permanencia mediante aranceles
al comercio. China es un buen ejemplo.

Para los países más ricos, los efectos a corto plazo
son negativos porque se producen pérdidas de capital y de empleo,
sobre todo del menos cualificado. Sin embargo, a largo plazo, los efectos
tienden a ser beneficiosos, porque se incentiva la especialización
en productos de mayor calidad y se ponen en marcha planes de formación
más ambiciosos. Estas economías se benefician también
a largo plazo de la expansión de la demanda y la producción
mundial.

Con todo, los efectos negativos a corto plazo dependen también
de la forma en que se produce la deslocalización. No es lo mismo
que la protagonicen empresas nacionales que extranjeras. Las primeras
establecen lazos productivos de complementariedad con sus filiales
en el resto del mundo, y no parece tan claro como se cree que sustituyan
empleos internos por externos. Según S. Lael Brainard, autor
pionero en el estudio de las relaciones entre casas matrices y filiales
de multinacionales, el volumen total de empleo evoluciona de forma
paralela en ambas. En cambio, las filiales localizadas en países
con similar desarrollo económico realizan producciones más
similares, lo que facilita las deslocalizaciones.

 

Este fenómeno ha afectado hasta ahora a los sectores de la industria
manufacturera, pero tiende a extenderse hacia los de servicios, apoyándose
en las tecnologías de la información y las comunicaciones, que
permiten el traslado de procesos administrativos a países de menores
salarios. Ejemplos de ello son los denominados call centers, de las empresas
de telefonía, o las secciones de aplicaciones y tratamientos informáticos
de estas mismas empresas, de las líneas aéreas o de los bancos.
Este moderno tipo de deslocalización preocupa y sorprende más,
ya que hasta ahora se pensaba que los servicios quedaban relativamente resguardados
de la competencia internacional. El avance en las nuevas tecnologías
permite aislar las áreas de negocio que no están en relación
directa con el suministro del servicio (labores administrativas) o que pueden
realizarse a distancia, por vía telemática, y encargarlas a otras
empresas del propio país o de otros (outsourcing), o simplemente, deslocalizarlas.
A pesar de la alarma que crea este proceso, no hay datos precisos sobre su
importancia cuantitativa, más allá de la sospecha de que ha crecido
de forma muy intensa, en paralelo con la inversión directa extranjera
(IDE). Si es, sobre todo, un proceso de dirección Norte-Sur, hay que
resaltar que los países menos desarrollados que a finales de los 80
sólo recibían 37.000 millones de dólares de IDE recibieron
en 2002 más de 160.000 millones, es decir, cuatro veces más.
China y el resto de las economías asiáticas explican este cambio.
Pero, aun siendo alta, esa cifra representa sólo un 25% de la IDE total.
El resto se dirige, sobre todo, a financiar un proceso de fusiones y absorciones
de empresas en los países desarrollados.

El fenómeno ha afectado
hasta ahora a la industria manufacturera, pero amenaza con extenderse
al sector servicios. Este moderno tipo de deslocalización preocupa
y sorprende más

Con todo, se desconoce qué proporción de la inversión
dirigida a los países en desarrollo puede calificarse como deslocalización,
así como la medida en que este fenómeno acompaña a la
reestructuración internacional de la producción de las grandes
firmas a través de los procesos de fusiones y absorciones de compañías.

Una aproximación más exacta se obtiene a través de los
casos individuales de países y empresas. Desde hace poco tiempo, en
España existe la información que ofrece el Registro de Inversiones
Exteriores del Ministerio de Economía, que permite estimar la desinversión
de capital extranjero. Ahora bien, no siempre la desinversión refleja
un proceso de deslocalización. A veces, los inversores extranjeros simplemente
reducen su participación en el capital de una empresa, que pasa a manos
de españoles. Otras, dan marcha atrás sobre sus planes iniciales,
antes de emprender las actividades productivas, cuando disponen de un mejor
conocimiento del mercado interno. O reestructuran los productos de sus compañías,
abandonando determinadas líneas, no sólo en el país, sino
a escala mundial. O, simplemente, fracasan ante la competencia interna y han
de cerrar las filiales establecidas.

En todo caso, la creciente desinversión del capital extranjero en España
desde 1993 es un hecho. También lo es que, hasta ahora, resulta globalmente
compensada por el flujo de nuevas inversiones directas, aunque cada vez en
menor medida. Además, no en todos los sectores se produce tal compensación,
de forma que el dinero extranjero parece disminuir su presencia en algunos
campos de la industria de alta intensidad tecnológica como ordenadores
e instrumentos de precisión. No hay datos rotundos porque no existe
información sobre las inversiones que realizan en España las
empresas propiedad de extranjeros con fondos que no proceden del exterior (préstamos
locales o beneficios reinvertidos). Además, la deslocalización
no se refiere sólo a estas compañías. También las
empresas nacionales se deslocalizan, aunque en menor medida y de forma diferente,
lo que corrobora la limitada evidencia disponible para otros países.

