En árabe, iyara significa alquiler o leasing financiero, y es la alternativa islámica al crédito con intereses, prohibidos por la sharia (ley islámica). Puede aplicarse al mercado inmobiliario, con dos variantes: murabaha y musharaka. En el primer caso, el banco compra la casa y la revende más cara al cliente, financiada en cómodas o incómodas mensualidades. En la versión musharaka (que significa “compartir”), la propiedad es conjunta hasta que el cliente logra rescatar la parte de la entidad financiera. Los cerca de 800.000 musulmanes que residen en España no disponen todavía de estas hipotecas halal, pero lo más probable es que lleguen pronto. Al otro lado del canal de la Mancha, cinco entidades ya ofrecen productos financieros que cuentan con la bendición coránica a los 1,6 millones de seguidores de Mahoma en Reino Unido.

En este nuevo mercado, quemuevemás de 270.000 millones de euros en todo el planeta, la especulación, los intereses, el riesgo excesivo y la codicia son haram, es decir, están prohibidos. Para obtener baraka (prosperidad o crecimiento legítimos), las transacciones deben cumplir varios requisitos que pueden ser de interés para Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, muy preocupados por la deriva del sistema financiero internacional: justicia, transparencia y reciprocidad. Pueden parecer palabras huecas salidas de un cuento de hadas, pero merecería la pena hacerles algún caso, cuando los bancos islámicos de Malaisia o de Bahrein, por ejemplo, anuncian que se han librado de los efectos de la crisis de las hipotecas subprime, que ha llevado a Washington al borde de un ataque de nervios y obligó al Gobierno de Londres a nacionalizar el Northern Rock en febrero.