Mmusi Maimane da un discurso en Port Elizabeth, Suráfrica, mayo de 2015. Gianluigi Guercia/AFP/Getty Images
Mmusi Maimane da un discurso en Port Elizabeth, Suráfrica, mayo de 2015. Gianluigi Guercia/AFP/Getty Images

El principal partido de oposición de Suráfrica ha elegido recientemente su primer líder negro. Mmusi Maimane, de 35 años, sucede a Helen Zille, quien dimitió inesperadamente en abril. La Alianza Democrática, desde siempre conocida como el “partido de los blancos”, intenta así romper la hegemonía del Congreso Nacional Africano.

Tras ocho años al frente de la Alianza Democrática (AD) Helen Zille anunció que no se presentaría de nuevo a la dirección del partido. En un acto cargado de simbolismo fue la propia Zille quien abrió el sobre con el nombre de su sucesor en la sala de congresos de Port Elizabeth. Muchos de los delegados ya coreaban el nombre de Mmusi, elegido por mayoría. La AD, hasta ahora un partido asociado con los blancos surafricanos, logró aumentar su cuota de votos en las elecciones del año pasado superando el 22% casi duplicando el porcentaje anterior. A pesar de este éxito, la incansable y perfeccionista actual primera ministra del Cabo Occidental, provincia que consiguió arrebatar al gobernante Congreso Nacional Africano (CNA), sabe que si su formación quiere ser una alternativa real al partido hegemónico de la democracia surafricana, debe tener un líder negro.

El CNA gobierna el país desde hace 21 años. La vinculación afectiva de los ciudadanos con el partido que acabó con el régimen de segregación racial de apartheid ha sido grande. Y su poderosa maquinaria electoral le ha venido garantizando cómodas mayorías. Pero la popularidad del presidente, Jacob Zuma, cae salpicado por varios escándalos de corrupción. Zille demostró dominar a la perfección la estrategia de poner el dedo en esas heridas.

El objetivo de la apuesta por el joven Maimane es combatir la percepción de ser un partido que representa sobre todo los intereses de la minoría blanca.

Con el talante liberal de Zille, la AD empezó a atraer tanto a ciudadanos negros de clase media como a vecinos de los townships, hartos de las carencias de servicios básicos. La Alianza ya es, de hecho, el partido más multirracial según el perfil de sus electores. Si quiere desplazar del poder al CNA debe seguir por este camino.

El ambiente de euforia muestra que hay muchas esperanzas puestas en Maimane que estará sometido a una enorme presión. En pocos países la política se basa tanto en el culto a la persona como en Suráfrica. Se espera de su rostro joven que en las elecciones comunales del año próximo gane las ciudades Port Elizabeth y Johannesburgo. Y como probable candidato presidencial en los comicios de 2019 las expectativas son –como mínimo– arrebatar al CNA de la mayoría absoluta.

Mmusi Maimane nació en Soweto en 1980, donde el propio Mandela vivió muchos años. Pese a sus humildes orígenes, estudió en la universidad en Suráfrica y en Gales, consiguiendo un máster en teología, en psicología y en administración pública. Su lema es “La libertad no significa nada sin oportunidad”. Y la falta de oportunidades es, en verdad, el gran problema pendiente.

Tiene algunos de los mejores asesores y estrategas electorales del país. Vestido siempre elegante en sus apariciones públicas, cumple todos los requisitos para su cometido. Mucho antes de iniciar su carrera política, este teólogo empezó a predicar en la conservadora Liberty Church. Una experiencia que sabe aprovechar –con más soltura que su antecesora– en la relación con las masas; un juego de crucial importancia en Suráfrica. Y en la repetición de consignas y mantras políticos –sabe emular perfectamente el virtuosismo del CNA.

Se cuestiona que su perfil político no esté lo suficientemente afilado. Sin embargo, quizá eso sea precisamente lo que le permita conseguir lo que se espera de él: incorporar más rápidamente mayores segmentos de la población negra al proyecto del partido.

Su modus operandi es sólido sin ser espectacular. Vendrá el momento de demostrar que, a diferencia del CNA, sabe implementar sus ideales. ¿Cuáles son? Acabar con el racismo, la corrupción y las desigualdades sociales. Los índices de pobreza, criminalidad y disparidad económica continúan siendo inaceptables. El número de casos de VIH en Suráfrica es el más elevado del mundo. El paro ronda el 25% de la población activa. Los partidos políticos son, además de la policía, las instituciones peor valoradas en los rankings de corrupción.