La deslocalización
no ha impedido hasta ahora el crecimiento sostenido de las economías
avanzadas, ni lo hará en el futuro. Pero llevará a una
mayor especialización en alta tecnología

La experiencia sobre el caso español se refleja en un estudio que realizamos
a mitad de los 90, en respuesta a la preocupación del Comité de
las Regiones de la UE sobre la posibilidad de que las diferencias de regulación
laboral y social entre países miembros favorecieran las deslocalizaciones.
Entre 1990 y 1995 se produjeron 174 casos de deslocalización, 100 de
ellos en España. Del total, sólo 19 supusieron el cierre de las
instalaciones; otros 19 pasaron a manos de propietarios nacionales. En los
demás, se cerraron líneas de productos o instalaciones específicas.
De los casos correspondientes a España, el 75% eran firmas extranjeras
y el resto pertenecían a españoles y se localizaban en los sectores
más tradicionales (alimentos, calzado, textil).

En una investigación más reciente, realizada por Fernando Merino
de Lucas, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, se detecta una ligera
reducción del peso de las actividades del capital extranjero en la industria
española desde 1994 a 1998. Esa disminución es más visible
desde 1991, cualquiera que sea el indicador utilizado, en los sectores de ordenadores,
electrónica e instrumentos de precisión, un hecho que también
se observa en los flujos de inversión. Detrás de los números
se esconde una reducción sensible de la participación de foráneos
en el capital social de las empresas y un número apreciable de cierres
de compañías. No obstante, la tónica dominante en el periodo
estudiado fue la clausura de líneas de producto y establecimientos productivos
en las empresas más grandes, que concentraron sus actividades en menos
productos y en un menor número de establecimientos.

LA AMENAZA DEL NORTE
La deslocalización debe entenderse en un marco de creciente competencia
internacional que mueve a las empresas a adquirir nuevas ventajas competitivas
(de costes u de otra índole) y a estar presentes en mercados de rápida
expansión. Eso no significa, como algunos sugieren, que tales virtudes
se encuentren sólo en los países menos desarrollados, y por tanto,
que el proceso de deslocalización amenace de forma radical el tejido
productivo y el empleo de los países más avanzados.

Es cierto que los bajos salarios poseen un gran atractivo. Pero los laborales
no son los únicos que definen la función de costes de las empresas,
ni los más importantes en la fabricación de productos de superior
calidad, donde la innovación y la mano de obra cualificada desempeñan
también un papel central. Asimismo, el entorno espacial en que una producción
se desarrolla es crucial para su eficiencia y competitividad. La seguridad
jurídica propia de un marco regulado; el acicate competitivo y las ventajas
tecnológicas que ofrece un tejido empresarial vivo; las economías
de escala, que permiten alcanzar la cercanía a un mercado amplio, y
la reducción de costes, que facilitan unas infraestructuras de transporte
adecuadas son aspectos decisivos.

Dinero que entra y sale de España

Dinero que entra y sale de España

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La mayor parte de estas condiciones favorables del entorno son economías
de aglomeración, es decir, ventajas derivadas de concentrar en un espacio
reducido muchos establecimientos productivos, de formar grandes masas industriales
en un espacio dado. Son fruto del desarrollo económico y, por tanto,
características de los países ricos. A estas ventajas se suma
la alta cualificación de la mano de obra y un elevado esfuerzo tecnológico.
Gracias a todos estos factores, la deslocalización no ha impedido hasta
ahora el crecimiento sostenido de las economías avanzadas, ni lo hará en
el futuro. Pero les llevará a especializarse gradualmente en las producciones
intensivas con trabajadores cualificados y en tecnología.

Para economías de desarrollo medio-alto, como la española, las
amenazas no vienen sólo de los países más atrasados, sino
también de los más avanzados, con trabajadores mejor preparados
y mayores economías de aglomeración. El mayor peligro proviene
de los nuevos socios comunitarios, gracias a su especial combinación
de bajos salarios, elevada cualificación de la mano de obra y cercanía
al centro europeo.

En la deslocalización de principios de los 90 se combinaban dos motivaciones
muy diferentes. Por un lado, los bajos costes salariales fueron casi el único
motivo señalado por las empresas localizadas en los sectores manufactureros
tradicionales más intensivos en mano de obra (textil, confección,
calzado, juguetes), a los que pertenecen todos los casos detectados de empresas
españolas. Los destinos de estas compañías fueron Portugal,
Marruecos, China y, en menor medida, América Latina.

Por otro lado, las empresas deslocalizadas en los sectores más avanzados
tecnológicamente, todas ellas de capital extranjero, se trasladaron
hacia otros países desarrollados, casi siempre de la UE, aproximándose
con frecuencia al centro del Viejo Continente, rico en economías de
aglomeración. Este cambio en la localización obedeció a
una estrategia de reestructuración de la localización internacional
de las multinacionales implicadas.

