El presidente de Francia Francois Hollande en el Palacio del Elíseo tras el atentado en París. (Thierry Chesnot/Getty Images)
El presidente de Francia Francois Hollande en el Palacio del Elíseo tras el atentado en París. (Thierry Chesnot/Getty Images)

El país galo es militarmente superior por lo que podría desarticular al Estado Islámico de manera rápida, pero no todo es tan sencillo. Después de la primera reacción militar francesa tras los atentados de París, he aquí las claves para entender por qué no será fácil para Francia utilizar toda su fuerza contra los terroristas.

En cualquier plan de guerra, uno de los aspectos prioritarios que se establecen –además de la finalidad, los objetivos intermedios, el marco temporal, la logística o la situación final deseada- son los medios con los que se pretende actuar, por lo que la duda en este caso es cuáles son los que se van a lanzar contra Daesh.

Dejando al margen las gravísimas implicaciones geopolíticas que supone atacar de modo decidido al Estado Islámico en sus feudos de Irak y Siria, actos que bien pueden significar una convulsión en toda la región de Oriente Medio y tener amplios efectos rebote en África y Europa –además de una altísima probabilidad de que se incrementen los atentados terroristas en suelo europeo y especialmente en territorio francés-, o lo que representarán para las poblaciones locales, que ya padecen un sufrimiento insoportable, cabe preguntarse con qué medios cuenta Francia para sumergirse en esta aventura bélica en un escenario complejísimo y cuyo balance final se presenta tan incierto.

Francia es, sin ninguna duda, una de las grandes potencias militares del mundo. A pesar de los recortes sufridos en los últimos 15 años, este Ejército, completamente profesionalizado, sigue teniendo una capacidad de combate de primera magnitud, siendo el más potente de toda Europa. Baste decir que su presupuesto de defensa en 2014 fue de 47.204,4 millones de euros, que representaba el 2,20% del PIB (la Alianza Atlántica recomienda a sus países miembros no emplear menos del 2% del PIB en gastos de defensa, aunque no todos lo cumplen), ocupando el quinto puesto de los países del mundo que más invierten en este sector.

Sus fuerzas terrestres están formadas por 115.000 miembros, a los que se suman otros 15.400 de la denominada reserva operacional (bien entrenada e integrada en unidades para disponibilidad inmediata), organizados en dos brigadas acorazadas, una brigada ligera acorazada, una brigada ligera acorazada anfibia y dos brigadas de infantería mecanizada, a los que se añaden los 33 regimientos de las fuerzas expedicionarias destinados en el exterior, entre los que están incluidos los 16 de la afamada Legión Extranjera.

De esta composición se desprende que las tropas del Ejército de Tierra francés son primordialmente ligeras y en especial focalizadas a despliegues rápidos en escenarios lejanos. Además, están capacitadas para enfrentarse con éxito en situaciones de guerra asimétrica e irregular, como la que se desarrollaría en el contexto sirio-iraquí.

Por lo que respecta a su Armada, no cabe duda de que es la envidia de cualquier país que no sea Estados Unidos. A sus 36.500 integrantes –más 5.150 en la reserva-, se añade un portaaviones de propulsión nuclear –único en el mundo no estadounidense-, cuatro submarinos estratégicos de propulsión nuclear, seis submarinos convencionales de propulsión diésel, nueve destructores, 12 fragatas y nueve corbetas, además de otros buques de distintas clases y propósitos.

Esta bien dotada fuerza naval tiene capacidad para proyectar el poder militar a cualquier lugar del mundo, siendo así Francia uno de los escasísimos países del planeta que poseen esta característica. Sus armas nucleares le posibilitan lanzar ataques nucleares contra prácticamente cualquier objetivo. No obstante, la Armada también ha sufrido los recortes en presupuesto que le han impedido la renovación de algunos de sus medios, por lo que sus potencialidades no son ya tan destacadas como las que tuvo hace no muchos años atrás.

En toda lógica, en este escenario terrestre, los medios navales van a ver limitada su intervención básicamente al apoyo logístico y al transporte. Si acaso, podrían emplearse para ejercer un control de las aguas e impedir la llegara de armamento o refuerzos por mar al Estado Islámico. Caso aparte es el portaaviones Charles De Gaulle –con un desplazamiento de 42.000 toneladas, es el buque más grande de la Unión Europea- que, capaz de albergar 40 aeronaves –entre ala fija y helicópteros, incluyendo 12 aviones Rafale-, será sin ninguna duda empleado para potenciar los bombardeos que ya efectúan los seis Mirage 2000 destacados en Jordania y los otros seis existentes en la base permanente que los franceses tienen en los Emiratos Árabes Unidos.

