Inmigrantes y refugiados después de cruzar la frontera de Grecia y Macedonia. (DIMITAR DILKOFF/AFP/Getty Images)
Inmigrantes y refugiados después de cruzar la frontera de Grecia y Macedonia. (DIMITAR DILKOFF/AFP/Getty Images)

 

El extremismo violento se ha convertido en una crisis universal, tal y como muestran los datos y el análisis del Índice de Terrorismo Global 2015. Además, este año existe otra situación de emergencia, la de los refugiados y las migraciones. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) habla del mayor número de personas desplazadas jamás registrado. Las estadísticas son elocuentes: uno de cada tres sirios ha tenido que abandonar su hogar, Europa se enfrenta a una ola sin precedentes de solicitantes de asilo y refugiados, y miles de emigrantes han perdido la vida sólo en el Mediterráneo.

Como es inevitable, se empieza a buscar la relación entre estas dos crisis. Para empezar, el aumento del terrorismo es uno de los motivos por los que hay más gente que abandona su hogar. Más aún, los expertos indican que las poblaciones desplazadas, sobre todo las que sufren una situación prolongada, pueden ser especialmente susceptibles a la radicalización y a los planes extremistas violentos. Más controvertida es la insinuación de algunos políticos y comentaristas en varios países europeos de que en las olas de inmigrantes y solicitantes de asilo pueden estar infiltrándose grupos violentos y terroristas.

Al hablar de estas relaciones hay que tener mucha precaución. Desde el punto de vista analítico, siempre es difícil desentrañar los motivos individuales para emigrar y trasladarse. Es importante no caer en las generalizaciones: los campos de refugiados pueden ser lugares de innovación e iniciativa, no sólo impotencia y desesperación. Las anécdotas no sustituyen a las pruebas. En concreto, existe el riesgo de alimentar los sentimientos contra los inmigrantes cuando se hacen afirmaciones sin fundamento sobre las migraciones como amenaza contra la seguridad nacional.

¿Cuáles son los vínculos entre inmigrantes y migraciones, por un lado, y extremismo violento y terrorismo, por otro? He aquí los datos que pueden corregir algunas de las confusiones que circulan.

¿El extremismo violento es causa de los desplazamientos?

La primera intersección que debemos examinar es hasta qué punto se puede culpar al extremismo violento o el terrorismo por la explosión del número de personas desplazadas durante el último año. Desde luego, sabemos que los países y regiones en los que abunda el extremismo violento -Siria, Irak, Afganistán, el norte de Nigeria, Malí, Yemen y otros- están entre los países con mayor número de personas desplazadas.

Una dificultad conceptual es que cada vez resulta más difícil discernir los motivos individuales y el peso relativo de cada uno a la hora de explicar el desplazamiento. Aunque una persona huya de un conflicto, para tomar su decisión también suele tener en cuenta las variables económicas y sociales. Es frecuente que piensen en las posibilidades de trabajo y las oportunidades futuras, además de factores como el acceso a la educación y la sanidad. Por ello es importante distinguir las causas fundamentales -la guerra, la desintegración del Estado, la persecución- de los factores cercanos, como la pérdida de acceso a la vivienda, el empleo, los alimentos o las ayudas sociales. Muchas veces, el detonante son estos últimos, y no los primeros.

Esa misma dificultad conceptual existe al intentar ver la razón del desplazamiento y diferenciar el terrorismo del contexto general en el que florece. Algunos, en particular las minorías religiosas en el Levante -como los cristianos y los yazidíes- huyen de Siria e Irak por la persecución directa a manos de Daesh. Pero igual de preocupante es que, si no escapan por la amenaza inmediata de la persecución, lo hacen porque su Estado no quiere o no puede protegerlos. También se alejan del conflicto otros que no sufren directamente las consecuencias. Quizá no lo hacen para salvar su propia vida, sino porque no tienen futuro. Una pregunta relacionada es en qué dirección discurre la cadena causa efecto entre conflicto, desintegración del Estado y extremismo violento o terrorismo. En el caso de Siria e Irak, tal vez puede llegarse a la conclusión de que algunas personas huyen explícitamente del Estado Islámico y otras de las condiciones en las que éste ha nacido.

Las escasas pruebas sobre los desplazamientos que tienen como causa directa las acciones de los grupos terroristas indican que a menudo esos desplazamientos son un objetivo deliberado, y no una simple consecuencia. Por ejemplo, en el norte de Nigeria, Boko Haram ha secuestrado mujeres, ha reclutado por la fuerza a hombres y niños y ha asediado pueblos enteros para obligar a su evacuación inmediata. Por desgracia, esta estrategia no es nueva; el Ejército de Resistencia del Señor (LRA) empleó tácticas similares cuando aterrorizaron el norte de Uganda desde finales de los 80 hasta los primeros años de este siglo.

