La caída de un dictador está lejos de ser sinónimo de libertad o estabilidad para un pueblo.

Si 2011 ha sido el año de la Primavera Árabe, 2012 será el año de la ‘Transición Árabe’. No hay marcha atrás: no sólo los ciudadanos del norte de África y Oriente han hablado, sino que los representantes políticos de la comunidad internacional también están bajo el punto de mira de los ciudadanos occidentales.
Bachar al Assad debe ser el próximo en caer. De momento se ha librado de una intervención militar extranjera por tres factores: los observadores de la Liga Árabe, la falta de intereses comerciales occidentales en la zona y por la amenaza de su alianza con Irán. Sin embargo, China y Rusia ya demostraron en el caso de Libia que, con su abstención en el Consejo de Seguridad de la ONU, pueden facilitar una intervención militar para evitar una masacre.

La caída de un dictador está lejos de ser sinónimo de libertad o estabilidad para un pueblo. Los países árabes deben encontrar su propia forma de entenderse. El temor de algunos en Occidente por la implantación de la sharía en países como Egipto o Túnez, donde el pueblo ha votado mayoritariamente a partidos musulmanes, es comprensible. Pero quienes viven en estos lugares niegan una radicalización. La ley islámica ya formaba parte de sus sistemas jurídicos y lo importante es que los ciudadanos puedan elegir.

María Torrens

Coordinadora de la sección Mundo en Lainformacion.com