Nota escrita para el HEREDERO SAUDÍ con el siguiente mensaje: URGENTE:Reformar Arabia Saudí sin entregarla a los extremistas. Para sobrevivir, la monarquía debe combatir a los activistas, tranquilizar al clero y dar a probar la democracia a la clase media.

A: Príncipe heredero Abdulá de Arabia Saudí

DE: F. Gregory Gause III

RE: Salvar el Reino

La combinación del 11-S, que motivó la subida de los precios
del petróleo, y el reciente recrudecimiento de la violencia en Arabia
Saudí, ha
hecho que su sistema político cobre una especial importancia para
el resto del mundo. Muchos observadores occidentales culpan a los colegios
y mezquitas saudíes de generar el odio del mundo musulmán hacia
Occidente, y pintan al Gobierno de su familia como inestable e impermeable
a las reformas. Por supuesto, mucho de lo que se dice sobre usted fuera del
Reino carece de fundamento o se exagera para provocar un efecto político.
Pero la presión externa no desaparecerá. Éstas son algunas
medidas que puede adoptar para apaciguar a sus críticos y fortalecer
su régimen:

La batalla política: liberalizar con tiento
Su principal desafío es la seguridad. Incluso después de los
ataques del 11-S, algunas personas de su Gobierno creían que usted
no tenía un problema como el de Al Qaeda dentro de sus fronteras.
Los mortíferos ataques de los últimos 15 meses en Arabia Saudí han
demostrado que estaban equivocadas. Aplastar la violenta oposición
islamista debe ser su absoluta prioridad en este momento.

Se ha embarcado en una política con dos vertientes, sólida
desde el punto de vista conceptual pero que necesita retoques y una implementación
más enérgica. La primera es el enfrentamiento armado contra
sus opositores. Su oferta de amnistía limitada el pasado junio a los
militantes islámicos es acertada, siempre y cuando constituya la última
oportunidad para la rendición de los extremistas violentos, no una
estratagema para negociar con ellos. Como demuestra la fuga de tres terroristas
durante los sangrientos enfrentamientos de mayo en Jobar, sus fuerzas de
seguridad exigen una atención inmediata. Si los extremistas tienen
simpatizantes en las fuerzas de seguridad, elimínelos. Si la competencia
y capacidad de vigilancia de los efectivos es el problema, encuentre otros
mejor preparados. La segunda es la utilización del estamento religioso
para deslegitimar el mensaje de Bin Laden defendido por sus adversarios.
Esto ya ha dado frutos: el año pasado tres figuras religiosas destacadas
retiraron las fetuas (decreto religioso obligatorio para los musulmanes)
que habían dictado aprobando la violencia política. Pero aún
debe adoptar ciertas medidas importantes para sobrevivir políticamente:

  • Ganar la batalla de las ideas. Desde hace mucho tiempo, el campo
    de batalla ideológico de Arabia Saudí ha virado hacia posturas
    radicales que sus defensores encubren tras el manto del islam. Necesita
    invertir esa tendencia. Algunas figuras próximas al clero juegan
    a dos bandas: se dicen leales a usted pero no hablan claro sobre la violencia
    contra los no musulmanes, especialmente contra los estadounidenses. Se
    hacen llamar "mediadores" entre
    el Gobierno y los extremistas, sugiriendo que hay un término medio.
    Usted sabe quiénes son esos jeques. Algunos de ellos ya han estado
    recluidos en sus cárceles. Si siguen anclados en esa postura, deberían
    volver.

Tal vez podrían incluso instalarse en las celdas ocupadas por ciertos
potenciales aliados en la lucha intelectual. ¿Por qué están
detenidos los organizadores de una petición de apoyo a una monarquía
constitucional mientras se permiten incendiarias webs yihadistas? No tiene
que aceptar todas las propuestas de los reformistas, pero sus voces pueden
contribuir a frenar la ola yihadista, que ha provocado la violenta oposición
a la que ahora debe hacer frente. Si un activista renuncia a la violencia
y no defiende el derrocamiento de la monarquía, ¿por qué acallarle?

