Europa se juega su papel en el nuevo escenario mundial.

 

Las microtendencias ayudaron a decidir el resultado de las elecciones presidenciales de 2008 en Estados Unidos. Se dijo que íbamos a ver la influencia de cambios pequeños, relativamente invisibles, que en algunos casos no afectaban más que al 1% de la población, pero tenían un impacto desmesurado en la sociedad. Ignorar estas microtendencias –como la del 1% de jóvenes californianos que dicen que aspiran a ser francotiradores profesionales– es hacer oposiciones al fracaso; sin embargo, si los políticos intentan comprender esos cambios y prepararse para ellos, pueden jugar con ventaja.

Ahora la situación mundial puede verse influida por unas fuerzas similares, apenas visibles, cuyo impacto puede tardar más en manifestarse que el de megatendencias como la ascensión de China o la minimización de Estados Unidos, pero acabará transformando la forma de funcionar del mundo. Si Europa ignora esos factores, se arriesga al fracaso internacional; si asume y comprende esos cambios, por pequeños que sean, la Unión Europea podrá colocarse en primera línea. He aquí 11 de esas microtendencias que van a transformar el mundo:

El ascenso de los Estados eje. Son las potencias medianas, los Estados del nivel inmediato inferior a los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que están adquiriendo cada vez más importancia en los sistemas internacionales; son incluso vitales para resolver muchos problemas mundiales y, desde luego, capaces de impedir cualquier progreso. Entre ellos hay países como Chile, Indonesia, México y Corea del Sur. Estos se han hecho un hueco aparte en las conversaciones sobre el clima y prefieren negociar en un grupo propio, no dentro de la coalición G-77 de países en vías de desarrollo.

El regreso de la seguridad dura. El mundo debería prestar atención a los riesgos y a los problemas internacionales, no a las amenazas contra los Estados. Pero, con el fracaso de las negociaciones multilaterales patrocinadas por la ONU y el ascenso de las fuerzas
nacionalistas y populistas en cada país, están volviendo al primer plano los aspectos de seguridad dura, y disminuyen las posibilidades de prevenir la competencia entre Estados (tanto en Asia central como en Latinoamérica y el Golfo).

La creación de la turcoesfera. Un imperio virtual, calcado sobre el del Imperio Otomano, que se extiende desde los Balcanes hasta Asia central y Oriente Medio, y que llega hasta la UE, donde el Gobierno de Ankara ejerce cada vez más influencia, promueve sus empresas y propugna su variante del islam. Quizá no es objeto de tantas teorías como la euroesfera ni tan brutal como la esfera rusa de influencia, pero puede llegar a ser más eficiente y duradera que ellas, sobre todo en el sureste de Europa.

La muerte del gaullismo. Nicolas Sarkozy representa el fin definitivo del gaullismo. Charles de Gaulle significó tres cosas: la afirmación del derecho de Francia a tener un papel importante e independiente en la política mundial; el dirigismo, una especie de política económica keynesiana en la que el Estado francés desempeñaba un papel fundamental, y el anticomunismo. De estas tres cosas, la primera ha quedado abandonada, aunque a regañadientes, la segunda constituye la ortodoxia en estos tiempos de crisis, y la tercera ha dejado de ser relevante.

La introspección de Alemania. Durante decenios se dio por descontado el firme europeísmo de Berlín, mientras el país normalizaba, poco a poco pero sin vacilar, su papel internacional. Eso se ha acabado. Alemania está volviendo a mirar hacia dentro, regresando a su viejo pacifismo, y ya no parece interesada en promover soluciones europeas para problemas mundiales. Los dos ejemplos más claros son la estrategia alemana respecto a Rusia y la resistencia a enviar tropas para luchar contra los talibanes en el sur de Afganistán.

La retirada de Japón. Algunos Estados están en declive, otros en ascenso, pero Japón, sencillamente, está retirándose del escenario. Tokio está apartándose de los asuntos mundiales, como prueban la retirada de fuerzas del teatro afgano y la voluntad de entablar disputas con Estados Unidos a propósito de la base de Okinawa. Todo parece basarse en la aceptación de que la futura Asia de la era post-Estados Unidos va a estar dominada por China.

La explosión del Sahel. El territorio mal gobernado o desgobernado que se extiende desde el Cuerno de África hasta la costa del Atlántico del Sáhara Occidental está convirtiéndose en un foco de problemas. Narcotráfico, subdesarrollo y abusos de poder en Malí, Níger, Chad y Mauritania hacen que la región sea caldo de cultivo de Al Qaeda y otros grupos extremistas.

Multilateralismo de mosaico. El multilateralismo formal e institucionalizado de los Estados nación, que caracterizó gran parte del periodo de la guerra fría, está desapareciendo y dejando paso a una nueva forma de cooperación multilateral que otorga más poder a los países BRIC, incluye a actores no estatales, como el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (PICC), y va a presenciar el regreso de las coaliciones de los dispuestos dentro de organizaciones formales como la OTAN.

El renacimiento del exportismo y de la política económica exterior. Sin llegar al neomercantilismo, la crisis económica está obligando a los Estados a centrar su política exterior en el fomento de las exportaciones y de las industrias nacionales y en la recogida de los beneficios obtenidos. El contrato de armas firmado entre Francia y Rusia es un buen ejemplo: fue una decisión comercial disfrazada de retórica estratégica.

El fin de la promoción de valores. Con el realismo engendrado por la crisis económica en Occidente, las vicisitudes de la guerra contra el terror, el debilitamiento de la democracia en varios Estados miembros de la UE, el atractivo mundial de la llamada “democracia soberana” de Rusia y el capitalismo autoritario de China, va a ser más difícil promover los valores liberales, incluidos la democracia y los derechos humanos.

Se acabaron los parias. Por fin, como destacó Nader Mousavizadeh en la revista Time, el mundo que creó los Estados parias ha desaparecido. La idea del Estado paria suponía la existencia de una comunidad mundial, unida en el apoyo a ciertos valores e intereses y distinta de los renegados que infringían las reglas. Pero ésta se ha desvanecido. La comunidad internacional definida por los valores occidentales es una ficción. Hoy en día, el término “paria” podría aplicarse a EE UU y a Gran Bretaña tanto como a Venezuela.

Es difícil saber cuál de estas microtendencias será más importante para Europa. Y podría haber más. Ahora bien, mientras hablan sin parar de megatendencias como el ascenso de China, los ministros europeos de Exteriores harían bien en prestar atención a estas otras, los pequeños cambios que pasan inadvertidos y que, incluso, son ignorados pueden crear nuevas realidades, desencadenar un movimiento social o producir el cambio político.