O lo hace bien o se convertirá en otra Europa, donde los subsidios estatales fueron un problema para esta energía.

 

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MARWAN NAAMANI/AFP/Getty Images

La planta solar térmica más grande del mundo en Abu Dabi.

 

La muestra más reciente del apoyo a fuentes de energía alternativa de los países de Oriente Medio es la inauguración en Abu Dabi de la planta solar térmica más grande del mundo, con gran algarabía y con las felicitaciones de muchos líderes globales y de la industria de energía renovables.

Gran parte de estos planes de expansión –que se espera propulsen la industria renovable mundial- son irreales. El reto, finalmente, será equilibrar los beneficios con los riesgos, económicos y políticos, que son específicos a cada país y región. O para exponerlo de forma sencilla: ¿cuánta energía renovable puede desarrollarse sin imponer una gran carga económica sobre el gasto público, antes de que recortar subsidios a los consumidores sea obligatorio? La pregunta pone a temblar a los gobiernos de la zona.

Pero todavía los planes son muy recientes y responden más a una retórica política. Además, falta crear casi todo el marco regulatorio y las reformas legislativas que acarrearía, así como el desarrollo de planes de infraestructura, redes inteligentes y otras obras y reformas que, indispensablemente, deben acompañar a las energías renovables. Los analistas de renovables y expertos y la Agencia Internacional de la Energía coinciden en que son poco optimistas con que se cumplan las metas en el marco de tiempo establecido.

Aunque no deja de ser un mercado prometedor. Más allá de las metas nominales, lo importante es que los países de Oriente Medio aprendan de los excesos que se han dado en Europa –sobre todo en la soleada España- para evitar el tipo de déficits crecientes que anualmente se comparan con el rescate a Chipre. De otra manera, pueden terminar empeorando su precariedad de fuentes de generación eléctrica y la lucha contra el cambio climático.

¿Promesa?

Arabia Saudí quiere instalar 54 gigavatios (GW) de capacidad renovable para 2032: 41 GW de ellos en solar (16 GW en fotovoltaica y 25 GW en solar térmica). Está buscando unos 100.000 millones de dólares (78 millones de euros aproximadamente) para lanzar este programa, el más ambicioso de la región y el que cuenta con las mejores posibilidades de avanzar con fuerza, porque el país es el más expuesto a las faltas de alternativas de generación eléctrica. Pero su meta para 2020 es instalar casi la mitad, lo cual parece inalcanzable.

Abu Dabi quiere cubrir el 7% de su electricidad con energías renovables para 2020, aunque no está claro qué tecnología utilizará. En marzo inauguró la planta solar térmica más grande del mundo con 100 megavatios de capacidad, Sham 1. Su meta es mejorar la seguridad energética para generar su propia electricidad, ya que por ahora importa casi todo el gas que utiliza. Jordania, Egipto, Argelia y Catar todos tienen otros objetivos más discretos y diferentes motivaciones, pero sus programas son aún más inciertos.

Se espera que los planes de energía renovables de Oriente Medio impulsen la industria verde mundial esta década. Otros mercados, como el de China, Japón y los mercados emergentes, también crecerán con fuerza, pero son bastante autosuficientes industrialmente. Países más maduros como los de Europa y EE UU en cambio están reduciendo su ritmo de crecimiento.

Sin duda hay poderosos argumentos para incrementar la capacidad instalada en Oriente Medio. Hay mucho sol, viento (demasiado inclusive) y hay dinero y crédito disponibles alineados para abordar el creciente déficit de generación eléctrica que se cubre con petróleo. Además, la seguridad energética mejoraría, especialmente en una región donde una diversificación de fuentes energéticas es urgente, y la carga económica es más asumible en los países productores de petróleo porque permite liberar más crudo para exportar.

La justificación principal es la última. Al fin y al cabo, Oriente Medio ya está ejecutando o planificando enormes proyectos de diversificación energética orientados al sector eléctrico, incluyendo generación nuclear y de carbón limpio, así como producción de gas de esquistos. Ni los objetivos renovables, ni los otros, se cumplirán en su totalidad, pero si parcialmente.