  • Resistir a la democratización total. Los observadores externos,
    algunos con buena intención y otros maquiavélicos, prescriben
    la liberalización política como el antídoto para
    su problema terrorista interno. No se fíe de ellos. Cualquier
    movimiento inmediato hacia un parlamento electo sería más
    negativo que positivo. Dado que sus recursos y su organización
    son superiores, los militantes islámicos obtendrían un
    excelente resultado en esas elecciones, lo que podría complicar
    su estrategia de seguridad. Además, las elecciones generan nerviosismo
    en la clase religiosa, y no sin razón. Los líderes religiosos
    de la corriente dominante saben que las elecciones acabarán con
    su monopolio sobre el discurso político legítimo en el
    Reino. Usted necesita que esos líderes
    desempeñen su papel en la lucha contra los extremistas, así que
    evite su distanciamiento en este asunto.

Aunque eluda la rápida democratización, debe prepararse, sin
embargo, para una política más participativa en un futuro.
Será de vital importancia tranquilizar a la clase media saudí asegurándole
que sus deseos de mayor aperturismo no serán olvidados en el fragor
de la batalla contra los violentos. Puede conseguirlo siguiendo adelante
con las elecciones de los consejos municipales. Sólo se va a elegir
a la mitad de sus componentes. Pero vaya más lejos. Anuncie su intención
de dar un súbito giro hacia la elección de todos sus miembros.
Conceda a esos consejos auténtico poder en cuestiones municipales
y asígneles un verdadero presupuesto. Si los ideólogos islamistas
los dominan, deje que sus componentes sepan lo que significa estar bajo el
liderazgo de los extremistas. Pero sea cauto al establecer el sistema electoral.
Haga que los distritos tengan un solo miembro, así se favorece la
moderación pidiendo a los candidatos que atraigan a una mayoría
de votantes.

 

  • Conceder al Consejo Consultivo mayor preponderancia. El rey Fahd
    creó el Consejo Consultivo en 1993 para que la opinión
    pública
    tuviese cabida en el proceso de toma de decisiones. Aunque sus miembros
    son designados, el Consejo representa a saudíes formados y
    con conciencia política. Deje que este Consejo se apunte algunas
    victorias públicas
    frente a los ministros del Gobierno y permita a sus miembros examinar
    un presupuesto del Gobierno pormenorizado. La cuestión económica
    es fundamental para la credibilidad de su Ejecutivo. Los ciudadanos
    necesitan saber qué destino se da al dinero público,
    especialmente a los beneficios inesperados de los últimos
    años. La falta de
    transparencia económica genera rumores sobre su Gobierno más
    críticos de lo que probablemente se merece. Dejar que el Consejo
    supervise el presupuesto complicará el trabajo de sus ministros,
    pero reforzará la
    credibilidad de esta importante institución representativa.

 

 

 

  • Fomentar la tolerancia religiosa. Arabia Saudí será siempre
    un Estado wahabí (de la rama más rigorista del islam),
    y el clero confiere una legitimidad crucial al papel político
    de su familia. Pero en las grandes urbes como Riad y en las regiones
    más alejadas
    de la capital debería permitir poco a poco una mayor expresión
    pública de las diferentes religiones y tradiciones culturales
    musulmanas presentes en su Reino. Dar cabida a los sufíes
    y a los chiíes
    en el debate nacional y permitir a estos últimos practicar
    sus ritos públicamente en la provincia oriental este año
    han sido unos primeros pasos muy positivos. La descentralización
    limitada provocada por las elecciones municipales podría también
    fomentar la tolerancia religiosa. Aunque convencer a los hombres
    religiosos del Reino no será tarea
    fácil, estas modestas medidas no tienen por qué poner
    en peligro ni la primacía de la clase dirigente a la hora
    de interpretar la "religión
    del Estado" ni sus beneficios extras por estar en el poder.