La incidencia del atractivo ejercido por el centro y el este de Europa en
la desinversión de capital extranjero que se ha producido en los últimos
años en España parece clara, aunque no hay suficiente evidencia
directa. Sin embargo, existe cierta coincidencia entre los sectores en los
que estos países están recibiendo dinero foráneo y aquellos
otros en los que España experimenta mayor desinversión: alimentos,
química e instrumentos de precisión. En cualquier caso, la coincidencia
no es completa, por lo que no debe cundir la alarma en exceso. Las empresas
productoras de automóviles y componentes, de productos siderúrgicos
y otros metales básicos, de productos transformados de minerales no
metálicos y de madera no parecen haber sucumbido hasta ahora al embrujo del
este
: la IDE dirigida a estos sectores en España supera claramente
a las desinversiones en los últimos años. Además, los
sindicatos afectados están renegociando sus condiciones laborales, de
forma que una mayor flexibilidad en la adecuación a los puestos actúe
como preventivo ante la tentación.

Estas diferencias parecen indicar que se deben esperar diferentes respuestas
a los distintos atractivos que ejercen los países en desarrollo según
las actividades: las más amenazadas son las más tradicionales
y con una mano de obra intensiva (textil, confección, madera, alimentos,
productos metálicos). En menor medida, también lo son las fabricaciones
más estandarizadas, dentro de los sectores tecnológicamente más
avanzados (componentes de automoción, componentes electrónicos,
ordenadores).

Ilustración de guitarra

Pero también se deben esperar diferentes respuestas, según las
características de las empresas. En ese sentido, en España han
sido las multinacionales extranjeras las más proclives a deslocalizarse.
La limitada evidencia empírica disponible sobre los demás países
parece confirmar este punto: las firmas extranjeras, comparadas con las que
son de capital nacional y poseen una eficiencia similar, muestran una mayor
disposición a cerrar o mudar sus instalaciones. Sin embargo, la evidencia
disponible no avala la idea común de que las empresas de capital extranjero
que, en principio, pueden trasladar producción de unas filiales a otras
realicen mayores ajustes de empleo ante shocks salariales o de demanda que
las de propiedad española. Realizan sus ajustes de empleo con mayor
rapidez, pero también en una cuantía inferior, debido a que poseen
una mano de obra más cualificada, y menos sensible a los shocks adversos,
y a que sortean con mayor facilidad la rigidez de los mercados laborales.

Por otra parte, la antigüedad en el país de una firma extranjera
es un factor que previene contra la clausura de sus actividades. Además,
la probabilidad de que una multinacional mantenga sus actividades, aun después
de la salida de sus propietarios, depende de que éstos fueran los fundadores
(inversiones greenfield, esto es, dirigidas a la creación de empresas
nuevas) o simplemente adquiriesen un paquete mayoritario de acciones de una
compañía ya creada.

La apertura del mercado nacional a la competencia internacional puede tener
como resultado un replanteamiento de la localización internacional de
las empresas establecidas en él. Por ejemplo, las compañías
tecnológicamente más avanzadas que se deslocalizaron en España
a principios de los 90 consideraron que la integración europea favorecía
su implantación en Centroeuropa.

España debe preocuparse, sobre todo, por la desinversión extranjera
en empresas encuadradas en los sectores tecnológicamente más
avanzados, en los que las inversiones internacionales recibidas no han podido
compensar las desinversiones, lo que ha derivado en una pérdida neta
de IDE (Alcatel, Ericsson, Lucent Technologies, Delphi, Lear, Valeo o Samsung
son casos bien conocidos). Es cierto que no en todos estos ejemplos las actividades
productivas se han clausurado, ya que en algunas ocasiones la propiedad ha
pasado a manos de españoles (por ejemplo, en farmacia, las actividades
de Pfizer han tenido su continuación en Farmasierra, y las de Glaxo,
en Alcalá Farma, aunque ambas empresas españolas hacen tareas
de subcontratación de las multinacionales).
En otros sectores más tradicionales, la desinversión de capital
extranjero responde a la pujanza y eficiencia de las empresas de capital nacional,
a menudo compradoras de las participaciones extranjeras, en el ámbito
de una estrategia similar a la que les lleva a aumentar sus inversiones directas
en el resto del mundo (compras de Argal y Fontaneda por grupos de alimentación
españoles, por ejemplo).

Para hacer frente a la deslocalización de empresas de propiedad extranjera
en los sectores más avanzados es necesario reforzar los procesos de
investigación tecnológica y de cualificación de la mano
de obra, susceptibles de crear nuevas producciones de alta tecnología.
Sólo invirtiendo en su futuro España asegurará su presente.

