El reparto igualitario de las ganancias procedentes del turismo en Israel y Cisjordania incrementaría las remesas de israelíes y palestinos y ayudaría a la cooperación entre los diferentes actores.

 

jerusalen
Lourdes Romero

El pasado año supuso un nuevo récord de visitas a Israel y Palestina. De acuerdo a las estadísticas del Ministerio de Turismo israelí, 2012 contempló la llegada de más de 3,5 millones de turistas y peregrinos, lo que constituyó un incremento del 4% respecto de ejercicio anterior, reportándole al Estado de Israel unos beneficios estimados en 36.000 millones de shequels (más de 7.500 millones de euros). Las proyecciones gubernamentales para este año, cuando se acaba de cerrar el primer semestre, son incluso mejores. En cuanto al desglose de procedencias, los más numerosos llegaron de Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania.

La ciudad más visitada –como todos los años– volvió a ser Jerusalén, seguida de Tel Aviv, dos urbes que representan conceptos antitéticos. La primera es muchas veces comparada con Esparta, debido al austero estilo de vida del cada vez más numeroso sector ultraortodoxo. La segunda con Atenas, al ser escenario de las principales vanguardias intelectuales, artísticas y culturales, así como de toda la marcha nocturna. En la primera los comercios permanecen cerrados a cal y canto durante la celebración del shabbat, mientras que en la segunda los bares y terrazas están llenos a rebosar.

Dentro de Jerusalén los lugares más concurridos fueron el Muro de las Lamentaciones y el Santo Sepulcro, dado el papel central que juegan cada uno dentro del judaísmo y del cristianismo, respectivamente. Y en tercer lugar destaca la presencia del Museo de Israel –con más de 800.000 visitas en 2012– dotado con una maravilla de colecciones permanentes en el ámbito de la arqueología y de magníficas exposiciones itinerantes. Entre otras cosas únicas están los importantes Manuscritos del Mar Muerto, en proceso de digitalización dentro del propio museo a partir de técnicas de última generación empleadas por la NASA y de exposición on line para poder ser estudiados por hermeneutas bíblicos y filólogos.

Juego de suma cero

Estas cifras suponen todo un motivo de satisfacción para Israel, que ha visto cómo los niveles de ocupación hotelera y de gasto por turista superan ya los alcanzados en la fase previa a la Segunda Intifada, cuyos altísimos índices de violencia hicieron que el turismo se retrajera durante casi una década. Por el contrario, la Autoridad Nacional Palestina no ha experimentado un incremento similar en términos proporcionales, debido a que la post Intifada trajo consigo toda una serie de medidas que lastran enormemente su capacidad de desarrollo en el ámbito del turismo y la hostelería.

A ello contribuye en primer lugar el hecho de que todavía no gestione sus propios pasos fronterizos (con la excepción del de Rafah, que comunica Egipto con la Franja de Gaza, pero este territorio está controlado por Hamás desde junio de 2007), dado que el Puente Allemby, que une Cisjordania con Jordania, sigue estando en manos de Israel. Y si el aeropuerto de Gaza fue bombardeado en numerosas ocasiones en represalia por atentados terroristas ocurridos durante la Segunda Intifada, el aeropuerto de Atarot (situado entre Jerusalén y Ramala, desde el que se volaba a Ammán y El Cairo antes de la Guerra de los Seis Días en 1967) nunca fue ampliado ni cogestionado, tal como se propuso hacer durante el Proceso de Oslo.

Además, la construcción de la barrera de separación de Cisjordania –con una longitud de más de 700 kilómetros, que en la mayor parte de su sinuoso trazado tiene forma de verja inteligente y en las áreas urbanas y en los barrios palestinos de Jerusalén Este es un impresionante muro de hormigón de 10 metros de altura– y el hecho de que sus principales accesos como el siempre congestionado control militar de Qalandia que lleva a Ramala o el angosto check point 300 de entrada a Belén sean negligentemente operados por el Ejército israelí, reduce mucho el flujo de turistas.

Detrás de esta actitud consciente por parte de los Ministerios de Defensa y de Turismo israelíes se esconde, claramente, una concepción previa al proceso de paz. Aquella por la que el turismo –al igual que otros bienes escasos como el agua y los recursos naturales– constituye un juego de suma cero. En base a esta concepción obsoleta, Israel intenta acaparar el mayor número posible de visitantes y que éstos realicen el gasto en hoteles, restaurantes, monumentos y parques nacionales israelíes.