 

Más allá del petróleo: los imperativos económicos
de mayor relevancia

Los elevados precios del petróleo de los últimos años
han estimulado el crecimiento económico y han repuesto las reservas
de dinero, pero este respiro temporal no debe llevar a la autocomplacencia.
Siga fomentando la inversión privada, nacional y extranjera en varios
sectores, sobre todo en los servicios, que podría crear más
puestos de trabajo para los jóvenes saudíes desempleados. Dedique
parte del excedente económico a proyectos de mejora de las decadentes
infraestructuras del país, particularmente los sistemas eléctrico
y de conducción del agua. Pero céntrese también en los
siguientes desafíos, más amplios:

 

  • Reducir la tasa de natalidad. A largo plazo, el panorama económico
    del Reino es poco alentador. No tiene más que fijarse en la
    población
    creciente de su país, que pronto superará la capacidad
    de su Gobierno para dar respuesta a sus necesidades. El vecino Bahrein,
    cuyas reservas de petróleo están prácticamente
    agotadas, tiene en la actualidad una renta per cápita superior
    a la de Arabia Saudí.
    Usted ha fomentado el crecimiento de la población en los últimos
    30 años, y el Reino cuenta con una de las tasas de natalidad
    más
    altas de la región. Ha llegado la hora de invertir la tendencia.
    Puede tomar nota de los numerosos y eficaces programas de planificación
    familiar de otros países musulmanes, como Egipto e Irán.

 

 

 

  • Reducir el número de trabajadores extranjeros. Su sociedad
    no tolerará indefinidamente el aumento del paro habiendo más
    de seis millones de trabajadores extranjeros dentro de sus fronteras.
    Afortunadamente, su inminente ingreso en la Organización Mundial
    del Comercio (OMC) le da la oportunidad de negociar "un magnífico
    acuerdo" respecto
    a la cuestión de los trabajadores extranjeros. Las reglas
    de la OMC expondrán a las industrias nacionales a una fortísima
    competencia y es posible que las instale en un clima más conciliador.
    A cambio de la cooperación del sector privado en la reducción
    del número
    de trabajadores extranjeros, usted podría ofrecer programas
    educativos con el fin de preparar mejor a los estudiantes saudíes
    para el mercado de trabajo. (Pero si los alicientes no funcionan,
    prepárese para exigir
    impuestos que aumenten el coste de los trabajadores extranjeros a
    los empresarios). Introduzca este programa con cautela para evitar
    la convulsión
    en el sector privado.

 

 

  • Replantear la reforma social como reforma económica. Debería
    introducir su reforma educativa y de los derechos de las mujeres
    con el camuflaje del cambio económico. Entre las modestas, pero
    esperanzadoras, medidas que ha adoptado en este sentido se encuentran la
    edición de libros
    de texto escolares para eliminar los ataques a los cristianos, judíos
    y musulmanes chiíes; la implantación de la instrucción
    en inglés en etapas más tempranas, y la eliminación
    de ciertas trabas para la incorporación de las mujeres al
    mercado de trabajo. La mejor manera de introducir estos controvertidos
    cambios sociales es presentarlos como parte de la reforma económica,
    aceptada en líneas
    generales en el Reino, más que como una reforma social para
    acallar a los críticos extranjeros. Dar a estos importantes
    cambios la apariencia de medidas económicas es una política
    inteligente y podría
    evitar la intervención de la clase religiosa. Tenga especial
    cuidado con las cuestiones de la mujer a corto plazo, porque ninguna
    otra cosa podría
    distanciarlo más rápidamente de los líderes
    religiosos, y usted necesita su apoyo en la lucha por la
    seguridad.

