JAULA PARA LA ESPERANZA

En 2004, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya determinó que el muro israelí es ilegal según el derecho internacional, y que Tel Aviv debería parar su construcción, desmantelar lo construido y ofrecer compensaciones por lo destruido. Además, estipulaba que es parte del asentamiento ilegal de Israel en los territorios ocupados, que también debía detenerse. Después, la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución ES-10/15, que apelaba a Israel a cumplir el dictamen del Alto Tribunal.

Al contrario de lo que muchos creen, el muro no se ha construido en el lado israelí de la Línea Verde, la división reconocida internacionalmente como separación entre Israel y los territorios palestinos ocupados. Cuando esté terminado, recorrerá 720 kilómetros, de los que un 82% estará en tierra palestina ocupada. El muro penetra 22 kilómetros en Cisjordania, y un 10% de la población palestina, sobre todo quienes viven en Jerusalén Este, se encontrarán atrapados entre la Línea Verde y el muro.

El trazado se hizo de tal modo que abarcara tanta tierra como fuera posible del lado Oeste y al mismo tiempo asfixiara a las poblaciones palestinas al Este. El resultado es el aislamiento y la creación de guetos. Los granjeros palestinos no pueden acceder a sus tierras, con lo que las cosechas se pierden. Los olivos han sido arrancados y destruidos. Los hombres y las mujeres no pueden llegar a sus trabajos ni los estudiantes a sus escuelas. Los palestinos no tienen control sobre sus tierras o sus propiedades.

En 2007, se demolieron unas 165 casas y se arrasaron numerosas tierras de cultivo, la mayor parte en Jerusalén y sus alrededores. Está previsto construir carreteras y túneles que permitan a los israelíes conectar sus asentamientos sin tener que atravesar pueblos palestinos o rodear todo el muro. Hay 17 pasos alrededor de Jerusalén y sólo tres para los cisjordanos. También hay 63 puestos de control y accesos israelíes a lo largo del muro, pero no en todos se permite pasar a los palestinos y la mayoría abre sólo durante unas horas. Para acceder a Jerusalén o cualquier otro lugar de Israel, un palestino necesita un visado israelí. Esta táctica previene la libertad de movimientos de los palestinos entre Jerusalén Este, el resto de Palestina y Cisjordania.

Este muro no sólo hace imposible la idea de alcanzar un Estado palestino viable, sino que también hace imposible imaginar qué tipo de sociedad puede surgir de semejante opresión. El pueblo palestino vive en una jaula de esperanza perdida. Su mente ha sido moldeada por la ocupación, la destrucción, el abandono, la humillación, la deshumanización y la pérdida absoluta de cualquier control sobre sus vidas.

Ghassan Khatib ha sido ministro del Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina. Este artículo ha sido escrito en colaboración con Alia Amat.

 

 

SALVAR VIDAS

En 2002, los atentados terroristas suicidas palestinos en las calles, centros comerciales, guarderías y autobuses israelíes llegaron a tal punto que los ciudadanos tenían miedo de salir de sus casas, de mandar a sus hijos al colegio y de subir a un autobús. Ésa era la situación cuando el Gobierno israelí adoptó la decisión de construir un obstáculo físico entre los terroristas palestinos y sus víctimas.

Desde el inicio de su construcción, la valla de seguridad ha recibido muchas críticas. En algunos casos, por causas legítimas, y en muchos más, por razones políticas y propagandísticas. Sin embargo, ni tan siquiera todas las críticas pueden cambiar los hechos: las cifras. El número de atentados suicidas se ha reducido un 95%, y el número de víctimas ha descendido un 98%. Los datos muestran que la valla de seguridad no sólo es un instrumento legítimo de autodefensa, sino que también salva vidas.

De sus proyectados 720 kilómetros de longitud, el 95% está compuesto de alambradas y sensores electrónicos. Sólo un 5% del trazado es muro de hormigón. Por esta razón, está claro que la denominación más adecuada es la de valla, y no la de muro. Su ancho, de 40 metros, es similar al de una autovía de cuatro carriles, con un sistema de detección en su centro. Los tramos construidos en cemento están destinados no sólo a evitar la infiltración de terroristas, sino también a bloquear sus disparos contra los vehículos israelíes que viajan por las carreteras adyacentes.

Al contrario que otras vallas en otros lugares del mundo –que tiene como razón de ser evitar la inmigración de personas que buscan trabajo y una vida mejor–, el caso israelí es completamente diferente. Su único objetivo es proteger la vida de sus ciudadanos de los ataques terroristas. El día en el que cese el terrorismo, desaparecerá.

El Tribunal Supremo de Israel ha establecido que la construcción de la valla es conforme a las leyes internacionales, aunque en algunos casos obligó al Gobierno israelí a cambiar su trazado. Sus sentencias se han basado en buscar un equilibrio entre los perjuicios que causa la valla en la vida de los palestinos, por una parte, y el derecho a la vida de los israelíes, por otra.

A nadie le gusta vivir con barreras. A los israelíes tampoco. Esperamos que llegue el momento en el que la valla no sea necesaria y podamos vivir en paz con nuestros vecinos.

Lior Haiat es portavoz de la Embajada israelí en España.