Si fallamos con el cambio climático no habrá una segunda oportunidad porque no existe un planeta B.

Sean Gallup/GettyImages

El cambio climático, que una vez fuera una causa que motivó mil campañas, parece ahora haberse caído de la pantalla del radar colectivo del mundo. Y esto está sucediendo por diferentes motivos, tanto buenos como malos.

Como bueno diríamos que después de la exitosa conclusión obtenida de las negociaciones internacionales sobre el clima de Cancún (COP16), se nos podría perdonar por echarnos a descansar con una cierta sensación de deber cumplido.

Como malo señalaríamos que tras las decepcionantes conversaciones sobre el clima en Copenhague en 2009, la excesivamente publicitada controversia del climagate, su ataque hacia la ciencia y la distracción que supone una crisis económica global, el tema ha recibido mucha menos atención por parte de los medios de comunicación.

El momento elegido no podría ser peor. No sólo estamos en la década crucial para prevenir que suceda una crisis climática catastrófica más adelante, sino que además muchos de los efectos negativos provocados por el cambio climático los estamos sintiendo ya. Un nuevo informe lanzado por la organización DARA y el Climate Vulnerable Forum el pasado diciembre sobre el Estado de la crisis del clima, revela el asombroso coste medioambiental, económico y humano que deriva de la inacción, no ya para 2100, sino en estos momentos.

Pero sin importar lo graves que se hayan vuelto las predicciones científicas, la mayoría de nosotros seguimos siendo incapaces de contextualizar estos riesgos lo suficiente como para actuar al respecto. Y es que tenemos un mal historial a la hora de considerar los peligros a gran escala. Años de una valoración errónea y sistemática de los riesgos, por ejemplo, se convirtieron en un factor determinante para hacer estallar la crisis financiera. Por suerte, el mundo sobrevivió a un colapso casi total de su sistema financiero en 2008. Sin una amplia reforma –y medidas correctivas que nos obliguen a poner precio a los problemas con más precisión– podríamos no tener tanta fortuna la próxima vez.

Con el cambio climático no habrá una segunda oportunidad. No hay un planeta B. Uno podría pensar que las 350.000 muertes relacionadas con el clima que se pronostican para este año –en su mayoría causadas por el aumento de la malnutrición, la malaria y la infección diarreica en los países en desarrollo debido a factores del cambio climático– nos darían una razón para emprender acciones reales. Es muy probable que más adelante se produzcan efectos incluso peores.

Las repercusiones más graves están muy concentradas por lugar, grupo demográfico y tipo. Unas tres cuartas partes del impacto sobre la salud del cambio climático afectan a niños en Asia Central y del Sur, en África y en pequeños Estados isleños que sufren sólo tres enfermedades: malnutrición (hambre), malaria e infecciones diarreicas. En los demás lugares, en lo que respecta al impacto económico, cada descenso del nivel de ingresos se traduce en un aumento en la intensidad de los efectos negativos experimentados.

Cuando examinamos qué es lo que puede hacerse respecto a estos efectos, emerge un descubrimiento sorprendente. Ya existen programas eficientes en relación a sus costes para abordar cualquier impacto importante del clima. Respecto a la sanidad, reforzar los programas de vacunación, educación o nutrición en áreas especialmente sensibles lograría importantes resultados. Para el clima extremo, existen una serie de medidas concretas (como defensas ante las inundaciones), medidas políticas (como reformas de las leyes urbanísticas) o medidas comunitarias (como establecer simulacros de emergencia) que se pueden tomar. Los cultivos que son capaces de sobrevivir sólo con agua salada o las instalaciones de microirrigación que usan una fracción de la cantidad habitual de agua, son sólo algunas de las muchas respuestas que pueden darse para proteger el rendimiento agrícola contra el aumento del calor y la escasez de agua. Y, por supuesto, la lista sigue y sigue.

Aplicar y reforzar las medidas allí donde más se necesitan no es sólo una inversión para reducir daños y riesgos. También supondrá un importante impulso para la sanidad y la seguridad, para la productividad y para la sociedad en su conjunto.

Sin embargo, enfrentarse en paralelo a la causa de fondo del cambio climático reduciendo las emisiones de dióxido de carbono tiene incluso un potencial mayor para crear riqueza, empleo y nuevas oportunidades para el progreso, especialmente para los más pobres.

Muchos países incluidos en el Climate Vulnerable Forum, a pesar de haber contribuido poco al problema del cambio climático, están asumiendo el liderazgo en la creación de este nuevo futuro. Maldivas está trabajando para conseguir cero emisiones netas para 2020, al igual que Costa Rica para 2021. Mientras países como China, que ya es la fuerza dominante en la industria solar en el mundo, están poniéndose al frente de las iniciativas en tecnologías energéticas verdes, otros se están quedando atrás.

El presidente de Maldivas, Mohamed Nasheed, está tomando medidas radicales para que su país alcance las cero emisiones netas y presente un ejemplo que otros puedan seguir. Ya han completado una primera fase vital: una auditoria sobre las emanación de dióxido de carbono que identifique las áreas principales en las que la nación puede reducir contundentemente sus difusiones de gases de efecto invernadero. Este año, el país tiene el objetivo de emitir su Plan Maestro de Neutralidad en las Emisiones, que detallará cómo va a alcanzar una emisión neta cero de dióxido de carbono usando las fuerzas del mercado. Esta estrategia debería contribuir a atraer financiación sostenible de inversores extranjeros y agencias multilaterales, llevando un crecimiento verde y resistente a las condiciones del clima a la mismísima primera línea de nuestra lucha contra el cambio climático.

Si los países más vulnerables del mundo se muestran capaces y dispuestos a lograr la neutralidad en las emanaciones, también podemos estarlo todos nosotros.

¿Por qué importa entonces el cambio climático? Porque es bastante probable que uno de los mayores desafíos a los que nunca nos hemos enfrentado sea también una de las mayores oportunidades que vayamos a tener. ¿Y por qué esto nos importa a todos? Porque si no intervinimos el destino de los más vulnerables será el destino del mundo.