¿Qué ocurriría si nos tomáramos las promesas de política exterior de Mitt Romney literalmente?

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Por supuesto, algunos podrían alegar que no habría verdaderas diferencias entre la política exterior del presidente Barack Obama durante su segundo mandato y la del presidente Mitt Romney durante su primero. Tal vez incluso tuvieran razón al destacar que la retórica de campaña en materia de política exterior importa poco cuando el candidato se convierte en presidente.

Ahora bien, por entretenernos, ¿y si toda esa palabrería en campaña sí importase? ¿Y si el presidente Romney tuviera que hacer realidad todas y cada una de las promesas sobre política exterior que ha hecho en cada libro blanco, artículo de opinión, comunicado oficial o afirmación al azar procedentes de su campaña? ¿Cómo sería el primer año de Romney en la Casa Blanca después de que entrara en contacto con el mundo real?

He aquí lo que significaría el primer año de un gobierno de Romney para los asuntos internacionales:

 

DÍA 1: El primer día de su presidencia produce dos grandes giros en la política exterior. En primer lugar, Romney anuncia que ha “designado [a China] como un manipulador de divisas” y exige a los chinos que respeten las normas comerciales. Segundo, restablece la política de Ciudad de México. Además combina estas dos políticas y también “suprime el dinero para el Fondo de Población de Naciones Unidas, que apoya la salvaje Política de Hijo Único de China”.

Consecuencias: Calificar a China de manipulador de divisas significa que Estados Unidos debe presentar el caso ante el Fondo Monetario Internacional. Teniendo en cuenta cómo ha gestionado el FMI otras acusaciones de manipulación de divisas en contra de China, eso significa que… no cambia nada. La política de Ciudad de México modificará las estrategias de varias ONG de desarrollo, igual que sucedió cuando George W. Bush llegó a la presidencia en 2001. Vaya rollo.

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DÍA 30: En su primer discurso sobre el estado de la Unión, el presidente Romney desvela su primera serie de propuestas de defensa. Promete dar la vuelta a los recortes militares del periodo Obama y anuncia su política de garantizar que el gasto fundamental de defensa no descienda nunca por debajo de un mínimo del 4% del PIB. También se acelerará el ritmo de construcción naval, que aumentará anualmente de nueve a cerca de 15, y no se suspenderá la construcción de portaaviones.

Consecuencias: Con una probable mayoría de los Republicanos en ambas cámaras del Congreso y dado que numerosos demócratas no quieren parecer blandos en materia de seguridad nacional, al presidente le resulta fácil lograr que se apruebe una nueva Ley de Autorización de Defensa Nacional. Para compensar los costes, se lleva a cabo una drástica disminución de la hinchada burocracia civil del Pentágono, en especial en el área de la supervisión de las adquisiciones.

DÍA 60: Con el Gobierno a pleno rendimiento, el presidente Romney puede centrarse por fin en sus prioridades de política exterior, como impedir que Irán adquiera armas nucleares. Cuando era candidato, Romney prometió poner en práctica “una quinta ola de sanciones dirigidas contra los recursos financieros que sostienen al régimen iraní y su Guardia Revolucionaria”.

Consecuencias: Mínimas. El Congreso se apresurará a imponer esas sanciones, pero las verdaderamente eficaces –sobre las exportaciones de petróleo iraní— las impuso la Unión Europea en el verano de 2012.

DÍA 100: Un gran día para la política exterior de la Administración de Romney. Según el libro blanco hecho público durante la campaña, a estas alturas el Gobierno habrá restablecido la capacidad naval de Estados Unidos, habrá reforzado y reparado todas sus relaciones con los principales aliados, se habrá comprometido a implantar un sólido sistema nacional de defensa antimisiles, habrá lanzado una iniciativa de oportunidades económicas para Latinoamérica y habrá ordenado una iniciativa interdepartamental sobre ciberseguridad. Pero todo eso son tonterías junto al hecho de que, a estas alturas, el “informe interdepartamental detallado sobre nuestra presencia militar y de ayuda en Afganistán” estará terminado. ¡Lo cual significa que ahora podremos saber cuál va a ser la política de Romney respecto a Afganistán y Pakistán!

Consecuencias: Ni idea. Si nos basamos en la retórica de campaña de Romney, solo podemos tener certeza sobre dos cosas. La primera, que se consultará a los generales que están sobre el terreno. La segunda, que el objetivo será la victoria, no negociar con los talibán. Si esos dos fines entran en conflicto… pues ni idea.

DÍA 150: A estas alturas, la promesa de Romney de revisar la aplicación del nuevo tratado START; con Rusia, nuestro adversario geopolítico número 1, se habrá culminado. Hasta ahora, la aplicación parece marchar bien, pero quién sabe qué harán los rusos cuando el nuevo morador de la Casa Blanca trate de sacar a Europa de la dependencia energética de Moscú (por no hablar de cómo reaccionará el Kremlin ante sus llamamientos a endurecer las medidas contra Irán y Siria).

Consecuencias: Mínimas. Aunque a Romney le desagrade el nuevo START, hay tantas probabilidades de que estados Unidos se retire del tratado como de que el presidente Obama se retire de NAFTA. Ninguna.

DÍA 200:  La cumbre de 2013 del G-20 en San Petersburgo crea algunos problemas delicados para el Gobierno de Romney. Además del fastidio de visitar el territorio del principal adversario geopolítico de Estados Unidos, durante la campaña Romney exigió la publicación de todas las conversaciones entre los jefes de Estado. Por consiguiente, al llegar, propone que se grabe a todos los mandatarios del G-20 y se pondrá a disposición de la prensa una transcripción para dar pruebas de transparencia.

Consecuencias: Romney obtiene las mayores risas en la historia de las cumbres del G-20, lo cual sirve para romper el hielo con los demás dirigentes mundiales.

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DÍA 250: En vísperas del primer viaje de Romney al este asiático, su Gobierno añade al eje central tres nuevas iniciativas. La primera, dentro de su promesa de coordinarse estrechamente con Taiwán en función de las necesidades de defensa de dicho país con el número adecuado de aviones y otras plataformas militares, Estados Unidos acuerda vender aviones de combate F-16 a la República de China. En segundo lugar, Romney propone modificar el nombre del Partenariado Transpacífico a Zona Económica Reagan de Asia-Pacífico. Tercero, Romney dice que sus enviados especiales “convencerán a China de que se incorporen a los esfuerzos coordinados o se quedarán atrás en la campaña regional contra la proliferación”.

Consecuencias: Estas medidas combinadas provocan una enérgica respuesta por parte de China. Pekín critica las ventas de armamento y acusa al Gobierno de Romney de interferir en asuntos exclusivos de soberanía china. A su vez, la Armada del Ejército Popular de Liberación incrementa de forma agresiva sus actividades en el Mar del Sur de China para presionar a los aliados de Estados Unidos en la región. Además, el gigante asiático rechaza la oferta de unirse a una Zona Económica Reagan. Por otra parte, le convencen bastante los esfuerzos de la Administración estadounidense para convencer a Pekín de que, después de más de medio siglo de respaldar a Corea del Norte y casi 20 años de soportar arengas de EE UU, lo que más conviene ahora a sus intereses es ejercer presión sobre sus vecinos norcoreanos.

¡Es broma! Los intentos de persuasión de Romney no obtienen ningún fruto.