esglobal ha charlado con el arabista inglés John McHugo, autor de Una breve historia de los árabes (Turner, 2015). Una conversación sobre estereotipos e identidad, pero también a cerca del clientelismo e islamismo en las sociedad árabes, el dañino papel de Occidente en la región y la resaca histórica de las protestas de 2011.

Egipcios pasean al lado de un graffiti que conmemora el aniversario de las protestas de 2011. Mohamed el Shahed/AFP/Getty Images)
Egipcios pasean al lado de un graffiti que conmemora el aniversario de las protestas de 2011. Mohamed el Shahed/AFP/Getty Images)

esglobal. ¿Diría que existen prejuicios en la percepción que se tiene de Occidente en los países árabes?

John McHugo. Sobra decir que estamos hablando de diferentes países, con idiosincrasias distintas, y en los que existe un diverso grado de libertad de expresión y de exposición a Occidente. Dicho esto, debemos pensar en los refugiados de diversos países árabes –Libia y Siria, sobre todo– que están llegando a Europa (es previsible que pronto comiencen a llegar refugiados procedentes de Yemen). Si en el mundo árabe estuvieran consolidados los prejuicios hacia Europa, los refugiados no tratarían de llegar al continente. Por otra parte, cuando Israel lleva a cabo sus acciones criminales –considerando el derecho internacional– en los territorios ocupados, es frecuente ver a palestinos diciendo en canales árabes: “¿Dónde están los árabes? ¿Dónde están los musulmanes? ¿Qué están haciendo por nosotros?”. Muchos árabes son conscientes de que, en ciertos aspectos, Occidente hace más por ellos que el resto de países árabes. A pesar de ello, no podemos obviar que hay prejuicios que sí están extendidos. Por ejemplo, en algunas series emitidas en canales árabes es habitual encontrarse con un personaje que responde a una especie de agenda islamista moderada: un hombre joven que se descontrola, comienza a acudir a fiestas, conoce a mujeres desinhibidas, bebe alcohol… La idea que está detrás es que Occidente es degenerado y su influencia puede degenerar a los jóvenes musulmanes. Aparte de estos estereotipos hay también una percepción muy extendida sobre Occidente que se basa en razones objetivas. Occidente ha decidido remodelar Oriente Medio, el Mundo Árabe, acorde con su propia imagen, en lugar de preguntarles qué es lo que quieren. No sólo en episodios recientes, como en la invasión de Irak, sino ya desde la época de los mandatos francés y británico en la región.

esglobal. ¿Diría que existen también prejuicios sobre el mundo árabe en Occidente?

J.Mc. Creo que está muy extendido el que afirma que los árabes tienen la tendencia a culpar a los demás por sus propios errores. Algo que hacen, en efecto, pero no siempre. En el Mundo Árabe existe una larga tradición de intelectuales que reflexionaron sobre los errores cometidos tanto por los gobernantes árabes como por otros actores claves de sus sociedades. En mi libro hablo, entre otros, de Mohammed Abduh, un reformista de finales del siglo XIX. Advirtió que si el islam no se renovaba terminaría siendo descartado como una vieja túnica con la que nos avergonzaremos salir a la calle. Y sucedió así: mucha gente descartó el islam por su falta de renovación. En el origen del partido Baaz, por ejemplo, estaba ese sentimiento: querían reformar el mundo árabe porque sabían que necesitaba ser reformado. Así que sí que ha habido y hay muchos árabes conscientes de que sus países necesitan ser reformados, aunque también haya prominentes reaccionarios que, en ocasiones, tienen influencia y poder para imponerse.

esglobal: ¿Cree que hay razones para culpar a Occidente por su contribución al crecimiento del Estado Islámico y de la violencia sectaria?

J.Mc. Desde luego, parte de la culpa es innegable. Pero la culpa es compartida. Creo que la invasión de Irak fue un desastre. ¿Y qué podemos decir de la posguerra? Estados Unidos y Reino Unido –los principales invasores– fallaron terriblemente, bajo el punto de vista del derecho humanitario, a la hora de establecer el orden en todo el país. Por supuesto que hay cosas muy graves de las que culpar a Occidente, pero de otras muchas no. Por ejemplo, del gran clientelismo que existe en el mundo árabe. Claro que hay clientelismo también en Reino Unido, y supongo que también en España. Pero en el mundo árabe ha alcanzado un grado que llamaría tóxico, sobre todo cuando se basa en el componente sectario. Por ejemplo, en el Irak de Nuri al Maliki, detrás de la violencia sectaria está, en buena medida, el clientelismo sectario precedente. Con una larga tradición que se remonta al Imperio Otomano, aunque en ningún otro período histórico fue tan grande, ni de lejos, como en los últimos años. Hay varias causas para explicar el alto grado de violencia sectaria actual además del clientelismo. Una es la ideología wahabí extendida por Arabia Saudí. Algo a lo que todavía no nos hemos enfrentado como merece en Occidente. Otra razón tiene que ver con la falta de escrúpulos de algunos políticos árabes y de las potencias invasoras a la hora de usar la táctica de la división sectaria cuando les convenía. Sin olvidar que ese enfrentamiento entre judíos, cristianos y musulmanes puede ser rastreado hasta la gestión de los mandatos franceses e ingleses, en especial los mandatos en Palestina y Líbano, pasando por el intervencionismo durante la Guerra Fría, que buscó la división para favorecer intereses geopolíticos.

esglobal. A pesar de todas las dificultades, Túnez está demostrando que es perfectamente posible una democracia en el mundo árabe. ¿Qué diferencia a este país de otros en la región?

J.Mc. Creo que Túnez fue un país afortunado por ser el primer Estado árabe en el que se produjo una revuelta: en este sentido, Ben Alí y su camarilla fueron una especie de conejillos de indias, mientras que en otros lugares, las viejas guardias pudieron aprender la lección viendo lo que sucedió en Túnez. Este país contaba, además, con otras ventajas. Viajé a Túnez en torno al año 2000 para participar en unas conferencias con abogados tunecinos. Y pensé: ¿por qué hay una dictadura? Sin dejar de ser árabe, orgullosamente árabe, su sociedad estaba altamente influenciada por una cultura como la francesa. Muchos tunecinos habían estudiado y vivido en Francia. Además, era uno de los pocos países árabes en los que se había planteado un debate público, relativamente abierto, sobre asuntos como la posibilidad de que  una mujer musulmana pudiese casarse con un no musulmán, algo impensable en un país como Egipto. Así que en Túnez existía ya un amplio grado de lo que podríamos llamar pensamiento abierto. Creo que los tunecinos han sido también afortunados con su clase política. Aunque habrá muchos tunecinos que no estarán de acuerdo conmigo en este punto, creo que hay que reconocerle a Rachid Ghanuchi, al margen de todos los errores que haya podido cometer su partido, Enhada [Partido del Renacimiento, islamista], que podría haber tomado otro camino distinto del que tomó. Podría haber seguido el camino de Morsi, en Egipto, o el camino que parece estar tomando Erdogan en Turquía últimamente. En lugar de eso, Ghanuchi dijo: somos musulmanes, y el islam comporta una cierta moral –igual que el cristianismo tiene la suya–, pero no se puede obligar a la gente a que siga unos principios religiosos que no comparte, eso sería contrario al islam. Creo que acertó. Además, ha estado dispuesto a llegar a acuerdos con políticos laicos y con partidos de izquierdas. Concediendo una transferencia de poder cuando las urnas así lo establecieron.

esglobal. Los partidos islamistas, además de sus discursos religiosos, ofrecen programas sociales y reclamaciones políticas nada irrazonables. ¿Cree que en los medios occidentales hablamos los suficiente de ese aspecto que atrae tantas simpatías entre buena parte de la población árabe?

J.Mc. En muchas ocasiones, cuando en medios de comunicación occidentales se habla de partidos islamistas suele tratarse la información con una cierta histeria. Respecto a estas formaciones hay que decir que son claramente conservadoras en muchos aspectos. Yo los compararía con algunos partidos democristianos europeos. O mejor dicho: podrían convertirse en algo parecido a lo que se han convertido los partidos democristianos europeos. En Túnez hay bastantes probabilidades de que algunos partidos islamistas sigan ese camino. Pero también encuentras partidos salafistas tunecinos que dicen, por ejemplo, que se debe reestablecer el derecho de un hombre a tener varias mujeres, porque así lo establece el Corán. No podemos olvidar, sin embargo, que uno de los pilares fundamentales del islam, al igual que en el Cristianismo, es la justicia social. Y ese aspecto del islam es muy positivo. Pero, retomando lo que comentábamos antes, se percibe cierta repulsión hacia el islamismo en Occidente que tiene que ver con política identitaria. Pensemos en el debate sobre el velo que llevan algunas mujeres en el mundo árabe. Algunas lo llevan como signo de identidad. No digo que me guste especialmente el uso del velo, pero creo que llevarlo o no llevarlo es una cuestión que han de decidir las propias mujeres.

esglobal.  ¿Qué quiere decir hoy en día sentirse árabes? ¿Qué relación existe entre identidad árabe e islam?

