Luanda, Angoloa. (Alain Jocard/AFP/Getty Images)
Luanda, Angoloa. (Alain Jocard/AFP/Getty Images)

Entre una Angola que lucha por sobrevivir y una Europa que ha perdido la intensidad y, en ocasiones, el norte.

Angola, la intensidad de SER humano

Borja Monreal

Bilaketa, 2014

El azar juega en nuestras vidas un papel muy importante. Somos lo que somos por un contexto determinado pero también por una larga lista de casualidades. No es lo mismo vivir en Madrid que en Angola. Ser europeo que ser africano. O vivir que vivir intensamente.

Para Borja Monreal encontrar esa intensidad es posible. Pero para eso hay que cambiar de realidad, poner a un lado la indiferencia y abrazar nuevas formas de entender el mundo. Vivir, por ejemplo, en un país africano como Angola “donde no hay puntos medios, sólo extremos que hacen que la vida adquiera aún más sentido”, es un buen comienzo. Para bien o para mal. Angola, la intensidad de SER humano narra una historia de vidas intensas y mundos hostiles. De noches angoleñas interminables y de rutinas europeas que en realidad no son más que excepciones. Todo en su conjunto es una reflexión sobre las vidas que llevamos, las relaciones de poder y los límites.

Esta crónica social, que se divide en cuatro grandes partes (El poder, Poder, No Poder y la Vida), nos lleva hasta el corazón de Luanda, capital de Angola. Es el día a día de los angoleños, su historia y su forma de comprender el mundo lo que le ha llevado a reflexionar sobre grandes cuestiones a menudo olvidadas o relegadas a un segundo plano por la sociedad occidental. A través de una crítica al sistema, bastante existencialista, analiza el modelo de vida tan ‘idóneo’ que creemos haber elegido en Europa. Para Monreal, Angola es la mejor excusa para hablar del ser humano, de la moral y de los héroes. Nos encontramos ante el relato comparativo entre una Angola que lucha por sobrevivir, y que podría extrapolarse al día a día de muchos otros rincones del planeta, y una Europa que ha perdido la intensidad y, en ocasiones, también el norte.

La democracia y otros mitos

Al leer encontramos muchas preguntas. De hecho, todo el libro podría girar en torno a una: ¿qué es lo normal? Escrito por alguien nacido y educado en países occidentales, es de agradecer el enfoque contrario a todo eurocentrismo tan común en la Historia. Es interesante observar cómo el autor reflexiona sobre conceptos tan manidos como la democracia, que él califica de mito insulso ya que es capaz de justificar lo injustificable, o la corrupción, como el claro síntoma de una grave enfermedad estructural y no como el problema en sí.

Angola, con una población que roza los veinte millones, es uno de los principales exportadores de petróleo del mundo pero encabeza la lista de los países más desfavorecidos. Los altos ingresos obtenidos por el oro negro no impiden que su tasa de mortalidad infantil siga aún siendo una de las más altas, que la malaria haga estragos entre su población y que el sector sanitario sea muy decadente. Tampoco el lucrativo negocio de la extracción de diamantes, que en África encuentra también grandes reservas en Botsuana, Sudáfrica y Sierra Leona, ha revertido en mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. Tras años de humillación ocasionada por el colonialismo portugués a los que se les suma una guerra civil de 27 años, no es de extrañar, que el carácter de los angoleños haya quedado muy marcado y que a pesar del tiempo todavía sigan abiertas muchas heridas. Aspecto que, por otro lado, nunca les ha impedido, en palabras de Monreal, “mantener la sonrisa, la cabeza fría y estar siempre a tu lado”. Tal vez lo que les haga diferentes es su actitud ante la vida, dándole más importancia a lo que piensan sobre lo que les pasa que al suceso en sí mismo.

A pesar de contar con buenas infraestructuras y de crecer a un ritmo económico del 10%, haciendo de Luanda la capital más cara del mundo, Angola enmascara un falso esplendor en el que el desarrollo no siempre conlleva prosperidad. “A Luanda ‘la bella’ lo que le importa es que su rostro no parezca más el de una ciudad sucia y pobre y así poder pavonearse entre otras ciudades”, mientras que las necesidades más básicas, las libertades y los derechos humanos brillan de forma intermitente. Como señala una de las tesis defendidas por Monreal, el hecho de que exista una democracia no significa que este sistema no tenga errores. “Se nos ha vendido el cuerpo de la democracia como un traje a medida en el que cualquier sociedad puede sentirse cómoda con unos pequeños ajustes”. Las últimas elecciones, que tuvieron lugar el 31 de agosto de 2012 y que dieron la victoria con un 74,6% de los votos a José Eduardo dos Santos, del MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola), dan buena cuenta de todo esto. Según Human Rights Watch, el presidente ha recibido críticas en numerosas ocasiones por corrupción, mala gestión política y represión. De hecho, su hija, Isabel dos Santos, que es una de las mujeres más ricas del continente, está en el centro de varios capítulos turbios, uno de ellos ligado a la compra de la compañía nacional de electricidad de Angola.

Son muchos los que denuncian estas y otras prácticas manifestándose contra un sistema de gobierno que consideran elitista y represivo, y que se enriquece a expensas de la pobreza de los demás. Una de estas voces ha sido la del rapero Luaty Beirão, detenido junto a otras personas el pasado junio por lo que las fuerzas consideraron una “preparación de golpe de Estado y atentado contra el presidente de la República” durante la lectura pública del libro de Gene Sharp, De la dictadura a la democracia. Un sistema conceptual para la liberación. Las nuevas generaciones angoleñas piden a gritos un cambio que se resiste a llegar y que la comunidad internacional, volcada demasiado en el boom bursátil del país, no parece tener en su lista de actividades pendientes.

En las 132 páginas del libro, escritas de manera sencilla y personal, a modo de artículos en los que el fin de uno se enlaza con el inicio del otro, se encuentran historias de quienes no tienen voz porque viven al margen de todo y de todos. Algunas con final feliz pero muchas otras con un desenlace amargo. Sin embargo, entre tanta miseria, siempre hay destellos que dicen que hay algo más detrás de todas esas sombras. Eso que ha hecho que Monreal encuentre allí esa luz tan cálida con la que aquí no ha dado. Porque los angoleños, al igual que los americanos, también tienen su sueño. “Y si es la esperanza la encargada de mover el mundo, Angola deberá moverse al ritmo de sus gentes (…) y así un día soñar que no están soñando”.