La década dorada da paso a una etapa llena aún de oportunidades para continuar creciendo de manera sostenida.

 

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AFP/Getty Images

 

 

No cabe duda que América Latina ha disfrutado de un período histórico de bonanza en los últimos diez años, por lo que varios analistas han acuñado el término de la “década dorada” de Latinoamérica, en contraste con los 80, bautizados como la “década perdida” para la región. Una combinación inusual de factores, la mayoría externos, han contribuido a un extraordinario desempeño económico. Por una parte, América Latina se ha beneficiado de la expansión de China y el resto de Asia, lo que ha aumentado la demanda de materias primas y sus precios, produciendo un choque externo positivo para la mayoría de los países productores de minerales, energía y alimentos. Por otra parte, durante este período, y en parte producto de la crisis de 2008-2009, América Latina ha disfrutado de abundante liquidez internacional, y debido a las bajas tasas de interés en Estados Unidos y Europa, los flujos de inversión han buscado mejores rendimientos en la región.

Sin embargo, en los últimos meses han surgido dudas sobre la sostenibilidad de este milagro económico de América Latina, debido a la desaceleración de China y el aparente fin de la política monetaria expansiva en EE UU. Esto ha causado una caída en los precios de las materias primas y una importante salida de capitales de la región, lo que a su vez ha ocasionado depreciaciones de las principales monedas latinoamericanas. Ante estos acontecimientos, varios analistas anuncian el fin de los buenos tiempos, y que la región se encamina hacia tiempos más turbulentos.

Esta es una visión simplificada de las perspectivas de Latinoamérica, y no toma en cuenta el enorme potencial de la zona y algunos cambios estructurales importantes que en la mayoría de los Estados se han producido después de más de veinte años de crisis. Hay que recordar que América Latina es una región diversa, conformada por México y Centroamérica, El Caribe y América del Sur, por lo que no siempre es posible generalizar, puesto que cada subregión tiene realidades económicas y geopolíticas diferentes. No obstante, algunos factores son comunes a la mayoría de los países.

En primer lugar, América Latina posee una dotación envidiable de recursos naturales. Por ejemplo, cuenta con el 33% de los recursos hídricos del mundo y 40% de la biodiversidad global. Además, posee importantes reservas de combustibles fósiles, enorme potencial para la generación de energías renovables y crecientes capacidades de producción de minerales, metales y alimentos. Pero tal vez el cambio más impresionante que ha experimentado Latinoamérica en los últimos años ha sido la rápida expansión de su clase media, gracias al crecimiento económico y a la implementación de innovadoras políticas sociales. Sin embargo, continúa siendo la región con la peor distribución del ingreso del mundo y todavía queda mucho por hacer en esta área.

En segundo lugar, América Latina ha pasado de ser una región de espectadores a protagonistas, y ha logrado importantes logros en los escenarios mundiales. Hoy en día el Papa es argentino, uno de los hombres más ricos del mundo es mexicano y el Director de la Organización Mundial de Comercio (OMC) es un brasileño, por nombrar solo algunos. Aún falta mayor integración económica y política, que permita a la región tener una voz fuerte y unida para ganar mayor relevancia en las instituciones globales.

En tercer lugar, después de más de dos décadas de crisis y programas de ajustes, los responsables de políticas públicas, especialmente en el área económica, han aprendido importantes lecciones, que han permitido que uno de los logros más importantes de la región sea su estabilidad macroeconómica. Por ejemplo, se aprendió que sin consolidación fiscal, no es posible tener éxito en un programa económico. Esto implica mantener las cuentas fiscales en orden y sostenibles niveles de deuda externa. Además, durante el último boom, la mayoría de los países lograron generar ahorros, que les permitieron amortiguar los efectos de la crisis de 2008-2009 a través de la implementación de políticas económicas (fiscales y monetarias) contracíclicas.

Otras lecciones aprendidas son dejar de ser creativos con la política cambiaria, y la mayoría de los países tienen actualmente tipos de cambios flexibles; que los controles de precios y salarios no son efectivos para controlar la inflación; y que la política social no puede ser un paliativo de las políticas económicas, sino que tiene que ser parte integral de las mismas. Hoy en día, la mayoría de los países latinoamericanos se caracterizan por la profesionalización en el diseño, implementación y evaluación de sus políticas públicas y por ser pragmáticos en sus estrategias de inserción internacional. Cabe destacar que los sistemas financieros de la región gozan de una posición sólida y se encuentran bien supervisados y regulados, producto de varias crisis financieras que experimentaron en el pasado.

Por último, actualmente América Latina se encuentra mejor preparada que en el pasado para lidiar con crisis externas. Debido a niveles de inflación bajos y estables, gran parte de los países de la región poseen la capacidad de implementar políticas monetarias expansivas en caso de que sea necesario. De igual forma, los bajos niveles de endeudamiento externo y la situación fiscal estable, dan espacio para la implementación de políticas fiscales contracíclicas. Adicionalmente, los déficit en cuenta corriente son manejables, y los elevados niveles de reservas internacionales otorgan margen de maniobra.

No todo es color de rosas. América Latina tiene muchos desafíos por delante, y aún disfruta de una ventana de oportunidad para llevar a cabo las reformas pendientes. De particular importancia es la transformación productiva de la región, que permita diversificar sus economías y agregar valor a su base de materias primas. Reducir la pobreza y la exclusión social sigue siendo prioritario en la agenda de políticas públicas, así como disminuir el déficit de infraestructuras. No menos importantes es el fortalecimiento de las democracias y de las instituciones.

El futuro luce promisorio. Tal vez América Latina no vuelva a mostrar el mismo dinamismo que en esta década dorada, puesto que las condiciones externas son menos favorables, pero existen las condiciones y el potencial para seguir creciendo de manera sostenida y con calidad. De esta forma las clases medias seguirán expandiéndose, y la región se convertirá en un polo de atracción de inversiones en busca de mercados y oportunidades. No es el momento de ser complacientes, es imperativo aprovechar los buenos tiempos y avanzar en la agenda de reformas pendientes. La fiesta no se ha acabado, probablemente se convertirá en algo más relajado, como en un cóctel con buenos amigos.

 

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