El Ejército del Aire, por su parte, dispone de 45.500 miembros y de unos 250 aviones de combate Mirage 2000 y Rafale, de los cuales un centenar lleva unos 10 años en servicio. Por descontado, también cuenta con una amplia panoplia de aviones para diferentes propósitos, desde el transporte al reconocimiento. Al igual que sucede con la Armada, dispone de armas nucleares, siendo un caso único en Europa. Su principal carencia es el transporte estratégico –como le sucede a todas las formaciones europeas-.

En líneas generales, la eficacia de las fuerzas armadas francesas ha quedado sobradamente demostrada en las últimas operaciones en el exterior en las que ha participado, desde las de combate a las relacionadas con la paz: Irak 1991, Bosnia, Afganistán, Malí, República Centroafricana, Costa de Marfil, Líbano o Chad.

También hay que destacar que son unas fuerzas acostumbradas a permanecer fuera de la Francia metropolitana, pues tiene unidades permanente destinadas en lugares como Yibuti, Emiratos Árabes Unidos, Gabón y Senegal, además de en sus propios territorios de ultramar, como son la Guyana francesa, Nueva Caledonia o la Polinesia francesa.

De todo lo anterior cabe deducir que la victoria sobre las fuerzas de Daesh, cifradas entre 30.000 y 40.000 combatientes (aunque no todos actúan de modo simultáneo), con una instrucción muy variada y en algunos casos claramente deficiente, que no cuenta con ningún medio aéreo ni con defensa antiaérea para cotas medias y altas, no debería representar obstáculo alguno. Es más, no sería aventurado decir que las tropas de esta organización terrorista podrían ser desarticuladas y puestas en fuga en pocos días, de emplearse fuerza suficiente.

Pero no todo es tan sencillo, pues si bien es cierto que el escenario donde se desarrollarían los combates es sensiblemente llano y despejado –lo que facilita la obtención de inteligencia sobre el enemigo (despliegue, medios, cuarteles generales, fortificaciones…) con medios aéreos, tripulados o no, y satélites-, los integrantes del Estado Islámico se refugian en las poblaciones, en algunos casos abundantemente pobladas, con lo que un ataque masivo infligiría graves daños a la población, algo que hay que evitar a toda costa. Por otro lado, se hace frente a un enemigo sin uniforme ni distintivos, en muchos casos hace imposible diferenciarles del resto de los lugareños, lo que al igual complica de manera notable la misión.

Esto significa, como ha venido sucediendo en otras ocasiones, que Francia no va a poder emplear todo su potencial militar en este escenario donde la complejidad es máxima. De este modo, los medios que tienen más probabilidad de ser empleados serán los aviones de combate -como así ha sido en la primera reacción tras los atentados- y los helicópteros, tanto en misiones de bombardeo como de observación y apoyo directo a las acciones terrestres propias, las unidades de inteligencia y operaciones especiales –de las que los galos disponen en importantes cantidades y aún mejor calidad-. Llegado el caso, también se utilizarían formaciones ligeras de medios mecanizados y, en ciertos supuestos, acorazados, reforzados con artillería ligera y contando con el amplio abanico de capacidades de apoyo (transmisiones, zapadores, logística, inteligencia…).

Además existen otras implicaciones de toda índole cuando se despliegan tropas terrestres sobre el terreno; pues aunque ahora mismo la población francesa, según las últimas encuestas, es mayoritariamente favorable a ello, en cuanto comience a haber elevadas bajas, muy probablemente este apoyo popular enseguida se venga abajo. Por no mencionar que los terroristas aprovecharán para lanzar su discurso de que nuevamente los “cruzados” están profanando suelo musulmán y acabando con sus correligionarios, lo que, como se ha mencionado antes, puede inducir a que aumente notablemente el riesgo de sufrir atentados, e incluso pueda tener un efecto llamada al que respondan yihadistas de todo el mundo deseosos de expulsar a los “infieles” de esos territorios.

Como se ve, hoy en día disponer de una capacidad militar no es sinónimo de ganar guerras. Pasaron los tiempos en que la victoria caía del lado de quien tenía más hombres y medios. Actualmente, existen otros condicionantes que hacen que el éxito militar nunca sea ni rápido ni siquiera duradero, por más capacidades de que se disponga. Además de ellas -que no por eso dejan de ser imprescindibles-, hace falta una excelente estrategia, una planificación adecuada a cada contexto y circunstancias, que van desde las geopolíticas, las económicas, las ideológicas, las religiosas o las propagandísticas, pasando por el siempre imprescindible apoyo popular.

El papel que Francia se ha dado a sí misma al considerar que está en guerra no va ser en absoluto fácil de interpretar, ni mucho menos tiene garantizado el éxito, a pesar de la indudable calidad de sus fuerzas armadas, de la potencia de sus poderosos medios y del valor de los hombres y mujeres que las integran.