 

Mantener a Estados Unidos de su parte
Su relación con EE UU no va a ser tan estrecha como durante la década
comprendida entre la guerra del Golfo de 1991 y los atentados del 11 de septiembre
de 2001. Las continuas presiones de Washington para que se produzca una reforma
interna en su país sólo aumentarán la tensión.
Pero existen aún dos intereses comunes sobre los que usted puede construir
una nueva relación recíprocamente ventajosa: la lucha contra
los extremistas y el mantenimiento del flujo del petróleo. Los yihadistas son tan enemigos suyos como de EE UU, y a usted le interesa muchísimo
la estabilidad del mercado del petróleo a precios asequibles, como
a Washington. Las últimas medidas que ha adoptado han sido bien acogidas
en EE UU, pero la opinión pública estadounidense examinará detenidamente
Arabia Saudí para ver si usted cumple todas sus promesas.

 

  • La caridad empieza por uno mismo. Usted parece reconocer que algunas
    de las instituciones musulmanas creadas con el dinero
    de su petróleo
    se han convertido en cauces para el apoyo material e ideológico
    a los terroristas. En parte, este hecho ha sido la consecuencia no
    intencionada de una supervisión demasiado relajada por su parte.
    (Y no hay que olvidar que EE UU no hace mucho tiempo le animó a
    difundir su versión
    del islam para luchar tanto contra el comunismo como contra el chiísmo
    revolucionario). Pero el mundo ha cambiado, y su función en
    el mundo musulmán debe cambiar con él. Los países
    que se benefician de su caridad deben asumir un papel más importante
    a la hora de elegir al personal que va a dirigir las instituciones
    y las mezquitas que usted funda, incluso si eso significa que no serán
    tan wahabíes como
    a algunos miembros de la clase religiosa de su país les gustaría.
    Como usted ha declarado públicamente, una mayor cantidad de
    sus obras de caridad debería quedarse en Arabia Saudí,
    donde hay necesidades no previstas durante la euforia del boom del
    petróleo. Por desgracia, últimamente
    usted ha enviado algunas señales confusas sobre la reforma de
    las instituciones benéficas. Adel al-Jubeir, su asesor de política
    exterior, anunció en Washington en junio la clausura de la Fundación
    Benéfica Al-Haramain, utilizada para canalizar dinero a Al Qaeda
    y sus partidarios; tres días después de la visita de
    Jubeir, el director de Al-Haramain aseguró a los periodistas
    que no había
    recibido ninguna orden de su Gobierno para cerrar sus oficinas o disolver
    su fundación. Ponga de acuerdo a toda su gente.

 

 

  • Aumentar la producción de crudo. El petróleo es la
    otra cuestión clave respecto a EE UU. Siempre ha sido la base
    de su relación con ese país y es aún la fuente
    de su influencia económica mundial. Por desgracia, su ministro
    del Petróleo
    cometió un grave error de cálculo a principios de año.
    Pensó que los precios bajarían después del invierno,
    y presionó a la Organización de Países Exportadores
    de Petróleo (OPEP) para que redujesen sus cuotas de producción.
    Pero la demanda se disparó y los precios alcanzaron cifras astronómicas.
    Como ya sabe, la grata sensación de conseguir más de
    cuarenta dólares por barril no se puede comparar con la buena
    marcha de la economía mundial a largo plazo, en
    que se basa la demanda de crudo.

 

Dada la incertidumbre en cuanto a la oferta y la demanda a largo plazo,
puede tranquilizar al mercado mundial aumentando su capacidad de producción.
Costaría mucho dinero, pero probaría su compromiso de contribuir
a la estabilización del mercado. Sus esfuerzos para incrementar la
producción de Arabia Saudí y para que se recuperen las cuotas
de la OPEP son un buen comienzo. Intente que bajen ligeramente los precios
hasta los 30 dólares por barril. Que el petróleo se venda a
precios asequibles es positivo para la economía mundial y redunda
en su propio interés a largo plazo. Cuanto más responsable
sea en las cuestiones del crudo, mayor probabilidad habrá de que EE
UU y el mundo se interesen por la estabilidad de su Gobierno.