¿Algo más?
La deslocalización es un fenómeno
relativamente nuevo y poco conocido, que apenas ha recibido la
atención de los especialistas. Por esta razón, los
escasos estudios disponibles son documentos de trabajo muy especializados.
Uno de los primeros es el de E. M. Mouhoud, ‘Les stratégies
de relocalisation des firmes multinationales’ (Revue
d’économie
politique
, 99 (1), 1989). La deslocalización se ha asociado
a los procesos de apertura a la competencia internacional de los
mercados nacionales. En este sentido, son fundamentales los trabajos
de Paul Krugman y Richard Baldwin, destacados especialistas en
economía internacional e integración económica,
entre ellos ‘Free trade agreements without delocation’,
de Baldwin y Robert-Nicoud (Canadian Journal
of Economics
, vol.
33, nº 3, 2000), e Integration and
the Competitiveness of Peripherical Industry y Unity with diversity
within the European Economy: The Community´s Southern Frontier
, ambos en Cambridge
University Press.España es quizá uno de los países más
afectados por la deslocalización y, por tanto, uno de los
más analizados. El principal trabajo es el realizado por
los autores del artículo y Antonio Mora: Las
migraciones de la actividad industrial y los flujos de inversión directa
en la Unión Europea
(Junta de Andalucía, Colección
Pablo Olavide, 1996). Un resumen de este trabajo se puede encontrar
en el artículo ‘Las migraciones de la actividad industrial
en la Unión Europea’ (Economía Industrial,
nº 305, 1995). Más recientemente, estos mismos autores
han analizado el fenómeno paralelo de la desinversión
del capital extranjero en España en ‘La desinversión
de capital extranjero en la industria española’ (FEDEA,
Documentos de Trabajo, Estudios de Economía Española,
nº 168, 2004). Fernando Merino de Lucas ha hecho lo propio
en ‘Desinversión de las multinacionales extranjeras: ¿casos
aislados o un fenómeno generalizado?’ (Economía
Industrial
, 2003). Sobre las diferencias entre empresas multinacionales
y nacionales son fundamentales los trabajos de Giorgio Barba, Daniele
Checchi y Alessandro Turrini, ‘Adjusting Labour Demand: Multinational
versus National Firms. A cross-european analysis’ (Congreso
Anual de la European Economic Association, Venecia, agosto, 2002); ‘Foreign
Owner and Plant Survival’, de Andrew B. Bernard y Fredrik
Sjöholm (National Bureau of Economic Research, Working Papers,
nº 10039), y ‘Closure and Divestiture by Foreign Entrants:
the Impact of Entry and Post-entry Strategies’ (Strategic
Management Journal
, nº 21, 2000).

 

El miedo a las deslocalizaciones
crece en las fábricas, oficinas y
polígonos industriales de Occidente. Sin embargo, y a pesar de la opinión
mayoritaria, no se trata de un fenómeno nuevo, ni siquiera generalizado,
y a largo plazo favorecerá el bienestar económico mundial
. Rafael
Myro y Carlos Manuel Fernández-Otheo

Deslocalización: "desplazamiento internacional de actividades
productivas, traslado de un país a otro". La Real Academia Española
no incluye este término en su diccionario, como los de lengua inglesa
no usan delocation, que sería su traducción a ese idioma. Aunque,
si se bucea en Google, aparece en castellano cerca de 16.000 veces, y en inglés,
unas 2.400.

Ilustración de maleta

Pese a que el prefijo "des" debería indicar simplemente
el traslado de una actividad ubicada espacialmente a otra localización,
se usa, sobre todo, para referirse al desplazamiento internacional de actividades
productivas, de un país a otro. Richard Baldwin, conocido especialista
estadounidense en integración económica, la define como "una
pérdida de empleos manufactureros a favor de un socio comercial",
identificándola con la posible desindustrialización derivada
de la apertura a la competencia internacional. Desde esta misma perspectiva,
se asimila también a la exportación de empleos, pues supone la
sustitución de empleo nacional por extranjero. Es el concepto de moda
en la campaña presidencial de Estados Unidos y en el continente europeo,
donde empresas alemanas y francesas han amenazado con llevar su producción
a otros países si los trabajadores no aceptan reducir sus salarios,
o en España, donde se han producido numerosos cierres patronales. Pero,
como todas las modas, tiene sus mitos y, contrariamente a lo que se cree, desde
una perspectiva mundial, la deslocalización no destruye puestos de trabajo,
sino que los crea. Tampoco se trata de un fenómeno nuevo, sino que ha
existido bajo diversas formas y nombres desde hace décadas, aunque no
con la dimensión que hoy ha adquirido.

Durante los años 60 y 70, la expansión internacional de las
grandes firmas se basó, sobre todo, en la réplica de las mismas
actividades en diferentes países para beneficiarse de la expansión
de los mercados emergentes y de sus menores costes salariales, sorteando las
barreras que los protegían de la competencia comercial exterior. La
deslocalización no fue un fenómeno característico de este
periodo ni tampoco de la década de los 80, en la que la inversión
internacional dirigida a los países en desarrollo se frenó sensiblemente,
debido al lento crecimiento económico de los Estados más pobres,
al fracaso de algunas de las principales estrategias dirigidas a impulsar su
desarrollo y a la inestabilidad de su marco institucional y político.
Sin embargo, en los 90, años de mayor expansión económica
en los países desarrollados, de impulso de la integración económica
internacional –globalización– y de avance en las libertades
políticas y en la consolidación institucional de muchos países
en desarrollo, el proceso de deslocalización de las actividades empresariales
adquirió un gran vigor. La reducción de las barreras comerciales,
en especial de los aranceles, facilitó la entrada en los diversos mercados
nacionales. La mayor presión competitiva que crea un mercado más
global llevó a la reducción de los costes de las empresas, entre
ellos los laborales, y aumentó el atractivo de fabricar en zonas con
salarios más bajos. Además, la emergencia de nuevos grandes mercados
con claras perspectivas de expansión (China, India y los países
de Europa central y oriental) ofrecía grandes oportunidades de negocio.