Mientras, las visitas al lado palestino se reducen a efímeras entradas en la ciudad de Belén, a donde llegan en autobuses, permanecen un par de horas visitando la Basílica de la Natividad y paseando por la Plaza del Pesebre, para luego volverse a Jerusalén o Tel Aviv, donde pernoctan, consumen y hacen sus compras de regalos y recuerdos.

Cambio de paradigma

Si tienen éxito los esfuerzos de mediación que está poniendo en marcha la Administración Obama para desatascar las negociaciones entre el nuevo Gobierno israelí y la Autoridad Nacional Palestina –estancadas desde septiembre de 2010 en que terminó la moratoria en la construcción de los asentamientos– y, eventualmente, crear un nuevo proceso de paz, la cuestión del turismo tendría que ponerse sobre la mesa.

Dado el gran volumen de negocio que genera y, sobre todo, su enorme potencial de expansión y crecimiento, incluso podría crearse un grupo de trabajo ad hoc que se uniera a los grupos multilaterales que se impulsaron tras la Conferencia de Paz de Madrid de octubre de 1991 para regular las cuestiones de ámbito regional. Entre ellas, el control de armamentos y la seguridad regional, la cooperación económica y financiera, la resolución del problema de los refugiados y la gestión conjunta del agua y de los recursos naturales.

Por ende, el turismo debería enfocarse como un gran proyecto regional, donde la cooperación entre los diferentes actores –Israel, Palestina, Jordania, Egipto y, más adelante cuando las circunstancias políticas lo permitieran, también Siria y Líbano– proporcionara unos resultados mayores que la mera suma de sus partes. Esta cooperación regional multiplicaría sin duda el número de turistas y peregrinos, convirtiendo Oriente Medio en un importante nodo del turismo internacional.

Si este cambio de paradigma tuviera lugar, además del atractivo en todos los órdenes –histórico, arqueológico, religioso, ecológico, de sol y playa– que ofrece a turistas cristianos y judíos, el siguiente objetivo de las instituciones y agencias de viajes sería atraer a los cientos de millones de potenciales turistas musulmanes. Pues de la misma forma que los suníes veneran como ciudades santas a La Meca y Medina y los chiíes otras como Qom y Kerbala, todos ellos comparten Jerusalén, que si en hebreo viene a ser la “Ciudad de la Paz”, en árabe se convierte en Al Quds, “la Santa”.

Plan Kerry

Durante sus diferentes viajes a la región, el secretario de Estado de EE UU, John Kerry –quien ha visitado más veces Oriente Medio en cinco meses que su predecesora Hillary Clinton durante sus cuatro años de mandato– además de apoyar la creación de un Estado palestino y de poner los mapas sobre las potenciales fronteras y sus respectivos dispositivos de seguridad, está intentando reactivar el paradigma de Oslo. Un buen ejemplo de ello ha sido su reciente propuesta de cogestión del Mar Muerto presentada ante la reunión del foro de Davos, celebrada en un hotel de la orilla jordana.

Según el planteamiento de Kerry, a la hora de firmar un Acuerdo de Paz definitivo, Israel debería devolver el tercio norte del Mar Muerto a los palestinos (siguiendo así la Línea Verde que dividió Israel de Cisjordania entre 1948 y 1967) y a partir de ahí crear un sistema de cogestión junto con Palestina y Jordania similar al que mantienen Alemania, Austria y Suiza en el Lago Constanza. Igualmente, ha sugerido la construcción de un aeropuerto en Jericó, donde los aviones entrarían desde el espacio aéreo jordano, sin penetrar en el israelí, cumpliendo así con sus demandas de seguridad.

De esta forma Palestina –conjugando el aeropuerto, hoteles y playas en el Mar Muerto, las atracciones turísticas de Jericó (Monte de las Tentaciones, Monasterio de San Jorge, Palacio de Herodes, Parque de España) y los accesos rápidos por carretera a Belén y Ramala, también podría disfrutar de un importante flujo de turistas. Luego éstos, tras pasar los correspondientes controles de seguridad, pasarían también al lado israelí donde harían parte del gasto y retroalimentarían un nuevo círculo virtuoso del turismo en Tierra Santa.

 

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