Nota escrita para el HEREDERO SAUDÍ con el siguiente mensaje: URGENTE:Reformar Arabia Saudí sin entregarla a los extremistas. Para sobrevivir, la monarquía debe combatir a los activistas, tranquilizar al clero y dar a probar la democracia a la clase media.

A: Príncipe heredero Abdulá de Arabia Saudí

DE: F. Gregory Gause III

RE: Salvar el Reino

La combinación del 11-S, que motivó la subida de los precios
del petróleo, y el reciente recrudecimiento de la violencia en Arabia
Saudí, ha
hecho que su sistema político cobre una especial importancia para
el resto del mundo. Muchos observadores occidentales culpan a los colegios
y mezquitas saudíes de generar el odio del mundo musulmán hacia
Occidente, y pintan al Gobierno de su familia como inestable e impermeable
a las reformas. Por supuesto, mucho de lo que se dice sobre usted fuera del
Reino carece de fundamento o se exagera para provocar un efecto político.
Pero la presión externa no desaparecerá. Éstas son algunas
medidas que puede adoptar para apaciguar a sus críticos y fortalecer
su régimen:

La batalla política: liberalizar con tiento
Su principal desafío es la seguridad. Incluso después de los
ataques del 11-S, algunas personas de su Gobierno creían que usted
no tenía un problema como el de Al Qaeda dentro de sus fronteras.
Los mortíferos ataques de los últimos 15 meses en Arabia Saudí han
demostrado que estaban equivocadas. Aplastar la violenta oposición
islamista debe ser su absoluta prioridad en este momento.

Se ha embarcado en una política con dos vertientes, sólida
desde el punto de vista conceptual pero que necesita retoques y una implementación
más enérgica. La primera es el enfrentamiento armado contra
sus opositores. Su oferta de amnistía limitada el pasado junio a los
militantes islámicos es acertada, siempre y cuando constituya la última
oportunidad para la rendición de los extremistas violentos, no una
estratagema para negociar con ellos. Como demuestra la fuga de tres terroristas
durante los sangrientos enfrentamientos de mayo en Jobar, sus fuerzas de
seguridad exigen una atención inmediata. Si los extremistas tienen
simpatizantes en las fuerzas de seguridad, elimínelos. Si la competencia
y capacidad de vigilancia de los efectivos es el problema, encuentre otros
mejor preparados. La segunda es la utilización del estamento religioso
para deslegitimar el mensaje de Bin Laden defendido por sus adversarios.
Esto ya ha dado frutos: el año pasado tres figuras religiosas destacadas
retiraron las fetuas (decreto religioso obligatorio para los musulmanes)
que habían dictado aprobando la violencia política. Pero aún
debe adoptar ciertas medidas importantes para sobrevivir políticamente:

  • Ganar la batalla de las ideas. Desde hace mucho tiempo, el campo
    de batalla ideológico de Arabia Saudí ha virado hacia posturas
    radicales que sus defensores encubren tras el manto del islam. Necesita
    invertir esa tendencia. Algunas figuras próximas al clero juegan
    a dos bandas: se dicen leales a usted pero no hablan claro sobre la violencia
    contra los no musulmanes, especialmente contra los estadounidenses. Se
    hacen llamar "mediadores" entre
    el Gobierno y los extremistas, sugiriendo que hay un término medio.
    Usted sabe quiénes son esos jeques. Algunos de ellos ya han estado
    recluidos en sus cárceles. Si siguen anclados en esa postura, deberían
    volver.

Tal vez podrían incluso instalarse en las celdas ocupadas por ciertos
potenciales aliados en la lucha intelectual. ¿Por qué están
detenidos los organizadores de una petición de apoyo a una monarquía
constitucional mientras se permiten incendiarias webs yihadistas? No tiene
que aceptar todas las propuestas de los reformistas, pero sus voces pueden
contribuir a frenar la ola yihadista, que ha provocado la violenta oposición
a la que ahora debe hacer frente. Si un activista renuncia a la violencia
y no defiende el derrocamiento de la monarquía, ¿por qué acallarle?