EMPLEOS EMIGRANTES
La deslocalización adquiere entonces una dirección predominante
Norte-Sur, es decir, supone traslados de producción y empleo desde los
países ricos a los pobres. No obstante, a finales de los 80 y principios
de los 90 también se producen movimientos con dirección Norte-Norte,
desde unos países ricos a otros. En particular, la integración
de las economías europeas y la creación de un mercado único
en el seno de la Unión Europea favoreció este tipo de traslados,
pues las multinacionales se replantearon sus anteriores estrategias de ubicación
en Europa, basadas en la segmentación de los mercados, de la misma manera
que lo están haciendo ahora con la ampliación de la UE a 10 nuevos
miembros.

Las rutas de las inversiones

Las rutas de las inversiones

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Norte y Sur: perspectivas diferentes

Aescala mundial, los efectos de la deslocalización son positivos
a corto y largo plazo. En un proceso de globalización, las empresas
se instalan donde reducen costes o mejoran la calidad de sus productos,
de forma que los consumidores se benefician con productos mejores y
más baratos. La competencia creciente favorece la innovación
tecnológica y, por tanto, el crecimiento de la producción.
También los efectos sobre la equidad internacional son positivos,
pues la deslocalización tiende a ir de Norte a Sur, favoreciendo
el desarrollo de las economías atrasadas y mejorando la distribución
internacional de la renta. Como señala el experto Xavier Sala
i Martín, en los últimos 25 años, el rápido
desarrollo de países muy poblados y beneficiarios de IDE, como
China e India, ha contrarrestado el efecto negativo sobre la distribución
de la renta mundial del aumento de las diferencias entre ricos y pobres.
No obstante, a veces la deslocalización afecta negativamente
a las economías más modestas. Suele ocurrir en zonas
donde la estabilidad social y política no está garantizada
o en las que la lejanía de los principales mercados impone costes
de transportes excesivos, que no se compensan con los bajos salarios,
como ocurre en África. La población de estos países
es la principal víctima de la globalización. Pero un
país con un gran mercado puede atraer empresas extranjeras y
favorecer su permanencia mediante aranceles
al comercio. China es un buen ejemplo.

Para los países más ricos, los efectos a corto plazo
son negativos porque se producen pérdidas de capital y de empleo,
sobre todo del menos cualificado. Sin embargo, a largo plazo, los efectos
tienden a ser beneficiosos, porque se incentiva la especialización
en productos de mayor calidad y se ponen en marcha planes de formación
más ambiciosos. Estas economías se benefician también
a largo plazo de la expansión de la demanda y la producción
mundial.

Con todo, los efectos negativos a corto plazo dependen también
de la forma en que se produce la deslocalización. No es lo mismo
que la protagonicen empresas nacionales que extranjeras. Las primeras
establecen lazos productivos de complementariedad con sus filiales
en el resto del mundo, y no parece tan claro como se cree que sustituyan
empleos internos por externos. Según S. Lael Brainard, autor
pionero en el estudio de las relaciones entre casas matrices y filiales
de multinacionales, el volumen total de empleo evoluciona de forma
paralela en ambas. En cambio, las filiales localizadas en países
con similar desarrollo económico realizan producciones más
similares, lo que facilita las deslocalizaciones.

 

Este fenómeno ha afectado hasta ahora a los sectores de la industria
manufacturera, pero tiende a extenderse hacia los de servicios, apoyándose
en las tecnologías de la información y las comunicaciones, que
permiten el traslado de procesos administrativos a países de menores
salarios. Ejemplos de ello son los denominados call centers, de las empresas
de telefonía, o las secciones de aplicaciones y tratamientos informáticos
de estas mismas empresas, de las líneas aéreas o de los bancos.
Este moderno tipo de deslocalización preocupa y sorprende más,
ya que hasta ahora se pensaba que los servicios quedaban relativamente resguardados
de la competencia internacional. El avance en las nuevas tecnologías
permite aislar las áreas de negocio que no están en relación
directa con el suministro del servicio (labores administrativas) o que pueden
realizarse a distancia, por vía telemática, y encargarlas a otras
empresas del propio país o de otros (outsourcing), o simplemente, deslocalizarlas.
A pesar de la alarma que crea este proceso, no hay datos precisos sobre su
importancia cuantitativa, más allá de la sospecha de que ha crecido
de forma muy intensa, en paralelo con la inversión directa extranjera
(IDE). Si es, sobre todo, un proceso de dirección Norte-Sur, hay que
resaltar que los países menos desarrollados que a finales de los 80
sólo recibían 37.000 millones de dólares de IDE recibieron
en 2002 más de 160.000 millones, es decir, cuatro veces más.
China y el resto de las economías asiáticas explican este cambio.
Pero, aun siendo alta, esa cifra representa sólo un 25% de la IDE total.
El resto se dirige, sobre todo, a financiar un proceso de fusiones y absorciones
de empresas en los países desarrollados.

