Puesto callejero en la ciudad de Maicao, Colombia, donde venden productos básicos obtenidos en Colombia a bajo coste. Foto: Bárbara Bécares
Puesto callejero en la ciudad de Maicao, Colombia, donde venden productos básicos obtenidos en Colombia a bajo coste. Foto: Bárbara Bécares

Los indígenas wayúu sobreviven entre las fronteras venezolana y colombiana gracias al bachaqueo. Comprar bienes básicos en Venezuela a bajo coste y venderlos por más dinero al otro lado de la frontera en Colombia. ¿Es ésta un arma de doble filo?

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, acaba de decretar Estado de excepción en algunos de los municipios situados en la frontera con Colombia y desde hace semanas tiene toda la línea, que separa ambos países, militarizada. El motivo de tal medida: el bachaqueo, o contrabando de productos básicos desde Venezuela a Colombia. Una práctica sobre la que el dirigente venezolano quiere crear una nueva ley que sirva para atajarla.

El bachaqueo, que existe históricamente entre ambos países, ha ido variando su flujo direccional, según qué economía fuese más fuerte. Pero con la crisis económica venezolana, que hace que el bolívar haya perdido su valor, lo más beneficioso ahora es adquirir bienes en Venezuela y transportarlos a Colombia, mucho más próspera en términos de dinero.

Todo esto ha provocado que este tráfico de bienes básicos haya pasado a ser un tema muy controvertido, últimamente. Está en el ojo de mira de todos los venezolanos, puesto que incrementa la escasez de productos básicos que ya existe y encarece la cesta básica a todo aquel que no trafica con comida. Pero, aunque el Gobierno de Caracas acusa a bandas criminales organizadas ‘de derecha’ de fomentar esta práctica, el bachaqueo también se presenta como la única oportunidad de ingresos para miles de ciudadanos sin empleo.

Son algunos indígenas de etnia wayúu, nacidos en La Guajira (situado en territorio fronterizo, cruzado por una línea que en época colonial dividió la región y dejo a sus nativos como ciudadanos de dos países) los que lo practican. Son ciudadanos que no trabajan de forma organizada ni pertenecen a ninguna de esas mafias de derecha de las que el presidente de la República habla. No se sabe cuál es el porcentaje total de bachaqueros, puesto que muchas personas de la región carecen de carnet de identidad y porque en el cruce de fronteras, hasta ahora, no había un control que obligara a sellar los pasaportes. En las últimas semanas, las medidas policiales afectan de forma muy negativa a estos indígenas sin oportunidades laborales ni acceso a recursos básicos.

La Guajira es un terreno terriblemente afectado por la sequía y donde se calcula que al año mueren miles de niños a causa de la malnutrición, como han denunciado las organizaciones locales (muy difícil saber la cifra exacta, a causa de la falta de registro de estos ciudadanos). Hace unos dos años que no cae una gota del cielo y la temporada de lluvias es tan seca como el resto del año, lo que hace que no se logren las cosechas. Al mismo tiempo, este terreno, que se divide entre el departamento colombiano de la Guajira y del Zulia venezolano, no ofrece oportunidades laborales a los indígenas. Hablamos de un territorio que se ha visto afectado por la creciente globalización, el desdén por parte de los gobiernos y la necesidad de dinero para poder acceder ahora a recursos tan básicos como el agua, la comida o la vivienda.

El día a día entre Maracaibo y Maicao

Como todos los días, hay un control de policía esperando en el cruce de una carretera que va de Maracaibo, Venezuela, a Paraguaipoa, una localidad cerca de la ciudad de Maicao, ya perteneciente a Colombia.

Una mujer de etnia wayúu estira bien su vestido sobre las bolsas que van a sus pies y le dice a los policías: “No, no llevamos nada. ¿Qué vamos a llevar?”. Los agentes permiten al viejo taxi colectivo continuar su camino, aunque probablemente sospechen que entre las faldas de los largos vestidos tradicionales que portan las pasajeras del vehículo, vaya alguna mercancía para traficar con ella.

Esta mercancía puede ser champú, dentífrico, leche en polvo para bebés o harina, o cualquier otro producto básico de esos que tanto escasean en territorio venezolano. También, venden gasolina, que en Venezuela es prácticamente gratis, mientras que al otro lado de la frontera es muy costosa. En cualquier otro lugar del mundo, estas mujeres de edad avanzada y ropas tradicionales, no serían sospechosas de nada. Aquí sí.