  • Resistir a la democratización total. Los observadores externos,
    algunos con buena intención y otros maquiavélicos, prescriben
    la liberalización política como el antídoto para
    su problema terrorista interno. No se fíe de ellos. Cualquier
    movimiento inmediato hacia un parlamento electo sería más
    negativo que positivo. Dado que sus recursos y su organización
    son superiores, los militantes islámicos obtendrían un
    excelente resultado en esas elecciones, lo que podría complicar
    su estrategia de seguridad. Además, las elecciones generan nerviosismo
    en la clase religiosa, y no sin razón. Los líderes religiosos
    de la corriente dominante saben que las elecciones acabarán con
    su monopolio sobre el discurso político legítimo en el
    Reino. Usted necesita que esos líderes
    desempeñen su papel en la lucha contra los extremistas, así que
    evite su distanciamiento en este asunto.

Aunque eluda la rápida democratización, debe prepararse, sin
embargo, para una política más participativa en un futuro.
Será de vital importancia tranquilizar a la clase media saudí asegurándole
que sus deseos de mayor aperturismo no serán olvidados en el fragor
de la batalla contra los violentos. Puede conseguirlo siguiendo adelante
con las elecciones de los consejos municipales. Sólo se va a elegir
a la mitad de sus componentes. Pero vaya más lejos. Anuncie su intención
de dar un súbito giro hacia la elección de todos sus miembros.
Conceda a esos consejos auténtico poder en cuestiones municipales
y asígneles un verdadero presupuesto. Si los ideólogos islamistas
los dominan, deje que sus componentes sepan lo que significa estar bajo el
liderazgo de los extremistas. Pero sea cauto al establecer el sistema electoral.
Haga que los distritos tengan un solo miembro, así se favorece la
moderación pidiendo a los candidatos que atraigan a una mayoría
de votantes.

  • Conceder al Consejo Consultivo mayor preponderancia. El rey Fahd
    creó el Consejo Consultivo en 1993 para que la opinión
    pública
    tuviese cabida en el proceso de toma de decisiones. Aunque sus miembros
    son designados, el Consejo representa a saudíes formados y
    con conciencia política. Deje que este Consejo se apunte algunas
    victorias públicas
    frente a los ministros del Gobierno y permita a sus miembros examinar
    un presupuesto del Gobierno pormenorizado. La cuestión económica
    es fundamental para la credibilidad de su Ejecutivo. Los ciudadanos
    necesitan saber qué destino se da al dinero público,
    especialmente a los beneficios inesperados de los últimos
    años. La falta de
    transparencia económica genera rumores sobre su Gobierno más
    críticos de lo que probablemente se merece. Dejar que el Consejo
    supervise el presupuesto complicará el trabajo de sus ministros,
    pero reforzará la
    credibilidad de esta importante institución representativa.
  • Fomentar la tolerancia religiosa. Arabia Saudí será siempre
    un Estado wahabí (de la rama más rigorista del islam),
    y el clero confiere una legitimidad crucial al papel político
    de su familia. Pero en las grandes urbes como Riad y en las regiones
    más alejadas
    de la capital debería permitir poco a poco una mayor expresión
    pública de las diferentes religiones y tradiciones culturales
    musulmanas presentes en su Reino. Dar cabida a los sufíes
    y a los chiíes
    en el debate nacional y permitir a estos últimos practicar
    sus ritos públicamente en la provincia oriental este año
    han sido unos primeros pasos muy positivos. La descentralización
    limitada provocada por las elecciones municipales podría también
    fomentar la tolerancia religiosa. Aunque convencer a los hombres
    religiosos del Reino no será tarea
    fácil, estas modestas medidas no tienen por qué poner
    en peligro ni la primacía de la clase dirigente a la hora
    de interpretar la "religión
    del Estado" ni sus beneficios extras por estar en el poder.