El fenómeno ha afectado
hasta ahora a la industria manufacturera, pero amenaza con extenderse
al sector servicios. Este moderno tipo de deslocalización preocupa
y sorprende más

Con todo, se desconoce qué proporción de la inversión
dirigida a los países en desarrollo puede calificarse como deslocalización,
así como la medida en que este fenómeno acompaña a la
reestructuración internacional de la producción de las grandes
firmas a través de los procesos de fusiones y absorciones de compañías.

Una aproximación más exacta se obtiene a través de los
casos individuales de países y empresas. Desde hace poco tiempo, en
España existe la información que ofrece el Registro de Inversiones
Exteriores del Ministerio de Economía, que permite estimar la desinversión
de capital extranjero. Ahora bien, no siempre la desinversión refleja
un proceso de deslocalización. A veces, los inversores extranjeros simplemente
reducen su participación en el capital de una empresa, que pasa a manos
de españoles. Otras, dan marcha atrás sobre sus planes iniciales,
antes de emprender las actividades productivas, cuando disponen de un mejor
conocimiento del mercado interno. O reestructuran los productos de sus compañías,
abandonando determinadas líneas, no sólo en el país, sino
a escala mundial. O, simplemente, fracasan ante la competencia interna y han
de cerrar las filiales establecidas.

En todo caso, la creciente desinversión del capital extranjero en España
desde 1993 es un hecho. También lo es que, hasta ahora, resulta globalmente
compensada por el flujo de nuevas inversiones directas, aunque cada vez en
menor medida. Además, no en todos los sectores se produce tal compensación,
de forma que el dinero extranjero parece disminuir su presencia en algunos
campos de la industria de alta intensidad tecnológica como ordenadores
e instrumentos de precisión. No hay datos rotundos porque no existe
información sobre las inversiones que realizan en España las
empresas propiedad de extranjeros con fondos que no proceden del exterior (préstamos
locales o beneficios reinvertidos). Además, la deslocalización
no se refiere sólo a estas compañías. También las
empresas nacionales se deslocalizan, aunque en menor medida y de forma diferente,
lo que corrobora la limitada evidencia disponible para otros países.

La deslocalización
no ha impedido hasta ahora el crecimiento sostenido de las economías
avanzadas, ni lo hará en el futuro. Pero llevará a una
mayor especialización en alta tecnología

La experiencia sobre el caso español se refleja en un estudio que realizamos
a mitad de los 90, en respuesta a la preocupación del Comité de
las Regiones de la UE sobre la posibilidad de que las diferencias de regulación
laboral y social entre países miembros favorecieran las deslocalizaciones.
Entre 1990 y 1995 se produjeron 174 casos de deslocalización, 100 de
ellos en España. Del total, sólo 19 supusieron el cierre de las
instalaciones; otros 19 pasaron a manos de propietarios nacionales. En los
demás, se cerraron líneas de productos o instalaciones específicas.
De los casos correspondientes a España, el 75% eran firmas extranjeras
y el resto pertenecían a españoles y se localizaban en los sectores
más tradicionales (alimentos, calzado, textil).

En una investigación más reciente, realizada por Fernando Merino
de Lucas, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, se detecta una ligera
reducción del peso de las actividades del capital extranjero en la industria
española desde 1994 a 1998. Esa disminución es más visible
desde 1991, cualquiera que sea el indicador utilizado, en los sectores de ordenadores,
electrónica e instrumentos de precisión, un hecho que también
se observa en los flujos de inversión. Detrás de los números
se esconde una reducción sensible de la participación de foráneos
en el capital social de las empresas y un número apreciable de cierres
de compañías. No obstante, la tónica dominante en el periodo
estudiado fue la clausura de líneas de producto y establecimientos productivos
en las empresas más grandes, que concentraron sus actividades en menos
productos y en un menor número de establecimientos.

LA AMENAZA DEL NORTE
La deslocalización debe entenderse en un marco de creciente competencia
internacional que mueve a las empresas a adquirir nuevas ventajas competitivas
(de costes u de otra índole) y a estar presentes en mercados de rápida
expansión. Eso no significa, como algunos sugieren, que tales virtudes
se encuentren sólo en los países menos desarrollados, y por tanto,
que el proceso de deslocalización amenace de forma radical el tejido
productivo y el empleo de los países más avanzados.

