Metas: El último de los ODM es una especie de toque final que se elaboró con la esperanza de garantizar que la política no frustre las propias buenas intenciones del mundo. Eso significa prestar atención a los Estados que se han quedado más retrasados, crear un sistema financiero global regulado y basado en las normas, eliminar la deuda de los países, promover que el acceso a los medicamentos con receta sea asequible y trabajar con el sector privado para conseguir hacer llegar las nuevas tecnologías a manos de los más pobres.

Realidad: Este objetivo iba a ser siempre el más difícil de alcanzar porque implica resolver multitud de intereses contrapuestos. Aunque el mundo ha coincidido de manera amplia en que deberían eliminarse las subvenciones a la agricultura, por ejemplo, existen factores internos dentro de cada país que han impedido que las conversaciones sobre este tema, la llamada Ronda de Doha, sigan avanzando. Se ha producido algún progreso en cuestiones de arquitectura financiera;  por ejemplo, Estados Unidos y Europa han aprobado nuevas normas financieras y el Comité de Basilea, que supervisa a los bancos internacionales, recomendó nuevos estándares para las entidades bancarias el 12 de septiembre de 2010. La reducción de la deuda ha avanzado aún más, y tres cuartas partes de los países habilitados para recibir asistencia están ya en el programa de alivio de la deuda del FMI.