Más allá del petróleo: los imperativos económicos
de mayor relevancia

Los elevados precios del petróleo de los últimos años
han estimulado el crecimiento económico y han repuesto las reservas
de dinero, pero este respiro temporal no debe llevar a la autocomplacencia.
Siga fomentando la inversión privada, nacional y extranjera en varios
sectores, sobre todo en los servicios, que podría crear más
puestos de trabajo para los jóvenes saudíes desempleados. Dedique
parte del excedente económico a proyectos de mejora de las decadentes
infraestructuras del país, particularmente los sistemas eléctrico
y de conducción del agua. Pero céntrese también en los
siguientes desafíos, más amplios:

  • Reducir la tasa de natalidad. A largo plazo, el panorama económico
    del Reino es poco alentador. No tiene más que fijarse en la
    población
    creciente de su país, que pronto superará la capacidad
    de su Gobierno para dar respuesta a sus necesidades. El vecino Bahrein,
    cuyas reservas de petróleo están prácticamente
    agotadas, tiene en la actualidad una renta per cápita superior
    a la de Arabia Saudí.
    Usted ha fomentado el crecimiento de la población en los últimos
    30 años, y el Reino cuenta con una de las tasas de natalidad
    más
    altas de la región. Ha llegado la hora de invertir la tendencia.
    Puede tomar nota de los numerosos y eficaces programas de planificación
    familiar de otros países musulmanes, como Egipto e Irán.
  • Reducir el número de trabajadores extranjeros. Su sociedad
    no tolerará indefinidamente el aumento del paro habiendo más
    de seis millones de trabajadores extranjeros dentro de sus fronteras.
    Afortunadamente, su inminente ingreso en la Organización Mundial
    del Comercio (OMC) le da la oportunidad de negociar "un magnífico
    acuerdo" respecto
    a la cuestión de los trabajadores extranjeros. Las reglas
    de la OMC expondrán a las industrias nacionales a una fortísima
    competencia y es posible que las instale en un clima más conciliador.
    A cambio de la cooperación del sector privado en la reducción
    del número
    de trabajadores extranjeros, usted podría ofrecer programas
    educativos con el fin de preparar mejor a los estudiantes saudíes
    para el mercado de trabajo. (Pero si los alicientes no funcionan,
    prepárese para exigir
    impuestos que aumenten el coste de los trabajadores extranjeros a
    los empresarios). Introduzca este programa con cautela para evitar
    la convulsión
    en el sector privado.
  • Replantear la reforma social como reforma económica. Debería
    introducir su reforma educativa y de los derechos de las mujeres
    con el camuflaje del cambio económico. Entre las modestas, pero
    esperanzadoras, medidas que ha adoptado en este sentido se encuentran la
    edición de libros
    de texto escolares para eliminar los ataques a los cristianos, judíos
    y musulmanes chiíes; la implantación de la instrucción
    en inglés en etapas más tempranas, y la eliminación
    de ciertas trabas para la incorporación de las mujeres al
    mercado de trabajo. La mejor manera de introducir estos controvertidos
    cambios sociales es presentarlos como parte de la reforma económica,
    aceptada en líneas
    generales en el Reino, más que como una reforma social para
    acallar a los críticos extranjeros. Dar a estos importantes
    cambios la apariencia de medidas económicas es una política
    inteligente y podría
    evitar la intervención de la clase religiosa. Tenga especial
    cuidado con las cuestiones de la mujer a corto plazo, porque ninguna
    otra cosa podría
    distanciarlo más rápidamente de los líderes
    religiosos, y usted necesita su apoyo en la lucha por la
    seguridad.

Mantener a Estados Unidos de su parte
Su relación con EE UU no va a ser tan estrecha como durante la década
comprendida entre la guerra del Golfo de 1991 y los atentados del 11 de septiembre
de 2001. Las continuas presiones de Washington para que se produzca una reforma
interna en su país sólo aumentarán la tensión.
Pero existen aún dos intereses comunes sobre los que usted puede construir
una nueva relación recíprocamente ventajosa: la lucha contra
los extremistas y el mantenimiento del flujo del petróleo. Los yihadistas son tan enemigos suyos como de EE UU, y a usted le interesa muchísimo
la estabilidad del mercado del petróleo a precios asequibles, como
a Washington. Las últimas medidas que ha adoptado han sido bien acogidas
en EE UU, pero la opinión pública estadounidense examinará detenidamente
Arabia Saudí para ver si usted cumple todas sus promesas.