¿Los desplazados son vulnerables al reclutamiento por parte del extremismo violento?

El ejemplo más claro de cómo las personas desplazadas se vuelven vulnerables a los grupos terroristas es el sitio reciente del campo de refugiados de Yarmuk, en Siria, situado a sólo unos kilómetros de Damasco, que albergaba a 18.000 refugiados palestinos y sirios desplazados (PID, Personas Internamente Desplazadas). Las consecuencias de la irrupción de Daesh y otros grupos extremistas violentos en abril de 2015 se hicieron sentir de inmediato. A pesar de las advertencias sobre una posible matanza, las organizaciones humanitarias tardaron varios días en obtener pleno acceso al campamento. Ante la situación de emergencia, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, rogó a la comunidad internacional que interviniera y dijo: “En el horror que es Siria, el campo de refugiados de Yarmuk es el círculo más profundo del infierno… Un campo de refugiados está empezando a parecer un campo de exterminio. Están convirtiendo a los residentes de Yarmuk -entre ellos, 3.500 niños- en escudos humanos”. Entonces no se habló de que otra consecuencia podía ser la radicalización (de los sitiados) y la adopción del programa del Estado Islámico, el mismo argumento que políticos y comentaristas emplean hoy como reacción ante la corriente incesante de solicitantes de asilo que llegan a Europa.

Por el momento, lo que preocupa cada vez más a los europeos es la perspectiva de que los desplazados se sumen a los objetivos de los extremistas violentos, y esa inquietud afecta no sólo a los sirios y los iraquíes, sino también a los inmigrantes en tránsito que llegan desde África subsahariana. Conviene repetir la necesidad de cautela: en la mayoría de las situaciones, proporcionar seguridad a los desplazados es mucho más importante que reforzar la seguridad de nuestros Estados frente a ellos. No obstante, ha habido ejemplos de algunas PID y algunos campos de refugiados que se han convertido en semilleros de militantes violentos, como varios campos de refugiados afganos en Pakistán (por ejemplo, Jalozai, cerca de Peshawar), y los somalíes en Jaraz, Yemen.

Aunque no abundan los ejemplos concretos, existe un riesgo general de que, si no se administran mejor, los campos de PID y refugiados pueden generar unas condiciones que permiten que se produzca la radicalización y la adhesión al extremismo violento. Los documentos existentes subrayan en particular tres condiciones que lo permiten: educación escasa (sobre todo, cuando ese vacío lo llena la educación extremista y violenta), falta de trabajo y de libertad de movimientos. Estas condiciones son más frecuentes en situaciones que se prolongan, cuando los refugiados pasan largos periodos de tiempo en los campamentos; y, por desgracia, la proporción de personas que sufren esa situación en campos de todo el mundo va en aumento.

¿Debemos temer que se infiltren grupos terroristas en las olas de solicitantes de asilo?

Esta es hoy quizá la pregunta más acuciante en Europa, mientras las autoridades piensan en acoger a un gran número de refugiados procedentes de Oriente Medio. Por si no bastara con las dificultades de su viaje, en varios países, las medidas de seguridad son un tremendo obstáculo para su reasentamiento. Y otra dificultad a la que se enfrentan esos hombres, mujeres y niños desesperados, en busca de seguridad o de oportunidades, parece ser el número creciente de líderes europeos que muestran un exceso de cautela.

De creer las afirmaciones que hacen algunos políticos, la conclusión está clara: los inmigrantes y los solicitantes de asilo constituyen un grave peligro para la seguridad de Europa. El presidente checo, Miloš Zeman, habló hace poco de las células durmientes que están llegando a Europa; el primer ministro eslovaco, Robert Fico, predijo que en la oleada actual de inmigrantes hay personas relacionadas con grupos terroristas y el ministro de Exteriores italiano, Paolo Gentiloni, expresó su opinión de que existe un “riesgo considerable” de que los terroristas estén infiltrándose en las rutas de la inmigración.

En realidad, no existe casi ningún dato que respalde esas afirmaciones. En año pasado, BuzzFeed entrevistó a varios traficantes que dijeron que habían transportado a reclutas del Estado Islámico. Uno testificó que había enviado a Europa al menos a 10 combatientes de Daesh que fingían ser refugiados, y dijo que, una vez establecidos, estaban a la espera de órdenes para emprender un ataque en suelo europeo. Dos traficantes entrevistados en Turquía también dijeron que habían transportado a combatientes a través del Mediterráneo. Sin restar importancia a la necesidad de gestionar un riesgo así, los contrabandistas no son tal vez la fuente de información más fiable y, en casi todo cualquier otro contexto, los políticos y las autoridades les califican siempre de delincuentes y mentirosos.

