El papel de la Unión Europea en la promoción de los derechos humanos y la democracia.

 

Los cambios en el balance de poder mundial están poniendo en entredicho las políticas europeas de apoyo a la democracia y los derechos humanos en el mundo. Existe una oposición creciente a la idea de que Occidente diga a los países cómo deben gestionar sus asuntos en esta materia, ya sea  directamente o a través de instituciones multilaterales. Además de esta pérdida de dominio político y económico en el contexto global, Occidente debe competir ahora con nuevos poderes emergentes que han demostrado no tener interés en promover la democracia y los derechos humanos fuera de sus fronteras.

Frente a estos cambios, la Unión Europea está luchando por conseguir algún impacto significativo sobre los derechos humanos y la democracia fuera de sus fronteras. La UE parece no tener una concepción sólida del papel de estos valores en su política exterior, que sea tanto capaz de resolver conflictos aparentes entre tales valores y otros intereses europeos como de lograr un apoyo sistemático de los Estados Miembros. Es evidente que existe un compromiso retórico hacia los derechos humanos y la democracia pero éste no se traduce habitualmente en la práctica de las relaciones de la UE con algunos países u organizaciones regionales. El resultado es que la UE y sus Estados Miembros terminan por situar otras preocupaciones por encima de los derechos humanos y la democracia.

A pesar de este panorama, la UE todavía tiene un papel que jugar en la defensa de estos valores universales, aunque sólo si se adapta a las circunstancias cambiantes y, al mismo tiempo, define con mayor precisión sus propias políticas. Por eso, sería importante avanzar en  una nueva estrategia que incluyera tres principios: primero, la UE debe ser firme con sus valores asegurando que su definición se asienta sólidamente en las necesidades y deseos de las comunidades locales de los países que afecten; segundo, debería convertirse en una política mejor orientada y realista sobre lo que se pretende conseguir en cada caso, buscando aquellos “puntos de presión” en los que la UE pueda verdaderamente influir, que cuenten a la vez con el apoyo local y que favorezcan el respeto por la dignidad humana y las reformas políticas; y, tercero, debería buscar nuevos socios y encontrar un terreno común con las potencias emergentes para apoyar los valores universales de tal manera que no puedan verse como una vuelta a la era de la hegemonía occidental.

Pareciera que este es un momento particularmente prometedor para que la UE reexamine sus políticas en democracia y derechos humanos ya que los cambios introducidos por el Tratado de Lisboa pueden ayudar tanto al establecimiento de prioridades en esta materia como a su sostenibilidad en el tiempo. Para ello se necesitaría un fuerte apoyo al Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) de tal manera que ésta tuviera la capacidad de convertir en prioridad política una estrategia basada en estos valores a la vez que ayudar con su experiencia y conocimiento técnico para asegurarse de que lo acordado en los niveles políticos pueda ser puesto en práctica sobre el terreno.

 

Nuevas tendencias globales

Considerando que la UE debe responder a un nuevo clima internacional, se necesitará desarrollar un enfoque más flexible y políticamente más sensible al apoyo de valores globales. Definitivamente será necesario hablar menos de cuestiones abstractas y más de las necesidades tangibles de personas diferentes en situaciones distintas alrededor del mundo.

Existen tendencias que demuestran un resurgimiento de la confrontación ideológica en las relaciones internacionales. La democracia está en discusión en algunos lugares fuera de Europa: algunas democracias recientes se han deteriorado con brotes autoritarios; la crisis financiera mundial ha debilitado la credibilidad del liberalismo político y económico occidental; las intervenciones en Irak y Afganistán han ayudado a deslegitimar la idea de promoción de la democracia y el papel de China; y otros países emergentes en los campos de la ayuda al desarrollo y acuerdos comerciales están desafiando el dominio occidental.

En la política de la UE hacia el sur del Mediterráneo, la ambiciosa agenda de reforma política que se incluyó en la Declaración de Barcelona de 1995 está ausente de la UpM

Estas tendencias globales han creado un ambiente mucho más difícil para promover los derechos humanos y la democracia en terceros países, tal como la UE aspira a hacerlo.  Aunque Europa esté comprometida formalmente a situar estos valores en el centro de sus relaciones exteriores, todavía no ha desarrollado una manera efectiva de trasladarlos a un enfoque común hacia aquellas relaciones donde la Unión o los Estados Miembros tengan intereses múltiples. Un ejemplo significativo sería la política de la UE hacia el sur del Mediterráneo donde la ambiciosa agenda de reforma política que se incluyó en la Declaración de Barcelona de 1995 está ausente de la Unión por el Mediterráneo. Los Estados Miembros, especialmente aquellos con una presencia e intereses en la región, no parecen encontrar una forma efectiva de trabajar simultáneamente en favor de la modernización, la estabilidad y la reforma política en Oriente Medio y el Norte de África. Lo que se observa en este caso y en la política europea en general es un entendimiento concreto y práctico de cómo los derechos humanos y la democracia y otros objetivos europeos se relacionan entre sí y pueden ser perseguidos conjuntamente, problema actual crucial teniendo en cuenta hasta qué punto la política internacional se está convirtiendo en un mercado altamente competitivo.

Europa no necesita retroceder en sus compromisos con la promoción de los derechos humanos y la democracia, ni dejar de considerarlos elementos fundamentales de su política exterior. Pero sí debe reconocer el nuevo mundo que confronta y revisar sus nuevas estrategias con más sentido crítico. Sería un paso muy importante que primero acepte que debe involucrarse en una batalla genuina de ideas y, al mismo tiempo, encontrar un lenguaje y una serie de razones para el apoyo de estos valores, que resalten las ventajas específicas que ofrecen en los contextos locales y romper la asociación con los modelos políticos y económicos occidentales.

Para avanzar se requerirá de una posición elaborada acerca del alcance e influencia que la UE tiene en cada región y los pasos que son más importantes para entrelazar respeto por los derechos humanos y promoción de la reforma política. En términos prácticos, una vía para poner en práctica el compromiso europeo con cada país en cuestión podría pasar por la identificación de aquellos puntos de presión en torno a los cuales las se pudiera articular una estrategia europea exitosa.

Extracto realizado por la oficina del ECFR en Madrid del informe de próxima publicación ‘Towards an EU Human Rights Strategy for a post-Western World’.

 

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