A pesar de su juventud cuenta con una consistente experiencia política. En 2011 se presentó a alcalde de Johanesburgo por la AD que consiguió un 34,6% de los votos. Pasó a encabezar la oposición en el consistorio. Y ya el año pasado como candidato en Gauteng, aunque la más pequeña una provincia altamente urbanizada y centro económico del país, su puesta en escena fue muy similar a la de Barack Obama. Es por esto que comentaristas políticos le aconsejan no abusar de los lemas del presidente estadounidense. Es consciente de que debe evitar la etiqueta de ser “El Obama de Suráfrica”. Igualmente y con un realismo no exento de ironía le recomiendan soñar sus propios sueños: por mucho que se repita el discurso de “I have a dream” de Martin Luther King nunca será el suyo.

Sabe, por lo demás, que de cara a las elecciones locales del año próximo debe reforzar la presencia de la AD en las áreas rurales, territorios hasta el momento dominados por el CNA. Para ello es preciso visitar todas las provincias sin la presencia de Zille, robusteciendo así su recién estrenado liderazgo.

Al tiempo que la AD sigue acortando distancias con el CNA, recortando terreno por el centro político, crece el número de los que apoyan a los Luchadores por la Libertad Económica (EFF). Esta oposición que el CNA tiene que afrontar por la izquierda se nutre del hecho de que los principales beneficiarios de la discriminación positiva y la emancipación económica de los negros son la clase media emergente y las élites. El programa no llega a la gran mayoría de los necesitados surafricanos negros (el 80% de la población).

Su “comandante en jefe”, como se hace llamar él mismo, es Julius Malema, antiguo presidente de las Juventudes del CNA, expulsado de la formación por cuestionar a Zuma. Abogando por la nacionalización de sectores estratégicos como la minería y la banca, ha logrado llamar la atención de los cientos de miles de jóvenes del país carentes de empleo y oportunidades. Es decir, muchos de aquellos que consideran que la transición democrática de Mandela dejó atrás las clases más desfavorecidas. Una de sus propuestas más polémicas es la expropiación de tierras sin compensación a los blancos. Envuelto también en supuestos casos de corrupción y perseguido en los tribunales por evasión fiscal, Malema se ha despojado de sus ropas caras y coches deportivos para acercarse a las masas. Pese a sus excesos dialécticos, Malema ha logrado conectar con el electorado más politizado de los townships y las universidades. Demuestra grandes dotes como político y orador. Maimane tendrá que competir asimismo con él.

Se ha apuntado con razón que es triste que la designación de un surafricano negro como líder de la oposición tenga que seguir siendo motivo de celebración. Lo que sucede es que esto que durante el régimen del apartheid fue un imposible ha continuado siendo inverosímil después de 1994 debido a la polarización racial de la política del país.

La elección de la AD ha sido estratégicamente inteligente. Necesitaba un representante que refleje la mayoría demográfica de la nación para tratar de hacerse con ese voto. Quizá –y no solo para desmontar el argumento de sus adversarios políticos– su reto más importante para poder cambiar de verdad la mentalidad de negros y blancos en el país será demostrar que no es una cara negra en el mar blanco de su partido.

Su tarea es convencer a los votantes que sabrá velar por los derechos y defender los intereses de todos. Algo en lo que el CNA ha fracasado. Para ello tendrá que reinventar la AD. Su ventaja para llevar a cabo ese cambio es que sus ideas no pertenecen al liberalismo clásico percibido, tal vez erróneamente, como fundamentalista por muchos al identificarse con la ausencia de empatía política y social y un exagerado individualismo. En particular le conviene además evitar cualquier acercamiento a los xenófobos (un problema que junto a otras lacras está azotando Suráfrica).

Tendrá, pues, que ser muy cuidadoso para que la necesaria desideologización del partido no derive en populismo. Si logra esto, su formación se mostrará capaz de representar a todas las razas y clases sociales aglutinándolas en un proyecto común. Un difícil equilibrio que más allá de buena oratoria requiere verdadero liderazgo.