J.Mc. Hay un gran solapamiento entre la identidad árabe y la identidad musulmana. Sin que sean lo mismo. En mi libro hablo de un escritor judío egipcio de finales del siglo XIX, James Sanua (o Yaqub Sanu). Fue uno de los primeros nacionalistas egipcios. Era judío, pero escribió con una retórica que hoy calificaríamos de islamista: “apelo a los musulmanes para que se levanten contra los opresores”, y otras frases parecidas. Sin embargo, no hace falta leerlo en profundidad para darse cuenta de que era lo opuesto a un islamista fundamentalista. Pero usaba esa retórica para llegar a todos los egipcios, incluidos los de las zonas rurales. Y para conseguir esa atención apelaba a la identidad musulmana, que se solapaba con la identidad nacional egipcia. Otro ejemplo más reciente lo encontramos en la figura del fundador del partido Baaz, Michel Aflaq, un sirio que era cristiano ortodoxo. Escribió que el islam era uno de los grandes logros de los árabes. Y escribió eso sin ser un partidario, por ejemplo, de encerrar a las mujeres, todo lo contrario, creía que ellas tenían que jugar un papel clave en una sociedad democrática. Otra cosa es que los métodos que usó para traer esa democracia hiciesen que la democracia fuese imposible… Pero esa es otra cuestión.

Por otra parte, la alfabetización se ha extendido muchísimo en el mundo árabe, aunque aún quede mucho por hacer en este sentido en países como Yemen y Marruecos, y en el Egipto rural. Y la lectura del Corán es un parte importante en la formación de los árabes. No sólo en un sentido religioso. Este libro sagrado es también una obra de referencia a nivel literario, como pueden serlo en Occidente referentes como Cervantes o Shakespeare. Esta influencia de la cultura del Corán se detecta no sólo entre los musulmanes, también entre las comunidades judías y de cristianos ortodoxos que viven en el mundo árabe. Cultura en sentido amplio, incluso en aspectos como el uso del velo: puedes encontrar comunidades judías y cristianas en el mundo árabe en las que las mujeres se cubren por completo la cara. Y hay otros ejemplos de esta influencia.

esglobal.  ¿El conflicto entre Palestina e Israel es aún una cuestión importante en el mundo árabe?

J.Mc. Es todavía una cuestión importante. Lo que sucede es que otras causas se han convertido también en relevantes. Cuando entre 200.000 y 300.000 personas han muerto en Siria, y la mitad de la población ha sido desplazada, lógicamente se tiene que defender también esa causa. Pero eso no implica que Palestina haya perdido importancia. En este sentido me gustaría decir –y entiendo que mi afirmación pueda interpretarse como provocadora– que el mundo árabe lleva tiempo dispuesto a alcanzar la paz con Israel, y que ha sido Israel la que no ha querido alcanzar dicha paz. Para apoyar esta argumentación me gusta recordar el Plan de Paz de 2002 basado en una propuesta de Arabia Saudí. Dicho plan le concedía a Israel una integridad territorial, considerando la situación previa a 1967, a cambio del reconocimiento de los derechos de los palestinos. El problema de fondo ha sido siempre que Israel no ha querido reconocer los derechos de los palestinos. En esto se ha visto amparado por Occidente y, en ocasiones, ha recibido el apoyo directo. Buena parte de la narrativa israelí sobre el conflicto con los palestinos es asumida en ciertos círculos de poder y de opinión occidentales, sobre todo en Estados Unidos pero también en Europa, y está basada en la cultura de la negación. La razón por la que muchos palestinos se convirtieron en refugiados, por ejemplo, es un tabú en muchas comunidades de algunos países occidentales.

esglobal.  Termina su obra diciendo que la llamada Primavera Árabe sólo acaba de empezar. ¿Puede desarrollar esta idea?

J.Mc. En mi libro uso la anécdota del líder comunista chino Zou Enlai, citando la respuesta que dio en los 70 cuando le preguntaron qué pensaba sobre la Revolución Francesa:  “Es demasiado pronto para valorarla”. Conviene recordar que la Revolución Francesa dividió a la sociedad gala. Por ejemplo, la madre de Charles De Gaulle era todavía una monárquica. El monarquismo permaneció vigente durante más de un siglo en parte de la población francesa como un modo de resistencia contra las ideas de la Revolución. Muchos amigos árabes me dicen que las consecuencias reformadoras de las Primaveras Árabes pueden tardar varios años en manifestarse plenamente, tal vez, incluso –y por desgracia– décadas.