Meta: El primer objetivo pretende mejorar la situación del sector de la humanidad que peor vive: reducir a la mitad el porcentaje de personas con una renta inferior a 1 dólar al día, conseguir el pleno empleo para todo el mundo independientemente de su edad y su sexo y reducir a la mitad la proporción de gente que se acuesta hambrienta.

Realidad: Los índices mundiales de pobreza han descendido casi hasta alcanzar el objetivo, y las cifras serían aún mejores si no se hubiera producido la Gran Recesión, según destaca un informe del Fondo Monetario Internacional hecho público en la cumbre. De no ser por la crisis económica, 71 millones más de personas habrían escapado ya de la pobreza.

En 1990, el año que se utiliza de punto de referencia para todas las metas de los ODM, el 46% del mundo vivía con menos de 1,25 dólares al día. En 2005, sólo le ocurría al 27%; una disminución increíble. Pero eso se debe sobre todo a que, en China, 500 millones de personas han salido de la miseria en los últimos 30 años; al resto del planeta no le van tan bien las cosas. En el África subsahariana, los índices de pobreza cayeron al 10%, pero, debido al aumento de población, las cifras absolutas de los que viven en estas condiciones se incrementaron. E incluso dentro del propio gigante asiático, aproximadamente 254 millones siguen viviendo en la pobreza extrema y ganan unos 52 céntimos al día.

Las tasas de desempleo se dispararon con la recesión mundial; sólo para volver a los niveles anteriores a la crisis harán falta 300 millones de puestos de trabajo nuevos, según el informe elaborado por la ONU antes de la cumbre.

Mientras tanto, las filas de los hambrientos han aumentado al mismo tiempo que el precio de los alimentos y alcanzaron su máximo histórico, mil millones de personas, en 2009. Un informe elaborado hace poco por la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación llega a la conclusión de que el número ha descendido ligeramente, pero advierte que “si el aumento reciente del precio de los alimentos persiste, creará nuevos obstáculos en la lucha para reducir el hambre”. Los países del G-20 han reaccionado y, por ejemplo, en 2009 crearon un fondo mundial para la agricultura. Sin embargo, a estas alturas, sólo ha llegado el 6% de las aportaciones prometidas.