Desde primeras horas de la mañana, han hecho cola frente a algún supermercado venezolano subvencionado. Han comprado todo lo que se les ha permitido (estos supermercados están regulados y se necesita la huella dactilar y el carnet de identidad para comprar), y ahora lo venderán por la calle en la misma Venezuela, pero a precios más elevados, o en Colombia, donde los salarios son mucho más altos y por tanto se puede vender todo a muy buen precio.

Esa misma tarde, Olivia Palmar saldrá de su trabajo e irá al mercado. Es wayúu y periodista en la radio, Fe y Alegría, en Paraguaipoa. Por ello, como todos aquellos que tienen un trabajo formal, no puede aguantar una larga cola para comprar en un supermercado regulado. Solo le queda la opción de ir a los filuos, lugares a las afueras de la localidad donde vecinos del pueblo extienden en el suelo lo que han conseguido, y que estos días están en el punto de mira del Gobierno desde que ha decidido acabar con la compra-venta de bienes básicos. Un paquete de leche en polvo aquí puede llegar a costar hasta 10 veces más que en el supermercado subvencionado. Y una quinta parte de lo que es hoy en día el sueldo venezolano de un profesional que no trabaje para el Estado.

La crisis económica del país ha llevado a una inflación enorme de la moneda bolivariana. Un sueldo de un periodista como es Olivia, anda hoy en día por los 10 dólares al cambio (cambio extraoficial que es el que todo el mundo usa). Se puede pedir rebaja al precio, pero los vendedores son bastante inflexibles, teniendo en cuenta que a tan solo 10 kilómetros, en Colombia, cualquiera pagaría ese dinero, puesto que seguiría resultando más barato que en una tienda de allí.

“Entre el sueño socialista venezolano y la realidad capitalista colombiana”

Vivir cerca de la frontera es un arma de doble filo. Este problema, el bachaqueo, es común en todo el país, pero se acentúa cerca de la frontera con Colombia, ofrece un amplio mercado de consumidores con mucho más poder adquisitivo. Hasta ahora, cruzar la frontera de Paraguanchón era muy sencillo. Era un caos de coches, motos, camiones y personas que cruzaban sin control policial. Ahora la situación ha cambiado.

Como bien dice Olivia Palmar los wayúu “vivimos entre el sueño socialista venezolano y la realidad capitalista en Colombia”. No podría estar explicado mejor. Y es que, aunque los indígenas dicen sentirse más protegidos por el Estado en Venezuela que sus vecinos, la situación económica en el país bolivariano, en estos momentos es muy complicada para todos, afectando más a los que menos oportunidades tiene.

Al mismo tiempo, Colombia, país neoliberal que sustenta su crecimiento en la explotación de recursos naturales y en permitir la llegada de cuanta empresa extranjera lo desee, vive un gran crecimiento económico, pero, al mismo tiempo, es uno de los países que presenta mayor desigualdad en el mundo, lo que está acentuando la pobreza, según el PNUD. A esto se suma una gran sequía en la región que los expertos achacan a una mina de carbón, el Cerrejón, que secó el río Rancherías. El Gobierno de Bogotá todavía no ha tomado medidas.

¿Delito u oportunidad?

Antes, hace unos 30 años, la compra se realizaba en Colombia y la reventa en Venezuela, que era un país con más dinero que el vecino. Muchas familias indígenas venezolanas vivían y mejoraron sus condiciones de vida gracias a este comercio entre fronteras.

Y es que los wayúu de La Guajira vivían de la agricultura y la ganadería. El agua se recogía de los jagüeyes, fuentes colectivas, creadas por sus ancestros, que estudiaban las corrientes de las aguas subterráneas para conocer la mejor ubicación. Pero el calentamiento global, que ha llevado a la escasez de lluvias, y las minas, que secaron el terreno, llevaron a esta sequía que hace que la agricultura y la ganadería ya no sean un modo de vida. Además, las necesidades han cambiado: comprar una casa ahora cuesta dinero y muchos quieren formarse y aprender en algún centro de educación superior, pero para eso también es necesaria la moneda. Pero en esta región las oportunidades de empleo son escasas. ¿Cómo hacer para obtener ingresos en este contexto?

La práctica del bachaqueo afecta a algunas familias de una forma muy negativa, puesto que encarece enormemente los precios de los bienes más básicos, pero muchos aseguran no tener otra forma de vida. Una posible solución podría ser dar oportunidad a todas las familias que hoy viven, o sobreviven, gracias a esta práctica.