Es cierto que los bajos salarios poseen un gran atractivo. Pero los laborales
no son los únicos que definen la función de costes de las empresas,
ni los más importantes en la fabricación de productos de superior
calidad, donde la innovación y la mano de obra cualificada desempeñan
también un papel central. Asimismo, el entorno espacial en que una producción
se desarrolla es crucial para su eficiencia y competitividad. La seguridad
jurídica propia de un marco regulado; el acicate competitivo y las ventajas
tecnológicas que ofrece un tejido empresarial vivo; las economías
de escala, que permiten alcanzar la cercanía a un mercado amplio, y
la reducción de costes, que facilitan unas infraestructuras de transporte
adecuadas son aspectos decisivos.

Dinero que entra y sale de España

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La mayor parte de estas condiciones favorables del entorno son economías
de aglomeración, es decir, ventajas derivadas de concentrar en un espacio
reducido muchos establecimientos productivos, de formar grandes masas industriales
en un espacio dado. Son fruto del desarrollo económico y, por tanto,
características de los países ricos. A estas ventajas se suma
la alta cualificación de la mano de obra y un elevado esfuerzo tecnológico.
Gracias a todos estos factores, la deslocalización no ha impedido hasta
ahora el crecimiento sostenido de las economías avanzadas, ni lo hará en
el futuro. Pero les llevará a especializarse gradualmente en las producciones
intensivas con trabajadores cualificados y en tecnología.

Para economías de desarrollo medio-alto, como la española, las
amenazas no vienen sólo de los países más atrasados, sino
también de los más avanzados, con trabajadores mejor preparados
y mayores economías de aglomeración. El mayor peligro proviene
de los nuevos socios comunitarios, gracias a su especial combinación
de bajos salarios, elevada cualificación de la mano de obra y cercanía
al centro europeo.

En la deslocalización de principios de los 90 se combinaban dos motivaciones
muy diferentes. Por un lado, los bajos costes salariales fueron casi el único
motivo señalado por las empresas localizadas en los sectores manufactureros
tradicionales más intensivos en mano de obra (textil, confección,
calzado, juguetes), a los que pertenecen todos los casos detectados de empresas
españolas. Los destinos de estas compañías fueron Portugal,
Marruecos, China y, en menor medida, América Latina.

Por otro lado, las empresas deslocalizadas en los sectores más avanzados
tecnológicamente, todas ellas de capital extranjero, se trasladaron
hacia otros países desarrollados, casi siempre de la UE, aproximándose
con frecuencia al centro del Viejo Continente, rico en economías de
aglomeración. Este cambio en la localización obedeció a
una estrategia de reestructuración de la localización internacional
de las multinacionales implicadas.

La incidencia del atractivo ejercido por el centro y el este de Europa en
la desinversión de capital extranjero que se ha producido en los últimos
años en España parece clara, aunque no hay suficiente evidencia
directa. Sin embargo, existe cierta coincidencia entre los sectores en los
que estos países están recibiendo dinero foráneo y aquellos
otros en los que España experimenta mayor desinversión: alimentos,
química e instrumentos de precisión. En cualquier caso, la coincidencia
no es completa, por lo que no debe cundir la alarma en exceso. Las empresas
productoras de automóviles y componentes, de productos siderúrgicos
y otros metales básicos, de productos transformados de minerales no
metálicos y de madera no parecen haber sucumbido hasta ahora al embrujo del
este
: la IDE dirigida a estos sectores en España supera claramente
a las desinversiones en los últimos años. Además, los
sindicatos afectados están renegociando sus condiciones laborales, de
forma que una mayor flexibilidad en la adecuación a los puestos actúe
como preventivo ante la tentación.

Estas diferencias parecen indicar que se deben esperar diferentes respuestas
a los distintos atractivos que ejercen los países en desarrollo según
las actividades: las más amenazadas son las más tradicionales
y con una mano de obra intensiva (textil, confección, madera, alimentos,
productos metálicos). En menor medida, también lo son las fabricaciones
más estandarizadas, dentro de los sectores tecnológicamente más
avanzados (componentes de automoción, componentes electrónicos,
ordenadores).

Ilustración de guitarra

Pero también se deben esperar diferentes respuestas, según las
características de las empresas. En ese sentido, en España han
sido las multinacionales extranjeras las más proclives a deslocalizarse.
La limitada evidencia empírica disponible sobre los demás países
parece confirmar este punto: las firmas extranjeras, comparadas con las que
son de capital nacional y poseen una eficiencia similar, muestran una mayor
disposición a cerrar o mudar sus instalaciones. Sin embargo, la evidencia
disponible no avala la idea común de que las empresas de capital extranjero
que, en principio, pueden trasladar producción de unas filiales a otras
realicen mayores ajustes de empleo ante shocks salariales o de demanda que
las de propiedad española. Realizan sus ajustes de empleo con mayor
rapidez, pero también en una cuantía inferior, debido a que poseen
una mano de obra más cualificada, y menos sensible a los shocks adversos,
y a que sortean con mayor facilidad la rigidez de los mercados laborales.