En cualquier caso, la crisis actual de los refugiados en Europa está demasiado presente para poder hacer una valoración creíble a este respecto. En la mayoría de los países, los datos sobre actividades terroristas son confidenciales. Ahora bien, cuando se dispone de ellos, el análisis de olas anteriores de refugiados indica que existen pocas pruebas de que, durante su viaje, los terroristas se hayan infiltrado en sus rutas o en sus mentes. El instituto de Políticas de Migración informó este mismo mes de que, de los 745.000 refugiados establecidos en Estados Unidos desde el 11S, sólo se ha detenido a dos acusados de terrorismo. Lo que no está claro es si esas dos personas eran ya radicales antes de llegar, se radicalizaron después o fueron enviados a suelo estadounidense de forma deliberada por grupos terroristas.

Es indudable que faltan pruebas por ambas partes del debate. Está clara la necesidad de un marco conceptual mejor para comprender las razones del desplazamiento. La recogida de datos entre las PID y en los campos de refugiados sigue siendo escasa, y no suele permitir comprender aspectos como la radicalización y la adopción del extremismo violento. Y, aunque la confidencialidad en temas delicados como la radicalización es comprensible, limita la posibilidad de hacer un análisis más general y necesario. Hace falta investigar más, pero debe hacerse con cuidado para evitar los riesgos de malas interpretaciones, la justificación de las actitudes xenófobas y la defensa de políticas cortas de miras.

Asimismo existe la necesidad de una serie de intervenciones políticas. El extremismo violento y el terrorismo pueden no ser la causa fundamental de desplazamiento para la mayoría de la gente en todo el mundo, pero no cabe duda de que forman parte de una compleja serie de variables que obligan a demasiadas familias a abandonar sus hogares. Esto hace pensar que es necesario un enfoque más integral que incluya intervenciones centradas en la prevención y la lucha contra el extremismo violento. También indica que unos esfuerzos coordinados de la comunidad internacional para reducir los conflictos, estabilizar los escenarios posteriores y construir la paz pueden ser importantes para prevenir y combatir la radicalización y la adopción del extremismo violento.

Aunque, en la mayoría de los casos, las PID y los refugiados son poblaciones en peligro, y no que constituyen un peligro, existe la necesidad de centrarse en medidas para prevenir la radicalización entre las comunidades de refugiados. Los testimonios indican que, muchas veces, entre los factores que contribuyen a que una persona se radicalice (a que simpatice con un programa extremista violento o incluso llegue a participar en un acto violento) están la falta de oportunidades y los motivos de queja reales o imaginados. Es crucial que la comunidad internacional dedique amplios recursos a garantizar que los grupos de inmigrantes y en tránsito, incluidos los que están en campamentos, tengan el mejor acceso posible a los servicios sociales y las oportunidades económicas que les arrebataron en sus países de origen. La educación, el empleo y la libertad de movimientos son esenciales, junto a estrategias más amplias para generar la participación comunitaria y la resiliencia, que pueden consistir en participación de los jóvenes, formación y colocación laboral y fortalecimiento de la mujer.

La necesidad de un debate objetivo sobre los refugiados (y las migraciones más en general), el extremismo violento y el terrorismo y, en particular, las relaciones entre los dos, es más urgente que nunca. Suponiendo que sus comentarios carecen de base, los dirigentes y los comentaristas políticos deberían abstenerse de afirmar sin cuidado que los inmigrantes y los refugiados tienen vínculos directos con grupos terroristas. Esas declaraciones no sólo convierten injustamente a los refugiados en chivos expiatorios y alimentan los sentimientos contra la inmigración, sino que nos distraen de las verdaderas prioridades. Una de ellas es la necesidad de rehabilitar a los terroristas europeos que regresan de las zonas de combate. Otra es sentar las bases para la integración sostenible de los solicitantes de asilo y los refugiados que llegan, con el fin de garantizar que ni ellos ni sus descendientes van a ser víctimas de los intereses y la retórica de los extremistas violentos y para ayudarles a desarrollar todo su potencial.

La historia muestra que las migraciones son la forma más eficaz de crear tolerancia y comprensión entre culturas. Por cada fracaso de integración hay éxitos innumerables, visibles en los matrimonios mixtos, las obras híbridas en las artes y la cocina y las ciudades cosmopolitas. El ascenso del extremismo violento, lejos de ser un motivo para acabar con las migraciones, debe ser una razón para promoverlas.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia