La polémica designación de Hagel puede marcar un antes y un después en las relaciones entre Israel y EE UU. ¿Le aceptarán?

 

 

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Mark Wilson/Getty Images

 

 

La designación de Chuck Hagel como secretario de Defensa de EE UU ha levantado fuertes polémicas en los dos grandes partidos, en los medios de comunicación y en algunos grupos de presión y, especialmente, en el lobby pro israelí. Comentaristas, analistas y líderes políticos se han pronunciado a favor y en contra de que Chuck Hagel, veterano y héroe de Vietnam, se haga con las riendas del Pentágono. Sin embargo, el debate se ha quedado en las redacciones y en los pasillos, ya que el 65% de los americanos no tiene una opinión formada sobre el antiguo senador republicano por Nebraska, según el Pew Research Center.

El lobby pro israelí es el más duro en las críticas

Por un lado, desde el Partido Republicano, informa Margaret Carlson en Bloomberg, no se le perdona a Hagel su escepticismo inicial y su posterior rechazo a la guerra de Irak. Por otro lado, según Carlson, desde las filas Demócratas no le ven con buenos ojos porque no es de los suyos. Mientras que el colectivo gay se unió a las críticas porque en 1998 Hagel clamó que el entonces nuevo embajador en Luxemburgo, James Hormel, era "abierta y agresivamente gay". Pero el sector que se ha posicionado más férreamente en contra ha sido el lobby pro israelí y la mayoría de sus acólitos. Desde este espectro, a Hagel no se le perdona que se negara a apoyar más sanciones contra Irán, que votara en contra de que Hezbolá fuera etiquetado como grupo terrorista, que instara a Israel a hablar con Hamás y, sobre todo, que declarara que el lobby judío intimida a los representantes de Capitol Hill y mina los intereses de EE UU en el exterior.

Las críticas a Obama y a Hagel han sido en algunos casos, realmente, tórridas. Así, el escritor y comentarista político Ben Stein tilda de forma abierta al incierto secretario de Defensa de antisemita e insinúa que el presidente estadounidense se ríe de todos los judíos que le han votado (el 70% según los datos de el medio especializado en noticias de Oriente Medio, Almonitor). El penalista Alan Dershowitz, que siempre ha apoyado a Obama, se muestra, en cambio, más sereno en sus críticas y afirma que la elección ha sido un gran éxito para las aspiraciones nucleares de Irán.

La polémica ha quedado parcialmente zanjada cuando varios días antes de su designación dos senadores demócratas, acérrimos defensores de los israelíes y de los judíos, Charles Schumer y Barbara Boxer, mostraron su apoyo público al candidato. Schumer, en este sentido, ha dicho que Hagel siempre ha estado a favor del derecho de Israel a defenderse de los ataques de Hezbolá y Hamás y que está debe hacer todo lo necesario para frenar las ansias nucleares iraníes.

Como intento de poner un broche final al episodio, Hagel, en la línea de lo declarado por Schumer, sentenció tras su nominación que tiene la intención de "ampliar la profundidad y la amplitud de las relaciones entre EE UU e Israel."

Obama ya ha movido ficha avisando al próximo Gobierno israelí de que no va a ser tan amable

Obama gana el pulso con determinación

A pesar del fuerte debate desatado cuando Hagel se postulaba a secretario de Defensa, el lobby pro israelí, encabezado por The American Israel Public Affairs Committee (AIPAC), finalmente tiró la toalla. Como nos recordaron los catedráticos John Mearsheimer y Stephen Walt en su famoso libro sobre el tema, este lobby no siempre consigue lo que quiere. Alan Elsner, responsable de comunicación de la organización J-Street, afirma a este respecto que la visión maniquea de AIPAC de que "si no estás 100% de acuerdo con nosotros, estás contra nosotros" ha sufrido una derrota.

Aun así, David Harris, director del American Jewish Committee instó al Senado a someter a Hagel a toda suerte de preguntas sobre su pasado en lo que a relaciones con Israel y fortaleza respecto a Irán se refiere, el cual, ciertamente, ha estado lejos del mainstream en el Capitolio. Así obedeció el antiguo candidato a la Casa Blanca y también republicano, John McCain, que sometió a Chuck Hagel a un duro interrogatorio sobre Irak en el Comité de Servicios Armados y, pese a que el mismo Hagel pidió perdón por sus comentarios hacia el lobby judío, posteriormente McCain declaró "no creo que un filibustero sea apropiado para el puesto, votaré en contra".

Aunque McCain se oponga e intente convencer a más miembros del Senado, Hagel cuenta con los 60 votos necesarios para su confirmación. Obama ha conseguido lo que quería. Por ello, ha mostrado determinación y madurez en la elección de Hagel, como apunta Steve Clemons, antiguo vicepresidente del think tank progresista New America Foundation.

Hagel facilitará las cosas al presidente

Aunque el presidente ha resaltado la experiencia de Hagel en la arena internacional y el portavoz de la última campaña presidencial demócrata, Jen Psaki, se ha pronunciado en el mismo sentido, no es sólo su saber o su prestigio como héroe de guerra lo que le da las llaves del Pentágono. Es republicano, lo que permitirá, en teoría, suavizar la negociaciones para rebajar el presupuesto de la sede del Departamento de Defensa o la salida de Afganistán, así como también gozará de una buena posición para que la Administración Obama negocie también con el conocido como Grand Old Party (GOP), Partido Republicano, el techo de la deuda o la restricción de las armas, según informan Scott Shane y David Sanger en The New York Times.

Tras su segundo discurso de investidura, Obama fue claro al señalar que aspira a dejar un país diferente al que recibió cuando pisó por primera vez el Despacho Oval. Ahora que ya no le pesa la hipoteca de la reelección ha decidido rodearse de hombres leales para llevar a cabo sus cambios. Hagel, en esta línea, es amigo del presidente desde que coincidieron ambos en el Senado e hizo las veces de asesor en una gira por las zonas de guerra de Oriente Medio en 2008.

La decisión de Obama, en suma, obedece a ciertas razones de peso para el futuro del país y no sólo para el destino de las relaciones entre EE UU e Israel.

¿Un nuevo rumbo en las relaciones con Israel?

No obstante, en lo que a Israel se refiere Obama y Hagel piensan igual. Ambos creen en una relación especial con el país hebreo, pero no exclusiva ni libre de escrutinio ni de crítica, como apunta el analista Aaron David Miller. Obama, de esta manera, comienza su segundo mandato lanzando un mensaje al lobby pro israelí, encabezado por el AIPAC, que tantos quebraderos de cabeza le ha dado. Miller también recalca que si la relación entre Netanyahu y Obama fuera buena, toda esta polémica no se habría producido.

Los desencuentros entre el premier israelí y el presidente estadounidense son ya legendarios, pero con la nueva estrella de la política de Israel y gran triunfador de las últimas elecciones, el centrista Yair Lapid, que se postula en las negociaciones para formar gobierno como ministro de Exteriores, el inmovilismo de los israelíes ante las peticiones de Obama puede tener fecha de caducidad. De lo contrario, recuerda Miller, si el más que notorio desapego entre ambos líderes continúa, la tensión entre la Casa Blanca y el lobby pro israelí se acrecentará con la posibilidad de expandirse por la influyente comunidad judía estadounidense.

Hagel puede ser un indicador de cómo se van a desarrollar las relaciones entre EE UU e Israel en los próximos cuatro años. Obama ya ha movido ficha avisando al próximo Gobierno israelí de que no va a ser tan amable. La pelota está ahora en el campo de Netanyahu que bien puede coaligarse con los partidos religiosos y friccionar con la Administración estadounidense como nunca antes; o puede, en cambio, formar una coalición con el centro y volver al entendimiento con su homólogo norteamericano.

 

 

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