Estados Unidos podría impulsar un Plan Marshall verde.

 

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En una época con un liderazgo diferente de Estados Unidos en el continente europeo, los diplomáticos y los dólares estadounidenses hicieron posible el nacimiento de un proyecto político audaz, que pretendía acabar con la guerra y abrir la puerta a la prosperidad. Con los carros de combate soviéticos al otro lado del Telón de Acero, la prosperidad europea impediría la difusión del comunismo y contrarrestarían el poder soviético en el Este. Los frutos de este proyecto serían sobre todo económicos, pero tenía una sólida base política, la idea compartida por muchos de que las guerras europeas debían terminar y no había que volver jamás a los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Era un idealismo mitigado por la lógica de la guerra fría, y fue el mayor triunfo de la diplomacia de EE UU en el siglo XX. Hoy, ese proyecto europeo está en peligro, y el momento necesita que Estados Unidos vuelva a ejercer su liderazgo. Europa es la única que puede encontrar el camino para salir de la crisis, pero, en su segundo mandato, el presidente Obama necesita ayudar a Europa a salvarse de sí misma.

El primer paso debe salvar a Grecia. Mi país ha prometido una y otra vez fidelidad a la doctrina de dura austeridad imperante hoy en Europa, pero da la impresión de que, para los mercados mundiales, nunca cortamos lo suficiente. El motivo es una crisis de confianza: la incertidumbre sobre si Grecia va a permanecer en la eurozona ha perjudicado a nuestra economía, al eliminar la perspectiva de cualquier actividad económica hasta que se resuelva el problema, con lo que casi garantiza que no se resuelva nunca. Europa tiene que decir que “la crisis se ha terminado. Grecia forma parte de la eurozona, y ya está”.

Ahora bien, para que una declaración así sea creíble, necesita el respaldo de la economía más grande y todavía más dinámica del mundo. Y aquí es donde entra Obama. El presidente estadounidense puede ayudar a resolver la crisis europea con el tipo de hábil diplomacia económica de la que, la verdad, no ha hecho gala su gobierno hasta la fecha.

Los mayores éxitos de Estados Unidos en Europa han sido principalmente sobre todo proyectos de integración, desde el apoyo a la creación de la Unión Europea hasta la reunificación de Alemania. Para recuperar esos laureles, Obama y sus diplomáticos deben proclamar públicamente su fe en una Europa más integrada. Sobre todo, Obama debe recordar al pueblo alemán que Estados Unidos estuvo al lado de su país no solo durante toda la guerra fría, sino durante la tumultuosa década que siguió a la caída del Muro de Berlín y la Unión Soviética. Y debe convencer a la canciller alemana, Angela Merkel, para que haga todo lo que sea necesario con tal de sacar adelante a Europa, además de asegurarle que el pueblo norteamericano volverá a ayudar.

El equipo de Obama, encabezado por el Departamento del Tesoro, ha instado a los europeos a tomar medidas decisivas, como financiar proyectos de infraestructuras, mutualizar la deuda y restablecer el crecimiento en las maltrechas economías europeas. Los líderes europeos han rechazado esas sugerencias y han tachado a Estados Unidos de hipócrita por exportar su crisis financiera a Europa al mismo tiempo que dice a las autoridades europeas cómo deben reaccionar ante ella, sin aportar ninguno de sus aún considerables recursos.

No estamos pidiendo limosnas. Además de acabar con la incertidumbre que tanto está dañando nuestra economía, lo que más necesita Grecia son inversiones: inversiones en un país que está cambiando y tiene grandes posibilidades.

Y no se trata solo de Grecia. Desde el sur de Europa hasta el norte de África, la cuenca mediterránea, una parte del mundo que es crucial para la seguridad de Estados Unidos, se encuentra en transición. Obama podría enviar delegaciones comerciales de alto nivel, que transmitirían un firme mensaje sobre las oportunidades de inversión en la región. Pero también podría fijarse objetivos más ambiciosos. Uno de sus predecesores, Dwight Eisenhower, dijo estas famosas palabras: “Si un problema es imposible de resolver, hay que agrandarlo”. Y eso es lo que necesitamos: Obama debe impulsar con todo su peso una gran iniciativa en materia de energía, diplomática y de paz que una Oriente Medio, el Mediterráneo y Europa a través de la cooperación energética. La cooperación podría abarcar recursos convencionales existentes y recién descubiertos, pero además dirigir inversiones hacia una nueva red de energías limpias y renovables, uno de los recursos más abundantes y menos explotados del Mediterráneo. Este “Plan Marshall verde” sería importante no solo desde el punto de vista económico, sino también por sus posibilidades a la hora de apoyar y extender la democracia. Lo que más falta hace es la visión de futuro.

A Obama le gusta hablar de los anales de la historia. Quiere que se le recuerde como un presidente importante. ¿Qué mejor forma de asegurar su legado que unirlo al de los demócratas que comenzaron el proyecto europeo, FDR, Truman y Kennedy?