Por otra parte, la antigüedad en el país de una firma extranjera
es un factor que previene contra la clausura de sus actividades. Además,
la probabilidad de que una multinacional mantenga sus actividades, aun después
de la salida de sus propietarios, depende de que éstos fueran los fundadores
(inversiones greenfield, esto es, dirigidas a la creación de empresas
nuevas) o simplemente adquiriesen un paquete mayoritario de acciones de una
compañía ya creada.

La apertura del mercado nacional a la competencia internacional puede tener
como resultado un replanteamiento de la localización internacional de
las empresas establecidas en él. Por ejemplo, las compañías
tecnológicamente más avanzadas que se deslocalizaron en España
a principios de los 90 consideraron que la integración europea favorecía
su implantación en Centroeuropa.

España debe preocuparse, sobre todo, por la desinversión extranjera
en empresas encuadradas en los sectores tecnológicamente más
avanzados, en los que las inversiones internacionales recibidas no han podido
compensar las desinversiones, lo que ha derivado en una pérdida neta
de IDE (Alcatel, Ericsson, Lucent Technologies, Delphi, Lear, Valeo o Samsung
son casos bien conocidos). Es cierto que no en todos estos ejemplos las actividades
productivas se han clausurado, ya que en algunas ocasiones la propiedad ha
pasado a manos de españoles (por ejemplo, en farmacia, las actividades
de Pfizer han tenido su continuación en Farmasierra, y las de Glaxo,
en Alcalá Farma, aunque ambas empresas españolas hacen tareas
de subcontratación de las multinacionales).
En otros sectores más tradicionales, la desinversión de capital
extranjero responde a la pujanza y eficiencia de las empresas de capital nacional,
a menudo compradoras de las participaciones extranjeras, en el ámbito
de una estrategia similar a la que les lleva a aumentar sus inversiones directas
en el resto del mundo (compras de Argal y Fontaneda por grupos de alimentación
españoles, por ejemplo).

Para hacer frente a la deslocalización de empresas de propiedad extranjera
en los sectores más avanzados es necesario reforzar los procesos de
investigación tecnológica y de cualificación de la mano
de obra, susceptibles de crear nuevas producciones de alta tecnología.
Sólo invirtiendo en su futuro España asegurará su presente.

¿Algo más?
La deslocalización es un fenómeno
relativamente nuevo y poco conocido, que apenas ha recibido la
atención de los especialistas. Por esta razón, los
escasos estudios disponibles son documentos de trabajo muy especializados.
Uno de los primeros es el de E. M. Mouhoud, ‘Les stratégies
de relocalisation des firmes multinationales’ (Revue
d’économie
politique
, 99 (1), 1989). La deslocalización se ha asociado
a los procesos de apertura a la competencia internacional de los
mercados nacionales. En este sentido, son fundamentales los trabajos
de Paul Krugman y Richard Baldwin, destacados especialistas en
economía internacional e integración económica,
entre ellos ‘Free trade agreements without delocation’,
de Baldwin y Robert-Nicoud (Canadian Journal
of Economics
, vol.
33, nº 3, 2000), e Integration and
the Competitiveness of Peripherical Industry y Unity with diversity
within the European Economy: The Community´s Southern Frontier
, ambos en Cambridge
University Press.España es quizá uno de los países más
afectados por la deslocalización y, por tanto, uno de los
más analizados. El principal trabajo es el realizado por
los autores del artículo y Antonio Mora: Las
migraciones de la actividad industrial y los flujos de inversión directa
en la Unión Europea
(Junta de Andalucía, Colección
Pablo Olavide, 1996). Un resumen de este trabajo se puede encontrar
en el artículo ‘Las migraciones de la actividad industrial
en la Unión Europea’ (Economía Industrial,
nº 305, 1995). Más recientemente, estos mismos autores
han analizado el fenómeno paralelo de la desinversión
del capital extranjero en España en ‘La desinversión
de capital extranjero en la industria española’ (FEDEA,
Documentos de Trabajo, Estudios de Economía Española,
nº 168, 2004). Fernando Merino de Lucas ha hecho lo propio
en ‘Desinversión de las multinacionales extranjeras: ¿casos
aislados o un fenómeno generalizado?’ (Economía
Industrial
, 2003). Sobre las diferencias entre empresas multinacionales
y nacionales son fundamentales los trabajos de Giorgio Barba, Daniele
Checchi y Alessandro Turrini, ‘Adjusting Labour Demand: Multinational
versus National Firms. A cross-european analysis’ (Congreso
Anual de la European Economic Association, Venecia, agosto, 2002); ‘Foreign
Owner and Plant Survival’, de Andrew B. Bernard y Fredrik
Sjöholm (National Bureau of Economic Research, Working Papers,
nº 10039), y ‘Closure and Divestiture by Foreign Entrants:
the Impact of Entry and Post-entry Strategies’ (Strategic
Management Journal
, nº 21, 2000).

 

Rafael Myro y Carlos Manuel Fernández-Otheo
son, respectivamente, catedrático y profesor titular de Economía
Aplicada, en la Universidad Complutense de Madrid.