Invertir en renovables en Oriente Medio supondría básicamente una transferencia de subsidios. En vez de subvencionar quemar el petróleo, se subvencionaría generar energía solar. La diferencia, por supuesto, es que el gasto de producción de crudo ya está hecho, pero en renovables queda todo por hacer. Esta ecuación es la que determinará cuánta energía renovable finalmente se instalará.

La energía eólica está bien encaminada a lograr la competitividad económica con otras fuentes convencionales, dependiendo de las circunstancias. Pero en el caso de la solar que, supuestamente supondrá la mayoría de la expansión renovable de la región, no está tan claro. Actualmente, el costo de las plantas solares a lo largo de su vida es entre dos y cinco veces más caro que la fósil, aunque las ambiciones regionales dependerán de sus particulares proyectos y requerimientos.

El consumo en horas puntas en el verano también lo hace una alternativa ideal ya que es complementario con la intermitencia solar y podría ser mucho más eficiente la inversión que en otras regiones del mundo. Los costos industriales siguen bajando, mientras aumentan los de las alternativas fósiles y sus requerimientos de capital, lo cual a futuro también cambiará la ecuación económica.

¿O burbuja?

Los países de Oriente Medio tienen que diseñar estrategias para atraer capital privado para evitar que sus gobiernos terminen pagando por las renovables. Y la experiencia europea demuestra cómo planes exageradamente ambiciosos pueden derivar en problemas.

Durante años, Europa ha estado subsidiando a las energía renovables. Alemania gasta más de 20.000 millones de dólares al año, España más de 8.000 millones e Italia otro tanto similar. La carga de Grecia y Portugal es nominalmente menor, pero comparado al tamaño de sus economías es igualmente insostenible.

Pero España puede ser la mejor lección. El Gobierno pagó unos 1.200 millones de dólares en subsidios a plantas solares térmicas en 2012, aunque solo generaron el 0,6% de la electricidad. Casi 3.500 millones de dólares más fueron a subsidiar la electricidad fotovoltaica, aunque solo contribuyó al 1,7% de la electricidad. Eso contrasta con los 2.300 millones de dólares que se destinaron a la generación eólica, que contribuyó al 23% de la electricidad. El desfase total en España aumento en un 24% desde 2011. En 2013 volverá a aumentar. La deuda acumulada supera los 32.000 millones de dólares. Esa es la razón por la que el Estado lleva años echando marcha atrás a los estímulos, retractándose y hasta desestimulando las renovables. Como consecuencia, la industria renovable española, también ha sufrido mucho.

Volviendo a Oriente Medio, los marcos regulatorios todavía se están diseñando y además necesitarán de estrategias energéticas nacionales que tengan en cuenta todas las fuentes para determinar qué planes se desarrollarán. Será difícil además atraer capital privado sin enorme apoyo público a raíz de los precios eléctricos de consumidores casi gratuitos. Sería la única manera de garantizar un retorno a la inversión.

A esto hay que añadir los elevados costes de las redes de distribución y de la capacidad de generación fósil que será necesaria para compensar la intermitencia de las fuentes renovables. Acumuladores eléctricos también son una alternativa, pero suelen ser aún más costosos.

Aún en las mejores condiciones, es probable que solo se de una transferencia de subsidios. El petróleo que se libere para exportar gracias a las renovables solo pagará el alto coste de reemplazarlo en primer lugar. Este escenario permitiría disminuir emisiones, pero no la carga fiscal al Estado. A largo plazo, puede ser una mejor opción en todo caso.

El capital privado no fluirá sin un plan maestro. Más que ambiciosas metas que llenan titulares, éste será más cauto a medida que los gobiernos sopesen sus intereses geopolíticos, su estabilidad nacional y la seguridad energética, con sus prioridades económicas. Cualquier plan será difícil y costoso, pero no todos por igual.
Las renovables, si la región instala demasiado, pueden llegar a ahogar las finanzas públicas, al menos que se aumenten los precios al consumidor. Si Oriente Medio quiere renovables, es absolutamente inevitable que de forma gradual elimine los subsidios y hay múltiples lecciones que confirman esto.

La pregunta es si los países están dispuestos a ello y por ahora la respuesta sigue siendo que no.

 

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