  • La caridad empieza por uno mismo. Usted parece reconocer que algunas
    de las instituciones musulmanas creadas con el dinero
    de su petróleo
    se han convertido en cauces para el apoyo material e ideológico
    a los terroristas. En parte, este hecho ha sido la consecuencia no
    intencionada de una supervisión demasiado relajada por su parte.
    (Y no hay que olvidar que EE UU no hace mucho tiempo le animó a
    difundir su versión
    del islam para luchar tanto contra el comunismo como contra el chiísmo
    revolucionario). Pero el mundo ha cambiado, y su función en
    el mundo musulmán debe cambiar con él. Los países
    que se benefician de su caridad deben asumir un papel más importante
    a la hora de elegir al personal que va a dirigir las instituciones
    y las mezquitas que usted funda, incluso si eso significa que no serán
    tan wahabíes como
    a algunos miembros de la clase religiosa de su país les gustaría.
    Como usted ha declarado públicamente, una mayor cantidad de
    sus obras de caridad debería quedarse en Arabia Saudí,
    donde hay necesidades no previstas durante la euforia del boom del
    petróleo. Por desgracia, últimamente
    usted ha enviado algunas señales confusas sobre la reforma de
    las instituciones benéficas. Adel al-Jubeir, su asesor de política
    exterior, anunció en Washington en junio la clausura de la Fundación
    Benéfica Al-Haramain, utilizada para canalizar dinero a Al Qaeda
    y sus partidarios; tres días después de la visita de
    Jubeir, el director de Al-Haramain aseguró a los periodistas
    que no había
    recibido ninguna orden de su Gobierno para cerrar sus oficinas o disolver
    su fundación. Ponga de acuerdo a toda su gente.
  • Aumentar la producción de crudo. El petróleo es la
    otra cuestión clave respecto a EE UU. Siempre ha sido la base
    de su relación con ese país y es aún la fuente
    de su influencia económica mundial. Por desgracia, su ministro
    del Petróleo
    cometió un grave error de cálculo a principios de año.
    Pensó que los precios bajarían después del invierno,
    y presionó a la Organización de Países Exportadores
    de Petróleo (OPEP) para que redujesen sus cuotas de producción.
    Pero la demanda se disparó y los precios alcanzaron cifras astronómicas.
    Como ya sabe, la grata sensación de conseguir más de
    cuarenta dólares por barril no se puede comparar con la buena
    marcha de la economía mundial a largo plazo, en
    que se basa la demanda de crudo.

Dada la incertidumbre en cuanto a la oferta y la demanda a largo plazo,
puede tranquilizar al mercado mundial aumentando su capacidad de producción.
Costaría mucho dinero, pero probaría su compromiso de contribuir
a la estabilización del mercado. Sus esfuerzos para incrementar la
producción de Arabia Saudí y para que se recuperen las cuotas
de la OPEP son un buen comienzo. Intente que bajen ligeramente los precios
hasta los 30 dólares por barril. Que el petróleo se venda a
precios asequibles es positivo para la economía mundial y redunda
en su propio interés a largo plazo. Cuanto más responsable
sea en las cuestiones del crudo, mayor probabilidad habrá de que EE
UU y el mundo se interesen por la estabilidad de su Gobierno.

F. Gregory Gause III es profesor asociado
de Ciencia Política
en la Universidad de Vermont (EE UU) y autor de Oil Monarchies: Domestic and
Security Challenges in the Arab Gulf States (Monarquías del petróleo:
retos internos y de seguridad en los países del golfo Pérsico,
Council on Foreign Relations Press, 1994).